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Autor Tema: El fin del trabajo  (Leído 900298 veces)

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Xoshe

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #330 en: Mayo 24, 2013, 20:35:41 pm »
Me voy a vivir a una casita. Cultivaré patatas, lechugas y alguna que otra hierba aromática.

Taliván Hortográfico

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #331 en: Mayo 24, 2013, 22:46:41 pm »

El problema del hambre en el mundo se resume en que nos da la real gana de que haya hambre en el mundo. Podemos hacer maratones benéficos, crowdfunding y vídeos TED, pero si hay hambre en el mundo es porque queremos.

Es imposible hacerse rico comerciando con algo de lo que no hay escasez. Sean bits de música o bocados de pan.
« última modificación: Mayo 24, 2013, 22:51:56 pm por Taliván Hortográfico »

Taliván Hortográfico

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #332 en: Mayo 24, 2013, 22:50:41 pm »
Soylent Green es una distopia que usamos como metáfora. Imagina un pequeño apartamento gratis con todo pagado: luz, agua caliente, calefacción, internet, tv satélite...una RBS para tirar, un bono de transporte...y naturalmente raciones K. Yo lo llamo Soylent pero puede ser hormigas aplastadas o langostas.


Yo lo llamo Bachelor Chow, epítome de la tendencia a convertir la comida en simple pienso industrial para consumo humano.





Y sí, soy un friki. :biggrin:

zombietoads

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #333 en: Mayo 24, 2013, 23:02:05 pm »

Starkiller

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #334 en: Mayo 25, 2013, 00:29:25 am »
No estoy muy seguro donde ubicar esta noticia. Creo que ya se comento en algún hilo el tema de la impresora en 3D que produciría comida:

http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2013/05/130523_ultnot_nasa_impresora_alimentos_jgc.shtml

La NASA trabaja en una impresora para producir alimentos

Citar
La agencia espacial estadounidense, la NASA, está planeando financiar el desarrollo de una impresora tridimensional capaz de producir comida.
Su empresa asociada pretende crear impresoras que tomen los nutrientes básicos en polvo y, al depositarlos en capas, construir productos comestibles, con distintos sabores, del mismo modo en que las impresoras 3D construyen productos plásticos.
Los nutrientes en polvo tienen una vida muy larga en los estantes, por lo que son apropiados para prolongadas misiones espaciales, Pero la compañía afirma que la tecnología también podría resolver problemas en la Tierra, donde el crecimiento de la población amenaza con sobrepasar a la producción de alimentos.
El proyecto aún se encuentra en su fase inicial.


Gracias por sus posts
Por supuesto, los polvos alimenticios y la impresora en sí se alimentan de sangre de unicornio y de alegría de niño. Me sigue pareciendo estúpido pensar que la comida se intente producir de forma más barata usando más pasos que además requieren alta tecnología además de las materias primas originales.

Y lo mejor de todo, que esto sirva para alimentar a una población creciente. Además de ser una mentira usada como excusa miles de veces ya, siempre ha sido un problema de economía, no de cantidad de recursos. Si todo se produjese localmente y se recurriese a las importaciones sólo para lo que no existe en el territorio de origen, se ahorrarían muchísimos recursos y habría de todo disponible.
Bienvenidos a la modelindad y al pogreso. Que lo hace la NASA ¿eh? ¡y con una impresora 3d! Por tanto es Bueno(tm)

Que nadie tema al Soylent Green porque es una estupidez. ¡Eh hamijos, voy a resolver El Hambre en el Mundo (c) con mi máquina de movimiento perpetuo y de economía absurda!


El desarrollo, como tal, tiene sentido, no solo para astronautas (De eso que ya no hay, vamos), sino para cualquier cosa que este aislada durante mucho tiempo y no quieras tener al personal comiendo MREs hasta la desmoralización más absoluta: puestos en la antartida, puestos aislados en general, submarinos... en fin, muchas posibilidades.

Otra cosa es que la nasa tenga un enorme déficit de atención, y tenga que anunciar a bombo y platillo cualquier gilipollez en la que medio participen. Es normal. No se que cojones pinta una agencia espacial cuya única relación con el espacio es decir que en algún momento iran al espacio.

Porque, francamente, para los pobres diablos que estan en la ISS, no creo que merezca la pena la impresorita.

NosTrasladamus

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #335 en: Mayo 27, 2013, 11:12:48 am »
La termodinámica conspira para que la gente no se alimente de Soylent Green o de la mierda que inventen.
Exacto. Y para muchas otras cosas. La termodinámica se alía contra la falacia/mantra subyacente a todo el fraudulento sistema económico que padecemos: la de que el "crecimiento perpetuo" es no sólo deseable sino posible, lo que es harto mentira incluso incorporando la máxima eficiencia posible a los procesos productivos en la ecuación. Dejo este artículo de uno de los sitios contra el tipo este tipo de falicia que el "pensamiento mágico mainstream" nos cuela constantemente y que más recomiendo: "Do the Math": http://physics.ucsd.edu/do-the-math/

http://physics.ucsd.edu/do-the-math/2011/07/can-economic-growth-last/

Citar
Faith in Technology

We have developed an unshakable faith in technology to address our problems.  Its track record is most impressive.  I myself can sit at my dining room table in California and direct a laser in New Mexico to launch pulses at the astronaut-placed reflectors on the moon and measure the distance to one millimeter.  I built much of the system, so I am no stranger to technology, and embrace the possibilities it offers.  And we’ve seen the future in our movies—it’s almost palpably real.   But we have to be careful about faith, and periodically reexamine its validity or possible limits.  Following are a few key examples.

What About Substitutions?

The previous discussion is rooted in the technologies of today: coal-fired power plants, for goodness sake! Any self-respecting analysis of the long term future should recognize the near-certainty that tomorrow’s solutions will look different than today’s. We may not even have a name yet for the energy source of the future!

First, I refer you to the previous post: the continued growth of any energy technology—if consumed on the planet—will bring us to a boil. Beyond that, we hit astrophysically nonsensical limits within centuries. So energy scale must cease growth. Likewise, efficiency limits will prevent us from increasing our effective energy available without bound.

http://physics.ucsd.edu/do-the-math/2011/07/galactic-scale-energy/

Second, you might wonder: can’t we consider solar, wind and other renewables to be more efficient than fossil fuel power, since the energy has free delivery?  It’s true that unlike the business model for the printer (cheap printer, expensive ink cartridges that ruin you in the end), the substantial cost for renewables is in the initial investment, with little in the way of consumables.  But fossil fuels—although a limited-time offer—are also a free gift of nature.  We do have to put effort into retrieving them (delivery not free), although far less than the benefit they deliver.  The important metric on the energy/efficiency front is energy return on energy invested (EROEI).  Fossil fuels have enjoyed EROEI values typically in the range of 20:1 to 100:1, meaning that less than 5% of the eventual benefit must be invested up front.  Solar and wind are less, at 10:1 and 18:1, respectively.  These technologies would avoid wasting a majority of the energy in heat engines, but the lower EROEI means it’s less of a freebee than the current juice.  And yes, the 15% efficiency of many solar panels does mean that most of the remaining 85% goes to heating the dark panel.

What About Accomplishing the Same Tasks with Less?

One route to coping with a fixed energy income is to invent new devices or techniques that accomplish the same tasks using less energy, rather than incrementally improve on the efficiency of current devices.  This works marvelously in some areas (e.g., generational changes in computers, cell phones, shift to online banking/news).

But some things are hard to shave down substantially.  Global transportation means pushing through air or water over vast distances that will not shrink.  Cooking means heating meal-sized portions of food and water. Heating a home against the winter cold involves a certain amount of thermal energy for a fixed-size home. A hot shower requires a certain amount of energy to heat a sufficient volume of water.  Can all of these things be done more efficiently with better aero/hydrodynamics or traveling more slowly; foods requiring less heat to cook; insulation and heat pumps in homes; and taking showers using less water?  Absolutely.  Can this go on forever to maintain growth?  No.  As long as these physically-bounded activities comprise a finite portion of our portfolio, no amount of gadget refinement will allow indefinite economic growth. If it did, eventually economic activity would be wholly dominated by us “servicing” each other, and not the physical “stuff.”

What About Paying More to Use Less?

Owners of solar panels or Prius cars have elected to plunk down a significant amount of money to consume fewer resources. Sometimes these decisions are based on more than straight dollars and cents calculations, in that the payback can be very long term and may not be competitive against opportunity cost. Could social conscientiousness become fashionable enough to drive overall economic growth? I suppose it’s possible, but generally most people are only interested in this when the cost of energy is high to start with. Below, we’ll see that if the economy continues its growth trend after energy use flattens, the cost of energy becomes negligibly small—deflating the incentive to pay more for less.

The Unphysical Economy

In a future world where energy growth has ceased, and efficiency has been squeezed to a practical limit, can we still expect to grow our economy through innovation, technology, and services? One way to approach the problem is to demand that we maintain 5% economic growth over the long term, and see what fraction of economic activity has to come from the non-energy-demanding sector. Of course all economic activity requires some energy, so by “non-energy” or “unphysical,” I mean those activities that require minimal energy inputs and approach the economist’s dream of “decoupling.”

We start by setting energy to flatten out as a logistic function (standard S-curve in population studies), with an inflection point at the year 2000 (halfway along). We then let efficiency boost our effective energy at the present rate of 1% gain per year, ultimately saturating at a factor of two. The figure below provides a toy example of how this might look.

How big is non-energy economy to keep growth going?

Citar

Projected contribution to a steadily growing economy from non-energy-related activities in the face of flattening raw energy available and efficiency saturation. The green curve represents the scale of raw energy available each year, while the blue curve is the effective energy available through gains in efficiency. Regardless of timescale, the key feature is that the fraction of the economy that is independent of energy availability must grow to dominate all other activities in order to keep growth alive, here reaching 98% by the end of the century. This is an untested—and possibly physically untenable—economic state. Note that the vertical axis for the economic scale curves is logarithmic.


The timescale is not the important feature of the figure. The important result is that trying to maintain a growth economy in a world of tapering raw energy growth (perhaps accompanied by leveling population) and diminishing gains from efficiency improvements would require the “other” category of activity to eventually dominate the economy. This would mean that an increasingly small fraction of economic activity would depend heavily on energy, so that food production, manufacturing, transportation, etc. would be relegated to economic insignificance. Activities like selling and buying existing houses, financial transactions, innovations (including new ways to move money around), fashion, and psychotherapy will be effectively all that’s left. Consequently, the price of food, energy, and manufacturing would drop to negligible levels relative to the fluffy stuff.  And is this realistic—that a vital resource at its physical limit gets arbitrarily cheap?  Bizarre.

This scenario has many problems. For instance, if food production shrinks to 1% of our economy, while staying at a comparable absolute scale as it is today (we must eat, after all), then food is effectively very cheap relative to the paychecks that let us enjoy the fruits of the broader economy. This would mean that farmers’ wages would sink far lower than they are today relative to other members of society, so they could not enjoy the innovations and improvements the rest of us can pay for. Subsidies, donations, or any other mechanism to compensate farmers more handsomely would simply undercut the “other” economy, preventing it from swelling to arbitrary size—and thus limiting growth.

Another way to put it is that since we all must eat, and a certain, finite fraction of our population must be engaged in the production of food, the price of food cannot sink to arbitrarily low levels. The economy is rooted in a physical world that has historically been joined at the hip to energy use (through food production, manufacturing, transport of goods in the global economy). It is fantastical to think that an economy can unmoor itself from its physical underpinnings and become dominated by activities unrelated to energy, food, and manufacturing constraints.

I’m not claiming that certain industries will not grow: there will always be growth in some sector. But net growth will be constrained. Winners will not outpace the losers.   Nor am I claiming that some economic activities cannot exist virtually independent of energy.  We can point to plenty of examples of this today.  But these things can’t grow to 90%, then 99%, then 99.9%, etc. of the total economic activity—as would be mandated if economic growth is to continue apace.

Where Does this Leave Us?

Together with the last post, I have used physical analysis to argue that sustained economic growth in the long term is fantastical. Maybe for some, this is stating the obvious. After all, Adam Smith imagined a 200-year phase of economic growth followed by a steady state.  But our mentality is currently centered on growth. Our economic systems rely on growth for investment, loans, and interest to make any sense. If we don’t deliberately put ourselves onto a steady state trajectory, we risk a complete and unchoreographed collapse of our economic institutions.

Admittedly, the argument that economic growth will stop is not as direct a result of physics as is the argument that physical growth will stop, and as such represents a stretch outside my usual comfort zone. But besides physical limits, I think we must also apply notions of common sense and human psychology. The artificial world that must be envisioned to keep economic growth alive in the face of physical limits strikes me as preposterous and untenable. It would be an existence far removed from demonstrated modes of human economic activity. Not everyone would want to participate in this whimsical society, preferring instead to spend their puffy paychecks on constrained physical goods and energy (which is now dirt cheap, by the way, so a few individuals could easily afford to own all of it!).

Recognizing the need to ultimately transition to a non-growth economy, I am personally disconcerted by the fact that we lack a tested economic system based on steady-state conditions.  I would like to take a conservative, low-risk approach to the future and smartly place ourselves on a sustainable trajectory. There are well-developed steady-state economic models, pioneered by Herman Daly and others. There are even stepwise plans to transition our economy into a steady-state. But not one of those steps will be taken if people (who elect politicians) do not crave this result. The only way people will crave this result is if they understand (or experience) the impossibility of continued growth and the consequences of not acting soon enough. I hope we can collectively be smart enough to make this transition.

Note: A later post on the meaning of sustainability is a natural follow-on to this post.
http://physics.ucsd.edu/do-the-math/2011/10/sustainable-means-bunkty-to-me/

Acknowledgments: Thanks to Brian Pierini for his review and comments.


« última modificación: Mayo 27, 2013, 13:51:15 pm por NosTrasladamus »
No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma

NosTrasladamus

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #336 en: Mayo 27, 2013, 13:02:02 pm »
No me gusta el titular (sensacionalista) de la entrevista porque parece que habla sobre un distópico futuro de ciencia ficción (i.e.: "mongofuturismo", término acuñado por maese pollo), cuando en realidad está hablando sobre el futuro del trabajo:

http://economia.elpais.com/economia/2013/05/24/actualidad/1369417723_317727.html

Citar
CARSTEN SORENSEN Profesor de ‘management’ de la London School of Economics
“El futuro será controlado por las máquinas”

“Para entender la causa de las cosas”, el lema de la London School of Economics (LSE) parece ser también el que infunde la carrera académica del danés Carsten Sørensen, doctor en informática por la Universidad de Aalborg y profesor del departamento de managementde la escuela de negocios británica. Sørensen visitó Madrid la pasada semana para impartir una clase magistral en la fundación Ramón Areces sobre el futuro del mercado de trabajo.

Pregunta. Nombres como Thomas Friedman, de The New York Times, autor de Average is over, hablan del final de las oportunidades para el trabajador medio y señalan que la revolución digital solo deja espacio para los excelentes, los mejores.

Respuesta. Yo comparto la tesis defendida por Andrew McAfee y Erik Brynjolfsson, investigadores en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) de Estados Unidos, en el libro Race against the machine. El futuro va a ser controlado por las máquinas, va a ser como enTerminator, porque es la única manera de que tengamos servicios de alta calidad, personalizados, a un coste cercano a cero. Los servicios tendrán que ser automatizados y de autoservicio. Eso significa que los trabajos que habrá en el futuro serán aquellos que sirvan a esta maquinaria, para ayudar a alimentar a las máquinas con nuevos servicios, descubrir nuevos servicios, definir nuevos servicios… Ello, por supuesto, crea un nuevo sector manufacturero, pero extremadamente especializado, de compañías muy pequeñas, con una maquinaria muy avanzada.

P. Pero el acceso a esos nuevos puestos estará reservado a aquellos con una alta formación y especialización.

R. Es claro que, independientemente del tipo de trabajos que haya, estos estarán relacionados con la innovación. También tenemos que adaptar nuestras expectativas. Es el argumento de Thomas Friedman. Ya no podemos dar por hecho que podemos aspirar a una vida de clase media. Incluso lo hablamos entre colegas. Si yo hubiese sido profesor de LSE hace 25 o 30 años me hubiese podido permitir una casa en Hampstead, (uno de los barrios más acomodados de Londres). Antes ser profesor de LSE significaba una vida de clase media-alta. Si la definición de clase obrera es que necesitas trabajar para subsistir y que no tienes suficientes ahorros como para dejar de trabajar con, por ejemplo, 50 años, entonces yo soy clase obrera.

P. Esta economía gobernada por las máquinas también genera desigualdades.

R. Una gran proporción de los trabajadores estará subempleada permanentemente. Trabajará menos horas de lo que le gustaría y será mucho más difícil conseguir un trabajo indefinido. La clase media sigue siendo nuestra aspiración, sin embargo, cada vez se aleja más.

P. Un argumento para ser optimista es que de la destrucción de empleo provocada por la economía digital surgirán nuevas industrias que crearán los millones de trabajos que los países occidentales necesitan con urgencia.

R. Las grandes compañías de esta nueva economía no tienen muchos empleados. Las cuatro grandes de Internet: Apple, Google, Facebook y Amazon tienen 219.191 empleados en conjunto, según Bloomberg. La mayor compañía automovilística de Europa, Volkswagen, tiene 552.425. La única esperanza entonces serían las pequeñas compañías. Que el ingenio humano genere nuevas actividades y empleos. El argumento tradicional de Schumpeter es que la destrucción creativa generará esos nuevos trabajos y, desde luego, llegarán. La cuestión es si serán suficientes.

P. ¿La Unión Europea está desatendiendo la importancia de este cambio en el mercado de trabajo?

R. Sí. Y una de las razones es que todavía no es considerado como un gran problema. Para mí es muy preocupante que ninguno de estos gigantes de la Red sea europeo. Internet es un entorno que tiende a generar ganadores absolutos, monopolios. Hay un buscador. Puede que tengas otras opciones, pero el mercado en Occidente lo tiene uno, Google. Estas plataformas son instrumentos de control. Es muy preocupante, pero yo no encuentro otra salida más que esperar lo mejor de la innovación y prepararnos para encontrar mecanismos de distribución.

P. ¿Cree que el Estado tiene un papel que jugar para moldear el mercado de trabajo y disminuir las cargas que exprimen los recursos de la clase media?

R. Hay cierto acuerdo en que el mercado de trabajo se polarizará en el futuro. Habría un grupo relativamente grande de gente con salarios bajos y un grupo relativamente pequeño que sería altamente recompensado. Como consecuencia de ello, la clase media sería vaciada. Malas noticias, porque ese colectivo, por su número y nivel de ingresos, es el que mantiene la base fiscal de nuestras sociedades, el Estado de bienestar.

P. Autores como Jeremy Rifkin sostienen que todavía es pronto para la economía digital, que estamos sentado las bases de un nuevo sistema económico en el que Internet es una pata, pero que falta construir una red energética paralela que ponga en marcha lo que él ha bautizado como la “tercera revolución industrial”.

R. El problema es la disociación entre la productividad y los salarios y el empleo. El argumento de Rifkin es que las tecnologías de la información serán al siglo XXI lo que la automoción, estandarización y distribución fueron al XX. Nos permite hacer todo tipo de productos con un altísimo nivel de calidad y personalización a muy bajo coste, pero necesitamos la automatización. La base de la clase media americana era el sector manufacturero, y es verdad que se generarán más servicios, pero la realidad es que cada vez más actividades están siendo automatizadas. No va a ser un futuro fácil.
« última modificación: Mayo 27, 2013, 13:49:07 pm por NosTrasladamus »
No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #337 en: Mayo 27, 2013, 21:57:08 pm »

Peak-oil.

No habrá alineación futurista, habrá caos y ajuste demográfico a cuchillo. Que cierren el mundo antes, sólo es cuestión de afinar el timing para que nos pille con los pies fuera de este valle de lágrimas.

y... ¿a que planeta dice que nos mudamos?
Edito; ya pillo lo del timing, o sea que sólo nos cambiamos de barrio
« última modificación: Mayo 27, 2013, 22:18:41 pm por CENAGAL »

Starkiller

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #338 en: Mayo 28, 2013, 00:25:11 am »
Lo de la comida y la impresora es un paso más hacia el Soylent Green. Al mismo tiempo tenemos el proyecto de abrir una isla frente a Barcelona y allí los áticos van a costar veinte millones de euros.
Añadid RBU y un piso gratis y no andamos muy lejos de la distopia. Lo de las vacas locas y la aftosa iba marcando el camino. No se puede y lo que no se puede no se puede.
El pobre Laborda pide la abolición de la ley Glass-Steagal. ¡Como si fuese posible! ¿Como se financiaría entonces el Estado?
Acabo de ver la peli de la cocinera del presidente. Hablamos de Francia y de Mitterrand. Hubo de pararse el experimento porque la cocina privada del Presi costaba el triple de la comida oficial del Elíseo. Y el Elíseo no creo sea un imbiss ni un Mac Donald.
¡A por las tabletas de Soylent Green!

Peak-oil.

No habrá alineación futurista, habrá caos y ajuste demográfico a cuchillo. Que cierren el mundo antes, sólo es cuestión de afinar el timing para que nos pille con los pies fuera de este valle de lágrimas.

No lo tengo yo tan claro. Primero, habrá que ver si hay peak-oil.

Segundo, como se ha demostrado muchas veces, la evolución se da en las crisis. La edad media, el óptimo climático medieval, fue una época de estancamiento tecnológico. Habia cosechas abundantes, en general, había recursos de sobra, por lo que no se evolucionó tecnológicamente. En los siguientes dos siglos, se aceleró bastante el progreso. Claro, ya las cosas apretaban más. Y cuando llegó la pequeña edad de hielo... joder, como corrimos.

Todo rompe por donde es más debil. Esta claro que esta época de estupideces y despilfarro de recursos llega a su fin. Pero es que va a romper por ahí primero, antes que por muchas otras partes.

La capacidad de la tierra de generar recursos es increíble. Solo con no hacer el gilipollas se puede mejorar mucho.

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #339 en: Mayo 28, 2013, 10:41:34 am »
El peak oil no se niega; se pospone. Eso sí, habrá que ver si una prórroga permite cambiar la tecnología- el modelo más bien- existente para que cuando llegue dé lo mismo. Pero dudo que se vaya a hacer nada hasta verle las orejas al lobo, y el cambio es demasiado grande y profundo. No es modificar los motores de los coches, es sustituir desde el primer plástico hasta la última resina.

La evolución se da siempre, no sólo en las crisis. No creo en ese modelo Levi-straussiano de las sociedades calientes y las sociedades frías, menos aún en las sociedades sin historia. La Edad Media se está remodelizando, hay mucho revisionismo ahí: no fue un periodo tan oscuro y congelado en el tiempo. Más bien una época demográficamente perezosa. Se puede discutir sobre qué factores pesaron más en la Gran Transición, es un debate chulo.

De todas formas yo lo que veo es poca voluntad de cambio en el modelo industrial-energético, para eso hace falta pensar a largo plazo y un gobierno real, de verdad, capaz de embridar al capital trans (transoceánico, transnacional), que no se intuye por ninguna parte.

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #340 en: Mayo 30, 2013, 08:29:29 am »
http://www.yorokobu.es/aboliciontrabajo/

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“Nadie debería trabajar”
Bob Black propone en su ensayo ‘La abolición del trabajo’ jugar en vez de desarrollar un oficio


Lo fácil es pensar que las cosas son como son porque así tienen que ser. Ese es el argumento jefe de un pensamiento perezoso, un pensamiento miedoso. Pero, a veces, llega un puñado de palabras y sacude el espejismo en el que millones de personas han construido su vida. Esto ocurre, por ejemplo, cuando uno se tumba en el sofá y lee un libro que comienza así: “Nadie debería trabajar”.

El primer párrafo de La abolición del trabajo, de Bob Black, proclama: “El trabajo es la fuente de casi toda la miseria en el mundo. Casi todos los males que puedas mencionar provienen del trabajo o de vivir en un mundo diseñado para el trabajo. Para dejar de sufrir tenemos que dejar de trabajar”.

–¿Es esto una provocación? –te preguntas al leer las primeras frases.
–No –te respondes al llegar a la última página.

El escritor estadounidense propone en este ensayo, publicado en 1985 y recuperado ahora por Pepitas de calabaza, “una nueva forma de vivir basada en el juego (…), una convivencia lúdica, comensalismo o, tal vez, incluso arte. (…) Yo agito por un festejo permanente”.

Black utiliza la palabra ‘juego’ en un sentido mucho más extenso que el de diversión. El politólogo plantea “una aventura colectiva en alegría generalizada y exuberancia libremente interdependiente”. Y sabe que la propuesta es atrevida porque la mayoría de las ideologías que han ido modelando el presente “creen en el trabajo”. Desde la moral calvinista o el protestantismo hasta el marxismo y la mayor parte de las ramas del anarquismo (estas dos últimas “defienden el trabajo aún más fieramente porque no creen en casi ninguna otra cosa”, asegura en su ensayo).

El filósofo desmonta la concepción del trabajo que se ha ido forjando durante siglos, especialmente, desde la industrialización. Pero sabe que encontrará cierta resistencia porque “vivimos tan cerca del mundo del trabajo que no vemos lo que nos hace”. Y por eso –dice– busca en la sabiduría de “observadores externos de otros tiempos y otras culturas para apreciar el extremismo y la patología de nuestra posición presente”.

Desde este alejamiento mental propone una “definición mínima del trabajo” como “labor forzada” y asegura que, además, se trata de una “producción impuesta por medios económicos o políticos”. “El trabajo”, asegura en su ensayo, “nunca es hecho por amor al trabajo mismo, sino para obtener un producto o resultado que el trabajador (o, con más frecuencia, alguien más) recibe del mismo”.

Dice Black que “los trabajadores industriales (y de oficina) se encuentran bajo el tipo de supervisión que asegura el servilismo”. La monotonía y la exclusividad que supone, no ya trabajar, sino “tener un empleo”, destruye el interés de cualquier actividad y todo su potencial lúdico. “Un empleo que podría atraer la energía de algunas personas por un tiempo razonable, por pura diversión, es tan solo una carga para aquellos que tienen que hacerlo por 40 horas a la semana sin voz ni voto sobre cómo debería hacerse, para beneficio de propietarios que no contribuyen en nada al proyecto, y sin oportunidad de compartir las tareas o distribuir el trabajo entre aquellos que tienen que hacerlo. Este es el verdadero mundo del trabajo: un mundo de estupidez burocrática, acoso sexual y discriminación, de jefes cabeza hueca explotando y descargando la culpa sobre sus subordinados, quienes –según cualquier criterio tecnicoracional– deberían estar dirigiendo todo”.

La ‘oligarquía de oficina’

Para el estadounidense, “la degradación que experimentan la mayoría de los trabajadores es la suma de varias indignidades que pueden ser denominadas como disciplina”. Esta palabra reúne “la totalidad de los controles totalitarios en el lugar de trabajo (supervisión, movimientos repetitivos, ritmos de trabajo impuestos, cuotas de producción, fichar…)”. “La disciplina es lo que la fábrica, la oficina y la tienda comparten con la cárcel, la escuela y el hospital psiquiátrico. Es algo históricamente nuevo y horrible. Va más allá de las capacidades de los dictadores demoníacos de antaño como Nerón, Gengis Khan e Iván el Terrible. Pese a sus malas intenciones, ellos no tenían la maquinaria para controlar tanto a sus súbditos como los déspotas modernos. Eso es el trabajo”, asegura, “el juego es todo lo contrario”.

El trabajo es forzado. El juego es voluntario y no se hace a cambio de dinero. Su recompensa es “la experiencia de la actividad misma”.

Black hace alusión a los estudios del filósofo Michel Foucault que sostenían que “las cárceles y las fábricas surgieron casi a la vez, y sus operadores copiaron conscientemente las técnicas de control de unas y otras”. “Un trabajador es un esclavo a tiempo parcial. El jefe dice cuándo ha de llegar, cuándo tiene que irse y qué hacer entre esos dos momentos. (…) Puede llevar su control hasta extremos humillantes mediante la regulación, si le da la gana, de la ropa que ha de vestir y cuántas veces puede ir al baño”.

Este “humillante sistema de dominación”, continúa, “rige sobre la mitad de las horas de vigilia de una mayoría de mujeres y la vasta mayoría de los hombres durante décadas, durante la mayor parte de sus vidas”. Y, por eso, Black considera que la forma más correcta de llamar a este sistema es “fascismo de fábrica” y “oligarquía de oficina”.

En esos modelos no cabe la libertad, según el graduado en Derecho. No solo de actos. También de pensamiento y crecimiento intelectual. Y eso, definitivamente, es lo más trágico. “Eres lo que haces”, escribe. “Si haces trabajo aburrido, estúpido y monótono, lo más probable es que tú mismo acabes siendo aburrido, estúpido y monótono. El trabajo explica la creciente cretinización a nuestro alrededor mucho mejor que otros mecanismos idiotizantes como la televisión y la educación.

Quienes viven marcando el paso, todas sus vidas, llevados de la escuela al trabajo y enmarcados por la familia al comienzo y el asilo al final, están habituados a la jerarquía y esclavizados psicológicamente. Su aptitud para la autonomía se encuentra tan atrofiada que su miedo a la libertad es una de sus pocas fobias con base racional. El entrenamiento de obediencia en el trabajo se traslada hacia las familias que inician, reproduciendo así el sistema en más de una forma, y hacia la política, la cultura y todo lo demás. Una vez que absorbes la vitalidad de la gente en el trabajo es probable que se sometan a la jerarquía y la experticia en todo. Están acostumbrados a ello”.
El trabajo desde una perspectiva histórica

Cuenta Black que “hubo un tiempo en nuestro pasado en que la ética del trabajo hubiese sido incomprensible”. La idea de trabajar duro y acumular riqueza como forma de salvación individual nació hace apenas unos siglos. Su justificación teórica quedó recogida en el libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber (1864-1920), pero, además, el sociólogo alemán dio un impulso meteórico a esta idea al asociarla al protestantismo y el calvinismo, según el estadounidense.

“Solo tenemos que usar la sabiduría de la antigüedad para poner el trabajo en perspectiva”, indica. “Sócrates dijo que los trabajadores manuales suelen ser malos amigos y malos ciudadanos, porque no tienen tiempo de cumplir con las responsabilidades de la amistad y la ciudadanía. Tenía razón (…). El tiempo libre está dedicado en su mayoría a prepararse para ir al trabajo, ir al trabajo, regresar del trabajo y recobrarse del trabajo. El tiempo libre es un eufemismo para la forma en que el trabajador, como factor de producción, no solo se transporta a sí mismo a sus propias expensas, desde y hacia el puesto de trabajo, sino que además asume la responsabilidad de su propio mantenimiento y reparación. El carbón y el acero no hacen eso. Las máquinas fresadoras y las de escribir no hacen eso. Pero los empleados sí”.

Esto tampoco es así en todas las culturas. Los Kapauku, una tribu que vive en el oeste de Nueva Guinea, establecen un equilibrio entre trabajo y tiempo destinado a otras actividades. El antropólogo Leopold Pospisil dice, en sus investigaciones, que esta comunidad dedica un día a trabajar y el siguiente a descansar.

Black es consciente de que esta idea de reducir el trabajo hoy hace temblar de pánico a la mayoría del mundo. Pero el estadounidense argumenta que ese miedo empezó a alentarse hace mucho tiempo. La literatura universal está plagada de pensadores, como Thomas Hobbes (1588-1679), encargados de asustar a la sociedad igualando el colapso de la autoridad con la violencia y el caos.

El autor de este ensayo dice que hasta Adam Smith (1723-1790), defensor a ultranza del mercado y la división del trabajo, supo ver el “lado más oscuro” de una sociedad construida en torno al trabajo. El economista y filósofo escocés escribió que “el entendimiento de la mayoría de los hombres se forma necesariamente de sus ocupaciones habituales. El hombre que se pasa la vida efectuando unas cuantas operaciones simples no tiene ocasión de ejercer su entendimiento. Por lo general se vuelve tan estúpido e ignorante como es posible que una criatura humana llegue a serlo”.

Mujeres coreanas tejiendo, 1904 (Wikimedia.org, imagen de dominio público)

El trabajo es genocidio

Bob Black continúa su defensa de la abolición del trabajo con un argumento más tajante: “El trabajo es asesinato en masa o genocidio. Directa o indirectamente matará a la mayoría de los que lean estas palabras. Entre 14.000 y 25.000 trabajadores mueren en EEUU en el lugar de trabajo. Más de dos millones quedan inhabilitados. (…) Las estadísticas hablan de 100.000 mineros que padecen el mal del pulmón negro. Cuatro mil de ellos mueren cada año, una tasa de mortalidad mucho mayor que la del sida, por ejemplo, que recibe tanto atención de los medios”.

“Aun si no quedas muerto o inválido mientras trabajas, puedes morir mientras vas al trabajo, regresas del trabajo, buscas trabajo o tratas de olvidarte del trabajo”, prosigue. “El trabajo, entonces, institucionaliza el homicidio como forma de vida”.

Black pasa, a continuación, de la fábrica a la oficina. “El 40% de la fuerza laboral son trabajadores de cuello blanco. La mayoría de ellos tienen algunos de los empleos más tediosos e idiotas jamás concebidos. Industrias enteras, seguros y bancos y bienes raíces, por ejemplo, que no consisten nada más que en mover papeles inútiles de un lado a otro”.

El autor se sorprende de que, a pesar de todo lo que expone, “el sentimiento que prevalece, universal entre patronos y sus agentes, y muy extendido entre los trabajadores, es que el trabajo es inevitable y necesario”. Él discrepa. “Es posible abolir el trabajo y reemplazarlo por nuevos tipos de actividades libres”, dice. Su propuesta se basa en “recortar masivamente la cantidad de trabajo” (porque, “en la actualidad, la mayor parte es inútil”) y en “tomar el trabajo útil que queda y transformarlo en una agradable variedad de pasatiempos parecidos al juego y la artesanía (…) que generan productos útiles (…). La creación se convertiría en receración y podríamos dejar de vivir temerosos los unos de los otros”.

Los recortes podrían aplicarse a la “producción de guerras, la energía nuclear, la comida basura, los desodorantes de higiene femenina y parte de la industria automovilística”, propone Black. Y así, “sin haberlo intentado siquiera, hemos resuelto la crisis de energía, la crisis ambiental y un montón de problemas sociales insolubles”.

“Los científicos, ingenieros y técnicos, liberados de investigar sobre la guerra y la obsolescencia programada, lo pasarían en grande inventado medios para eliminar la fatiga, el tedio y el peligro de actividades como la minería”, plantea. “Sin duda, encontrarán otros proyectos en los que divertirse”.

El paso del trabajo al juego también tiene que ver con cambiar las circunstancias en las que se desarrolla una actividad. La mayor parte de las tareas resultan más agradables si no se realizan bajo el acecho de un supervisor, en un entorno amable o se les puede imprimir un toque de creatividad.

En ese sistema de “festejo permanente”, Black piensa que “presenciaremos una edad de oro de la creatividad que hará pasar vergüenza al Renacimiento. No habrá más empleos. Solo cosas que hacer y gente que las haga”.

Mezclando cemento, 2011 (Wikimedia.org, reproducida bajo licencia CC)

El derecho a la pereza

Esta visión del trabajo no es exclusiva de Bob Black. Paul Lafargue escribió El derecho a la pereza en 1880. El periodista y teórico político francés defendía en este ensayo el uso de las máquinas y la reducción de la jornada laboral para que los ciudadanos pudieran dedicar más tiempo a la ciencia, el arte y las necesidades humanas fundamentales.

Henry David Thoreau, unos 40 años antes, criticó el modelo productivo industrial porque, a su juicio, suponía la explotación de los humanos. Rechazó también el culto al éxito y el credo puritano del trabajo constante porque significaba la explotación de uno mismo.

Thoreau trató el tema del trabajo en algunos ensayos (Ganarse la vida, Vidas malgastadas, De qué le aprovecha al hombre…) y mostró su sorpresa por que hubiera “tan poco o casi nada escrito, que yo recuerde, sobre el tema de ganarse la vida, cómo hacer de ganarse la vida no solo algo valioso y honorable, sino también algo apetecible y glorioso, porque si ganarse la vida no es de ese modo, esto no sería vivir”.

En La desobediencia civil indica: “Yo creo que no hay nada, ni tan siquiera el crimen, más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que este incesante trabajar”.

Thoreau se enfrentó a las teorías del trabajo como objetivo vital y a la doctrina calvinista con estas palabras. “Si un hombre pasea por el bosque, por placer, todos los días, corre el riesgo de que le tomen por un haragán pero si se dedica el día entero a especular cortando bosques y dejando la tierra árida antes de tiempo, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor. ¡Como si una ciudad no tuviera más interés en sus bosques que el de talarlos!”.

“El propósito del obrero debería ser, no ganarse la vida o conseguir ‘un buen trabajo’, sino realizar bien un determinado trabajo y hasta (…) sería económico para una ciudad pagar a sus obreros tan bien que no sintieran que estaban trabajando por lo mínimo, sino que trabajaban por fines científicos o morales. No contrates a un hombre que te hace el trabajo por dinero, sino a aquél que lo hace porque le gusta, aunque lo realice muy despacio”.

Buscadores de oro en California (Wikimedia.org, dominio público)

Thoreau criticó muchas prácticas económicas de su tiempo, a mediados del siglo XIX, que mantienen un paralelismo absoluto con muchas actividades empresariales de la actualidad. “La afluencia masiva de buscadores de oro a California, por ejemplo, y la actitud no simplemente de los comerciantes, sino también de los filósofos y los profetas respecto a ella, refleja el gran desastre de la humanidad. ¡Que tantos esperen vivir de la suerte y así tener el modo de encargar el trabajo a otros menos afortunados y todo ello sin aportar nada a la sociedad! ¡Y a eso le llaman negocio! No conozco desarrollo más sorprendente de la inmoralidad en el comercio y en los demás procedimientos habituales para ganarse la vida. La filosofía y la poesía y la religión de semejante humanidad no merecen el polvo de un bejín” (La desobediencia civil).

El filósofo naturalista habló también de la ambición humana y de la forma en que la especulación y la avaricia se imponían sobre el talento y la inteligencia en este sistema económico. “Dios entregó al hombre honrado un certificado capacitándolo para alimentarse y vestirse, pero el hombre malvado encontró un facsímil del mismo en los cofres de Dios, se apropió de él y obtuvo alimento y vestido como el primero. Es uno de los sistemas de falsificación más extendidos que conoce el mundo. Yo no sabía que la humanidad padeciera por falta de oro. Yo lo he visto en pequeña cantidad. Sé que es muy maleable, pero no tan maleable como el ingenio. Un grano de oro puede dorar una gran superficie, pero no tanto como un grano de buen juicio (…). Si ganas, la sociedad pierde. (…) El buscador de oro es el enemigo del trabajador honrado”.

En su obra ya adelantó un problema que ha ido cada vez a más: el expolio del planeta. Thoreau leyó Tierra, trabajos, oro, de Alfred William Howitt, y escribió: “Me quedaron grabados en la mente toda la noche los numerosos valles con sus arroyos, todo cortado por pozos pestilentes de tres a 30 metros de profundidad y cuatro metros de ancho, tan justos como les fue posible cavarlos y medio cubiertos de agua. El lugar al que se lanzan con furia muchos hombres para buscar fortuna, sin saber dónde deben abrir sus agujeros, sin saber si el oro está bajo su mismo campamento, cavando a veces 50 metros antes de dar con la veta o perdiéndola por centímetros, convertidos en demonios y sin respetar los derechos de los demás en su sed de riqueza. Valles enteros a lo largo de cincuenta kilómetros aparecen de repente como panales de miel por los pozos de los mineros de tal suerte que cientos de estos mueren allí agotados. Metidos en el agua y cubiertos de barro y arcilla trabajan día y noche, y mueren de frío y enfermedad”.

El filósofo abolicionista continúa: “Howitt dice del hombre que encontró la gran pepita de 12 kilogramos en las excavaciones de Bendigo, en Australia: ‘Pronto empezó a beber, cogió un caballo y cabalgó por los alrededores, casi siempre al galope, y cuando encontraba gente la llamaba para preguntarle si sabía quién era él. A continuación le informaba, muy amable, de que él era el maldito miserable que había encontrado la pepita. Al final, cabalgando a todo galope, se estrelló contra un árbol, casi se salta los sesos. De todos modos, yo creo que no hubo ningún peligro en su caída porque ya se había saltado los sesos contra la pepita. Howitt añade: ‘Es un hombre completamente acabado’. Pero es un ejemplo de esa clase. Todos estos son hombres disipados. Escuchad algunos nombres de los lugares que excavan: llano del imbécil, barranco de la cabeza del carnero, vado del asesino. ¿No hay sátira en estos nombres? Dejadlos que arrastren su mal ganada riqueza adonde quieran, yo creo que el lugar en que vivan será siempre el llano del imbécil, si no el vado del asesino”.

Thoreau llegó a decir: “No preguntes cómo se consigue la mantequilla para tu pan. Se te revolverá el estómago al enterarte”. Y Bob Black acabó su libro con la misma frase que empezó: “Nadie debería trabajar”.

Pero, además, incluyó una exhortación: “Proletarios del mundo… ¡descansad!”.

Tienda en Estocolmo, 1907 (Wikimedia.org, dominio público)
Foto de portada: Vertedero, 2012 (Wikimedia.org, reproducida bajo licencia CC)
Anuncio australiano, 1943 (Wikimedia.org, dominio público)


Dejo otra vez aqui el enlace al ensayo de Russell: "elogio de la ociosidad": http://pendientedemigracion.ucm.es/info/bas/utopia/html/russell.htm
« última modificación: Mayo 30, 2013, 09:36:46 am por NosTrasladamus »
No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #341 en: Mayo 30, 2013, 08:55:12 am »
La evolución se da siempre, no sólo en las crisis. No creo en ese modelo Levi-straussiano de las sociedades calientes y las sociedades frías, menos aún en las sociedades sin historia. La Edad Media se está remodelizando, hay mucho revisionismo ahí: no fue un periodo tan oscuro y congelado en el tiempo. Más bien una época demográficamente perezosa. Se puede discutir sobre qué factores pesaron más en la Gran Transición, es un debate chulo.

Lo diré de otra forma: las crisis es cuando se puede romper la inercia de intereses creados y conservadurismo para que nuevas tecnologías se abran paso, especialmente si son sustitutorias de las antiguas.

Desde luego que la edad media fue un periodo muy movidito; de eso no cabe duda. Y socialmeten hubo muchísimos cambios, de todo tipo. Políticamente, también.

Pero tecnológicamente, fue un periodo bastante estancado. No hay mucha diferencia entre como un romano tardío y un campesuion lombardo del S XV cultivaban la tierra, y hablamos de un lapso de 1000 años. Lo mismo para la guerra. No hay prácticamente diferencias entre los principios básicos de la guerra para los romanos y para un ejército del S XV... seacaso, hubo una cierta involución, aunque fuera más por factores sociales y económicos que por otra cosa.

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #342 en: Mayo 31, 2013, 02:06:46 am »
La economía romana y la europea medieval eran tan diferentes que a veces cuesta hacer comparativas. La Edad Media fue, generalizando mucho, un marasmo económico y ágrafo que, por eso mismo, esconde los grandes avances técnicos que alumbró.

En el siglo XV un navío europeo estaba capacitado para atravesar el Atlántico. Sólo había que intentarlo. Un barco romano no hubiera podido ni intentarlo. Mucho antes del XV, los barcos vikingos del siglo VIII le daban mil vueltas a lo mejor de la navegación de la Antigüedad Clásica. Tenían un verdadero timón, consecuencia de una estructura más sólida, de maderos bien remachados. Los barcos griegos y romanos no eran sólidos. Llevaban una gruesa soga que unía la proa con la popa. Sin esta soga se deshacían. No podían tener un timón "normal", sino sólo remos, no porque no se les hubiera ocurrido la idea (algunos botes pequeños tenían timón), sino porque un timón es una estructura pesada y genera tensiones que un barco romano no hubiera soportado.

Arquitectónicamente, los maestros del gótico dominaban conceptos más avanzados que la mayoría de los de los romanos, aunque habían perdido la capacidad de erigir grandes cúpulas, no tanto por "diseño" como por haberse perdido el saber hacer de los romanos en materiales como el hormigón. Lo llamativo de la construcción medieval, lo que da sensación de atraso es que la financiación de una catedral gótica a cargo de los prebostes locales podía llevar un siglo cuando un emperador romano podía hacer erigir una basílica inmensa en par de años. Otra vez la economía, o la economía política. Y en el XV ya estaban los florentinos igualando o superando las cupulas romanas, y no por recuperación de lo antiguo. Las estructuras de cúpulas como la catedral de Florencia, o la de San Pedro de Roma, son muy diferentes a la del Panteón de Agripa. Pero no son inferiores en dimensiones.

El arado romano era una pvttida merda, apenas mejor que el egipcio de tres mil años antes. Un campo alemán del siglo XIII labrado con el arado de vertedera y ruedas podía ser cinco o seis veces más productivo que un predio galorromano. Francia pasó de ser una tierra un poco salvaje y de no gran riqueza en el Imperio de Occidente a tener casi más población que todo el resto de Europa junta gracias a circunstancias como ésta. No hubo mejoras sustanciales en las técnicas de cultivo europeas entre el siglo XI y el XVIII. La productividad subió aún más a partir del XVI por la introducción de la patata y el maíz, pero las técnicas no cambiaron desde el medievo.

No entro en aspectos muy específicos del arte militar, que domino poco. Espadas, armaduras, cosas así. Pero cuando los reinos europeos salieron en sus barcos a la conquista del mundo, apenas terminada la Edad Media, no sólo eran superiores tecnológicamente a los aztecas e incas. Les daban sopas con onda a casi todo el mundo. Aunque los europeos no habían inventado la artillería, un barco portugués que hubiera llegado al Índico era en aquella zona el equivalente estratégico de un portaaviones nuclear americano: las flotas locales no podían oponérsele, ni de diez en diez. Y sus oponentes no eran reyezuelos. Muchos de los señores indios e indochinos tenían dominios con poblaciones y riqueza superiores a los del reino de Portugal, por no hablar de la Persia Safavida, que debía de ser como Portugal, España, Francia e Inglaterra juntas. Los chinos en aquella época sí estaban a la altura en un plano técnico, pero decidieron aislarse, probablemente porque eran conscientes de la inestabilidad política que les hubiera acarreado un desarrollo tecnológico acelerado. Los japoneses hicieron algo parecido: pasaron de ser la mayor potencia productora de arcabuces a abandonarlos casi por completo, también por la repercusión política de la proliferación de "equalizers" que hubieran dado al traste con toda la institución de los señores de la guerra y los samurai.

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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #343 en: Mayo 31, 2013, 10:58:24 am »
Chapeau Sr Taliván, siga siga, por dios es interesantísimo.
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Re:El fin del trabajo
« Respuesta #344 en: Mayo 31, 2013, 11:10:14 am »
Me traigo este post de Sincriterio del hilo principal que me parece interesantísimo, por el tema que trata y lo que pienso en expecial sobre el trabajo y su no-futuro.
En el tema del trabajo creo que la pregunta sería otra ¿y los que quieren trabajar?

Aunque primero deberíamos redefinir el concepto trabajo.

Hay muchas personas muy creativas que desean trabajar y no preocuparse del dinero si tienen lo suficiente, pero su trabajo tiene que ser creativo, y enseñarlo a los demás.
La red está llena de gente que pone en la pantalla sus logros, y dice: mira lo que hago, mira lo que sé hacer.
Hay muchas personas que quieren compartir sus conocimientos, sean éstos de realizar caminos nuevos en las montañas o fabricar licores, y no quieren dinero por su saber, quieren hacerlo porque les gusta, y si tuvieran el dinero suficiente para vivir, se dedicarían a lo que les gusta, que es aprender, enseñar y compartir.
Estamos en momentos de cambio y uno de esos cambios es la manera de pensar y analizar la realidad.
La realidad no es una y única, con gráficas, deudas e ineptos que se forran por información privilegiada y conversación estúpida.
Hay personas que no pueden parar de trabajar porque sus mentes no les permiten estar quietos, y hay personas que con 25 años pasan tres horas de cada tarde con tele cinco.
Tendremos que valorar quienes aportan más a la sociedad que nos gustaría tener.
Yo, a muchos de nuestros dirigentes les daría una guitarra de rock y a dar conciertos, se les calmaría el ego y nos dejarían tranquilos, y a los espectadores de telecinco que tenga un vivir digno, pero que no nos impongan su manera de ver la vida.
El que tenga algo que aportarr bienvenido y el tontilan calladito, pero hay que cambiar nuestra manera de valorar el trabajo de los demás y el nuestro.
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