Lo pongo traducido. El enlace (abajo) va al original en inglés.
El envejecimiento de la democracia españolaJonathan Blitzer
04/11/2011
Todos los hombres vulgares, escribió el novelista uruguayo Juan Carlos Onetti, "ya se han comenzado a desmoronar" una vez cumplidos los 40 años. Es el principio del fin. Esto no podría ser más cierto en la política, donde cuanto más joven se empiece, más probabilidades se tienen de engrisecer prematuramente.
En España, ahora, la clase política está envejeciendo y, como Onetti advirtió, se trata de una madurez que huele a senescencia.
El 20 de noviembre, en el 36º aniversario de la muerte de Francisco Franco, los españoles podrán elegir entre un socialista de 60 años de edad, Alfredo Pérez Rubalcaba, y un conservador de 56 años de edad, Mariano Rajoy. Según el rasero de esta democracia incipiente, de sólo 34 años de edad, estos hombres son viejos, y una señal de que de que sus partidos no han envejecido bien. Desde el final de la dictadura de Franco en 1975, todos los presidentes habían sido jóvenes, de cuarenta y tantos años cuando asumieron el cargo.
El reformador Adolfo Suárez, de 48 años en aquel momento, se vio obligado a dimitir en 1981 en medio de una marea incontenible de desencanto con su liderazgo, que una generación más joven sentía manchado por las instituciones y las mentalidades de antaño. El carismático Felipe González, quien ganó las elecciones estrepitosamente el año siguiente, con 40 años, abandonó el Palacio de la Moncloa, la residencia oficial, en medio del escándalo en 1996. Su sucesor, el conservador José María Aznar, tenía 43. Pero en 2004, después de meter a España en la guerra de Irak, el Sr. Aznar había agriado la fortuna de su partido; tras un ataque terrorista el día antes de las elecciones, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, de 43 años de edad, salió victorioso. Ahora su impopularidad ha traído elecciones anticipadas.
El fallecimiento del Sr. Zapatero parece marcar el final de la línea. En lugar de un rostro fresco aparecen para reemplazarlo dos sobrevivientes incondicionales de las luchas internas partidarias, frente a un electorado cada vez más cínico acerca de las soluciones políticas a un atolladero económico y social. Lo llaman “crisis de mediana edad de una democracia”.
La elección ahora, se lamentaba un columnista en El País, es entre los políticos que han sido durante mucho tiempo el "Nº 2" de sus partidos - el Sr. Rubalcaba, táctico y tecnócrata, y el Sr. Rajoy, perdedor en dos ocasiones (2004 y 2008). Tampoco ha sonado el clarín de la renovación juvenil que resonó entre el señor González y el señor Zapatero.
"La clase política se podría haber renovado, pero no lo ha hecho", dijo el novelista español Javier Cercas, autor de "Anatomía de un instante", un relato del intento de golpe de 1981 y la caída de Suárez.
La historia de los años crepusculares de Franco, y la transición a la democracia que siguió, explican la tendencia generacional. Con una juventud de izquierda tomando forma en la década de 1970, y una derecha desesperada por escapar de asociaciones con Franco, los jóvenes líderes encarnaban la regeneración. Desde entonces, los candidatos hablaron de nuevos comienzos - hasta ahora, que las nuevas ideas son escasas. El Gobierno de España es esclavo de Bruselas, y la red social de seguridad se deshilacha. Ambos partidos prometen no cortar mucho los servicios sociales, pero el público sabe que viene una mayor austeridad. Así que no hay cambio en el que creer, y el público se ha indignado.
Y este es el giro fatal: cuanto más tiempo de vida profesional tiene un político, más difícil es para lavarse las manos de un tinte partidista.
Una gran parte de la desilusión, dijo el historiador Santos Juliá, "es el predominio del partidismo y la politización." El señor Cercas está de acuerdo: "Esto no es una democracia, sino una partitocracia, un gobierno de las partidos. Cuando la democracia estaba echando raíces, a la clase política le preocupaba que los partidos políticos no existiesen aún."
En aquel entonces, muchos partidos aún eran ilegales, como lo habían sido durante el franquismo. Así que, según el señor Cercas, "la clase política se aseguró de crear una tradición partidaria fuerte".
Ahora, sin embargo, las fórmulas de reparto de los distritos electorales han concentrado de facto el poder en las manos de los dos partidos principales, y una miríada de pequeños partidos de España no puede competir con ellos.
A finales de 1970 la fórmula tenía más sentido, pero en 2011 chirrían como un residuo extraño de la transición. Mientras tanto, los políticos agotados usan el ethos de los partidos fuertes como una excusa para invocar a la unidad del partido primero, y responder a los electores después. Después de que los socialistas fueron diezmados en las elecciones locales en mayo pasado, el partido cerró filas en torno a Rubalcaba para evitar unas primarias de división antes de las elecciones nacionales. Fue una extraña pero reveladora reacción a una reprimenda pública en las urnas.
La ira popular, mientras tanto, se ha desplazado hacia el sistema bipartidista en sí - sobre todo a las listas de candidatos "cerradas" o "bloqueadas" que los votantes no pueden controlar. Un estudio reciente en varias provincias reveló que más de la mitad de los conservadores y un tercio de los socialistas de las listas estaban siendo investigados por corrupción.
Un movimiento de protesta juvenil ha ido denunciando la falta de respuesta de la clase política con lema doble: "Los políticos no nos representan" y "Lo llaman democracia, pero no lo es " Según encuestas recientes, sólo cerca del 55 por ciento de estos "indignados " se presentaron a votar en las elecciones municipales (un 10 por ciento menos que el promedio nacional). De los que votaron, el 15 por ciento lo hizo en blanco.
Si la famosa transición española trajo las instituciones democráticas, el momento presente puede revelar los límites de su promesa. Muchos españoles están todavía orgullosos de la transición como modelo para el logro de la madurez cívica. Pero en una nueva era de democracia débil, una generación más joven está teniendo una pelea con el propio gobierno.
http://www.nytimes.com/2011/11/05/opinion/the-aging-of-spanish-democracy.html?_r=2&hp