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Mensajes - pepiton

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1
Pues resulta que tenemos una interesante iniciativa para poner nombre a varios planetas de la estrella mu Arae, hay una votación internacional en donde una de las posibilidades es llamarlos Don Quijote (Quijote), Rocinante, Sancho y Dulcinea.

Yo ya he votado por nombrarlos como los personajes de nuestro querido libro y os animo a hacer los mismo. Para enterarse del proyecto aquí:

http://estrellacervantes.es/que/

para votar, aquí (elegir mu Arae):

http://nameexoworlds.iau.org/exoworldsvote

Imaginaos que un día una nave humana aterriza (o aquijotiza) en uno de estos planetas.

2
Transición Estructural / Re:El fin del trabajo
« en: Diciembre 31, 2013, 15:09:51 pm »
En el hilo del foro amigo (http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/218206-automatizacion-industrial-origen-de-todos-males.html) he escrito esta nueva entrada que enlaza a un muy buen blog que creo que ya conoceis.


Enlazo las entradas de este fabuloso blog "economiahistoria" donde se explica de una manera muy amena las ideas entre otras del "ejercito de reserva" que creo esta relacionado con el tema del hilo. Mi enhorabuena al bloguero pues todos sus artículos son muy buenos y crean debates muy interesantes.

La crisis actual desde el punto de vista de las "profecías" de Marx | Historia-Economía-Filosofía

http://dfc-economiahistoria.blogspot.com/2011/10/la-crisis-actual-desde-el-punto-de.html

Los 4 retos principales de la evolución socio-económica actual | Historia-Economía-Filosofía

http://dfc-economiahistoria.blogspot.com/2011/07/los-4-retos-principales-de-la-evolucion.html

El fin del trabajo como método de reparto de riqueza y el origen de la crisis | Historia-Economía-Filosofía

http://dfc-economiahistoria.blogspot.com/2011/06/la-actual-crisis-economica-con-los.html

3
Transición Estructural / Re:Transición estructural y tecnología
« en: Mayo 12, 2012, 10:54:49 am »
Citar
@pollo
Me sigue pareciendo una visión muy simplona de la realidad. Hay más formas de subsistir que trabajando para alguien en la industria y ganar un salario. Y cada vez más formas de no depender de ello.


Queremos de saber...


Querra decir algo como esto????


http://opensourceecology.org/

4
Transición Estructural / Re:Transición estructural y tecnología
« en: Mayo 10, 2012, 19:58:48 pm »
Enlazo dos artículos interesantes (gracias a Sendai del foro amigo):

http://politikon.es/2012/04/28/luditas-tecnologia-y-redistribucion/

   
Citar
El artículo de hace un par de días sobre tecnología y empleo generó un buen debate en los comentarios, con un par de artículos interesantes de Cives y Octavio dando el contrapunto. Octavio se centraba sobre todo en el componente redistributivo de la innovación tecnológica, y como su avance podía generar ganadores y perdedores, aumentando las desigualdades. Cives señalaba como este efecto es patente en la economía de muchos países en los últimos años, pero no en España; nuestra obsesión ladrillil mantuvo el trabajo poco cualificado en alta demanda hasta la gran recesión.

    A estos dos apuntes me gustaría añadir un tercero: la tecnología puede reducir desigualdades, y lo puede hacer a base de eliminar privilegios. El caso paradigmático, y a menudo mal entendido, es el de los luditas a principios del siglo XIX en el Reino Unido, y su curiosa obsesión por destruir máquinas. La historia se utiliza a menudo como ejemplo de aversión a la tecnología y progreso, pero es un poco más sutil. Los luditas no eran cazurros unicejos que creían que las máquinas eran un invento del demonio, sino obreros cualificados, expertos en operar telares manuales. Lo que temían es que los nuevos telares automáticos permitieran a cualquier campesino con dos dedos de frente hacer el mismo trabajo increíblemente especializado que ellos habían aprendido a hacer, perdiendo su condición de trabajadores únicos, imprescindibles y en alta demanda. La revolución industrial, en esencia, permitió que cualquier melón pudiera fabricar copias baratas de los productos de consumo que los gremios habían monopolizado desde tiempo inmemorial. La maquinaria, lejos de aumentar las desigualdades, permitió aumentar el poder adquisitivo de muchos (sí, con salarios de proletario decimonónico – por muy malos que fueran, era mejor que plantar coles) y bajar dramáticamente los precios para el consumo.

    La tercera revolución industrial, advenimiento de los robots y demás historias, si llega, puede que tenga un aspecto parecido. Alguien recordaba en los comentarios de mi artículo un estupendo artículo de Paul Krugman de 1996 (!!!) haciendo un poco de futurología. La idea esencial (que Krugman desarrolla un poco con datos y fuentes aquí y aquí) es que robótica y software a medio plazo van a poder desempeñar cualquier trabajo que sea repetitivo o rutinario, eliminando el factor humano en muchos aspectos. Todo lo que pueda ser traducido en toneladas de datos procesables en serie, por complejos que sean, acabará siendo pasto de las máquinas; la ley de Moore lleva décadas abaratando el coste de los ordenadores, y no parece tener visos de frenar. Esto incluye a los abogados (gracias a Dios); un ordenador lee más rápido que ellos.

    Lo que paradójicamente seguirá siendo caro son todos esos trabajos que no son repetitivos, tienen poco de rutinario y requieren una cantidad considerable de sentido común. Curiosamente, es mucho más difícil enseñar a un ordenador hacer cosas que cualquier niño de siete años puede hacer sin problemas que enseñarle a interpretar legislación; el sentido común (cosas como reconocer caras, andar por un parque sin tropezar o montar legos sin mirar el manual) es algo que necesita una potencia de cálculo descomunal. Por añadido, el ser humano es una “pieza” de maquinaria increíblemente adaptable y fácil de operar; podemos construir un robot que haga todo lo que puede hacer un buen carpintero, pero la cantidad de motores, servos, sensores y articulaciones que necesitas para replicar un ser humano es tal que casi te sale más barato tener un saco de visceras.

    Manejar datos será increíblemente barato, ya que el coste marginal de un byte tiende a cero. El acero, sicilio y plástico que necesitas para substituir a fontaneros con androides, sin embargo, sigue teniendo un coste real y probablemente creciente (todos esos chinos e indios saliendo de la pobreza van a necesitar materias primas) así que es perfectamente posible que muchos trabajos manuales pasen a ser más valiosos, no menos. Krugman enlaza un paper de Acemoglu que señala que estamos empezando a ver esta misma tendencia en los datos; si fuera cierto, el avance de la tecnología puede que esté empujando otra vez hacia menor desigualdad, no más.

    Nota al margen: ¿sabéis qué industria no puede ser robotizada? el turismo. Con un poco de suerte, lo del sol y playa va a resultar ser un chollo, otra vez



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http://politikon.es/2012/04/26/la-revolucion-sera-robotizada/


   
Citar
La revolución será robotizada
    Escrito por Roger Senserrich el 26 abril, 2012 en Economía

    Wired publica este mes un fascinante artículo sobre un avance tecnológico que promete dejarme obsoleto: el advenimiento de los periodistas robóticos. Una empresa de Chicago compuesta de gente que me odia profundamente ha creado un software diseñado para redactar noticias de forma automática a partir de datos y eventos concretos. Uno coloca el informe trimestral de una compañía o las estadísticas de un partido de béisbol en un lado, y el ordenador saca un artículo periodístico analizando los datos o narrando el partido como un ser humano cualquiera.

    Vale, las noticias escritas por el roboperiodista no son necesariamente dignas de Hemingway, pero la parte relevante de esta noticia no es la potencial muerte de otro gremio víctima del progreso (los gurús interneteros, igual de obsoletos que las discográficas. ¿Qué se siente al ser un fabricante de velas, eh?), sino el tremendo potencial que tiene esta tecnología.

    ¿Recordáis a Watson, ese superordenador de IBM capaz de entender lenguaje natural y pegar palizas salvajes a seres humanos al Trivial? Entonces hablaba sobre cómo este era el primer paso para crear sistemas inteligentes realmente útiles; máquinas capaces tanto de hacer el conocimiento especializado algo increíblemente barato y accesible como para hacer tareas rutinarias pero fuera del alcance de las máquinas hasta hace muy poco. IBM está utilizando a Watson como un sistema para asesorar a médicos, un trabajo muy complejo.

    El roboperiodista hace algo bastante más simple, pero que señala algo parecido: ordenadores analizando información en masa y traduciéndola a lenguaje natural. Un análisis detallado, comprensible y sin sesgos sobre cada compañía del mercado de valores, con el ordenador buscando contexto en noticias sobre la empresa. Informes personalizados de veras sobre prácticamente cualquier tema que queramos. Las compañías que produce el software están utilizándolo para elaborar informes comparados para franquicias de cadenas de restaurantes o guías de restaurantes automáticas (a base de analizar críticas por todo internet), pero no es difícil imaginar a medio plazo ordenadores buscando precedentes legales, opciones contables, analizando fondos de inversión, leyendo cuentas públicas o repasando estadísticas de crimen. No es inteligencia artificial en el sentido estricto, ciertamente, pero es otro paso más en reducir enormemente el coste de recoger y analizar información.

    Lo más importante de todo esto, sin embargo, es cómo esta clase de tecnologías pueden eliminar el coste de la mano de obra como factor significativo en muchos sectores de la economía. La “inteligencia” es cada vez más barata; cualquier tarea que pueda ser traducida a software es potencialmente automatizable, y por lo tanto puede acabar por ser robotizada. El Economist hablaba el otro día sobre cómo la digitalización en la industria está haciendo que los costes de mano de obra sean cada vez menores; de los $499 que cuesta fabricar un iPad, sólo $33 son mano de obra, una cuarta parte de este gasto sucediendo en China. La fábrica sin obreros no es una fantasía lejana.

    La pregunta obvia es: ¿qué nos queda al resto? Si la industria no necesita mano de obra, los analistas son un dinosaurio, los abogados serán subsituidos por HAL 9.000 y los contables por una cafetera, no parece que la especie humana tenga mucho que hacer, aparte de programar software y cavar en las minas de sal del Complejo Alfa.

    Bueno, no necesariamente. Supongo que lo mismo debían pensar los campesinos íberos cuando vieron el arado romano y descubrieron con pesar que con la mitad de mano de obra podían alimentar a toda la tribu, o los empleados de empresas de diligencias cuando vieron la primera locomotora de vapor. “Oh, cielos, no haya nada para nosotros. Al paro y la ruina para siempre. A ver cómo le cuento a mi mujer esto”, supongo que se dijeron. En ambos casos, sin embargo, la gente que de repente no tenía nada que hacer se dió cuenta que ahora tenían tiempo para otras cosas. Los íberos descubrieron que podían vivir en ciudades, estudiar latín y hacerse actores, contables o fabricantes de ánforas para exportar vino a Roma. La gente de las diligencias acabó por darse cuenta que es mejor trabajar para el ferrocarril y cobrar billetes a 300 personas cada hora, que llevar a 7-8 personas en cada viaje.

    El gran cuello de botella de la experiencia humana no es la falta de trabajo, sino la falta de tiempo. Los íberos dedicaban un 90% de sus horas de vida a intentar no morirse de hambre. Cada generación posterior, cada innovación tecnológica, ha permitido a la especie humana dedicar un porcentaje cada vez menor de nuestra existencia primero a cosas básicas, y después en cosas cada vez más complejas (fabricar ropa, fabricar herramientas, viajar, teatro, etcétera). Antes fabricar un automóvil requería miles de horas de dedicación repartida entre cientos de obreros. Ahora va camino de necesitar una docena de horas y dos técnicos de mantenimiento aburridos. El resto de la plantilla tiene ante sí miles de horas de tiempo libre con las que hacer lo que le plazca. Y si hay algo que la especie humana parece ser capaz de hacer bien es rellenar esas horas con proyectos, inventos raros o formas de ganar dinero evitando que otros se aburran.

    No sé si en el futuro tendremos coches voladores o destructores estelares (ya tocan) pero será fascinante. Aunque yo buscaría un trabajo que no puede ser substituido por una tostadora, por si acaso


.

Me ha gustado la idea de que automatizar trabajos de "pensar" (información) es más barato que automatizar trabajos físicos....

5
Transición Estructural / Re:Transición estructural y tecnología
« en: Marzo 25, 2012, 19:52:23 pm »
Parece que el señor SNB también cree en la teoría de la "sobreproductividad"

Niño Becerra cree que vamos hacia la "miserización de la población media" - elEconomista.es

"El profesor de Estructura Económica de la Universidad Ramón Llull, Santiago Niño Becerra, vincula indisolublemente el llamado desempleo juvenil en España al desempleo total en el país, ambos de "espanto". Según cree, sobra gente y la sociedad tiende a "polarizarse entre necesarios y no-necesarios".

Escribe Niño Becerra en La Carta de la Bolsa un artículo en el que afirma que "la salida para reducir las tasas de paro es la caída de la población activa". No hay más, según el economista, a quien no le gusta hablar del tan aireado desempleo juvenil español, que se sitúa en el 49,9%, puesto que el hacerlo ayuda a la desvinculación de estas cifras de las del desempleo general, del 23%, algo que a su modo de ver es un error porque el primer fenómeno es consecuencia directa del segundo.

Niño Becerra explica que las tasas de desempleo en España son tan altas simplemente por el hecho de que "la demanda de trabajo es menor que la oferta de trabajo -de cualquier edad". "El nuevo modelo apunta hacia la optimización creciente en el uso de recursos", afirma. "Como la optimización de los recursos tenderá a infinito, pienso que quienes verdaderamente sean necesarios obtendrán muy elevadas remuneraciones; quienes no lo sean obtendrán meros subsidios de subsistencia que se extenderán toda la vida de la persona".

Así, no cree que bajar los salarios solucione nada y augura una "polarización de la sociedad: los necesarios y los no-necesarios".

Pone de ejemplo el hecho histórico de que entre 1855 y 1910 sobraron en Europa 50 millones de personas, que tuvieron que emigrar a América. Hoy en día, cree, como "la emigración a Marte" no es factible, se tenderá hacia la "miserización de la población media".

---------- Mensaje añadido a las 19:49 ---------- El original se escribió a las 19:46 ----------

Enlazo el tema del foro hermano de los videos del "modelo parasitario chino" del catedrático Julián Pavón que creo tiene relación con el tema inicial del hilo.

Recomiendo su visionado pues dice cosas muy interesantes.

http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/210327-keynes-espana-y-modelo-parasitario-chino.html

6
Resumen: Este tema en burbuja está muy bien, me recuerda a tiempos pasados en algunas cosas (quitando los insultos), la contrapartida es el forero Russell que defiende muy correctamente sus ideas (las comparta o no).

Gracias a Gardel por enlazar el tema dentro de este foro

http://www.transicionestructural.net/transicion-estructural/deudalismo-decrecimiento-y-tecnologia/



Enlazo el tema de Ohenry

(lacartadelabolsa) Muy buen resumen, y solucion evidente

Esto ya lo deciamos en el foro desde hace muuuuucho tiempo.




La Carta de la Bolsa - ¡Es la tecnología, estúpido!


¡Es la tecnología, estúpido!
Fernando Herráiz ******* - Sábado, 25 de Febrero


“No sabemos lo que pasa, y eso es lo que pasa J. Ortega y Gasset. Allá por el otoño de 1992 Bill Clinton, joven y telegénico gobernador de Arkansas, aspiraba a convertirse en presidente de Estados Unidos. Para lograrlo, debía derrotar en las urnas a George Bush padre. La empresa parecía harto difícil, pues el presidente en ejercicio acumulaba un impresionante currículo en política exterior: había visto caer el muro de Berlín, y obligado a morder el polvo al archienemigo iraquí. James Carville, estratega del Partido Demócrata, comprendió que debía centrarse en los puntos débiles del rival, e ideó una tabla de eslóganes para uso interno de la candidatura. ¡Es la economía, estúpido! fue uno de ellos. La expresión hizo fortuna y se convirtió en el lema oficioso de la campaña de Clinton. Tras su inesperado triunfo, la frase adquirió ribetes de profecía o premonición, perdió gran parte de su carga ofensiva, y su uso se extendió para describir todo tipo de situaciones en las que se cometen errores de bulto, o se presta atención al detalle y se olvida lo fundamental.

El 27 de marzo de 2007, el presidente del gobierno del Reino acudió a un programa de televisión. Se le preguntó si llegaríamos a los 3 millones de parados. Rodríguez Zapatero esbozó una sonrisa, y dejó bien claro que “de ninguna manera entraba en las previsiones del gobierno”. En aquel año proliferaban las sonrisas.


Más o menos por las mismas fechas, Santiago Niño Becerra, economista catalán entonces poco conocido, acudía a otro programa y vaticinaba que pasaríamos de los 5 millones. La afirmación fue recibida por sus contertulios, todos expertos en la cosa economía, con aspavientos y carcajadas contenidas.
Ya bien entrado 2009, el gobierno hubo de reconocer que la situación era grave. Rodríguez Zapatero ya no sonreía. La oposición y la ciudadanía le reprochaban no haber visto venir la crisis, y manejar datos y previsiones económicas fantasiosas.


Nadie nos avisó, respondió el presidente, y el Reino se quedó (o debió hacerlo) con la boca abierta. Lo cierto es que no mentía. Nadie nos avisó. Y cuando decimos nadie nos referimos a aquellos que debieron hacerlo: el FMI, la FED, el Banco Mundial, la OCDE, la Comisión Europea, el BCE, el Banco de España, la CNMV, las agencias de calificación, los centenares de fundaciones y gabinetes de estudio de bancos, cajas de ahorro, aseguradoras.., y por supuesto el gobierno del Reino.


Hoy, la mayoría escurre el bulto y apoyándose en uno u otro informe ambiguo (todos lo son en cierta medida) se apuntan al ya lo decía yo. Pero la verdad a pies juntillas es que lo que se nos vino encima no fue anunciado por ninguna de las instituciones económicas encargadas de hacerlo.


¿Qué ocurrió? ¿Cómo fue posible un error de tal magnitud? Y…, ¿qué dicen los protagonistas del desaguisado?


En general, se ha pasado de puntillas sobre tan comprometedor asunto, pero alguna explicación había que dar. Y se han ofrecido dos:


La economía no es una ciencia exacta. Es la que se ha transmitido al gran público, y sin ánimo de hacer sangre, suena a excusa de patio de colegio. Porque una cosa es equivocarse en unas decimas en tal o cual previsión, prever las consecuencias de súbitas guerras, conflictos políticos o accidentes financieras localizados, y otra bien distinta, asumir y pregonar a los cuatro vientos que la economía mundial va en una dirección, cuando en realidad va exactamente en la contraria.

La segunda explicación, reservada a ambientes más especializados, afirma que efectivamente, en determinadas instancias (léase bancos de inversión y agencias de calificación principalmente) se sabía o al menos se intuía que el estado de la cosa económica era insostenible, pero los que estaban en el ajo ganaban tanto dinero que lo dejaron correr…


Esta versión suele tranquilizar a muchos, pues se identifican unos culpables (los malditos especuladores) y una causa: la codicia y la infinita avidez de riqueza.


La infinita avidez es por definición mala, y los especuladores, ya se pueden imaginar… Bien, ya sabemos cuál es la causa de las penurias que sufren millones de ciudadanos del mundo. Sin embargo…, la pregunta no era ¿quiénes son los culpables?.. sino ¿por qué no se vio venir la crisis?
Veámoslo más de cerca. Solo el gabinete económico de La Moncloa cuenta con un centenar de economistas. El FMI con más de 3000, el Banco Mundial y la OCDE con cantidades similares…si añadimos el resto de instituciones mencionadas…nos salen muchos, muchísimos economistas perfectamente cualificados…, ¿estaban todos conjurados en un pacto de silencio?


Aunque salta a la vista que se trata de un gremio extraordinariamente gregario, es difícil de creer… ¿Entonces…? Quizá les ocurrió algo semejante a lo sucedido a Mr. Bush en las elecciones del 92.


Para situar el problema, repasemos las repuestas que han ofrecido las principales corrientes de pensamiento económico a la pregunta de ¿por qué estamos en crisis?


Liberal-Conservadora.


Esta corriente (la más influyente) no ha hecho un intento mínimamente serio de explicar a la ciudadanía las razones del cambio de ciclo. Más bien se ha limitado a acuñar eslóganes. El más exitoso: estamos en crisis porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades.


Socialdemócrata.


Su vocero más conocido es Paul Krugman. Estamos en crisis por la falta de regulación de los mercados. Esto ha llevado, entre otras cosas, a una política crediticia suicida.

Izquierda.


Minoritaria, pero política e ideológicamente en ascenso. Estamos en crisis a causa del aumento de la desigualdad en la distribución de la propiedad y las rentas. Su origen se remonta a los primeros 80, cuando comenzaron a materializarse las políticas neo-liberales que han drenado la capacidad adquisitiva de los trabajadores, propiciando una disminución continuada de la demanda.


¿Quién lleva razón? Para intentar averiguarlo, probemos a introducir un elemento soslayado, o al menos infravalorado, por las tres corrientes.


Si se utilizase la tecnología disponible en 2000 para producir el mismo volumen de bienes y servicio que en 1975, los trabajadores necesarios se reducirían en los siguientes porcentajes:



OCDE -35%
Asía Meridional -48,5%
Asia Orienta -50,6 %
América Latina 22,5
África Subsahariana -23,5

Estas cifras ponen de manifiesto algo de sobra sabido: toda innovación tecnológica introducida en el ciclo económico tiene como objetivo reducir el tiempo de trabajo necesario para la producción de un bien o servicio. O lo que es lo mismo, destruye puestos de trabajo.


Podríamos poner infinitos ejemplos , pero basta echar un vistazo alrededor, fijarse en la manera en que hoy se hacen las cosas, y compararla con la de 20 años atrás. El contraste es notable, aún asumiendo que el grueso de los cambios pasa desapercibido al gran público, pues se realizan en el seno de las empresas. En su mayoría se trata de pequeñas o ínfimas innovaciones que automatizan, simplifican o aceleran alguna etapa de los innumerables procesos productivos utilizados hoy en día.
Junto a estos avances acumulativos, de cuando en cuando ocurren autenticas revoluciones tecnológicas que trastocan las bases mismas de la producción (petróleo, electricidad, telégrafo, informática, internet, código de barras,...) y aceleran vertiginosamente la sustitución de seres humanos por máquinas.


No les quepa duda de que en este preciso instante miles de mentes de todo el mundo están estudiando la manera de abaratar y aumentar la eficacia de cualquier actividad imaginable.
Pero la tecnología no solo avanza que es una barbaridad, sino también se ha extendido bárbaramente. En el siguiente mapa se señalan los países en los que se producían automóviles en 1967.



.

En 2010…




Es claro que en vez de automóviles podríamos referirnos a infinidad de productos industriales. La ventaja tecnológica de occidente es cada vez más exigua, quedando reducida a sectores como el militar, aéreo-espacial, biotecnología, nuevos materiales, nanotecnología, maquinaria de precisión…, y poco más.


Como decimos, esto es perfectamente conocido y ningún economista, sea cual sea su tendencia lo niega, pues las cifras son apabullantes.


Ahora bien, el fenómeno se suele encarar argumentando de la siguiente manera: de acuerdo, la tecnología destruye puestos de trabajo en la agricultura e industria, pero los crea en el sector servicios. ¿Es eso cierto, o se trata de otro mito de economistas? Veamos. El siguiente gráfico refleja la evolución de la población ocupada en USA en el último siglo.


Fuente: OCDE.


Como se ve, el porcentaje de trabajadores del sector primario ha caído drásticamente, convirtiendo esta actividad en casi puramente tecnológica. Por su parte la industria aumentó su peso relativo hasta los años 80, momento en que inicia un suave declive. Y efectivamente, el sector servicios ha experimentado una monumental escalada. Parece pues, que la hipótesis de la neutralidad de la tecnología en relación al número absoluto de puestos de trabajo se confirma. Ahora bien, lo relevante consiste en preguntarse si el sector servicios compensa la totalidad de los puestos de trabajo destruidos en agricultura e industria.


Para saberlo, comparemos el valor del total de lo producido en USA a partir de 1980 con el volumen de la población involucrada en dicha producción.




Fuentes: Banco Mundial. Bureau of Labor Statistics.
Elaboración Propia.


La horquilla que forman ambas líneas tiende a abrirse. Esto significa que para producir la misma cantidad de bienes y servicio, se precisa cada vez menos mano de obra.


Es decir, que en la patria y vanguardia de la informática, internet, video juegos, telefonía móvil, redes sociales, bio-tecnología, nano- tecnología, aéreo-espacial, nuevos materiales. De los innovadores, los empresarios imaginativos, visionarios, emprendedores, filántropos, capitalistas compasivos. De las fundaciones, bancos solidarios y corporaciones comprometidas socialmente…, la tecnología está destruyendo más puestos de trabajo de los que crea. Lo cual no tiene nada de raro, pues precisamente ese es su objetivo.


Visto con algo más de detalle, la incapacidad del sector servicios para absorber los excedentes de fuerza de trabajo se acelera a partir de mediados de los 80, coincidiendo con el desembarco masivo de la informática y la explosión tecnológica en Asia.

Añadamos una última consideración, también conocida y admitida por la mayoría de los economistas: en un sistema de libre mercado moderno, solo se produce aquello que se puede consumir. O más exactamente, aquello que se puede vender. De donde se sigue que la capacidad de consumo determina la cuantía de lo producido, y no al revés.


En términos teóricos, los liberal-conservadores defienden la ley de Say, que afirma que todo bien o servicio producido crea una demanda equivalente a su valor. Pero en la práctica, olvidan el postulado y admiten implícitamente la primacía esta última.


Esto se evidencia en una de sus recetas favoritas: cuando un país o zona económica entra en recesión, debe aumentar su competitividad a toda costa, es decir, debe conseguir más demanda para sus productos, pues es la única manera de crecer. En definitiva, la demanda es la que finalmente mueve la economía.


Ahora bien, ocurre que tal demanda precisa de un consumidor final que cierre el ciclo productivo, y resulta que en los países desarrollados, entre el 70% y el 80% de los consumidores son trabajadores asalariados. Luego, el volumen de lo producido y por tanto el crecimiento y la salud de la economía, depende principalmente de la capacidad de consumo de los trabajadores, o lo que es lo mismo, del nivel de los salarios.


Bien, reuniendo los aspectos tratados, podemos comenzar a construir un relato verosímil de los orígenes de esta crisis.


La tecnología disminuye las necesidades globales de mano de obra. Este proceso se agudizó a partir de la década de los 80. En un sistema de libre mercado, la fuerza de trabajo es una mercancía como otra cualquiera, sometida a las leyes de oferta y la demanda, luego…, su valor debió de disminuir. ¿Ocurrió así realmente?


. Fuente: INSEE (2006), Comisión Europea (2007), FMI (2007)
Michel Husson. La subida tendencial de la tasa de explotación.



El gráfico anterior muestra la evolución de las rentas del trabajo en relación al PIB en los países de la Unión Europea y el G7. Es una suerte de radiografía que refleja el declive relativo de los salarios en el mundo desarrollado. En torno a 1984, se cruzó en sentido descendente la línea del 65%, cifra que funciona como indicador de futuras dificultades.


Si como hemos señalado, el volumen de la producción depende en última instancia del nivel de salarios, a partir de los 80, el PIB de los países mencionados debería haber disminuido, cosa que no sucedió. ¿Cómo fue esto posible? En siguiente gráfico nos aclara el misterio.


Fuentes: OCDE. Cecchetti, Mohanty and Zampolli. The real effects of debt.



Esta fue la evolución de la deuda contraída por familias (+600%), empresas (+310%) y estados (+440%) en los países de la OCDE. La conclusión es clara: a los trabajadores
se les pagó relativamente menos, pero se les permitió endeudarse mucho más.
Así se salvó el consumo, y por tanto la producción, y… se consiguió crecer.


El relato completo queda pues de la siguiente manera:


-El avance y extensión de la tecnología implican una reducción mundial de la necesidad de fuerza de trabajo.
-Esto ha supuesto un descenso de su valor, y por tanto de la capacidad adquisitiva de los salarios.
-Dado que esta capacidad es la que determina finalmente el volumen de la producción, se recurrió al crédito generalizado para evitar el desplome.
-La deuda de las familias contagió a empresas y estados.
-Cuando el monto total se hizo insostenible, comenzó la crisis.


Por lo que estamos atrapados en un bucle perverso.


Exceso de crédito = Crisis de deuda.
Restricción del crédito = Estancamiento o recesión.



Se comprende lo delicado de la situación. Atendiendo al esquema liberal-conservador, la única salida posible es conseguir que las deudas se extingan, e intentar reiniciar el ciclo. Digerir las deudas implica pagar las existentes, y no contraer otras nuevas (recortes, restricción del crédito), lo cual requiere su tiempo. En esa fase nos encontramos. Para acelerar el proceso, tendrán lugar quitas o ampliación de plazos en todos los niveles de la economía, además de maniobras contables destinadas a compensar la disminución del valor de los activos de la banca.


Todo ello supondrá un largo periodo de penuria para amplias capas de la población, retrocediendo el estándar de vida en una o más décadas.


No hay que descartar tropiezos que rompan el precario equilibrio mundial, en forma de contestación social, crisis de deuda, pánico bursátil o burbujas incontrolables, pero si el capitalismo consigue reiniciar el sistema, se enfrentará a las consecuencias de un proceso implacable: en el ínterin, la tecnología habrá desarrollado nuevas y eficaces maneras de producir cualquier cosa que se pueda vender.


La necesidad de fuerza de trabajo habrá disminuido y con ello la capacidad de consumo. Y el eterno dilema capitalista (¿a quién vender?) volverá a la casilla de partida.

Por lo que en el fondo, estamos en crisis porque el actual diseño productivo-financiero es incapaz de gestionar correctamente la tecnología disponible (y previsible). O de otra manera. Las líneas maestras de lo que hoy conocemos fueron trazadas tras la II Guerra Mundial, tomando como referente un nivel tecnológico muy diferente al actual.


A poco que se reflexione, se comprende que lo raro, lo extraordinario sería que con cambios tan importantes en las raíces de la economía, el tinglado pudiese seguir manejándose con los métodos de siempre

Visto desde este ángulo, la afirmación liberal-conservadora de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, suena a broma de mal gusto. Si el crecimiento se ha sustentado en deuda, ha sido porque ellos lo decidieron, o más bien, porque dada su absoluta aversión a un reparto equitativo de las rentas, no tenían otro mecanismo a su alcance. En cuanto hemos dejado de vivir por encima de nuestras posibilidades, el sistema se ha parado.


Sus nuevas consignas son: no basta con recortar, es necesario también estimular. Y sobre todo: es imperativo que el crédito retorne a la economía real. O sea, vuelta a las andadas. Con el agravante de que simultáneamente se imponen políticas destinadas a mermar la capacidad adquisitiva de los asalariados. ¿Creen realmente que en estas condiciones, el ciclo deuda-consumo puede volver a funcionar como en los viejos y buenos tiempos? Sospechamos que no. Barruntamos (más bien nos tememos) la existencia de un plan B, que poco a poco se irá revelando a la población.


En cuanto a los socialdemócratas, su desfondamiento ideológico es clamoroso. La crisis los cogió con las vergüenzas al aire, pues hacía mucho que no entraba en sus cálculos que el capitalismo pudiese sufrir un accidente de importancia. La desregulación financiera propició una política crediticia suicida. Efectivamente, la que sirvió para crecer, la que llevó a exclamar al señor Rodríguez Zapatero en 2006 “España ha entrado en la Champions League de la economía”.


Por su parte, la izquierda tiene razón al afirmar que el aumento de las desigualdades propiciado por las políticas neoliberales está en el origen de la crisis. Pero suele obviar que si estas políticas se pudieron imponer, si Margaret Thatcher pudo someter a los sindicatos y Reagan y siguientes otorgar infinitas ventajas fiscales a los más ricos, se debió a que sobraba mano de obra, y se sabía que iba a sobrar mucha más. Sin este presupuesto, la dirigencia capitalista se habrían visto obligada a negociar, tal y como lo había hecho en el pasado. De nuevo la tecnología.


Más allá de esta consideración, la izquierda (especialmente la sindical) debe revisar su relación con el hecho tecnológico, pues es heredera de una concepción de la cultura del trabajo que está siendo ampliamente superada por los hechos.


Y es que los hechos están superando y cambiando muchas cosas, entre otras, el significado de conceptos tan añejos como dinero, ahorro y trabajo. De eso hablaremos en otra ocasión.



¡Es la tecnología, estúpido! El siguiente gráfico recoge la evolución del número de habitantes del planeta. Se observa un cambio brusco del ritmo de crecimiento a partir de la revolución tecnológico- industrial.


Luego, somos hijos, o más bien productos de la tecnología. Sin ella, la mayoría de nosotros no estaríamos aquí. Que el factor tecnológico es determinante se evidencia en el hecho de que no estamos dispuestos a prescindir él. Salvo fuerza mayor, jamás aceptaremos volver a segar a mano, descargar camiones al hombro, caminar kilómetros para ir al colegio o prescindir de la electricidad.
Se entenderá que opinemos que a lo largo de esta crisis la atención se ha focalizado en exceso en lo financiero, cuando es seguro que, para bien o para mal, lo que permanecerá será lo tecnológico.









Solucion evidente: REDUCCION DE JORNADA LABORAL, 10% DE PARO POR LEY CONSTITUCIONAL. El Ministro que no lo cumpla, a la puta calle, sea del PPSOE o de lo que venga

No es pedir el pleno empleo, es pedir que no nos peguemos de hostias por un trabajo. El 10%, con una jornada de 30 horas semanales suficiente. Al que no lo cumpla, garrote. En unos meses todos rectos como velas, y las empresas desgravando por numero de trabajadores.

Se cuidarian mucho de meter a inmigrantes esquiroles, se juegan el puesto. Auditoria politica, que respondan de su incapacidad!. En la Constitucion, como el deficit. Prioridad absoluta.

Ya podeis rajar, pero leeros bien el articulo, esta muy bien resumido todo.

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Resumen.

Enlazo este tema de cuchilla en "temas calientes"

Sociedad: El peor error de la historia: De media trabajaban entre 12 y 19 horas a la semana

El peor error de la historia: De media trabajaban entre 12 y 19 horas a la semana

En su ensayo de 1987, The Worst Mistake in the History of the Human Race (El peor error de la historia de la raza humana), el antropólogo Jared Diamond comentaba la cantidad de tiempo libre que disponía la gente hace más de 10.000 años cuando vivían en tribus y se limitaban a cazar y poco más. De media trabajaban entre 12 y 19 horas a la semana. El resto de su tiempo lo dedicaban al ocio.

No obstante, con la llegada de la agricultura hace unos 10.000 años, las vidas de los humanos empezaron a ser más intensas laboralmente hablando. La gente se establecía en un lugar para mantener sus cultivos. Esto, pese a que pueda parecer lo contrario fue malo para su salud ya que les llevó a una dieta menos variada, trajo enfermedades epidémicas y lo que es peor, creó una división de clases ya que a diferencia de la caza, la agricultura permitía conservar los alimentos por mucho tiempo, o lo que es lo mismo, pemitió el ahorro o lo que es lo mismo, ricos y pobres. En pocas palabras, Diamond postula, que convertirse en especies basadas en la agricultura fue «el peor error de la historia de la humanidad» que con diversos altibajos en la historia nos ha llevado a trabajar cada vez más.

La New Economics Foundation (NEF) afirma que no hay nada natural o inevitable en lo que se considera una semana de trabajo «normal» de 40 horas en la actualidad. Al levantarse mucha gente se ve atrapada en un círculo vicioso de trabajo y consumo. Viven para trabajar, trabajan para ganar dinero y ganan dinero para comprar cosas. En esa ecuación falta un hecho importante que los investigadores han descubierto acerca de la mayoría del consumo material de las sociedades ricas: la mayor parte del placer y satisfacción que obtenemos al comprar es temporal, efímera y principalmente solo relativa a aquellos que nos rodean (que se esfuerzan por consumir aún más en una espiral sin fin).

La NEF alega que necesitamos conseguir tener vidas verdaderamente felices, necesitamos retar a las normas sociales y reajustar el reloj industrial que suena en nuestras cabezas. Considera la semana de 21 horas esencial para ello por dos razones: redistribuiría el trabajo remunerado, ofreciendo la esperanza de una sociedad más equitativa (ahora hay demasiados con exceso de trabajo o desempleados) y al mismo tiempo, nos permitiría disponer de tiempo para aquellas cosas importantes para nosotros pero para las que rara vez contamos con tiempo para hacerlas bien, como cuidar de nuestra familia, viajar, leer o seguir aprendiendo.

Por no mencionar, que podría ser la única manera en la que una sociedad global moderna no acabaría con los recursos de la tierra. Crear niveles de vida de la UE para todo el mundo implicaría que en 2050 sería necesario un crecimiento de la economía mundial seis veces mayor, lo que tendría posibles consecuencias devastadoras. En lugar de hacer crecer la economía, quizás necesitamos recalibrar a la sociedad para que todo el mundo sea más feliz y tenga éxito con menos.

Los retos son importantes, ninguno mayor que conseguir que la mayoría de la sociedad pueda vivir con la mitad de sus ingresos actuales. Y sin duda, muchos considerarán esto como socialismo o algo peor. Otros tantos se opondrán a que les digan que 21 horas es normal o que 80 es demasiado. John Maynard Keynes, dijo en 1930 que a principios del siglo XXI trabajaríamos solo entre 15 y 21 horas a la semana, y que estaríamos centrados en «cómo utilizar la libertad obtenida al desprendernos de la presión de las preocupaciones económicas». Como escribe la NEF: «Keynes se equivocaba en su previsión, pero no estaba equivocado, según nuestro parecer, en concebir una manera muy distinta de utilizar el tiempo».

La experiencia francesa demostró que las 35 horas semanales son probablemente una utopía y la actual crisis nos está haciendo a todos trabajar más cobrando menos, por otro lado las legislaciones laborales no están orientadas hacia este modelo de pocas horas, pero reflexionando sobre la alarmante tasa de desempleo ¿no tendría sentido replantearnos nuestra jornada? ¿no estamos infravalorando demasiado nuestro tiempo libre?.


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Como no se como insertar los videos en este foro pongo el enlace a burbuja donde había puesto unos interesantes videos sobre el tema

http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/218206-automatizacion-industrial-origen-de-todos-males-10.html

Son varios pero este me ha gustado

Marshall Brain - Automatización y Desempleo
(Me he reido con estas dos frases:
los abogados, roguemos, sean reemplazados por esto
Los financieros no seran muy dificiles de reemplazar de acuerdo a la historia reciente)

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Resumen:

Automatización flexible

Automatización flexible: ¿nuevo paradigma tecnológico y organizacional?. | Herramienta


Automatización flexible: ¿nuevo paradigma tecnológico y organizacional?.
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Autor(es): Sotelo Valencia, Adrián

Sotelo Valencia, Adrián. Investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos de la FCPyS de la UNAM y catedrático del Posgrado en Estudios Latinoamericanos de la misma universidad (UNAM, 1990). Desde 1995 se desempeña como profesor titular de tiempo completo en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Entre otros escritos, ha publicado el libro México: dependencia y modernización. (El Caballito, 1993). En la actualidad desarrolla el proyecto de investigación: Sociología y política del trabajo en México.

4.1. Introducción

Junto al mito de la pérdida de centralidad del trabajo asalariado, muchos autores encuentran en la “rigidez” y en las regulaciones gubernamentales del Estado capitalista keynesiano las “fuentes” del aumento del desempleo (segundo mito en importancia levantado por los economistas y sociólogos neoclásicos).
Lo curioso es que la mayoría de los críticos de la economía keynesiana no reconozcan que ésta constituyó un invaluable instrumento de desarrollo del capitalismo en el mundo, independientemente de que la palanca haya sido el Estado o el mercado, porque lo que estratégicamente importa no es tanto el medio, sino el fin: ¡reproducción del capitalismo!
En el presente artículo nos interesa discutir los conceptos “rigidez” y “flexibilidad”, en la medida en que generalmente se identifica al primero con el Estado, achacándole el origen de la crisis y de todos los males sociales mientras que, al segundo, se le asocia asombrosamente con el mercado y sus “virtudes” para “garantizar” bienestar social, desarrollo y justicia social, categorías que se van mancomunando con la flexibilidad.
Estos conceptos se desdoblan en dos estrategias: mientras que la rigidez “produce” proteccionismos e ineficiencias que inhabilitan al sistema para generar crecimiento y desarrollo; la flexibilidad garantiza la competencia, la liberalización económica y el surgimiento de una economía privada basada en las “fuerzas del mercado”, que se convierten, según sus ideólogos, en el motor de las estrategias de desarrollo económico y social.

4.2. ¿Rigidez proteccionista vs. flexibilidad neoliberal?

En relación con esta discusión, se plantea que: “Las mayores tasas de desempleo observadas en Europa (en comparación con Estados Unidos) han encontrado una fuente de explicación en los mayores costos no-laborales y las regulaciones del mercado de trabajo que enfrentan estas economías. Surge, entonces, la posición de quienes ven en la ‘flexibilización’ del mercado de trabajo, entendida como una desregulación que permita un ajuste[1] de los salarios y del empleo a las condiciones de mercado, una alternativa de política para disminuir el desempleo”.[2] Lo que en el largo plazo resulta tautológico, puesto que las políticas auspiciadas por el “mercado”, o sean, por las políticas empresariales o pro-empresariales que promueven los gobiernos en el contexto del patrón neoliberal de acumulación, son generadoras de desempleo y de pobreza, como constatamos en el capítulo cinco.
Muchos autores, entre ellos Pilar Romaguera, no diferencian entre la situación de los mercados de trabajo en Europa, por una lado y la de los Estados Unidos por el otro. En cuánto a los primeros, resultados de una investigación aclaran que: “En las economías donde hubo mayor avance en los programas neoliberales (Estados Unidos e Inglaterra), la degradación en las condiciones de vida de los desempleados fue significativa, debido al recorte en los planes sociales y al estímulo a la flexibilización en el mercado de trabajo. En los países que mantuvieron los programas de atención a las medidas de protección y a la garantía del ingreso a los desempleados (Suecia y Alemania), la caída en el patrón de vida fue atenuada”.[3]
En términos generales, Perry Anderson demuestra que el objetivo histórico del neoliberalismo, el de la reanimación del capitalismo mundial, no sólo se alcanzó sino que fue francamente decepcionante, debido a la caída sistemática de las inversiones en las industria de equipos productivos que: “...no sólo creció durante los años ochenta, sino que cayó en relación a sus niveles medios de los años setenta. En el conjunto de los países del capitalismo avanzado las cifras son de un incremento anual de 5,5% en los años sesenta, de 3,6% en los años setenta y nada más que de 2,9% en los años ochenta. Una curva absolutamente descendente”,[4] mientras que las experiencias más exitosas las exhiben las regiones y países “menos neoliberales” como las del extremo oriente (Japón, Corea, Formosa, Singapur y Malasia).
Por eso afirmaciones como la siguiente se deben matizar: “El desafío parece ser cómo lograr un funcionamiento del mercado laboral acorde con las exigencias de flexibilidad impuestas por la competencia internacional y, a la vez, mantener criterios de equidad y protección de los trabajadores”.[5]
Lógicamente que esta situación de los mercados laborales se desarrolla en un ambiente neoliberal que, desde la perspectiva del proceso productivo, supone la flexibilidad y la desreglamentación del trabajo. Y si bien el mundo del trabajo debería adaptarse a sus normas y condiciones (uso de la fuerza de trabajo), lo debería hacer preservando en lo esencial sus derechos, la “...equidad y protección de los trabajadores”. Pero esto, en las condiciones actuales, representa más bien un “ideal” a alcanzar por los trabajadores sencillamente porque, de acuerdo con las características y dinámica del patrón de acumulación neoliberal que apuntamos en el capítulo 2 (empobrecedor y excluyente), una de sus premisas es justamente el deterioro del trabajo y la distribución regresiva del ingreso a favor de las capas intermedias y superiores de la burguesía, como acreditan todos los indicadores oficiales en la materia.
Nuestra tesis es, por el contrario, que hoy en día, debido a las características que está asumiendo la mundialización del sistema capitalista –(declive del sector industrial, desorganización de los trabajadores, debilitamiento de los sindicatos y de la intervención estatal en la economía, irrupción de métodos japoneses de organización del trabajo, automatización, etcétera.)–, existe una tendencia a homogeneizar las condiciones de explotación y organización del trabajo en las economías avanzadas y que se expresa en el desempleo, el deterioro de los mercados laborales y la exclusión social. Esta tendencia está encaminada a elevar la intensidad del trabajo y, en algunos casos, a extender la jornada laboral más allá de su límite normal; a rebajar los salarios con ayuda de un incremento de la competencia entre los propios trabajadores (aumento de la oferta sobre la demanda en los mercados laborales) y a incurrir en el pago del salario por debajo de su valor. Por último, a aumentar la productividad del trabajo y la cuota de ganancia.
De tal manera, que no es tanto en la “rigidez” (identificada con el Estado interventor), o la “flexibilidad” (que se asemeja mecánicamente con el mercado), donde radica el núcleo de los problemas del desempleo estructural. Porque se puede demostrar que justamente en aquéllas experiencias donde más avanzó el neoliberalismo promoviendo la economía de mercado en las relaciones laborales, incluyendo, aquí, el empleo y la contratación, los salarios y las calificaciones, es donde más se registró deterioro de los mercados de trabajo, de la calidad de los empleos y las remuneraciones, tanto en Estados Unidos, como en América Latina y en algunos países europeos.[6]
Si bien se puede sostener que la economía global se va abriendo paso mediante la “...transformación en profundidad del modo predominante de organización del trabajo”,[7] ¿significa esto una nueva revolución científico-técnica”?[8]

4.3. Revolución tecnológica

En Maquinaria y Gran industria, Marx demostró cómo la maquinaria aprisionó y amoldó la fuerza de trabajo del obrero. Estudió en detalle esta génesis y concluyó con la tesis de que el modo de producción capitalista es esencialmente un dispositivo encaminado a sustituir fuerza de trabajo con el fin supremo de elevar la cuota de ganancia en detrimento de la plusvalía.
El taylorismo y más tarde el fordismo, que cubren los finales del siglo pasado y se extienden hasta el período posterior a la segunda guerra mundial, contribuyeron a elevar la productividad del trabajo, la plusvalía y la ganancia con la racionalización del trabajo asalariado y la incorporación del obrero masa al proceso de consumo. Este modelo alcanzó su límite en la década de los sesenta.
Mientras que la producción convencional se basaba en la producción masiva y uniforme, o sea, en un tipo que era esencialmente intensivo en trabajo y habilidades, en cambio, la automatización se aplica en lotes pequeños y medianos de producción. De esta forma este nuevo paradigma tecnológico[9] basado en la microelectrónica y la informática sustituye al anterior, al fordismo que, de acuerdo con Robert Boyer, “...entra en crisis, oculta a fines de los años sesenta y abierta después de los dos ‘shocks petroleros’ ”[10] fundado en la energía barata y abundante, y en otros elementos materiales intensivos en energía, petróleo y gas.
Se está afianzando en el mundo una transición dialéctica del sistema capitalista, cuya locomotora era el Estado, al dispositivo neoliberal del mercado, como motor del nuevo paradigma industrial.
Ante el agotamiento del ford-taylorismo, como paradigma de las relaciones industriales y de la organización del trabajo, se fue imponiendo el “modelo japonés” en el mundo. A este respecto, un autor dice que: “Si esas experiencias de la acumulación flexible, a partir de la experiencia de la 'Tercera Italia' y de otras regiones como Suecia, han traído tantas consecuencias, en tantas direcciones, fue, sin embargo, el toyotismo o el modelo japonés el que mayor impacto ha causado, tanto por la revolución técnica que ha operado en la industria japonesa, como por la potencialidad de propagación que algunos de los puntos básicos del toyotismo han demostrado, expansión que hoy llega a una escala mundial”.[11] Y si ha llegado a esta escala universal ha sido justamente por la conveniencia del capital en la medida en que le representa una alta rentabilidad. ¿Ha cambiado este objetivo? Desde nuestra perspectiva, no.
Los nuevos métodos de organización del trabajo entramados en el paradigma toyotista, constituyen un instrumento para elevar la productividad y la cuota de ganancia y reorganizar el proceso de trabajo sobre otras bases, a partir de la descomposición del “obrero masa”. Por lo menos esta es la dirección a que apunta el toyotismo, como paradigma que tiende a asumir un carácter universal, frente a la irreversibilidad del incremento de la precarización del trabajo, de la disminución cuantitativa y cualitativa del trabajo industrial, del crecimiento de los servicios y del “sector informal” en el seno de la larga onda depresiva de la economía capitalista mundial.[12]

4.3.1. Reestructuración y reconversión productiva

La necesidad de realizar “ahorros” en fuerza de trabajo, el uso cada vez más frecuente de tecnología en la producción y la propensión del capital a concentrar sus recursos en la esfera financiera, explican por qué la reconversión del trabajo se da en la dirección de someterlo a regímenes de superexplotación y pobreza.
En los países industrializados la revolución (capital y trabajo), se llevó a cabo simultáneamente en los procesos de trabajo y en las relaciones industriales, hasta coincidir con la liquidación del Walfare State y de sus dispositivos encarnados en los procesos productivos y en las relaciones de gestión empresarial del fordismo y el taylorismo posbélicos.[13]
A partir de ahí se abrió un debate interesante relacionado con la siguiente pregunta: ¿qué es lo que reemplaza al Estado keynesiano? Y como respuesta se abrieron dos escenarios:
a) Para unos, una “economía de libre empresa” dinamizada por las fuerzas del mercado.[14]
b) Para otros, una “economía mixta”, con círculo virtuoso que combina intervencionismo estatal con libertad de mercado, como en el capitalismo asiático.
Desde otra perspectiva, así como el ford-taylorismo fue la “infraestructura” del Estado keynesiano del bienestar, la “automatización flexible y programada” tiende a configurarse como la “infraestructura” del Estado mínimo neoliberal de la economía de mercado.

4.3.2. La automatización flexible

El capital se esmera por romper las incómodas regularidades y rigideces del mundo del trabajo, de la vida cotidiana y de los negocios por medio de dispositivos y tecnologías flexibles fundados en la microelectrónica y la informática, como vimos en el capítulo I.
De hecho a esto apuntan las tesis regulacionistas y neoshumpeterianas respecto a la flexibilidad y el debate que en referencia a la “rigidez” estructural del capitalismo se viene desarrollando desde diferentes perspectivas en los últimos años.
En efecto, a diferencia de la economía clásica y de los teóricos neoclásicos, los autores enmarcados en la escuela de la regulación indagan las causas de la crisis a través de un método que busca “...descubrir las for*mas mediante las cuales el sistema económico encuen*tra la mejor manera de re*producirse. Estas formas entre*laza*das y articuladas conforman la reproducción y son llamadas por ellos la regulación”.[15]
Dentro de esta perspectiva, para Michel Aglietta, el “neofordismo” es la respuesta global del capital frente a las crisis del ford-taylorismo y constituye “...una evolución de las relaciones de producción capitalistas, que se encuentra todavía en gestación, y que tiene por objeto responder a la crisis de reproducción de la relación salarial a fin de salvaguardar esa relación fundamental, es decir, para perpetuar el capitalismo”.[16]
Para Gerard de Bernis, la crisis constituye una ruptura de la estabilidad estructural del modo de regulación capitalista.[17]
Benjamín Coriat, encuentra las causas de la crisis en el agotamiento de los métodos de producción fordistas y tayloristas, a partir de la incompatibilidad entre tasas decrecientes de productividad y de ganancia en el contexto del ascenso de los salarios reales, fenómeno que se va a expresar en “...la crisis de la organización científica del trabajo, el agotamiento de los métodos taylorianos y fordianos de organización del trabajo y la ausencia de un relevo significativo en el soporte de la valorización del valor”.[18]
Michel J. Piore y Charles F. Sabel, encuentran un sistema sociotécnico (“especialización flexible”), en tanto sistema de crecimiento económico y de relaciones sociales opuesto al ford-taylorista.[19]
Según Robert Boyer,[20] este nuevo sistema de relaciones sociales y de producción está encaminado a estimular la variedad y la diferenciación de mercados caracterizados por su inestabilidad y crecimiento raquítico y, por eso mismo, el sistema de “especialización flexible”, más que un mecanismo estructural de superación de la crisis del fordismo, constituye un auténtico mecanismo de defensa frente a ella.[21]
Para los motivos de la presente investigación, más interesante resulta el concepto de “automatización flexible” acuñado por Robert Boyer como un sendero tecnológico y productivo distinto de la nueva fase de acumulación posfordista. Este concepto tiene el mérito de integrar creativamente el fordismo y el taylorismo en una suerte de mixtura productiva, o flex-fordismo, que se interpone creativamente entre la “rigidez” de la cadena del fordismo clásico y la “especialización flexible” de corte defensivo de Piore.
En cuánto dispositivo socio-técnico, que afecta a los procesos productivos y de trabajo, la automatización flexible reclama la presencia institucional del Estado y la promoción de legislaciones ad hoc (privatización, desarrollo de la economía de mercado,[22]disminución del intervencionismo estatal, apertura externa, desarrollo tecnológico, etcétera.).
El capitalismo viene desarrollando, desde la década de los cuarenta, los dispositivos de la “automatización flexible” que, en cuánto acto de incorporación y de difusión tecnológica, no es un acto técnico o de “selección natural”, sino que depende de factores sociales y políticos y de las “...estrategias de las grandes corporaciones, de entendimientos institucionales y sociales y de la intervención estatal”.[23]
De entre estas estrategias surge una tipología como la que nos presenta Jean Jaques Silvestre y tiene utilidad metodológica para comprender la lógica de las transformaciones estructurales en curso. Así, en el plano de las mutaciones sociales se estarían sucediendo tres tipos de cambios: mecánicos, orgánicos y estructurales. Los dos primeros coexisten en el tiempo y en el espacio, y no implican una modificación de las bases estructurales del patrón de acumulación; en cambio, el tercer nivel de los cambios identificado, el nivel estructural, sí tiende a modificar las bases y principios del patrón de reproducción capitalista, por ejemplo, modificando drásticamente la organización del trabajo.
Estos cambios se proyectan desde las bases del sistema productivo hasta las relaciones sociales: los sistemas educativos y la calificación de la fuerza de trabajo, tal y como, por ejemplo, ocurre con el sistema onhista. En otras palabras, transforman más o menos rápidamente, según el grado de desarrollo de la economía en cuestión, los elementos que los regulacionistas identifican como “relación salarial”: el proceso de trabajo, la calificación, el empleo y los salarios.
Entonces se entiende que estos elementos existen de manera “externa” para configurar un cambio mecánico que no altera en sustancia el régimen de relaciones vigente; puesto que opera en la periferia de la estructura. Sin embargo, un cambio orgánico, interioriza la lógica de los cambios, pero sin afectar la estructura del patrón de acumulación. Pero el “cambio estructural”, que estimula la “automatización flexible”, corresponde al nuevo patrón de acumulación y a su configuración jurídico-legal que le da sustento y tiende a legitimarlo, tal y como sucede con el secundario-exportador en América latina.
De lo anterior surge la problemática de la “flexibilidad interna y externa”.
La teoría de la regulación distingue dos tipos de flexibilidad laboral: la flexibilidad interna al interior de las fábricas, en las empresas y en toda la economía (como forma dominante de producción y organización) y que corresponde a los cambios de tipo estructural (automatización flexible), y la flexibilidad externa, que es aquélla forma que asume el uso de la fuerza de trabajo por el capital dentro del proceso productivo y que, sin modificar los principios constitutivos del proceso de trabajo del patrón capitalista anterior, posibilita adaptarla a las constantes variaciones de la producción y de los mercados, aunque para ello tenga que incurrir en violaciones a las normas y leyes ju*rídico-laborales vigentes, como veremos más adelante.
Por eso consideramos que e[24]
Como el mundo del trabajo es una relación antagónica con el capital, la dialéctica del conflicto, la lucha y la negociación, entre los representantes de ambos mundos: el Estado y el capital por un lado y el sindicato y el trabajo por el otro, resulta que si la organización social y política de los trabajadores es débil, como ha ocurrido desde los años ochenta, entonces se fortalecen y consolidan las tendencias desestructuradoras y la precarización del trabajo; mientras que, si la situación es la inversa, es posible construir alternativas, relativamente, dentro de los límites del capitalismo, favorables para ellos.[25]
En los países dependientes no sólo se consiguió participar en mínima escala dentro del primer proceso, que implicaba transformaciones importantes en los procesos de producción, de comercialización y en los sistemas financieros, sino que, incluso, se frustraron las posibilidades de su intervención debido, como vimos, al agotamiento de la industrialización sustitutiva de importaciones y a las consecuencias económicas, financieras y tecnológicas que implicó, a partir de la crisis de la década de los ochenta, especializar los aparatos productivos en las actividades exportadoras, lo que de alguna manera redundó en una renuncia, a veces involuntaria, para mantener el proceso de industrialización.[26]
Dentro de este estrecho marco,los países dependientes iniciaron la reestructuración económica en el contexto, tanto de la crisis de la década de los ochenta, como de la dislocación de las relaciones internacionales al final de esa década, debido a la desintegración del “socialismo real” en la Europa del este, provocando que los recursos financieros y el margen de maniobra de la política económica de los Estados se estrecharan todavía más frente al aumento de la demanda de créditos y financiamientos por parte de los nuevos países surgidos de la desintegración de la ex-URSS.[27]
De esta forma, para colocarse como potenciales signatarios del capital dinero mundial, en ese marco de competencia intensificada entre diversos países y regiones del mundo, un numeroso grupo de países, entre los que de manera ejemplar destaca México, se apresuraron a adoptar “modelos económicos neoliberales” funcionales a la economía capitalista de mercado. Sin embargo, el precio a pagar ha sido alto, puesto que esos países se han visto forzados a realizar intensas reformas estructurales (apertura comercial, privatización de empresas públicas, reformas fiscales, laborales y pensionales; retiro de subsidios a la población y creciente disminución del gasto social, etcétera.), desencadenando una descomposición en el tejido social y una crisis política de la legitimidad del Estado que, entre otras cosas, estimuló un evidente debilitamiento de su soberanía, como se advierte en el caso mexicano.[28]
Por ello, en América Latina la reestructuración capitalista tuvo un camino distinto al que experimentó la mayor parte de los países desarrollados. Por un lado, la automatización de los procesos de trabajo se ha venido desarrollando muy lentamente, particularmente, al finalizar los ochenta en los países más grandes de la región. Con excepción de Brasil, que es el más avanzado, en los demás países es apenas una tarea propia de la década de los noventa.
La secuencia de la reestructuración sigue, más o menos, una trayectoria que pondera los cambios en el capital físico, en menor medida en la organización del trabajo y, por último, impulsa la reforma laboral, a través de la modernización. Este comportamiento puede ser ilustrado en el caso de Brasil.
En términos generales, para este país, la periodización del proceso de modernización cubre tres fases diferenciadas.
La primera, que se despliega a inicios de la década de los ochenta, se caracteriza por la introducción de los programas de participación en equipos denominados Círculos de Control de Calidad (CCC) como resultado de los siguientes procesos articulados: de las huelgas obreras que sacuden al período, de los intereses modernizadores de los empresarios y de la burguesía moderna, y como un mecanismo para contrarrestar la organización autónoma de los trabajadores brasileños.
Una segunda fase se caracteriza por una marcada tendencia, a mediados de los ochenta, al desaliento y fracaso de los CCC y al impulso nuevamente de los empresarios a invertir en la compra e instalación de nuevos equipos, particularmente en las ramas más dinámicas de la economía nacional y en la inversión en equipos microelectrónicos que elevarían el parque industrial de máquinas automatizadas. El resultado es una profundización de la heterogeneidad productiva y tecnológica, al observarse un lento y desigual proceso de difusión de la modernización en las ramas productoras de bienes de consumo duradero (textil, calzado, indumentaria) y un enorme crecimiento en las modernas y de punta, sobre todo en las industrias de proceso continuo (celulosa y papel, química y petroquímica), en el complejo metalmecánico (automotriz, aeronáutico, etcétera.) y en la industria de autopartes.
El final de los ochenta y el principio de los noventa, corona la tercera fase del cambio modernizador que se caracteriza por una pronunciada tendencia a desarrollar una “modernización sistémica”, centrada en el flujo de inversiones y en nuevas formas de organización de los procesos de trabajo.
Las causas que conducen a esta última fase del proceso de modernización reciente en Brasil son: a) la profundización de la crisis económica a partir de 1990 y b) la política de apertura oficial del gobierno para estimular la competencia intercapitalista en función de los patrones internacionales de producción y de competitividad.
En esta última fase, de igual forma que en otros países latinoamericanos, va a surgir la necesidad de modificar las leyes laborales con el fin de ajustar su institucionalidad jurídica, con la expedición de leyes, normas y reglamentos internos, a las nuevas condiciones de la economía brasileña, acompañadas de la adopción de métodos y técnicas de origen japonés tales como el Kan-Ban, Kaizer, la Organización Celular, el Control Estadístico de los procesos y de los productos, el Control Total de Calidad, el Cero Error, etcétera. [29]
Casi como norma, han sido los reajustes en el proceso de trabajo y en las plantillas laborales, los que han antecedido la introducción de tecnología para aumentar la productividad del trabajo en las empresas. Esta vía se constata por ejemplo en México y en Chile. Brasil quizás se encuentre en una situación intermedia.[30]
Generalmente los aumentos de productividad se han conseguido en dos etapas:
a) Primero, mediante la aplicación de “tecnologías blandas” –(concepto que esconde la reorganización del proceso de trabajo con cargo en la mayor explotación del obrero)–, es decir, “...en la reorganización de líneas de producción, en la introducción de mejoras en la organización del trabajo, así como en la reducción de tiempos muertos, especialización en tareas de mayor productividad, mayor control de inventarios, etcétera.”[31]
b) En la segunda fase, se incorporan “tecnologías duras”: equipos y maquinaria moderna como resultado del aumento de la inversión en capital fijo. Esta es la vía que podemos considerar como sistémica de la automatización.
Pero, en virtud de las características del patrón neoliberal, esta segunda alternativa representa para el mundo del trabajo, desempleo por incorporación de tecnología o, mejor, desempleo tecnológico.
En efecto, resultados de distintas investigaciones sobre el tema de la reestructuración del trabajo a partir de nuevas tecnologías,[32] muestran que, si bien por períodos cortos o medios, la tecnología puede generar nuevos empleos productivos, con mejor remuneración y calificación (generalmente para personal especializado, ingenieros y personal técnico), en la industria o en los servicios, sin embargo, el saldo final va en detrimento del empleo. Por ejemplo, existen evidencias de que una Máquina Herramienta de Control Numérico reduce en alrededor de 50% la cantidad de puestos de trabajo requeridos por un equipo tradicional. Un robot reemplaza entre 3 y 5 puestos de trabajo en actividades como pintura, soldadura o almacenamiento en las industrias en serie, como la automotriz.[33]
Generalmente, mientras que las MHCN afectan el trabajo calificado: torneros, mecánicos o fresadores, los robots sustituyen categorías calificadas como soldadores, pintores, hojalateros, montadores, etcétera.
Estudios realizados en la industria del cemento, indican que la tecnología aumenta la producción global y por trabajador (productividad), disminuye el tamaño y la cantidad del equipo de operación y del número de obreros y demanda mayor escolaridad y calificación (por lo menos el nivel técnico) a ciertas categorías de trabajadores ligadas al panel de control.[34]
Pero existe otra estrategia que provoca el mismo resultado sin aplicar tecnología en el proceso de trabajo. Este se consigue simplemente reorganizando y cambiando la composición del trabajo a través de mecanismos como la prolongación de la jornada de trabajo, la intensidad y la remuneración de la fuerza de trabajo por debajo de su valor, además de los despidos masivos de personal.[35]
Esta línea ha sido sistémica en varios períodos de la historia económica latinoamericana y fue teorizada bajo el concepto de superexplotación del trabajo; concepto que de ninguna manera supone, como se ha llegado a afirmar, el estancamiento económico.[36] Por el contrario, desde hace más de dos décadas, planteó lo que iba a ocurrir, y está ocurriendo, en América Latina en materia de reestructuración del trabajo y de su inserción en la actual fase de mundialización. Es así como existen evidencias de que el aumento de la productividad del trabajo en las economías latinoamericanas, sobre todo en la fase más crítica de la década de los ochenta, no ha conseguido disminuir el desempleo, aumentar los salarios reales y reducir jurídicamente la jornada de trabajo, que, en parte, se está consiguiendo en algunos países europeos sobre todo bajo la forma de acuerdos y negociaciones entre empresas y sindicatos.[37]
Los datos disponibles muestran que en América Latina el desarrollo económico reciente se ha sustentado en tasas crecientes de explotación del trabajo, más que en el incremento de la productividad. En efecto, “La industria latinoamericana atraviesa por un profundo proceso de reestructuración que en varios países se ha traducido en una acusado aumento de la productividad laboral, que suele ir acompañado de una reducción del personal”.[38] Fácil: menos trabajadores producen más con mayor esfuerzo intensivo y extensivo, tanto físico, como psico-emocional y con bajos salarios.
En los países desarrollados, acciones como la reducción de la jornada de trabajo, sin reducción salarial, constituyen uno de los principales caminos para la solución del problema del desempleo. “En una sociedad en que el trabajo regular se configura como status de ciudadanía, es necesario que se creen condiciones para garantizar a la población la inserción productiva en el mercado de trabajo en condiciones no precarias”.[39]
En cambio, en América Latina, la aceleración del desempleo obedece a causas estructurales derivadas del desempleo tecnológico que viene provocando la reestructuración económica. En algunos casos, como en México y Brasil, estos cambios han involucrado difusión microelectrónica e informática e innovaciones organizacionales en base a los métodos japoneses de organización y producción en los sectores más dinámicos de la economía, debilitando la capacidad del sistema para crear nuevos empleos. Otra causa, que acelera el desempleo, se encuentra en las políticas neoliberales.
Son raros los casos en donde se da una combinación virtuosa entre tecnología y empleo, sin que necesariamente implique el detrimento de éste. Pero, seamos justos, generalmente detrás de este fenómeno está la fuerza del sindicato y sus luchas.[40] Sin embargo, esto no es la regla, sino la excepción ya que el sindicalismo, o está coludido con las instituciones oficiales del gobierno o, bien, carece de estructuras y fuerzas suficientes para imponer sus demandas e intereses en la política y en la sociedad.
Es por eso que, más allá de que los cambios en el proceso de trabajo y en las relaciones laborales (en Brasil, en México, en Chile), hayan sido acompañados de incorporación de tecnología, y la fuerza de trabajo relocalizada (en industrias como la automotriz, por ejemplo) cuando es desplazada por la reestructuración; por el contrario, en América latina, los ajustes laborales han estado precedidos de políticas de desregulación de los contratos de trabajo y, en consecuencia, de la precarización del trabajo con repercusiones en todas las esferas de la vida social.

4.4. Conclusión

Es indiscutible que la automatización flexible es un dispositivo, no solamente tecnológico, sino económico y político cuya estrategia consiste en romper las rigideces estructurales de una economía posbélica que entró en crisis y ya no asegura condiciones normales de rentabilidad. Para el mundo del trabajo, ello se traduce en una reestructuración de sus condiciones jurídico-laborales para convertirse en una fuerza de trabajo precarizada y polivalente, o sea,en una fuerza de trabajo que está expuesta constantemente a perder sus derechos. Esta vía abre todas las posibilidades al capital para echar mano de la superexplotación del trabajo en los términos en que la definimos anteriormente, asumiendo la forma monumental de la precarización del trabajo a finales del siglo XX.

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Tras la sugerencia del forero Dante2010 sobre un libro que trata este tema (El fin del trabajo de Jeremy Rifkin) que tiene buena pinta he buscado algo de información.

Ha sido ver en Google que este hombre fue asesor de Zapatero y darme un yuyu considerable, ¿sabe alguien si el libro merece la pena o se trata de un vendedor de cancamusa?

El libro lo puedes escontrar gratuito en el googlebooks, dice cosas interesantes pero lo mejor es que lo lea y ya nos contará....

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Resumen:

La automatización y desempleo

La automatización y desempleo - Monografias.com


"...4. Conclusiones

- Si la automatización no es utilizada en la búsqueda de nuevas formas de trabajo para el hombre la situación económica de una gran mayoría de la población mundial estará en crisis.

- Los seres humanos se preocupan más en el desarrollo de nuevas máquinas más no en el desarrollo del ser humano.

- Una gran parte de los seres humanos deben ser capacitados para poder tener acceso al uso de tecnología, sino no tendrán oportunidad de desarrollarse como personas...."

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Resumen:

Pongo aquí enlaces de la wiki relacionados con la reducción de la jornada de trabajo (¿solución a los problemas actuales?)

Jornada de trabajo - Wikipedia, la enciclopedia libre

"...Jornadas de 14 horas 7 días a la semana

La cantidad de horas de trabajo debe contabilizarse tanto en la jornada diaria como la semanal y anual. Así, la semana de labor tradicional y anterior a la revolución industrial era básicamente de 6 días, con 1 de descanso (viernes, sábado o domingo dependiendo de las distintas culturas y religiones). Durante la revolución industrial en Gran Bretaña y otros países la semana laboral alcanzo los 7 días sin descanso alguno con jornadas de 14 horas.3 Así ocurre todvaía en numerosos lugares del mundo donde el trabajo a destajo y la falta de derechos hace que no exista pausa diaria de trabajo. El primer paso para la reducción de la semana de 6 días fue, en los países occidentales, la implantación del fin de semana inglés que unía la tarde del sábado al domingo (1 día y medio de descanso).4 5

La extensión de una sociedad de consumo que requiere tiempo para las compras y el gasto en ocio ha generalizado en buena medida y en todo el mundo la semana laboral de 5 días; de lunes a viernes en los países de tradición cristiana y judía (fin de semana el sábado y domingo); de domingo a jueves en la mayoría de países musulmanes (fin de semana el viernes y sábado).4
[editar] Las 8 horas diarias y las 40 horas semanales
Artículo principal: Jornada de ocho horas

La reivindicación tradicional de 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 horas de sueño se alcanzó en numerosos países en la década de 1970 a 1980. Se pasó de semanas laborales de más de 60 horas semanales a semanas de 48 horas semanales (6 días con jornada de 8 horas) y a 40 horas semanales (5 días con jornadas de 8 horas). Desde la década de 1980, a pesar del aumento de la productividad y el incremento del desempleo la jornada laboral se ha mantenido o ha crecido si se consideran las unidades familiares donde se ha pasado de 1 trabajador a 2 trabajadores (habitualmente los dos miembros de la pareja o matrimonio).4
[editar] Las propuestas pendientes: 30 horas y las 35 horas semanales

Los intentos fracasados de implantación, en los década de 1970, de la semanal laboral de 30 horas por las feministas suecas y, en los décadas de 1980 y 1990, de la semana laboral de 35 horas en Francia reflejan el estancamiento de la reducción del tiempo de trabajo e incluso, en la primera década del siglo XXI, el incremento del tiempo de trabajo. Desde posiciones neoliberales se demanda el aumento del tiempo de trabajo como condición para la prosperidad -aún cuando no resuelva el problema del desempleo-; desde posiciones sindicales se demanda una reducción de la jornada de trabajo, el reparto del mismo y la consideración del tiempo trabajado total por el conjunto de la sociedad o comunidad...."

Reducción de la jornada de trabajo - Wikipedia, la enciclopedia libre

"...Aspectos históricos de la reducción de la jornada de trabajo

Existen diversos estudios sobre sociedades cazadoras-recolectoras (Marshall Sahlins, Pierre Clastres) que indican que los aborígenes australianos de la Tierra de Arnhem y los bosquimanos del sur de África apenas dedicaban de 3 a 5 horas diarias a asegurar su subsistencia;19 En sociedades más complejas y sobre todo con la aparición de la agricultura, comienzan los intercambios (ver Economía del don y Ensayo sobre el don), y podrá hablarse de labor y labores, que requerirán más o menos dedicación e intensidad pero de ninguna manera, ni siquiera durante la actividad gremial, puede hablarse de jornada de trabajo con el significado que actualmente tiene.

El concepto histórico contemporáneo de jornada laboral va de la mano de industrialización de la producción durante la revolución industrial y la conversión del trabajo humano en fuerza de trabajo, como un factor de producción que pasa a formar parte de una economía de mercado con la teoría del valor-trabajo de los economistas clásicos (Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx)....."

Taylorismo - Wikipedia, la enciclopedia libre

"...El taylorismo (término derivado del nombre del estadounidense Frederick Winslow Taylor), en organización del trabajo, hace referencia a la división de las distintas tareas del proceso de producción. Fue un método de organización industrial, cuyo fin era aumentar la productividad y evitar el control que el obrero podía tener en los tiempos de producción. Está relacionado con la producción en cadena...."

Taylorismo digital - Wikipedia, la enciclopedia libre

"...Taylorismo digital o taylorismo informático, referido a la organización del trabajo, se denomina a la organización global del trabajo profesional y técnico del conocimiento -tradicionalmente desempeñado por las clases medias profesionales- bajo las condiciones de automatización mediante la digitalización e informatización, reducción de salarios, deslocalización y competencia en los mismos términos a los que en su día fueron sometidos los trabajos artesanales o manuales por el taylorismo...."

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Resumen:

Pongo aquí el hilo del forero ido que tiene relación con el tema (ver negrita)

"Sin el Hartz IV el índice de paro en Alemania superaría el 15%. | Spaniards.es, la Comunidad de Españoles en el Mundo

Sin el Hartz IV el índice de paro en Alemania superaría el 15%.

El Mito Alemán.

Cuando la cosa económica se tuerce, es costumbre antigua de la casa (Reino de España) mirar a Alemania. O más exactamente, comenzamos contemplándonos el ombligo pero como a la larga cansa, acabamos fijándonos y comparándonos con los germanos.

Alemania es una gran nación (ahora todos lo somos) de 90 millones de habitantes con una economía centrada en la exportación y un sistema de protección social consolidado.

Las comparaciones son odiosas, sobre todo cuando salimos tan mal parados. Pero lo que aquí en el Reino nos hace salivar de envidia son las cifras de desempleo:

Alemania: 6%

España: 23 %

Canarias: 29,2 %

¿Cómo han conseguido los teutones reducir este porcentaje en plena crisis? Se le ha dado muchas vueltas al asunto..., que si el modelo de contratación y despido..., que si el sistema de reparto del trabajo..., los niveles de inversión de las empresas... Lo cierto es que nadie nos ha hablado de Hartz IV. Una revolución silenciosa que está teniendo lugar en el vecino del norte.

Alrededor de 2000, la dirigencia germana se percató de un fenómeno curioso: a pesar de estar inmersos en un ciclo de expansión económica el paro aumentaba. Desde el punto de vista liberal, las cuentas no cuadraban. Para investigar el asunto se nombró una comisión de 15 miembros encabezada por Peter Hartz, (más adelante director de personal de Volkswagen) que se reunió el 22 de Febrero de 2002.

El resultado fueron una serie de recomendaciones conocidas como Hartz I, II, III y IV. Estas últimas fueron incluidas por el entonces canciller Schröder en la Agenda 2010 y entraron en vigor el 1 de Enero de 2005. A grandes rasgos, los resultados de estas reformas han sido los siguientes:

-A finales de 2010 unos 6,5 millones de alemanes (8,4% de la población total) vivían exclusivamente del programa Hartz IV. Se trata de parados de larga duración y familias sin recursos que al incorporarse al mismo dejan de figurar en las listas de desempleo. Hartz IV incluye las siguientes prestaciones:

-Pago de alquileres.

-Pago de calefacción

-Pago de conexión a Internet

-Pago de gastos de mudanza en caso de cambio de domicilio.

-Subvenciones en el transporte público.

-Considerables ventajas fiscales.

-380 mensuales por cada adulto de la unidad familiar, más 220 por cada hijo.

Además se mantienen el resto de prestaciones comunes a toda la población: educación y sanidad gratuita, dependencia, etc. A cambio, los receptores deben realizar trabajos ocasionales de interés comunitario como barrer parques, colocar alumbrado público...., cobrando una cantidad simbólica de 1 la hora.

Estas medidas han provocado una fuerte sacudida en la psicología laboral del país. Aunque desde luego existe la picaresca y se trabaja en negro, la mayoría de los beneficiarios se sienten avergonzados y es de mal gusto comentar la situación con amigos y familiares, pues la pertenencia a Hartz IV se considera una desgracia.

Con la llegada al poder de Ángela Merkel y sus aliados liberales del FDP, el entramado fue puesto en cuestión. Estos últimos argumentaban que dada la situación de crisis y los recortes salariales, estaba empezando a ser más rentable quedarse en casa que ir a trabajar. Sin embargo, en Febrero de 2010, el Tribunal Constitucional desactivó los intentos de recortar el programa, pues consideró que atentaban contra el artículo 1º de la constitución, donde se establece que todos los ciudadanos tienen derecho a una vida digna.

La cosa da que pensar. Ya no está tan claro que es trabajo y que no lo es. Lo que está pasando en Alemania es una avanzadilla de los debates y decisiones que nos esperan. El asunto tiene miga, y a poco que se reflexione se comprende que las consecuencias y las conclusiones son de alcance. De momento nos limitaremos a dos:

Sin el Hartz IV el índice de paro en Alemania superaría el 15%.

A pesar de que en público se manifieste lo contrario, la dirigencia alemana ha comprendido que incluso en una economía con gran capacidad de exportación, la introducción de avances tecnológicos en el proceso productivo destruye puestos de trabajo, generando inevitablemente paro estructural. El acierto de los paisanos de Merkel ha consistido en adelantarse a los acontecimientos y prever una salida vital mínima para la creciente mano de obra sobrante. Es decir, una versión de la Renta Básica (RB), en este caso centrada en el pago en especies (energía, vivienda, transporte, salud, comunicaciones...) más que en aportaciones dinerarias. O RB, o barbarie. El mito alemán sigue vivo.


Esta claro que no hay salvacion para nadie

PD: si esta repe papelera"

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Resumen.

Iniciado por pepeleches Ver Mensaje

    Cuando hay dinero suficiente, puede haber progreso social. En la pobreza no es posible; con desarrollo económico se puede plantear dar pasos en ese sentido, pero si no lo hay...pues no.

    Ahora que China está creciendo económicamente, hay huelgas, mejoras de sueldo, etc. Hace 20 años, no, porque no había nada que reclamar.

    Pensar que las mejoras sociales llevan a mejoras económicas es pensar que se puede arreglar la economía de Etiopía poniendo pensiones o subsidios de desempleo (por poner un ejemplo).

    Y el problema es que mucha gente cree que puede ser así...


Cuando hablo de mejoras sociales lo hago a nivel global, mundial. La idea de un cambio social ha de ser a nivel planetario y empezar a planificar para el ser humano. Somos 7000 millones de personas y con la tecnología actual sólo con el trabajo de ¿1000? se pueden generar todos los bienes necesarios para los otros 6000 (dejando chorradas no necesarias a parte), ¿que hacemos entonces con esos 6000 que no son necesarios para la maquinaria de producción?.

Aunque no me gusta ponerme en los extremos imaginemos que la sociedad avanza tecnológicamente lo suficiente como para no necesitar de mano de obra humana para producir cualquier producto, que pasará entonces si no se ha avanzado socialmente. Aquí hay multiples posibilidades.

- Quedarán sobre el planeta 500 personas de la elite pues no necesitan al resto.
- Se producirá un reparto de los bienes entre los que vivan en ese momento con el único limite de la sostenibilidad.......

Cuando hablo de progreso social me refiero a como se reparte la riqueza o a como se articula la sociedad para que todos tengamos un nivel de vida adecuado (ojo no igual, que a mi lo que me jode no es que haya ricos sino que haya pobres).

Actualmente el mundo es "desigualdad injusta" donde un 1% pisa al 99% restante, donde cada vez los ricos son más ricos y los pobres son más pobres y es aquí donde nos hemos estancado, no hemos logrado avanzar socialmente para frenar esas desigualdades y es aquí donde la I+D "social" (entendiendo esta como suma de politica+economía+.....) se ha estancado y aún más está en franco retroceso.

Necesitamos una REVOLUCION GLOBAL, un PLAN GLOBAL para salir de la cloaca de mundo que hemos creado.

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Resumen:

Cuando el robot-esclavo-humano chino da señales de agotamiento se pasa a la siguiente fase.

http://www.burbuja.info/inmobiliaria...-del-bano.html

http://www.burbuja.info/inmobiliaria...-3-anos-5.html

Relacionado con el tema principal

http://www.burbuja.info/inmobiliaria...l-trabajo.html

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