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Autor Tema: La Transición política española, ¿una estafa monumental…?  (Leído 38709 veces)

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La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« en: Septiembre 16, 2012, 20:09:26 pm »
Gracias al forero Nut de Burbuja





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La Transición política española, ¿una estafa monumental…?


Posted on 2012/02/02   


En un extensísimo artículo de Ismael Carvallo Robledo, publicado en El Catoblepas, nº 89, Julio/2009, titulado El mito de la Transición democrática española: la CIA en España, y que se reproduce casi en su totalidad seguidamente, se intenta analizar la famosa y conocida «Transición española»… uno de los muchos mitos que nos envuelven. Ya se abordó, no hace mucho, este mismo asunto, enlazando ciertas partes relevantes de un antiguo programa («La Clave») en el que desde coordenadas internas, españolas, se criticaba aquél proceso… muy superficialmente. En este caso, el origen del análisis, viene desde México, aquella tierra que en otro tiempo se llamó Nueva España; basado, a su vez, en el interesante libro de Alfredo Grimaldos, La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington (Debate, Barcelona, España 2006), un trabajo de investigación periodística con el que el autor aísla el esqueleto político y geopolítico real que no nada más hizo posible, sino que operó y controló las piezas y resortes fundamentales –los términos y relaciones políticas efectivas– de lo que estamos aquí considerando como un mito oscuro y confuso: el mito de la Transición democrática española…

«Los servicios secretos norteamericanos y la socialdemocracia alemana se turnan celosamente en la dirección de la Transición española, con dos objetivos: impedir una revolución tras la muerte de Franco y aniquilar a la izquierda comunista. Este fino trabajo de construir un partido «de izquierdas», para impedir precisamente que la izquierda se haga con el poder en España, es obra de la CIA, en colaboración con la Internacional Socialista. El primer diseño de esta larga operación se remonta hasta la década de los sesenta, cuando el régimen empezaba ya a ceder, inevitablemente, bajo la presión de las luchas obreras y las reivindicaciones populares. El crecimiento espectacular del PCE y la desaparición de los sindicatos y partidos anteriores a la Guerra Civil, especialmente UGT y el PSOE, hacen temer una supremacía comunista en la salida del franquismo. Los cerebros de la Transición comienzan a marcarse objetivos muy concretos.» (Alfredo Grimaldos, obra citada, págs. 145-146.)

«En el propio Pentágono, Fernández Monzón es recibido por un coronel estadounidense: «Me puso frente a un gran mapa que tenían desplegado allí, lo señaló y me preguntó qué veía», recuerda el hoy general en reserva. «Yo le contesté: ‘Un mapamundi’. Y él insistió: ‘Pero ¿qué hay en el centro?’ El mapamundi se puede desplegar de distintas formas, claro, y ellos lo habían hecho de modo que en el centro exacto quedaba la península Ibérica. Entonces le contesté: ‘En el centro está España’. Y él, sonriente, remachó: ‘Pues por eso está usted aquí’.» «No es verdad todo lo que se ha dicho de la Transición. Como eso de que el Rey fue el motor. Ni Suárez ni él fueron motores de nada», continúa Fernández Monzón. «Sólo piezas importantes de un plan muy bien diseñado y concebido al otro lado del Atlántico, que se tradujo en una serie de líneas de acción, en unas operaciones que desembocaron en la Transición. Todo estuvo diseñado por la secretaría de Estado y la CIA, y ejecutado, en gran parte, por el SECED, con el conocimiento de Franco, de Carrero Blanco y de pocos más».» (Entrevista a Manuel Fernández Monzón, Ex capitán de los servicios de información y contrainteligencia de España, en Alfredo Grimaldos, obra citada, pág. 18.)


I

Igualmente abundantes que superficiales y difusas son las referencias que en México, una y otra vez, y bien sea desde la voz de académicos o desde la de políticos de todos los bandos por igual, se hacen y acaso se seguirán haciendo a la ya célebre «transición democrática española» de 1978: prácticamente una generación entera de políticos mexicanos –los protagonistas de la escena nacional de los últimos quince o veinte años– tuvieron y tienen como horizonte de referencia los acontecimientos que, a partir de la muerte de Franco en 1975, supuestamente abrieron la puerta a una etapa de democracia y libertad que habrían sido conculcadas, se nos dirá, por un régimen oscurantista y medieval como el franquismo (un régimen que, en todo caso –y esto es lo que nunca se dice– no hizo más que sentar las bases del desarrollo capitalista del bienestar de la España de hoy). No falta nunca en los debates o en las tertulias el político o el analista perspicaz que, ante una problemática concreta, o ante la «falta de acuerdos y de diálogo», sentencia categórico, pensando al hacerlo que está descubriendo el mediterráneo, que «necesitamos nuestro Pacto de la Moncloa a la mexicana», o que «debemos de poner todos nuestros esfuerzos en alcanzar una democracia madura y moderna, como la española tras la Transición de 1978».

En efecto, dependiendo de la alineación ideológica de nuestro político o académico en cuestión, evocaciones, comparaciones o analogías son hechas para destacar uno u otro aspecto, uno u otro personaje de aquel proceso épico –según sus promotores– que hubo de quedar consignado en las también conocidas obras que Victoria Prego a tan memorables faenas dedicó, a saber: Así se hizo la Transición (1995), Presidentes (1995) y Diccionario de la Transición (1999); trabajos que hubieron de ser llevados también a la televisión como documental que, bajo el nombre de La Transición, fue emitida por Televisión Española en 1995 y que luego fue y ha sido transmitida en México, según la noticia que de esto tenemos, por Canal 22.

En caso de tratarse de algún político del PAN, las referencias pueden acaso estar dirigidas a rescatar la figura de Adolfo Suárez, Manuel Fraga o el propio Rey en tanto que garante de la estabilidad política en tiempos tan aciagos; si se trata de alguien del PRI, no habrá reserva alguna para los elogios que se verterán de inmediato hacia Felipe González, el verdadero héroe –se dice y se dirá– de la transición; si se trata de alguien del PRD, sobre todo de su facción socialdemócrata, o de alguien que quiere presentarse en la órbita ideológica de la izquierda, se verá también corto en sus afanes por destacar y encumbrar el papel de Isidoro (es decir, de Felipe González) como el arquitecto y líder indiscutible de tan célebre gesta democrática.

Muchos de los que quieren presentarse desde la insidiosa, simple y nunca definida plataforma de la «izquierda moderna», se pelean también por figurar como los verdaderos herederos y discípulos de Felipe González, como propugnadores del Progreso Global y genuinos practicantes del Pensamiento Felipe: el Partido Social Demócrata (PSD) de Alberto Begne, Luciano Pascoe y un tal Díaz Cuervo (antiguamente formó parte también de esa agrupación la señora Patricia Mercado), un partido que en las recientísimas elecciones no logró cruzar el umbral requerido para mantener el registro como partido político oficialmente reconocido, se presentaba en algunos promocionales –haciendo con esto patente su vacuidad intelectual e ideológica, tan propia por otro lado de la socialdemocracia de hoy– como un partido que propugnaba por los principios de la izquierda moderna de, o al estilo de, Felipe González. [No está demás recordar que, de hecho, Felipe González funge en la actualidad (2009) como embajador español plenipotenciario y extraordinario para la conmemoración de la independencia de Hispano América, además de ser también presidente del Grupo de Reflexión o Comité de Sabios del Consejo Europeo].

Se trata de referencias que, en uno y otro sentido, participan en definitiva de la nebulosa ideológica del fundamentalismo democrático a cuya sombra aparece la Transición española como el más sublime, heroico y, sobre todo, exitoso proceso de «transición democrática» hacia el que todos los políticos y académicos, imbuidos también por ese mito, no dejan de mirar y señalar con desilusión y desgano ante los magros resultados, ante los déficits que, puesta ante el espejo de la española, la transición mexicana no deja de presentar.

Pero dejando para otra ocasión el análisis crítico de los resultados en los que esta transición ha desembocado (muchos de los cuales, diremos tan sólo, deben de ser vistos como errores catastróficos, pues la democracia no es solución mágica ni maestra para cuestiones políticas fundamentales), queremos detenernos en esta ocasión a comentar… [la obra citada].

Y el alcance del análisis de Grimaldos desborda por todos lados el recinto nacional español, toda vez que, como bien hemos dicho ya, «la transición a la española» es considerada por legiones de politólogos, analistas, periodistas y políticos a lo largo de toda Hispanoamérica como el verdadero canon de organización y de conducta política en los estados de referencia.

Señalamos pues este libro con la intención de sacudir un poco las coordenadas del debate político del presente desde las que, a falta de horizontes teóricos e intelectuales pertinentes, sobre todo en México, se vuelve con ingenuidad, ignorancia y oportunismo a este ya célebre lugar común político.


http://peliyot.wordpress.com/2012/02/02/la-transicion-politica-espanola-una-estafa-monumental/
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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #1 en: Septiembre 16, 2012, 20:15:47 pm »
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II

Dice Victoria Prego, con pompa democrática, en la Nota de la autora que aparece como antesala de su interesante libro Así se hizo la transición (Plaza & Janés, Barcelona, España 1995), lo siguiente:

«Este libro es el resultado de la información acumulada durante algo más de cinco años, de 1987 a 1991, en torno al primer tramo del proceso de transición política de España hacia la democracia. [...] Durante ese largo período celebré multitud de conversaciones con las personas que habían participado de forma directa en el proceso […]. Ésta es la crónica global del proceso de transición política con los testimonios personalísimos de quienes participaron directamente en él…» (Pág. 11)

Y después da inicio a la crónica referida comentando el punto clave, el punto de inflexión de los acontecimientos –según las coordenadas desde las que sitúa su libro–: el atentado contra Carrero Blanco Dice Alfredo Grimaldos, con un tono totalmente distinto, o, en todo caso, sin pompa democrática alguna, en la Introducción al suyo, lo siguiente:

«Los hombres de la CIA (Central Intelligence Agency) están detrás de casi todos los principales acontecimientos políticos y militares de nuestra historia reciente. La sede […] es un gigantesco búnker desde donde se han diseñado cientos de operaciones desarrolladas en España por los servicios de inteligencia norteamericanos desde la posguerra mundial hasta hoy. Las recientes escalas en aeropuertos españoles de aviones de la CIA, con prisioneros que son trasladados a centros de tortura distribuidos por varios países de la órbita norteamericana, constituyen sólo un eslabón más de la cadena de actuaciones clandestinas que la Agencia inició en nuestro país durante la Guerra Fría. La sólida infraestructura que hoy permite continuar trabajando a sus hombres aquí comenzó a construirse a principios de los años cuarenta. [...] La CIA interviene en la instalación de las bases militares estadounidenses en nuestro suelo, la transición del franquismo a la Monarquía, el golpe de Estado del 23-F o la definitiva integración del Estado español en la estructura de la OTAN. La permanencia de la dictadura franquista, durante casi cuatro décadas, y la evolución controlada hacia un sistema parlamentario están condicionadas por la actividad de los espías norteamericanos.» (Pág. 11)

Dos perspectivas opuestas, mediadas por el paso de diez años entre la publicación de uno y otro, desde las que se interpreta y reconstruye un proceso político decisivo para la nación española desde cualquier punto de vista con el que se mire.

Es de entrada notorio el hecho de que, como suele decirse, en el caso de Prego visto desde el trabajo de Grimaldos, y atendiendo a lo por ella dicho en su libro en el sentido de que se ofrecen testimonios de quienes estuvieron directamente involucrados en el proceso en cuestión, ni son todos los que están, ni están en definitiva todos los que son: personajes que para Grimaldos son de un muy acusado y estratégico protagonismo, como jefes de la estación de la CIA en Madrid con domicilio fiscal en la embajada de la calle Serrano tales como Robert E. Gahagen, Néstor Sánchez, Ronald Edward Estes, Richard Kinsman, Leonard Therry o, el personaje clave, el general Vernon Walters, no aparecen en una sola línea de las 691 páginas del libro de Prego… salvo Walters, precisamente, quien aparece mencionado de manera por demás tangencial, ¡¡ tangencial !!, en la página 291, cuando se analiza el caso del conflicto de Marruecos y la Marcha Verde.

Grimaldos en cambio los consigna en su libro en un contexto como el que sigue:

«En España, durante todo este tiempo, han dirigido el espionaje norteamericano curtidos oficiales de la Agencia, expertos en acciones encubiertas, como los sucesivos jefes de la estación de la CIA en Madrid… Robert E. Gahagen, Néstor Sánchez, Ronald Edward Estes, Richard Kinsman o Leonard Therry. Todos ellos arrastran ya un largo historial operativo cuando llegan aquí. Han desarrollado la mayor parte de sus carreras en Latinoamérica y su biografía profesional está marcada por una sucesión de golpes de Estado y de operaciones desestabilizadoras en Bolivia, Brasil, Uruguay… [...] Uno de los más eficaces agentes norteamericanos en España es Ronald E. Estes. Aparece en Checoslovaquia poco antes de la Primavera de Praga; en Beirut, financia y organiza la Falange Libanesa, que más adelante provocará las terribles matanzas de Sabra y Chatila; después actúa en Grecia, para apoyar la «solución Karamanlis», como salida a la dictadura de los coroneles… Hasta que llega a España y se produce el golpe de Tejero y Milans. Con los hitos profesionales de estos acreditados «especialistas» se puede reconstruir la política exterior norteamericana desde los años de la Guerra Fría.» (Grimaldos, pág. 12.)

Para analistas situados en una óptica donde acaso esté también situada Prego, que es la propia de la ciencia política norteamericana liberal que en los últimos treinta o cuarenta años hubo de implantarse en las estructuras académicas de Europa y América –en México, por ejemplo, esta corriente tiene como supremo pontífice a José Woldenberg; las canteras de politólogos adoctrinados en esta línea de interpretación política son sobre todo el ITAM, el CIDE, El Colegio de México, pero también la UNAM–, los procesos de cambio político o de transición hacia la democracia son presentados como la fase suprema de transformación histórica a la que la humanidad habría de estar llegando tras la caída de la Unión Soviética, representante tardía a su vez de los regímenes autoritarios o totalitarios que, a lo largo del siglo XX (sus herederos, se nos dirá, son hoy los regímenes populares o populistas como los de Hugo Chávez en Venezuela), mantuvieron aplastadas y reprimidas a las fuerzas sublimes, nobles, puras, democráticas, modernas, tolerantes y sobre todo espontáneas de la sociedad civil, ávida de libertad y, en efecto, de democracia.

Para estos analistas-ideólogos, practicantes de lo que el profesor Gustavo Bueno ha rotulado como Fundamentalismo Democrático, la Democracia con mayúscula, expresión perfecta de la cual es el Estado de Derecho, es el estadio superior y último hacia el que los pueblos del planeta entero están llamados providencialmente, habiendo sido en verdad pecaminosos y catastróficos los dos siglos transcurridos a partir de la revolución francesa: Robespierre y Napoleón, según esta ideología, no son otra cosa que los gérmenes, igualmente perversos, de Lenin, Stalin y Hitler, enemigos todos ellos desde siempre y por igual de la Democracia.

Por su parte, dice Luciano Canfora que:

«La moderna historia de Europa está contenida o distribuida en fechas emblemáticas, que deberían –según los distintos puntos de vista– mostrar su sentido y constituir incluso su epílogo provisional. Se contemplan diversas parejas de fechas según diferentes criterios que, como es obvio, dan lugar a distintas divisiones y periodizaciones. La primera pareja es 1789-1917, la segunda es 1789-1989. [...] En el primer caso domina la idea de movimiento hacia algo para superarlo. En su base está la noción de historicidad de todas las formas políticas, incluida la democracia parlamentaria. En el segundo caso está la visión o, si se prefiere, la ideología, de una superioridad innata, extratemporal, de la democracia parlamentaria, y la convicción de que la misión de todos los pueblos es llegar antes o después a esta meta, a partir de Europa, cuna de ese modelo eterno. Desde esta perspectiva, lo que ocurre entre la instauración de un modelo de régimen parlamentario (algo imperfecto) al final del período comprendido entre 1789-1815 y su triunfo en 1989 no es más que «desviación», ofuscación temporal. Con el «radiante» bicentenario concluyen no sólo la historia sino también el modelismo político. En cambio, según la otra periodización, junto al optimismo implícito en la idea de progreso (que es también una fe) existe un impulso crítico: un impulso que lleva a descifrar lo que se oculta detrás de las autorrepresentaciones de los diferentes regímenes. Un impulso crítico encaminado a plantearse constantemente la pregunta en torno al nexo, la correspondencia, o la falta de correspondencia, entre las ‘palabras’ y las ‘cosas’.» (La Democracia. Historia de una ideología, Crítica, Barcelona, España 2004, págs. 267 y 268.)

Es esta última perspectiva, nos parece, la tomada por Grimaldos para, en efecto, descifrar desde el punto de vista del periodismo de investigación lo que se oculta detrás de la autorepresentación épica de un proceso que muy lejos está (porque está más cerca de otras cosas) de haberse gestado como fruto de una autodeterminación democrática de la sociedad civil española que en libertad, y en todo caso guiada por líderes fantásticos –el Rey Juan Carlos, Adolfo Suárez, Felipe González–, hubo de darse a sí misma un régimen plural, moderno y democrático (que es lo que no deja de repetir la democrática legión de especialistas que en México ha llegado al colmo de la hipóstasis autodenominándose pomposamente como “transitólogos”).

Y no se trata con esto de negar la evidencia efectiva que arroja el hecho de que hayan tenido lugar elecciones parlamentarias a partir de 1978 en España (o en cualquier estado que se quiera analizar, como puede serlo México, Cuba o Venezuela), sino de traspasar la superficie de esa evidencia para lograr apreciar los mecanismos objetivos reales que estuvieron y están en operación como los fulcros políticos verdaderos de un proceso que, habiendo penetrado en sus estructuras, se nos ofrece no ya como el resultado de una consulta democrática neutral, civilizada y racional al pueblo, sino como la confección militar y geoestratégica previa de un cuadro de opciones políticas e ideológicas que en modo alguno tienen que ver con la democracia entendida como espontánea y libre autodeterminación popular, sino con el mantenimiento de una eutaxia geopolítica concreta y objetiva. Porque sólo habiendo garantizado previamente esa eutaxia, ese orden político, militar y geoestratégico real, le fue dado al «pueblo» español «elegir» democráticamente.

Como sostiene el profesor Gustavo Bueno, si la democracia funciona no es por las supuestas virtudes del procedimiento técnico electoral, sino por una serie de compromisos previos de orden político, económico, militar, que hacen posible ese procedimiento técnico; cuando los compromisos desaparecen, lo hace con ellos el procedimiento mismo que han convenido todos en recubrir con un manto sublime que con vehemencia llaman Democracia:

«Durante el primer Gobierno en la Monarquía, con Arias Navarro como primer ministro, dos gallos de pelea que vienen del franquismo más negro y se han prefabricado un pedigrí de demócratas optan por llegar a la Presidencia de Gobierno y comandar la Transición. Son José María de Areilza, ministro de Asuntos Exteriores, y Manuel Fraga, ministro de la Gobernación. Ambos mantienen estrechos vínculos con Estados Unidos desde hace mucho tiempo, pero desconocen que el Imperio, que juega todas las bazas, ha decidido apostar por otro candidato. Adolfo Suárez, muy aficionado a las escuchas y los dossieres desde su época de director general de RTVE (Radio Televisión Española), maneja los hilos locales de la trama desde la trastienda. Fraga queda eliminado de la carrera tras su desastrosa actuación en las matanzas de Vitoria y Montejurra. Y Areilza decidirá elegantemente apartarse de la competición. Un antiguo oficial de los servicios de información españoles relata los hechos: «Los hombres de Cassinello [a la sazón jefe de la SECED, I. C.] colocaron un micrófono en la mesa del despacho de Areilza, en el Ministerio de Asuntos Exteriores, y comenzaron a grabar. Entre las cintas registradas quedaba constancia de la íntima y cálida relación que en el ministerio mantenía con su secretaria. Sólo hubo que sugerirle la existencia de las cintas para que pasara a un discreto segundo plano. Seguro que el micrófono sigue en esa mesa, pero quién sabe dónde lo habrán metido. [...] Ahí comienza el idilio de Adolfo Suárez con los norteamericanos. Un romance que pronto se tuerce. ¿Hasta dónde abarca el diseño de la Transición? Sólo hasta que se celebren las primeras elecciones «democráticas». Y a esas elecciones no debe acudir Adolfo Suárez. Tiene fecha de caducidad a día fijo, pero él se resiste a retirarse. Y las relaciones entre el elegido y sus mentores norteamericanos empiezan a deteriorarse. Vernon Walters, desde la distancia, sigue fiscalizando todo el proceso y empieza a vislumbrar el 23-F(Grimaldos, págs. 28-29.)

Vernon Walters, una de las conexiones clave entre la CIA y la historia reciente de España desde la década de los 50, fungió como pilar estratégico de la inteligencia militar de EEUU, habiendo servido tanto para regímenes republicanos como para demócratas (Eisenhower, Truman, Kennedy, Nixon). Ginebra (1953), Roma (1960), Río de Janeiro (1962), Vietnam (1967) o Chile (1972-1976) son algunas de las ciudades en donde hubo de intervenir Walters, bien de manera directa, in situ, o indirecta. En la sección de fotografías que complementa el libro de Grimaldos, Walters aparece tanto entre Eisenhower y Franco, en la famosa foto de 1959 (fotografía 3 en el libro), como con el presidente Felipe González en conversación severa y atenta en algún momento de su gobierno (fotografía 15).

Se trata de una continuidad, la de Walters, que refleja la continuidad del ortograma por cuyo través el Imperio de occidente, Estados Unidos, mantuvo y mantiene la pax americana de posguerra, la paz Atlántica (de la OTAN), en Europa, y que encuentra una de sus cristalizaciones más evidentes en el proyecto de la Unión Europea (igualmente aplaudido con ingenuidad por profesores y estudiantes políticamente correctos de Relaciones Internacionales), un proyecto cuyo antecedente inmediato en el siglo XX no es otro que el proyecto de unión europeo de los nazis, toda vez que uno y otro coincidieron en un punto concreto y estratégico: en el del enemigo común: la Unión Soviética. Y España tuvo desde el primer momento una relevancia internacional de primer orden.

En efecto, tras el fin de la Segunda Guerra mundial, el escenario de antagonismos resultante, con la Unión Soviética en el extremo oriental, apuntalado por el conflicto de Corea en 1950 y el del Medio Oriente perfilado ya, la alianza con el régimen que ocupaba el otro extremo europeo, el occidental, era de todo punto fundamental. La entrada en la OTAN de España fue siempre de altísima prioridad para el Departamento de Estado, tuviera el régimen que tuviera. Este y no otro era el dispositivo maestro para el diseño e instrumentación de la llamada transición democrática posterior. Escribe Vernon Walters en Misiones discretas (Planeta, Barcelona, 1981), según consigna Grimaldos:

«Una España hostil, dueña del estrecho de Gibraltar, podía dificultar en gran manera la presencia de la VI Flota de los Estados Unidos en el Mediterráneo y, por ende, el apoyo a Italia, Grecia, Turquía e Israel. Tanto si se quiere como si no, entonces al igual que hoy, la posición estratégica de España era crucial, más aún, indispensable para todo tipo de defensa de Europa y de Oriente Medio


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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #2 en: Septiembre 16, 2012, 20:31:11 pm »
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III

El Plan Marshall, la Operación Gladio, el Programa Democracia, la Transición democrática, el Rey Juan Carlos, el PSOE del Congreso de Suresnes y de Felipe González y el 23-F son todas ellas las piezas de una matriz estratégica diseñada desde el departamento de Estado norteamericano y desde la CIA, cuya disposición no responde a un plan maestro general pre-concebido y calculado, sino que aparecen más bien como derivaciones dialécticas cuya necesidad de operación e implementación se iba dando al compás del despliegue de acontecimientos políticos determinados.

La red u operación «Gladio» fue creada por la CIA en la década de los cincuenta con el propósito concreto de impedir que las opciones de izquierda real (léanse comunistas) llegaran al poder político en los países de Europa Occidental. Se trata de una organización evidentemente clandestina vinculada, evidentemente también, a la OTAN.

La estrategia operada por Gladio consistía en el apoyo de todo tipo (financiero, logístico, de encubrimiento) a grupos de extrema derecha con la finalidad estratégica de introducir deliberadamente en los escenarios políticos nacionales europeos dispositivos de tensión terrorista y de guerra sucia a través de cuyo control e instrumentalización calculada fuera posible el condicionamiento y direccionamiento de los procesos políticos en su conjunto.

Dice Grimaldos: «los crímenes del Batallón Vasco Español y después de los GAL, la matanza de Atocha y el golpe de Estado del 23-F, entre otros acontecimientos, tienen algún tipo de relación con ‘Gladio’. El descubrimiento de esta red desvela la identidad de varios de los oscuros instigadores de los llamados ‘años de plomo’ en Italia, de muchos asesinatos, masacres, cuartelazos y golpes de Estado en la Europa de la Guerra Fría.»

Además de España, fueron también Italia, Bélgica o Grecia los lugares donde Gladio se hizo presente. Según consigna Grimaldos, el Tribunal Civil y Penal de Venecia hizo pública en octubre del 91 la sentencia contra dos jefes del servicio secreto italiano en la que se declaraba que «la organización Gladio tuvo su origen en 1956 en un acuerdo entre el servicio militar italiano (SIFAR) y el estadounidense (CIA)», y luego apunta Grimaldos que

«a partir de ese momento los servicios de inteligencia de ambos países se coordinan para emprender operaciones subversivas contra la estabilidad democrática, a fin de que el proyecto comunista italiano jamás llegue a ganar unas elecciones generales. Con ese fin, crean una banda armada respaldada clandestinamente por algunas instancias estatales, al margen de cualquier control de los poderes judicial y legislativo…» (págs. 86.)

El 7 de noviembre de 1988 Giulio Andreotti admitió por fin ante el parlamento italiano que Gladio estuvo siempre apoyada financiera y políticamente por los gobiernos norteamericano, italiano, español, británico y francés.

El Partido Nacionalista Vasco (PNV) fue siempre otro cantar: desde antes de 1936, nos dice Grimaldos en su libro, el PNV mantenía contactos estrechos primero con Gran Bretaña y luego con la OSS norteamericana, antecedente de la CIA, con quien a la postre terminaría por mantener el contacto.

«Durante la Guerra Civil, los nacionalistas [vascos] intentan conseguir una paz por separado con Franco para Euskadi. Juan Ajuriaguerra, presidente del Bizkaia Buru Batzar del PNV, negocia a espaldas de Aguirre, contando con el soporte ‘logístico’ de los ‘servicios’. Se intenta llegar a un acuerdo con los fascistas italianos, buscando la intervención del vaticano…»

«‘Hubo episodios que todavía no se han contado a fondo [dice Xabier Arzalluz en sus memorias según lo cita en su libro Grimaldos, I. C.]. Porque la gente sabía que existía ETA y que existía el PNV, pero no sabía –y muchos siguen sin saberlo– que había también una línea distinta, que nosotros llamábamos ‘Los Servicios’, los Servicios Vascos, que era una red que funcionaba en la más absoluta clandestinidad.» (págs. 40-41)

Esta red de inteligencia del partido racista PNV termina por ser incorporada a los intereses norteamericanos por vía de la CIA:

«Los servicios vascos cumplen con mucha eficacia los encargos de los norteamericanos. La mayor parte de ellos están relacionados con el seguimiento de los comunistas españoles, en el exterior y el interior. Sólo el PCE y los vascos disponen de redes seguras para pasar clandestinamente la frontera.»

Un personaje interesante en este sentido es José Antonio Aguirre, antiguo lehendakari vasco que para 1942 era profesor en la Universidad de Columbia con solventes afinidades con el Departamento de Estado. Según Grimaldos, Aguirre propuso en su momento a los norteamericanos la constitución de una Confederación Ibérica, compuesta por España, Portugal, Euskadi, Cataluña y Galicia, además de las colonias africanas, alineados todos a la órbita norteamericana.

«Y defiende para Latinoamérica un ‘panamericanismo democrático’, de acuerdo con las consignas de la OSS. Bien preparado para su misión por los servicios de inteligencia norteamericanos, en 1942 realiza dos viajes por Latinoamérica en los que se entrevista con los presidentes de México, Perú, Chile, Colombia y Cuba y con dirigentes de otros países de la zona. José Antonio Aguirre va creando las bases de lo que luego será la democracia cristiana europea al final dela Segunda Guerra Mundial.» (pág. 44.)

Todo esto por cuanto al control e instrumentalización de la variable «extrema derecha» dentro de la ecuación ideológico-política europea.

El 19 de diciembre de 1973, el en esos momentos presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco tiene una conversación de seis horas con Henry Kissinger. Horas después, el 20 de diciembre, el automóvil de Carrero y Carrero mismo volaban por los aires en el ya célebre atentado que hubo de perpetrar ETA contra la segunda cabeza del régimen. El mismo 20 de diciembre, Kissinger reporta a Nixon, en memorandum secreto, que:

«La muerte del presidente Carrero Blanco esta mañana elimina la mitad de la doble sucesión que Franco había organizado para sustituirle. Carrero iba a continuar como jefe de Gobierno y el príncipe Juan Carlos, que había sido designado heredero en 1969, iba a convertirse en jefe del Estado después de la muerte o incapacidad de Franco… [...] Si el incidente de hoy diera como resultado una actividad terrorista generalizada, Franco podría inclinarse por mirar hacia los militares en busca del siguiente Primer Ministro. En estas circunstancias, el general Díez Alegría, el actual jefe del Estado Mayor, sería un candidato posible. Él es el favorito entre los militares y cuenta además con una apariencia paneuropea. No obstante, también tiene fama de ser partidario de una apertura gradual hacia una sociedad más libre después de la partida de Franco, un factor que le convierte en demasiado moderado a los ojos de Franco.» (pág. 119.)

Carrero Blanco se opuso siempre a la entrada de España en la OTAN, y durante la guerra del Yom Kippur o del Ramadán, en 1973, se opuso también a que los norteamericanos utilizasen las bases españolas para apoyar a Israel. Se trataba de alguien que era incómodo para todos en más de un sentido.

Pero ni la muerte de Carrero ni la posterior muerte de Franco estaban llamadas a abrir las puertas de la libertad para que el pueblo español pudiera por fin autodeterminarse espontánea y democráticamente, lo que no significa que hayan dejado de ser eventos de significación fundamental para la detonación de dispositivos de operación de inteligencia tanto fuera como dentro de España.

Mientras la extrema derecha se apuntalaba y financiaba clandestinamente como variable política controlada, en abril del 74 la llamada Revolución de los Claveles en Portugal derriba el régimen militar al tiempo que en Grecia caía también la dictadura militar. Franco estaba ya en estado de debilidad alarmante. Para agosto de ese año, Vernon Walters, a la sazón director adjunto de la CIA, visitaba Portugal para tomar el pulso de las cosas. Ni el Departamento de Estado ni la CIA iban a permitir que los procesos de «liberalización y democratización» en ciernes (en Portugal, España y Grecia; modelos por otro lado de transición democrática, según los soporíferos transitólogos) se salieran de los estrictos límites establecidos por Estados Unidos.

Pocos días después de la llegada de Walters a Portugal tiene lugar la «marcha de la mayoría silenciosa» del general Spínola y el fallido contragolpe encabezado por él mismo en septiembre. Eran intentos de puesta en marcha de la variada gama de alternativas de desestabilización o de cambio de régimen por parte de la CIA:

«Algunos de los sucesos que se empiezan a producir en Lisboa para desestabilizar al Gobierno de la Revolución son repetición de acontecimientos ya conocidos: en Brasil, diez años antes, Walters ocupaba el cargo de agregado militar de la embajada de Estados Unidos en Río de Janeiro, y su papel fue clave para ayudar a que se fraguara el golpe de Estado contra el régimen constitucional encabezado por el presidente Goulart. Entre las operaciones más eficaces destinadas a provocar el levantamiento militar, destacaron las grandes marchas callejeras realizadas contra el Gobierno, muy parecidas a la de Spínola en Portugal.» (pág. 130.)


Con el fracaso de la vía Spínola, la CIA envía a Lisboa como embajador a uno de sus hombres fuertes, Frank Carlucci; la tarea era cerrar la pinza de la «transición democrática» portuguesa cortando de tajo las opciones de izquierda radical. Para ello, según nos dice Grimaldos, se construyó la «opción Soares», uno de los hombres controlados por Estados Unidos (pág. 130). A fines de 1975 la operación se cierra y la CIA consigue provocar la caída del gobierno izquierdista de Vasco Goncalves y asciende al poder el señor Mario Soares como la alternativa socialdemócrata que con el paso de los años habría de convertirse en la fastidiosa «izquierda moderna» –con Felipe González, Ricardo Lagos o Rodríguez Zapatero como miembros distinguidos del grupo– defendida por la izquierda oportunista de aquí y de allá (como en México).


Era el turno en todo caso, por cuanto a España, de Isidoro.

Seis meses después de la Revolución de los Claveles portuguesa, el 14 de octubre de 1974 tiene lugar el también célebre congreso de Suresnes, muy cerca de París, convocado como XIII Congreso del Partido Socialista Obrero Español y financiado con fondos provenientes del Partido Socialdemócrata alemán de Willy Brandt.

Con pasaportes proporcionados por el Servicio Central de Presidencia del Gobierno, creado en su momento por el mismísimo Carrero Blanco, Felipe González y Cía (¿CIA?) participan en dicho congreso para poner en práctica un doble desplazamiento político: el de la vieja guardia encabezada por Rodolfo Llopis, por un lado, y el del sindicalista vasco Nicolás Redondo, quien se perfilaba con más fuerza como nuevo secretario general, por el otro.

Una vez encumbrado en la dirigencia del PSOE, Felipe González y Alfonso Guerra tendrían contactos con miembros relevantes del SECED, Andrés Cassinello y José Faura:

«Entre 1964 y 1975 estuve precisamente en la información del mundo universitario, muy estrechamente relacionado con la política entonces clandestina. Y lo que viví fue que, a partir de cierto momento, la dictadura propició el resurgir del PSOE, para ahogar al PCE [declara el comisario Manuel Ballesteros a Pilar Urbano, citados por Grimaldos, I. C.]. A los socialistas no se les detenía, a los comunistas, sí.» (pág. 142.)

En ese congreso habría de borrarse de los estatutos del PSOE la palabra marxismo, allanando así el terreno para que pudiera avanzarse por nuevos derroteros, que eran los dibujados con precisión por Estados Unidos. Justo de la Cueva, proveniente del sector histórico del PSOE, deja desalentado la militancia en ese momento y declara que «el PSOE va donde diga la CIA a través de Willy Brandt. Hasta en el propio Bundestag alemán se acaba de denunciar que la Fundación Friedrich Ebert del SPD recibe dinero directamente de la CIA» (págs. 152-153).

Después, ya en el gobierno, González y su socialismo blando y neoliberal reconstruirían su mausoleo ideológico rescatando las figuras, primero, del ilustrado Carlos III, para poner así entre paréntesis el pasado marxista (fue en su gobierno que se crea la Universidad Carlos III), y, segundo y tercero, rescatando las figuras de la poeta metafísica María Zambrano y la de Fernando Savater como intelectual orgánico de la democracia de ciudadanos modernos españoles.

Historia conocida, en toco caso, la del flujo de recursos de la CIA a través de fundaciones y organizaciones de la sociedad civil, con los casos paradigmáticos de las alemanas. Dice Grimaldos:

«El ex agente de la CIA Philip Agee declara a la revista Zona Cero, en marzo de 1987: ‘Dentro del Programa Democracia, elaborado por la Agencia, se cuida con especial atención a las fundaciones de los partidos políticos alemanes, principalmente a la Friedrich Ebert Stiftung, del Partido Socialdemócrata, y la Konrad Adenauer Stiftung, de los democristianos. Estas fundaciones habían sido establecidas por los partidos alemanes en los años cincuenta y se utilizaron para canalizar el dinero de la CIA hacia esas organizaciones, como parte de las operaciones de ‘construcción de la democracia’, tras la Segunda Guerra Mundial. Después, en los sesenta, las fundaciones alemanas empezaron a apoyar a los partidos hermanos y a otras organizaciones en el exterior y crearon nuevos canales para el dinero dela CIA. Hacia 1980, las fundaciones alemanas tienen programas en funcionamiento en unos sesenta países y están gastando cerca de 150 millones de dólares. Operan en un secreto casi total… Las operaciones de la Friedrich Ebert Stiftung (Fundación), del SPD, fascina a los norteamericanos, especialmente sus programas de formación y las subvenciones que hicieron llegar a los socialdemócratas de Grecia, España y Portugal, poco antes de que cayeran las dictaduras en esos países e inmediatamente después… En Portugal, por ejemplo, cuando el régimen de Salazar, que había durado cincuenta años, fue derrocado en 1974, el Partido Socialista completo apenas habría bastado para una partida de póker y se localizaba en París, sin seguidores en Portugal. Pero con más de 10 millones de dólares de la Ebert Stiftung, y algunas otras remesas de la CIA, el Partido Socialista Portugués creció rápidamente y en poco tiempo se convirtió en el partido gobernante.» (pág. 150.)

Y es que algo similar sucedía con el PSOE, toda vez que la resistencia política durante la guerra había corrido por cuenta de los comunistas. En algún sentido, Mario Soares y Felipe González son productos diseñados bajo un mismo patrón:

«Durante los últimos años del franquismo, el PSOE es poco más que una sigla. El mayor peso de la resistencia contra el régimen lo han llevado los comunistas. En definitiva, lo que se produce en 1974 es una refundación del partido creado por Pablo Iglesias, con el modelo portugués como telón de fondo. En el país vecino [Portugal] no existía ni siquiera un partido socialista histórico y hubo que inventar uno. Su primer secretario general, Mário Soares, tenía contacto con la CIA desde los años sesenta. «Exiliado, en 1973 recibiría ayuda para fundar bajo el patrocinio del Gobierno de Bonn un ‘partido socialista portugués’», escribe Joan Garcés en su excelente libro Soberanos e intervenidos. ‘Derrocada la dictadura en 1974 por el MFA (Movimento das Forcas Armadas), Soares regresaba a Portugal, donde pronto pediría y recibiría ayuda clandestina directa del Gobierno de Estados Unidos y sus aliados europeos (RFA, Reino Unido y Francia), e indirecta a través de empresas y fundaciones alemanas y de otros países’.» (pág. 144.)

Ante el desafío ideológico soviético, la CIA y Estados Unidos construirían barricadas ideológicas a lo largo y ancho de Europa occidental, penetrando con recursos en organizaciones «democráticas» y de la «sociedad civil» –cantera amorfa y genérica de tantos tontos útiles– en el exterior: gobiernos, partidos políticos, medios de información, universidades, sindicatos, cooperativas, cámaras de comercio e industria, iglesias, organizaciones de mujeres, y un largo etcétera. Muchas de esas barricadas siguen existiendo y operando hoy en día. En México, por ejemplo, tanto la Konrad Adenauer como la Friedrich Ebert se mueven con solvencia en los círculos académicos y políticos financiando y patrocinando eventos sobre globalización, derechos humanos, democracia y, claro, sobre la izquierda moderna.

El guión de la transición a la democracia de España se termina de pulir en todo caso en 1974: la radicalización del proceso portugués que obligó a activar la «opción Mario Soares» coincidía en España con los primeros pasos de la Junta Democrática, constituida por iniciativa de Antonio García Trevijano y respaldada por el PCE. Felipe González pone todas las baterías dirigidas a hundir este proyecto político que entre otras cosas propugnaba por la formación de un Gobierno provisional y la celebración de una consulta para elegir la forma de Estado: Monarquía o República. Nada de esto estaba contemplado en el libreto del Departamento de Estado. Lo que sigue son las palabras de García Trevijano recogidas por Grimaldos y que transcribimos con extensión por su interés:

«Cuando se produce la hegemonía del Partido Comunista Portugués en el proceso político que se vive en el país vecino, el secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, se alarma aún más y viaja a Alemania para entrevistarse primero con el canciller Helmut Schmidt, y después con Willy Brandt, que continúa teniendo una enorme influencia en la Internacional Socialista. Les insiste en que apoyen decididamente al PSOE… [...] Por eso Felipe González no entra en la Junta, porque se siente respaldado por una potencia superior, por los alemanes y los norteamericanos. Una vez que está seguro de ese apoyo, se traslada a Madrid, donde tiene una entrevista con el Rey y con altos mandos del Ejército, y ahí establecen la estrategia de que hay que ir gradualmente hacia las libertades en España para evitar una radicalización de la situación. Felipe González es el más interesado en mantener a los comunistas en la ilegalidad. A mí me advierte de esta operación nada menos que Claude Chaisson, que luego sería ministro de Exteriores con Mitterand y entonces era comisario en Bruselas del Mercado Común. Teníamos mucha amistad. Él era miembro del Partido Socialista Francés y estaba bien informado de todo esto. Ahí fue cuando cedimos y constituimos la Platajunta, a sabiendas de que se estaba haciendo para que entrara en ella el PSOE, que sería el traidor. Pero más traidor sería si estaba fuera. Y me di cuenta de que Santiago Carrillo, que era muy listo para olfatear por dónde venían los aires políticos, quería seguir completamente la política del PSOE.» (págs. 153-154.)

El resto de la historia es bastante conocido: triunfo electoral de González en 1982 y entrada del neoliberalismo en España de la mano del PSOE no marxista y liberal. Pero un poco antes, cuando todavía no llegaban al gobierno los socialistas modernos de la CIA y Willy Brandt, España entraba en la OTAN, y lo hacía, de hecho, con el voto en contra del PSOE (su posición cambia pocos meses después, montado ya en el gobierno). Y es que el 23 de febrero de 1981, tuvo lugar también un suceso singularísimo, aunque tampoco en modo alguno aislado de la trama geopolítica y de inteligencia internacional: el intento de Golpe de Estado de Tejero (el 23-F). ¿Un último apretón de tuercas para dejar lista la maquinaria política real del Estado para que pase a ser administrado por la izquierda moderna?

Veamos.

Ronald E. Estes era un joven de veintiséis años en 1957, año en que ingresa en la Agencia para incorporarse durante los cinco siguientes a un programa muy especial de entrenamiento, vinculado siempre con el área mediterránea europea. Chipre primero, en una fase inicial de preparación como especialista en comunicaciones.

Luego, en 1965, Checoslovaquia, donde las tareas y responsabilidades, encubiertas bajo el manto de la agregaduría comercial y económica, suben de tono, teniendo a su cargo la organización y realización de espionaje encaminado a desestabilizar al régimen comunista en los años previos a la Primavera de Praga.

El paso siguiente: Líbano a fines de los sesenta. Desde la estación de la CIA de Beirut, Estes apoya y financia a las milicias de ultraderecha dela Falange Libanesa con el propósito de debilitar y dividir al Movimiento de Liberación Palestino. En el 74 aterriza en Grecia, donde opera para lograr el derrumbe de la dictadura de los coroneles.

Su expediente es nutrido y consistente, con la solvencia necesaria para el destino próximo: España. En julio de 1979, Ronald E. Estes es acreditado como primer secretario de la embajada norteamericana en Madrid. El embajador es Terence Todman, otro experto en apoyar a dictaduras militares: cuando James Carter lo nombra Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos, Todman no tuvo empacho en alabar las dictaduras de Videla en Argentina y de Pinochet en Chile. Está en Madrid desde 1978.

La zona mediterránea, y fundamentalmente su extremo oriental, fue desde fines de la Segunda Guerra Mundial de importancia estratégica para Estados Unidos. El Plan Pincher fue diseñado en 1947 para garantizar el control de las áreas fundamentales de abastecimiento de petróleo y de comunicaciones en Oriente Medio; sería ese Plan también la hoja de ruta para hacer de esa conflictiva área el pivote geopolítico norteamericano contra la Unión Soviética. La alineación de los regímenes mediterráneo occidentales, como Italia y España, encabezaban la lista de prioridades.

La caída del régimen del Sha iraní en 1979 y su sustitución por el régimen islámico de Jomeini modifica por entero las coordenadas de control. Los norteamericanos refuerzan militarmente a las monarquías del golfo y a Irak, y establecen alianzas estratégicas con Kenia, Somalia y Pakistán. Amplía también Estados Unidos la ayuda militar a Egipto, Sudán, Túnez y Marruecos. Desde Turquía hasta las Azores abarcaba y abarca la franja mediterránea de seguridad militar y de comunicaciones de la paz Atlántica. España no podía seguir al margen de la OTAN. En ese año, 1979, Carter pierde las elecciones y llega Ronald Reagan al poder del imperio. Daba inicio la línea dura en Centroamérica contra los regímenes revolucionarios de los sandinistas y del Farabundo Martí.

Con antecedentes de inestabilidad política permanente, con dos golpes de Estado en veinte años, uno en 1960 y otro en 1971, Turquía figuraba como uno de los frentes clave para la contención del comunismo soviético. El 12 de septiembre de 1980 tiene lugar un golpe de Estado más con el que el gobierno constitucional de Demirel es reemplazado por una junta de las Fuerzas Armadas. El golpe es anunciado por la propia Administración norteamericana.

Y es que para la década de 1980, en los albores de la era Reagan, la franja mediterránea presentaba un escenario en extremo problemático: golpe militar en Turquía, en septiembre del 80; en enero del 81 se pone en marcha un programa de rearme de Marruecos… y el golpe de Estado del 23-F de 1981 en España, que a su vez se consideraba susceptible de tener repercusiones en Portugal e Italia. Estados Unidos tuvo que apretar las tuercas en España para que ingresara a la Alianza Atlántica. Adolfo Suárez, en su intransigencia anti-americana, no podía seguir al frente del gobierno, su papel en el guión era sólo de pivote de la transición. Pero nada más.

Juan Alberto Perote, quien fuera destinado al CESID tras los sucesos del 23-F en sustitución de José Luis Cortina –responsable de la coordinación y dirección de los militares en el golpe– declara sobre la dimisión de Suárez en sus Confesiones lo siguiente, según lo consigna Grimaldos en su libro:

«‘Joaquín Garrigues Walker, estrechamente relacionado con el gobierno de UCD, sostenía que el presidente Suárez había tomado su decisión de dimitir tras acudir al Palacio de la Zarzuela, donde el Rey le recibió en compañía de dos generales. En un momento determinado, Don Juan Carlos se ausentó y los dos militares pusieron sus pistolas sobre la mesa exigiéndole su dimisión.’» (págs. 190-191.)

Y luego añade Grimaldos que «la CIA conoce muy bien el ambiente que impera en los cuarteles, tiene información precisa de las conspiraciones que están en marcha. Puede contribuir decisivamente al éxito del golpe que la operación se desarrolle con la participación del rey y en nombre de la Constitución y la democracia. Turquía es el ejemplo a imitar. Con un Gobierno militar fuerte en cada extremo del Mediterráneo, Reagan podrá dormir tranquilo en su nueva residencia de Washington.» (pág. 191.)

El golpe de Turquía serviría pues de modelo para el del 23-F de Milans y Tejero. Según su información, la CIA había estado detrás del golpe turco y la figura de Suárez no les era grata: sus viajes a Argelia y Cuba eran signos de desviación tercermundista intolerable.

El coronel Federico Quintero Morente estaba destinado en la embajada de España en Turquía como agregado militar en el momento en que tuvo lugar el golpe de estado del 12 de septiembre del 80. A él se le atribuye el informe sobre «el golpe de Estado a la turca» que se distribuye luego entre mandos militares españoles.

Pocos días antes del asalto de Tejero al Congreso de los Diputados, José Luís Cortina, acusado de coordinar los movimientos militares del golpe en su conjunto, se entrevista con el embajador Terence Todman y con el nuncio del Vaticano, monseñor Antonio Innocenti. El golpe de Estado contaba ya con el aval de uno y otro.

Cuatro días antes del 23-F, la 16ª Fuerza Aérea de Estados Unidos, previo aviso de la oficina de la CIA en Madrid, activa sus dispositivos generales. A primera hora del día 23,


«el Strategic Air Command, sistema de control aéreo norteamericano, a través de la estación central de Torrejón de Ardoz, anula el Control de Emisiones Radioeléctricas español (CONEMRAD) y se mantiene a la espera de los acontecimientos. Sus pilotos permanecen en alerta y las tropas norteamericanas de Torrejón, Rota, Morón y Zaragoza, preparadas para cualquier emergencia. Frente a las costas de Valencia permanece un contingente significativo dela VI Flota, en misión de ‘vigilancia mediterránea’. Las razones de esas maniobras no serán explicadas nunca. Estes y Todman esperan ir recibiendo las órdenes de sus superiores según se vayan desarrollando los acontecimientos. Sus contactos con la Casa Blanca y el Pentágono se simultanean.» (pág. 193.)

Estados Unidos estaba al tanto de todo. Aunque España ya estaba en la OTAN, había que sacudir el escenario y Suárez tenía en definitiva que irse. El día del golpe habría de ser votada la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como sucesor de Suárez al mando del gobierno. La sesión del 23-F tuvo otro destino, como bien es sabido.

Y como bien es sabido también el golpe fracasó, teniendo como final la intervención televisada del Rey en la madrugada del 24 de febrero. Restablecido el orden constitucional, España entró en la OTAN durante el breve gobierno de Calvo-Sotelo. El ya ex presidente Adolfo Suárez viajó privadamente a Estados Unidos y Panamá en las 48 horas siguientes.


Durante el gobierno de Felipe González, Javier Solana, del grupo cercano a Isidoro, fungiría como secretario general de la OTAN de 1995 a 1999, año en el que deja su cargo para convertirse en el responsable de la Política Exterior y de Seguridad Común europea.

La Transición, a estas alturas, podría darse por concluida y comenzaría su larga marcha de «caso de estudio» en las aulas europeas, americanas e hispanoamericanas de ciencia política como el modelo a seguir.




http://peliyot.wordpress.com/2012/02/02/la-transicion-politica-espanola-una-estafa-monumental/



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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #3 en: Septiembre 16, 2012, 21:23:51 pm »
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Final

Los capítulos finales del libro de Grimaldos están dedicados al análisis de la Comisión Trilateral y de la pertenencia de la plutocracia mundial, incluida la española, en ella, además de las relaciones entre la CIA, la ETA, el Mossad o los centros de estudios estratégicos vinculados a redes de inteligencia internacional, como el Instituto Elcano.

El capítulo 12 está dedicado a analizar el extraño caso de un síndrome tóxico detonado en España al mes de haber tenido lugar el intento del golpe del 23-F y que recuerda los casos típicos de epidemia o pandemia que tanta euforia provocó alrededor de México en meses pasados.

[…]… el mito de la transición democrática española no deja de ser tenido por todos como un proceso luminoso y exitoso, «un caso de éxito», como les encanta decir a los tecnócratas que hablan de política como si estuvieran hablando de negocios.

Pero, bien por ignorancia, bien por comodidad gremial, no dejan de imprimirse páginas de libros y de artículos de opinión desde el que la legión de “transitólogos” y politólogos políticamente correctos siguen en su afán de mirar la dinámica política mexicana desde las categorías de la transición democrática; bien sea que se hable de López Obrador, bien sea que se hable de la inseguridad, bien sea que se hable de la corrupción endémica del Estado, sigue manteniéndose una línea de interpretación equivocada consistente en hacer hipóstasis de un supuesto estrato sublime y superior de existencia política al que llaman Democracia y hacia el que estamos acercándonos o alejándonos según el grado de racionalidad o de irracionalidad con el que «actores» políticos y sociales diseñen «entramados institucionales».

Pero, según lo que hemos querido destacar en el libro de Grimaldos, toda dialéctica política efectiva, en cualquier Estado, se despliega siempre según mecanismos de operación y según directrices históricas y estratégicas de configuración internacional que muy poco, si no es que nada, tienen que ver con eso que siguen llamando aureolarmente Democracia.

La cuestión es saber entonces a qué obedece el hecho de que esta idea haya sido transformada en una de las ideologías más poderosas, aunque difusas, del siglo XX.

«Si la democracia sigue funcionando es porque el consenso permanece [; pero] no es que la mayoría haya logrado el consenso sino que son motivos enraizados en compromisos previos (económicos, culturales, de coyuntura, incluyendo la militar) los que hacen que la democracia funcione. Por ello, la sociedad democrática es estable, pero no por virtud del procedimiento técnico de la consulta electoral, sino sobre todo por otros motivos [...] Cuando los motivos cesan, también la democracia.» (Gustavo Bueno, Primer ensayo sobre las categorías de las ciencias políticas)

___________

¿Cómo se le queda a uno el cuerpo… después de todo esto…?

Para rematar, se enlaza (no se puede insertar), el Debate nº 48 del Canal de televisión «Plaza de Armas» de México, del 30 de julio de 2010, titulado El mito de la transición democrática española, en el que, junto a otros, Ismael Carvallo abunda sobre este mismo asunto.

En todo caso, lo que con esto se quiere poner sobre la mesa es la hipótesis siguiente: lejos de ser un éxito luminoso, la así llamada transición española del 78 tiene que ser vista como uno de los más catastróficos fracasos políticos de la historia reciente europea, lo que implica entonces también que tiene que ser del mismo modo vista como una de las más escandalosas estafas ideológicas y políticas de hoy.


http://peliyot.wordpress.com/2012/02/02/la-transicion-politica-espanola-una-estafa-monumental/

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #4 en: Septiembre 16, 2012, 21:44:17 pm »
Paranoia pura y dura. Faltan datos. No los hay ni concluyentes ni de los otros. Que los jefes de la CIA en España fuesen experimentados y duchos en Guerra Fria era obligado en 1971. Que querían una España en la OTAN también. Que apoyaron a la socialdemocracia española via la socialdemocracia alemana es sabido. Pero de ahí a que se deduzca de eso la eliminación de Areilza me parece una locura. Y todo lo demás. En fin, sois muy dueños de engañaros a vosotros mismos. Pero lo clave fue que cuando se disparó la especulación inmobiliaria al PSOE le pareció muy bien. Y cuando "privatizaron" Rumasa se quedaron con todo, otro tanto. Aunque la Transición hubiese traido la III República no creo que el PSOE hubiese sido distinto. Lo tomaron al asalto unos progres de los 70 y echaron a los viejecitos de la antigua generación que estaban ya para sopitas. Con CIA o sin ella. Y seguro que con III República igual. Porque lo que no íbamos a ser era una República Popular traida por una Huelga General.

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #5 en: Septiembre 16, 2012, 22:10:14 pm »
Paranoia pura y dura. Faltan datos. No los hay ni concluyentes ni de los otros.
....

1º ¿Qué datos faltan?

2º ¿Cuáles no son concluyentes?

3º ¿Cuáles no son de "los otros"?

4º No se pueden refutar los datos de un libro publicado así como así. O se dispone de información y se saca, o patinamos sobre aceite


« última modificación: Septiembre 16, 2012, 22:13:02 pm por CdE »
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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #6 en: Septiembre 19, 2012, 17:42:54 pm »
http://www.diagonalperiodico.net/Como-han-sido-los-procesos.html

Citar
De la Revolución Gloriosa al pacto de la Transición
Cómo han sido los procesos constituyentes en España


Una Constitución sin un proceso de toma de palabra popular no es nada. Esa es la conclusión del autor después de repasar las diferencias entre los procesos de 1869, 1931 y 1978.


Caricatura aparecida en la revista ’La Flaca’ acerca de los distintos periodos del llamado Sexenio Democrático. Fuente: Wikimedia Commons.

Desde la promulgación del Estatuto de Bayona de 1809 y la Constitución de Cádiz de 1812 son varias las cartas magnas que se han promulgado en el Estado español. Algunas no llegaban ni a constitución, como el Estatuto Real de 1834 que era una Carta Otorgada. Otras no llegaron ni a nacer, caso de la conocida como Constitución Non Nata de 1856.

Pero de todas las constituciones, las que más nos interesa para un análisis pormenorizado de su proceso, por su carácter revolucionario o con características peculiares, destacaríamos la de 1869, producto de la Revolución Gloriosa que dio paso al Sexenio Revolucionario; la de 1931, producto de la Segunda República española, y la de 1978, que es la vigente. Vamos a poder comprobar cómo los procesos que generan la de 1869 y la de 1931 son muy distintos a la que genera la de 1978. Esto sirve para dar una lectura a lo que en la actualidad está sucediendo. En 1868 la situación del país había llegado a un punto insostenible. La inestabilidad de los distintos gobiernos del reinado de Isabel II y las aventuras coloniales convertidas en estruendosos fracasos (como la Guerra de África y la paz de Wad Ras) pasan factura a la monarquía. Las fuerzas de la oposición al régimen isabelino (liberales, demócratas y republicanos) se unen en el Pacto Ostende, que logra en septiembre de 1868 expulsar del país a Isabel II. Tras la búsqueda rápida de un nuevo rey, que recae en la figura de Amadeo de Saboya, se promueve la elaboración de una nueva constitución que supera a la de 1845.

La Constitución de 1869 era la más avanzada a su época. Se establecía el sufragio universal masculino. Se aprobaban leyes de asociación de carácter democrático que llegaban a España muchos años después de las mismas conquistas en Europa tras la Primavera de los pueblos de 1848. La Revolución de 1868 trae consigo un fuerte sentimiento de debate y de organización. Las fuerzas republicanas, divididas en diversas facciones, van creciendo en influencia. Se produce también la fundación del movimiento obrero organizado en la Federación Regional Española.

No estamos solo ante una constitución, sino un cambio de tendencia en la política española. A la abdicación de Amadeo I como rey de España, le sucede la proclamación de la República en febrero de 1873. La nueva forma de régimen, que parte en una posición de debilidad, intenta promulgar una nueva constitución de carácter federal que es frenada por los sectores más reaccionarios de la sociedad española. Las guerras carlistas y la represión contra el movimiento cantonal sirven como excusa para el golpe de Estado de Pavía en enero de 1874 y el pronunciamiento en Sagunto por Arsenio Martínez Campos, que devuelve el poder a la Casa Borbón en la persona de Alfonso XII. Si el movimiento revolucionario había venido con motivo de un diverso movimiento popular, el retorno de la monarquía se produce a través de un golpe de Estado y de la fuerza de la armas. Se ponía así fin a la primera experiencia democrática española. En parte un proceso semirupturista, pues la simbología no llegó a cambiar (no dio tiempo a ello) y determinados sectores reaccionarios siguieron manteniendo influencia en la órbita de poder.

Habría que esperar muchos años para ver un proceso similar. La Constitución que se promulga en 1876, y que da paso al régimen de la Restauración, da su carpetazo final con la proclamación de la Segunda República en 1931. El advenimiento republicano viene precedido por un movimiento popular alrededor del mismo. Durante toda la dictadura de Primo de Rivera (último intento de la dinastía borbónica de salvaguardar los muebles ), republicanos y anarquistas, de forma mayoritaria, se lanzan a una oposición frontal contra la dictadura y la monarquía. El proceso que se inicia en enero de 1930 con la dimisión de Miguel Primo de Rivera es mucho más profundo que una mera unión de republicanos, como siempre se ha querido presentar. El movimiento obrero libertario participa de lleno en un proceso destituyente de la monarquía. La unificación de fuerzas populares a través de huelgas, de movilización social, de contacto con los sectores más progresistas del Ejército, etc., posibilitan que las elecciones municipales de abril de 1931 se conviertan en plebiscitarias. La victoria en las principales capitales de provincia de los republicanos, como reflejo de esa oposición a la monarquía, viene motivada por todo lo anterior y no por el Pacto de San Sebastián solamente. De hecho, las fuerzas firmantes del Pacto de San Sebastián no se planteaban la proclamación de la República una vez conseguido el éxito electoral. Es el pueblo, la voluntad popular, la que proclama la República aquel 14 de abril de 1931 y hace que el gobierno provisional de ese Pacto de San Sebastián tome el poder.

A partir de entonces ese gobierno se ve obligado a legislar a favor de ese pueblo que le ha aupado al poder. Unas veces acertó (como en los avances educativos) y otras fracasó estrepitosamente (como en la reforma agraria). Aquí está la raíz de la oposición anarquista a las medidas republicanas. Las elecciones posteriores a la proclamación de la República son constituyentes y esa Constitución de 1931 es producto de todo el movimiento revolucionario generado. La ruptura con el pasado es total. Se cambia los símbolos, las estructuras políticas, los modos de funcionamiento, etc. Dejando a un lado los problemas estructurales de la República, las fuerzas reaccionarias vuelven a poner fin a la experiencia con un golpe de Estado y una cruenta guerra de exterminio contra sus enemigos. Una Guerra mantenida por una parte del Ejército, la derecha política, el clero y los sectores conservadores y pudientes de la sociedad.

Viendo estos dos antecedentes, tanto el de 1868 como el de 1931, cabe preguntarse si tiene semejanza con el proceso que se inicia en España tras la muerte del Franco y desemboca en la Constitución de 1978. La respuesta es no. Mientras las dos anteriores constituciones proceden de momentos de ruptura revolucionaria, donde las fuerzas emergentes y alternativas son las que llevan la iniciativa, en 1978 en España se produce un pacto tácito entre las fuerzas franquistas y un sector de las fuerzas oposición al franquismo. El pacto significó el continuismo del régimen franquista.

La ilegitimidad del régimen franquista, impuesto tras un golpe de Estado y una guerra, adoptaba una posición de “legitimidad” con la Constitución de 1978. No se produce ninguna ruptura con el pasado. La Carta Magna ratifica como Jefe de Estado a aquel que había designado Franco para sucederle. La ruptura con el franquismo queda frenada por la Ley de Amnistía, que dejaba en el olvido los crímenes de la dictadura. Las estructuras políticas fueron transformadas. Unos se adaptaron a las nuevas circunstancias (socialistas y comunistas) mientras otros fueron reprimidos por no adaptarse (anarquistas, extrema izquierda, etc.) Se anulaba cualquier posibilidad de oposición real. Se establecía un sistema electoral que favorecía a las castas políticas de los partidos mayoritarios. Se amparó el régimen capitalista emergente.

El ejemplo lo tenemos en el propio PSOE. Al ganar las elecciones de 1982 promueve la creación de un “Estado del bienestar” con el único objetivo de destruirlo como parte del plan neoliberal que hoy está brotando con fuerza. No fue una constitución del consenso como se quiere presentar. Se hizo bajo una campaña de miedo y engaño provocando para que la gente la aceptara como “mal menor”. Por mucho que intenten maquillarlo, esa Constitución nada tiene que ver con la de 1869 o la 1931. La que más se le asemeja es la de 1876. Aunque mantiene el sufragio universal, legitima un poder del Estado surgido de la fuerza de las armas, ilegal y fomenta el bipartidismo (ayer conservadores-liberales, hoy PP-PSOE). Su promulgación no vino precedida de ningún movimiento revolucionario. Muy por el contrario, para llegar a promulgarla, tuvieron que eliminar a la oposición revolucionaria a la misma. Las cortes surgidas tras las primeras elecciones en 1977 no solo vetaron a las candidaturas republicanas sino que ni siquiera se presentaron como constituyentes. El modelo de representación sindical era el franquista (modelo vertical) pero aplicado a un número mayor de sindicatos que aceptase las reglas del juego surgidos tras los Pactos de la Moncloa. Aquellos que se negaron (como la CNT) no solo quedaron fuera de juego sino que sus propias actividades no tendrían ningún reflejo en la prensa y medios de información. Y, como broche entre otras cosas, la bandera y el himno siguieron siendo los mismos que en el franquismo. Todos esos pactos que se firmaron entre 1975 (o incluso antes) y 1978 hoy han caducado. La cuestión es si el cambio sistémico que se prepara o se intuye tendrá componentes revolucionarios y transformadores como los de 1868 o 1931 (no como paradigma pero si como ejemplo popular) o volverán a redundar en lo cosechado en 1978 caminando hacía la “legalización” del capitalismo más salvaje.
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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #7 en: Noviembre 09, 2012, 08:39:50 am »
Me traigo aquí también este que dejé en el hilo de PPCC:

Lo que más me horroriza y deprime de este país es ver que cuando la gente descubre que el PPSOE es el auténtico enemigo de España, en vez de votar a otros partidos, directamente "abandona" el sistema y deja de votar directamente. Las bajadas no igualan las subidas.

Me horroriza por una razón muy sencilla, porque quiere decir que en este país no existe democracia, sino que la gente votaba en función de "izquierda contra derecha" como hace 80 años. Eso no es democracia, sino una lucha de clases propia de los primeros años del siglo XX. Ahí seguimos.


Si al menos fuese lucha de clases aún significaría que la gente tiene conciencia de su situación, pero se siguen pensando "clase media" (criaturitas)... ni tan siquiera es eso  ::) : el ahora-tu-ahora-yo del PPSOE se llama Turnismo. E incluso últimamente empiezo hasta a sospechar de pucherazo -y no sería nada nuevo bajo el sol- para que nada se salga del redil, que la gente está lobotomizada, pero tanto, tanto...

http://es.wikipedia.org/wiki/Turnismo

Citar
El turnismo o bipartidismo fue uno de los elementos fundamentales del sistema de la Restauración borbónica en España. Consistió en la alternancia en el gobierno de los dos partidos dinásticos (conservador y liberal). La formación de gobierno por parte de cada uno de ellos no dependía del triunfo en las elecciones, sino de la decisión del rey en función de una crisis política o de desgaste en el poder del partido gobernante. Su origen estuvo en la exigencia de Sagasta de que el rey llamase a gobernar en 1881 a su partido como alternancia al de Cánovas.

La cesión del rey a esta petición instauró el precedente del relevo pacífico en el poder, y alejó el riesgo de pronunciamientos y motines. Se rompía así con lo que había sido la práctica del reinado de Isabel II, que se fundamentó en el monopolio del gobierno de los moderados, por lo que los progresistas solo tenían la vía del levantamiento para alcanzar el poder.

Lo normal en este relevo era que antes existiese un cierto desgaste del gobierno y que la oposición presionase para que se produjera el cambio. Pero en la práctica esto no era lo esencial: se instauró un acuerdo tácito de que los dos partidos que apoyaban a la monarquía de Alfonso XII se turnarían el poder, mediante la manipulación del proceso electoral, de un verdadero fraude que permite hablar de democracia puramente formal o "sistema liberal sin democracia".

El sistema turnista seguía estos pasos:

    El rey llamaba a gobernar a uno de los dos grandes partidos del sistema: si gobernaba el Liberal, llamaba al Conservador y viceversa. Es decir, el primer paso era contar con el apoyo de la corona.
    Como el régimen de la Restauración era un sistema parlamentario, se hacía preciso que el nuevo gobierno contara con el respaldo de las Cortes. Para ello el rey disolvía las Cortes y se convocaban nuevas elecciones, que se manipulaban para que obtuviera mayoría el partido que debía formar el gobierno.

La consolidación del turnismo tuvo lugar en la etapa de la regencia de María Cristina (1885-1902), especialmente tras el gobierno largo liberal (1885-1890) y el llamado Pacto del Pardo, que estableció el acuerdo entre Cánovas y Sagasta y la regente de turnarse el poder con el fin de asegurar la propia monarquía ante la doble amenaza carlista y republicana.

La secuencia de ocupación del poder entre el Partido Conservador y el Partido Liberal muestra a la perfección cuál fue el modo en que esta práctica se llevó a cabo.

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #8 en: Noviembre 09, 2012, 09:00:52 am »
Yo no creo que haya tongo electoral propiamente dicho. Creo que si echan 10 papeletas PP y 5 PSOE, salen contadas así. El problema es que validez tiene cada voto para coger escaños..

Amaiur consiguió 285.290 votos. Tuvo 6 escaños
Equo tuvo 215.776 votos. 0 escaños.

Si encima la gente se traga ciertas cosas (PSOE anticristo, PP es antieta  y une-españa) que en su mayoría son paripé falso, pues es obvio que no van a votar al "otro lado" pero votarán "en contra de los otros" y con el "voto útil".

Tiene narices que no se haya hecho un partido que básicamente diga "cambiar ley electoral, penalizar corrupción". Eso creo que cualquiera de los que salía en las manifestaciones del 15M y muchos cabreados también lo aceptaban. Y bien montado saldría gente, y acabaría habiendo cambio por.. narices. Pero el personal no está por la labor, parece... :(

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #9 en: Abril 08, 2013, 09:06:16 am »
http://www.publico.es/internacional/452776/juan-carlos-se-hizo-confidente-de-la-casa-blanca-y-se-convirtio-en-su-gran-apuesta-para-controlar-espana

Citar
Juan Carlos se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta para controlar España
El príncipe dio a Washington detalles pormenorizados sobre los movimientos de Franco en el Sáhara y pidió ayuda para conseguir que el dictador renunciara. EEUU vio en él al relevo indispensable para que la OTAN aceptara la entrada de España, lo que propiciaría que los estadounidenses mantuvieran sus bases militares aquí

Juan Carlos y Richard Nixon en la Casa Blanca en 1971. EFE

"A medida que entramos en el periodo de transición es esencial que yo pueda conservar la confianza del príncipe. Y es muy difícil hacerlo cuando mis mensajes son reenviados a todo el circuito y cuando parece que hay una falta de discreción total en determinadas misiones". El cabreo monumental de Wells Stabler (embajador de EEUU en Madrid entre 1975 y 1978) era comprensible. El 5 de noviembre de 1975 el príncipe Juan Carlos le había desvelado cuáles iban a ser los siguientes movimientos de Franco con respecto al Sáhara justo cuando las relaciones con Marruecos atravesaban un momento crítico y el caudillo estaba a punto de morir.

Stabler envió el correspondiente informe al Departamento de Estado dirigido por Henry Kissinger. Cinco días después, descubrió que las confidencias del Borbón habían llegado hasta la embajada estadounidense en Rabat, que el encargado de la legación las había transmitido a su homólogo francés en la capital marroquí y que éste último hizo lo propio a través de un telegrama a la embajada de Francia en Madrid, lo que, de alguna manera, podía hacer peligrar su impagable cercanía con el aspirante a rey.

¿Qué hacía el príncipe Juan Carlos revelando los planes de España a una potencia extranjera que jugó un papel clave y no precisamente neutral en el conflicto por el Sáhara? WikiLeaks ha compilado 1,7 millones de cables diplomáticos de EEUU entre 1973 y 1976 hoy ya desclasificados aunque difícilmente accesibles a toda la opinión pública. Y los ha organizado en una base de datos que, junto con el Cablegate filtrado en 2010, pretende ser la mayor biblioteca diplomática jamás creada.

Público ha tenido acceso a todos esos documentos correspondientes a la era Kissinger en exclusiva para los medios españoles y de su análisis se puede afirmar que el heredero del dictador se convirtió en aquel momento crucial de la historia de España en el mejor informador de EEUU con la esperanza de que con su lealtad se ganaría el respaldo de Washington tras la muerte de Franco.

Franco debe renunciar


La respuesta de Kissinger a las quejas de Stabler da una idea de lo importante que era Juan Carlos para los intereses estadounidenses: "Estamos de acuerdo en que tus contactos con el príncipe deben ser tratados con la mayor discreción. Estos informes tienen un grandísimo valor para EEUU y haremos lo que esté en nuestra mano para asegurarnos de que en el futuro se manejen de manera apropiada". En otro mensaje, el secretario de Estado prohibió a sus embajadores en Marruecos, Mauritania y Argelia difundir "un material tan sensible que puede poner en peligro el acceso a la fuente".

Las confidencias de Juan Carlos sobre el Sáhara pueden quedar como una simple anécdota comparado con lo que había sucedido tres semanas antes. El 16 de octubre Franco sufrió una crisis cardíaca que le dejó al borde de la muerte. De hecho, la embajada de Madrid llegó a dar por fallecido al dictador durante varias horas el día 21: "Nos han llegado varias informaciones, aún por confirmar, de que Franco ha muerto". Según explica el historiador Charles Powel en su libro El amigo americano (Galaxia Guttemberg, 2011) no fue Stabler el que envió el cable sino su agregado de Defensa, que pretendía "poder atribuirse la primicia de la noticia".

El príncipe jugó un papel esencial en las comunicaciones con EEUU esos días. Y el 23 envió a ver a Stabler a su confidente Juan José de Areilza, conde de Motrico y futuro ministro de Exteriores, para darle un parte pormenorizado de la evolución clínica del caudillo y comunicarle el plan que había trazado con el marqués de Villaverde, yerno y médico de Franco, para conseguir que firmara su renuncia antes de que falleciera.

El Borbón, impaciente por arrebatar el poder a Franco por si las cosas se complicaban pese a que en 1969 había sido designado su sucesor, llegó incluso a pedir ayuda a Stabler para que convenciera al presidente, Carlos Arias Navarro, de la necesidad de que el caudillo le traspasara los poderes antes de morir. El segundo de a bordo de Kissinger, Arthur A. Hartman, dio su visto bueno a la propuesta pero el secretario de Estado prohibió a Stabler categóricamente que intercediera porque no estaba por la labor de que se le relacionara con el intento de derrocar al dictador: "No estás -repito- no estás autorizado a mediar con Arias en este momento".

EEUU sí preparó toda una batería de mensajes de condolencia y felicitaciones al príncipe que un mes más tarde emplearía tras la muerte, esta vez oficial, de Franco.

Cortejo continuo

Los contactos con el príncipe habían sido regulares en 1974 cuando Horacio Rivero era el embajador en Madrid, sobre todo a partir de julio, cuando Franco sufre una recaída y se ve obligado a ceder por primera vez de manera temporal el mando a Juan Carlos.

Se intensifican notablemente en 1975 con Stabler a medida que crecen los rumores sobre el deterioro del estado de salud del dictador. En este año hay documentadas más de una decena de conversaciones telefónicas o reuniones formales e informales. La base militar de Torrejón, unas vacaciones en Palma de Mallorca o un encuentro en España con estudiantes del National War College, eran la ocasión perfecta para que el príncipe se explayara con Stabler sobre el humor de los oficiales de las Fuerzas Armadas, la debilidad de Arias Navarro, las perspectivas de su llegada al trono, el Partido Comunista, la ultraderecha, el estado de forma de Franco, las relaciones con Francia y Portugal, o sus viajes a Oriente Medio en busca de acuerdos petroleros.

El cortejo se complementaba con cartas de los presidentes, Richard Nixon y Gerald Ford, y de Kissinger, a quienes vio en varias ocasiones durante sus visitas oficiales,  felicitaciones de cumpleaños y hasta invitaciones de la Nasa para presenciar el lanzamiento de la misión del Apolo-Soyuz.
La preocupación de Juan Carlos por tener el beneplácito de Washington a toda costa era, sin embargo, un asunto que sólo le ocupaba a él ya que EEUU tenía bien claro  que el futuro rey era su único candidato para controlar España.

Democracia no, bases militares sí

El 4 de noviembre de 1975 Stabler envió a Kissinger un informe general del panorama que se abriría en el país con la transición en el que subrayaba que "la desaparición de Franco allana el camino para una era más esperanzadora, pero la desaparición de Juan Carlos abriría las puertas a una lucha de poder donde los comunistas y los extremistas de todos los colores jugarían un papel determinante".

Por ello, "está claro que el interés de EEUU reside en empujar a Juan Carlos a que dé un giro gradual, pero de manera decidida y no demasiado lenta, hacia la democratización. Debemos darle el apoyo que él claramente está pidiendo a EEUU", continuaba Stabler. Kissinger respondió que EEUU "jugará un papel estabilizador y de apoyo en este proceso y se mostrará contrario a cualquier tipo de presión para que los cambios se produzcan de una manera más rápida".

Si Juan Carlos pensó en algún momento que Washington estaría de su lado porque le preocupaba la democratización de España pecaba de ingenuo. A finales de 1975 vencía el acuerdo sobre las bases militares estadounidenses en España. El régimen había torpedeado las negociaciones bajo la premisa de que las instalaciones se usaban para proteger de la amenaza comunista a los países de la OTAN, no sólo a EEUU. Por tanto, si España no formaba parte de la Alianza, a lo que se oponían la mayor parte de los países precisamente por ser una dictadura, entonces los marines tendrían que hacer las maletas.

El príncipe y la transición abrían una puerta vital para Washington, que podría convencer más fácilmente a sus aliados de la OTAN de la necesidad imperiosa de acoger a España por ser la puerta al Mediterráneo. Y así fue. En un cable marcado como ‘Secreto' el 5 de noviembre Kissinger ordenaba a su embajador ante la Alianza reactivar las gestiones: "Es muy importante hacer énfasis en las posibilidades que se abren ahora para Occidente para alentar la moderación y las instituciones democráticas en la vida política española".

Madrid y Washington firmaron el Tratado de Amistad y Cooperación en 1976 ya con Juan Carlos como rey renovando el acuerdo sobre las bases. España no entraría en la OTAN hasta 1982.
« última modificación: Abril 08, 2013, 18:03:35 pm por NosTrasladamus »
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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #10 en: Abril 08, 2013, 09:15:41 am »
algunos comentarios a la noticia en el meneame:

http://www.meneame.net/c/12614821
Citar
Confundir "democracia" con "nos dejan votar" es un error muy común... y pensar que el franquismo fue efectivamente desmantelado, otro.


http://www.meneame.net/c/12615002
Citar
España lleva sesenta años siendo una colonia de EEUU.


http://www.meneame.net/c/12615013
Citar
#4 yo no lo veo así. El mismo articulo dijo que EE.UU quería bases militares en España y NO democracia.

Los conspiranoicos son los que se creen la versión oficial. El gran error de España fue NO finalizar el proyecto nuclear que tenia entre msnos. EE.UU hubiera matado a unos cuantos cientificos, pero una vez España tuviera la bomba pasaria al club de los semi-independientes.

Somos una colonia de EE.UU, no solo por las bases, Felipe Gonzalez fue el chico de la CIA, Aznar se convirtio en el siguiente chico, toda nuestra politica interior y exterior, la venta del pais a cachos ha sido posible porque EE.UU ha querido.

A saber a cuanta gente ha envenenado o matado la CIA en España, ojo que si sale un lider fuerte de IU no se lo carguen. O de algun movimiento social, recordemos que se penso en matar a los de Occupy Wall Street.

Que Franco fuera un hijo de Pu.ta no significa que EE.UU, ya que desde el siglo XIX esta parasitando el mundo y cometiendo genocidios; desde matar a todos los varones de Filipinas (siglo XIX) a la guerra de Irak por petroleo y por abandonar, otro chico de la CIA, Sadam el dolar.

Sadam no fue solo un chico de la CIA en Iran o en la matanza de Kurdos, sino lo fue tambien en el golpe de Estado al general de su misma ideologia, pero no proEE.UU. En esos tiempos el Act permotia a la CIA legalmente "a cualquiera que fuera contra los intereses economicos de EE.UU" a traves de guerra, golpe de Estados, atentados etc. Todo esto esta en la wikipedia.

En otras palabras EE.UU esta a otro nivel de hijoputismo, por encima de Franco.

El Borbon fue el chico de la CIA y los chicos de la CIA acaban... Bueno no acaban muy bien.

Asistimos a una demolición controlada del R78, ya vemos quien podria estar detras... Que nuevo reginen nos van a meter?? Lo vamos a permitir??

#14 toda la situacion actual ha sido tutelada por EE.UU y muchos aplauden porque solo ven el mundo en blanco y negro


http://www.meneame.net/c/12615139
Citar
#16 Situación:

- Por un lado teníamos al frente Polisario realizando atentados en los que morían soldados españoles.

- Por otro lado teníamos a la marcha verde marroquí, compuesta por 500.000 marroquíes mezcla de mujeres, ancianos, niños, civiles y francotiradores del ejército alaui mezclados en medio.

- Nosotros eramos una dictadura por aquel entonces, la última dictadura fascista de Europa (ya había caído la griega y la portuguesa). Y eramos una potencia colonial, de las últimas potencias coloniales europeas en África. Y eramos un país subdesarrollado y pobre (sí, aún más que ahora)

- Marruecos tenia el apoyo europeo, sobre todo francés. También el yankee.

¿Qué debimos hacer? ¿Enfrentarnos a la limón con el Frente Polisario y el marroquí en pleno desierto? ¿Disparar contra la marcha verde provocando una matanza de mujeres y niños? ¿Conducirlos hasta territorio minado quizás? ¿Dejar que los francotiradores marroquíes que iban en esa marcha nos cosieran a balazos por un lado mientras el Polisario lo hacía por la retaguardia? ¿Debimos enfrentarnos a Europa y USA? ¿Debimos repetir el error de continuar las guerras del Rif que mataron a millones de españoles, nos condenaron al subdesarrollo como país y que fueron una carnicería tan inútil como estúpida?
es.wikipedia.org/wiki/Guerra_del_Rif

En fin, es una pena que la vida real no sea como una peli de jolivú. Las decisiones siempre son más confusas y complicadas.
« última modificación: Abril 08, 2013, 09:20:12 am por NosTrasladamus »
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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #11 en: Abril 08, 2013, 09:44:15 am »
http://elpais.com/diario/1983/04/26/espana/420156019_850215.html

Citar
Felipe González se reunió con Rockefeller y Boyer
El País 26 ABR 1983
El presidente del Gobierno, Felipe González, recibió ayer, en un desayuno de trabajo, al financiero norteamericano David Rockefeller. En la conversación, que duró una hora aproximadamente, estuvo también presente el ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer. Fuentes de la Presidencia del Gobierno indicaron que el encuentro tuvo un carácter de conversación genérica, sin tratarse ningún tema de forma particular.La presencia de Boyer fue explicada por las mismas fuentes dada la personalidad de Rockefeller, en cuanto miembro de primera fila del mundo económico intenacional. No obstante, en la conversación se trataron diversos temas en general. Entre ellos las fuentes citaron la situación en América Latina y el próximo viaje de Felipe González a Estados Unidos.


http://www.republica.com/2010/06/09/trilateral_122641/

Citar
David Rockefeller, de los Rockefeller de toda la vida, tuvo en 1973 la idea de crear una Comisión Trilateral para acercar los intereses de los Estados Unidos, Europa y Japón. Desde entonces, para alegría de cuantos viven instalados en las teorías de la conspiración, la Trilateral viene reuniéndose y facilitando que sus socios y amigos intercambien ideas y proyectos y crucen influencias.

Actualmente hay varios españoles miembros de la Trilateral: Alfonso Cortina -¡presidente de la capillita peninsular!- Ana Patricia Botín, Oscar Fanjul, Abel Matutes, Emilio Ybarra, Pedro Echenike, Nemesio Fernández-Cuesta y Antonio Garrigues que es, además, miembro de la ejecutiva Europea.

Ahora se incorporan a la Trilateral cuatro españoles más: Javier Solana, Fernando Rodés, Ignacio Polanco y Borja Prado -Esade, Havas, Prisa y Endesa- que sustituyen a los salientes Josep Piqué, Carme Chacón y Trinidad Jiménez.

Como se ve, en la Trilateral comen de todo.


Información publicada por la vanguardia en Junio de 2010:
http://www.agendadeprensa.org/2010/06/09/4852/
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Solana, Rodés, Polanco y Prado ingresan en la Comisión Trilateral
El grupo español está formado por doce miembros y lo preside Alfonso Cortina

El ex alto representante de la Unión Europea y actual presidente del Center for Global Economy and Geopolitics de Esade, Javier Solana; el consejero delegado del Grupo Havas, Fernando Rodés Vilà; el presidente del Grupo Prisa, Ignacio Polanco, y el presidente de Endesa, Borja Prado, han sido aceptados para formar parte del grupo español de la Comisión Trilateral, el grupo privado de discusión política creado en 1973 para impulsar las relaciones y el liderazgo de EE. UU., Europa y Japón. El nombramiento de estos nuevos integrantes, a propuesta de los miembros actuales, se decidió entre una quincena de candidaturas durante la última reunión del grupo español, celebrada recientemente en Barcelona.

El capítulo español de la Trilateral cuenta con doce miembros: Alfonso Cortina (actual presidente), Ana Patricia Botín, Pedro Miguel Etxenike, Óscar Fanjul, Nemesio Fernández-Cuesta, Esther Giménez-Salinas, Abel Matutes, Emilio de Ybarra; y además, Antonio Garrigues, miembro del comité ejecutivo de la Trilateral europea y que anteriormente había sido vicepresidente. Solana, Rodés, Polanco y Prado se estrenarán en la próxima reunión prevista para el mes de julio. Su entrada ha sido posible gracias a las vacantes dejadas por Josep Piqué, Trinidad Jiménez y Carme Chacón. Anteriormente, otros miembros españoles de la Trilateral fueron Carlos Ferrer Salat, Claudio Boada Vilallonga, José Antonio Segurado, Jaime Carvajal Urquijo o Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate (Duque consorte de Alba). Los mandatos son de unos 12 años.

La Comisión Trilateral fue fundada en 1973, por iniciativa de David Rockefeller, como un grupo privado de debate y reflexión entre las tres áreas más industrializadas del mundo - EE. UU. y Canadá, Europa y Japón-.Precisamente la participación de líderes asiáticos es lo que diferencia a la Trilateral de otro club de poder político como el Bilderberg, que precisamente celebró la pasada semana su reunión anual en Sitges. En ambos casos son frecuentes las alusiones al poder mundial en la sombra que representan estos grupos.

Actualmente la Comisión Trilateral cuenta con 390 miembros (160 de Europa, 120 de Norteamérica y 110 de Asia-Pacífico), que son ex políticos, empresarios o personalidades del mundo académico. La Comisión Trilateral celebra cada año una reunión internacional, otra regional - Europa, América, Asia-,además de las reuniones del grupo local - el español se suele reunir dos o tres veces al año-.Son encuentros en formato congreso en los que se seleccionan diferentes temas y se realizan ponencias sobre seguridad, economía, política, o medio ambiente.

La Vanguardia (9.06.2010)
« última modificación: Abril 08, 2013, 09:47:01 am por NosTrasladamus »
No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma

Lola

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #12 en: Abril 09, 2013, 10:31:00 am »
Yo hace años que a la muy loada y santa transición, le llamo la Transacción. Una campaña de marketing que empieza en los sesenta y acaba con una campaña genial (el 23F del 81) y un slogan genial (ni está ni se le espera)

A ver qué lían ahora.
No sabíamos que cuando el dinero se convierte en valor supremo (...) los servicios públicos dejan de ser importantes. Que una vida alternativa de gasto y consumo será muy díficil si desaparece la vivienda barata. Que cuando se destruyen las comunidades solo queda miseria e intolerancia. J. Winterson

Starkiller

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #13 en: Abril 09, 2013, 11:23:39 am »
Paranoia pura y dura. Faltan datos. No los hay ni concluyentes ni de los otros. Que los jefes de la CIA en España fuesen experimentados y duchos en Guerra Fria era obligado en 1971. Que querían una España en la OTAN también. Que apoyaron a la socialdemocracia española via la socialdemocracia alemana es sabido. Pero de ahí a que se deduzca de eso la eliminación de Areilza me parece una locura. Y todo lo demás. En fin, sois muy dueños de engañaros a vosotros mismos. Pero lo clave fue que cuando se disparó la especulación inmobiliaria al PSOE le pareció muy bien. Y cuando "privatizaron" Rumasa se quedaron con todo, otro tanto. Aunque la Transición hubiese traido la III República no creo que el PSOE hubiese sido distinto. Lo tomaron al asalto unos progres de los 70 y echaron a los viejecitos de la antigua generación que estaban ya para sopitas. Con CIA o sin ella. Y seguro que con III República igual. Porque lo que no íbamos a ser era una República Popular traida por una Huelga General.

Xoshe, solo le diré una cosa... tras la detallada lectura tanto de bastnates telégramas del cablegate, así como la lectura detallada (Y no se crea vd, que bastante coñazo fue ahcerlo, a la vez que muy revelador) de los diarios del congreso durante la elaboración de la constitución, le puedo asegurar que esta versión se parece mucho más a loq ue yo percibo como plausible que la suya o, desde luego, la histórica.

Y lo de que los socialdemócratas echaron a los viejecitos, venga, no me joda. Que fueron comunistas de rancio abolengo y nada jovencitos los que vendieron a Fraga por cuatro monedas cuando este denunciaba el nacimiento de una nueva partitocracia que nos iba a llevar a la mierda.

Isidoro & cia vinieron después, cuando los abuletes ya se lo habían llevado crudo y a USA le interesaba alguien más manejable que Suarez, el cual se libró del destino de Carrero Blanco, y por casi los mismos motivos, por el canto de un duro.

Y si me dice vd, además, que cuatro catetos recién salidos de un caserío vasco en lo más alto de la montaña consiguieron cavar un tunel y meter varios cientos de kg de explosivos a 100m de la embajada de USA, durante la estancia de Kissinger en España, sin que la CIA se enterara, me sorprenderé de su credulidad.

Y otras cien cosas más...

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Re:La Transición política española, ¿una estafa monumental…?
« Respuesta #14 en: Abril 09, 2013, 14:25:12 pm »
Tomo el título del hilo de forma literal. Y respondo. Sí... una estafa monumental. Sin paliativos.

Una estafa sólo posible en un pais políticamente analfabeto, desunido (les suena?) y socialmente crédulo, infantil y engrasado por la época de las cuentas de colores a crédito.

Como dicen en mi pueblo......qué ezitazo, vieja!

salud
En hispanistán, todo lo que por ser impepinable para la vida humana sea susceptible de cortijo, será cortijeado.

El tiempo vivido en el Hispanistán, es tiempo de descuento en el purgatorio

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