En la página precedente hemos tocado un asunto que se trató a fondo hace algunos años en el hilo del Rescate de España: Las causas profundas de esta crisis.
Por aquel entonces preparé sobre la cuestión una conferencia que en Madrid fue acogida, entre otros foros, por el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Esto es la primera parte que podría partir en segmentos más breves pero que, si no hay objeciones y por economía, traeré en 2 o 3 recortando de ella lo prescindible por ser este un entorno muy diferente.
Creo que sigue vigente en su casi totalidad porque el sistema de Poder Social no ha querido permitir la difusión de un diagnóstico alternativo. Pero es evidente que la crisis deriva de factores muy por debajo de lo que entendemos por economía.
Si algún partícipe del blog quiere el texto entero --con notas a pie de página y referencias de textos y autores-- me la puede pedir por correo interno o a
manuoquendo@yahoo.esLa Gran Crisis. Diagnósticos para la esperanza.
Resumen de la conferencia. Septiembre del 2012, es decir hace cinco años y diez desde el primer "Momento Minsky", previsto hace casi 35 años.
Texto-
Buenos días.
Gracias por las amables palabras de……
El título es ambicioso. Encontrar “Un Diagnóstico para la Esperanza” no es fácil ni en la retórica ni en la vida real pero en esas estamos. He optado por una conferencia escrita y sin gráficos. Estamos tan inmersos en la materia que los principales parámetros, --el paro, la deuda, el PIB, etc.-- nos resultan familiares y con buenas aproximaciones podemos pensar y tratar de solucionarlo compartiendo ideas que de ellas más que de números se trata.
INTRODUCCIÓNSe cumplen ahora cinco años desde la primera señal de alarma grave , --
Bear Stearns--, seguimos en declive y no hay acuerdo sobre las causas de la situación que estamos viviendo.
Por ello durante la próxima hora vamos a hablar de los asuntos siguientes.
• Los diagnósticos que se ofrecen al público.
• Las Preguntas que siguen en el aire y las Respuestas plausibles.
• Los problemas que los diagnósticos oficiales no abordan
• Las raíces Políticas e Institucionales de nuestros problemas económicos.
• Soluciones.
Este enfoque creo que nos permitirá identificar causas realistas de los problemas. Causas sobre las que se puede actuar para salir del frustrante impasse en el que ya llevamos cinco años.
Tenemos mucho trabajo por delante si queremos que nuestros hijos no vivan, como hoy es el caso, cargados de deudas ajenas hasta donde alcanza el horizonte. Son una de esas raras generaciones cuyas expectativas son peores que las de sus padres. Esto es grave.
DIAGNÓSTICOS DISPONIBLESHasta que comenzó esta crisis el referente histórico más citado era el lejano
crash de 1929. Quizás inconscientemente nos olvidamos del colapso de la URSS que para la mayoría de sus ciudadanos sigue teniendo efectos desastrosos veinte años más tarde.
Estas tres grandes crisis tienen similitudes: Paro, empobrecimiento y una creciente desigualdad –en esencia la URSS también era un modelo de Capitalismo de Estado en una sociedad compleja, tecnológica y culturalmente avanzada, que había seguido las recomendaciones del FMI, etc.
Veamos los diagnósticos que ofrecen las tres escuelas económicas que tienen más relevancia: La “oficial”, el marxismo y la escuela austríaca
En primer lugar la ortodoxia, también conocida como
síntesis neoclásica. La forman académicos y profesionales de las corrientes económicas centrales--desde los clásicos Marshall y Keynes a los diferentes matices de Chicago—con fuerte presencia en universidades, bancos centrales, ministerios e instituciones como el FMI el BIS o la OCDE.
Siempre es tentador criticar la ortodoxia pero sus responsabilidades distan de ser banales. Su misión no es cuestionar el sistema sino hacer que funcione reparando daños como los actuales o diseñando estímulos para nuestras economías.
Esta escuela está siendo objeto de numerosas críticas, algunas muy merecidas, pero si ahondamos en los problemas y en sus raíces veremos que estos profesionales no son sus causantes.
La segunda es la
escuela marxista cuya muerte se certificó con la caída del muro de Berlín en 1989 pero que sigue activa y es un factor importante en buena parte del globo;
también en la Socialdemocracia de Europa y en USA bajo otros nombres y maticesSus pronósticos habían previsto desde antiguo una crisis semejante a ésta y resulta instructivo escuchar sus tesis aunque sus soluciones sean conocidas --y descartadas tras el derrumbe de la Unión Soviética.
La tercera es la
escuela austríaca –en referencia al éxodo de notables economistas del mundo germánico y del imperio austro-húngaro fuertemente enfrentados al Nacional-socialismo y al Socialismo—
También es prudente conocerlos porque buena parte de sus ideas es poco discutible y las recetas “ortodoxas” que hoy aplican los gobiernos resultan en paro y desigualdad crecientes.
Algunos austríacos hace más de 50 años que anunciaron este momento.¿Qué nos dicen?
La posición ortodoxa nos dice que esto es una
crisis financiera debida a la acumulación de excesiva deuda privada y pública.
Todo lo más añade lo evidente: que los intereses eran bajos y que esto, aunado al espejismo de espléndidas plusvalías inmobiliarias o bursátiles, siempre produce euforia consumista e hiperactividad económica, burbujas de entusiasmo.
Hasta que alguien descubre que todo era un sueño y que, “el supervisor no supervisó bien, nos ha fallado otra vez”.
Si preguntamos
por qué los tipos de interés eran tan bajos se van complicando las respuestas comenzando porque si algo es anormalmente barato es que hay demasiado, es de calidad mejorable o ambas cosas al tiempo.
Así pues, --continúa el relato oficial de esta escuela--, en esta tesitura de bajos tipos de interés crece el endeudamiento y suben los valores en los que se invierte o gasta el crédito. Esto dinamiza el consumo porque la posesión de activos de valor creciente proporciona una euforia que nos induce a gastar.
Todos sabemos que no durará, pero resulta imposible irse renunciando a más ganancias o cuotas de mercado. Hasta que caemos en la cuenta de que conocemos deudores que no podrían pagar sus créditos porque sus ingresos son inferiores a sus compromisos de pagos.
Los más prudentes comienzan a vender sus activos. Esto frena la subida de precios y anuncia el inevitable descenso de los mismos. Pronto se llega lo que se conoce como “crash” cuando los bancos ven evaporarse su siempre escaso capital a cada punto de subida del índice de morosidad.
En la última crisis este momento tenía nombre y era esperado. Los
brokers de Wall Street lo conocían como el “
Momento Minsky” el profesor que lo había descrito hace muchos años.
La siguiente etapa es un círculo vicioso de caída de precios descenso del consumo y quiebras de bancos que los ciudadanos tendremos que recapitalizar justo cuando el desempleo crece y los ingresos fiscales del estado descienden. Los estados recurren al crédito hasta que es evidente que muchos de ellos tampoco están en situación de pagarlo.
En resumen, la ortodoxia nos dice lo que ha sucedido pero no por qué y como solución propone recuperar la solvencia de los estados para un nuevo impulso del crédito y del consumo que nos lleve nuevamente a otra burbuja.
La alternativa, que nos hagamos exportadores, --como China, Alemania o Corea--, es poco plausible porque no todos pueden tener saldos positivos en la balanza comercial al mismo tiempo.
¿Qué nos dice el marxismo actual? Profesores como Brenner o Wade lo resumen así: La eficiencia del sistema industrial basado en economías de escala expulsa del proceso productivo a gran parte de los trabajadores y concentra el poder económico en muy pocas manos.
Cuando el “capital” ve que sus estados de origen ya son de baja o nula rentabilidad –principalmente por la entrada de competidores--, se traslada a lugares con mejores costes. Desde allí accede a un mercado incomparablemente mayor,
un único mercado global.
Mientras este proceso de globalización industrial tiene lugar, en los países de origen
el estado crea los recursos crediticios para impulsar consumo y un empleo que, aparentemente al menos, sustituya lo perdido. Estados Unidos, España o Inglaterra son ejemplos de esta forma de desindustrialización y estímulos compensatorios usando políticas monetarias. Es decir,
los empleos industriales se sustituyen por puestos de trabajo públicos y de servicios de todo tipo entre ellos los asistenciales y la demanda pasa a depender en mucha mayor medida de que nos endeudemos para consumir.
De esta forma el sistema bancario se transmuta. De ser un
intermediario entre ahorro e inversión productiva pasa a ser
creador de crédito para actividades especulativas y para el consumo que sostiene artificialmente la actividad económica. Esto es lo que se llama “financiarización”.
Una especie de
máquina de respiración asistida que termina siendo un coste para la actividad productiva que proporciona extraordinarias rentabilidades a un pequeño grupo de agentes económicos lo suficientemente hábiles para, en situaciones de alto riesgo, sobrevivir y lograr que sus pérdidas, las de sus instituciones, sean eventualmente repercutidas a toda la población.
Si el relato precedente fuera una foto nos veríamos en ella con bastante precisión.
Por último,
la escuela austríaca”.Arrancan cuestionando la naturaleza del sistema monetario y financiero vigente y las políticas estatistas que, apoyadas en Hegel y no siempre con justicia, otorgan un papel desmesurado al estado. Promotor, legislador minucioso, supervisor y “autor intelectual” del tipo de dinero que hoy usamos.
Denuncian la imposibilidad de sostener el ahorro con un sistema monetario que lo destruye y, repiten,
sin ahorro no hay economía productiva ni desarrollo humano posible. Al contrario, la penalización del ahorro destruye
las etapas industriales previas al consumo y por lo tanto contribuye a la destrucción del empleo más valioso.
Para esta escuela no es posible una economía próspera sin una moneda que sirva no sólo de medio de pago sino de unidad de medida cabal y, por lo tanto pueda ser depósito de valor.
La prosperidad económica pacífica no es posible si no está basada en la inversión e innovación productiva a partir del ahorro en una moneda capaz de mantener su valor en el tiempo. En paralelo y como paladines que son de la libertad de mercado
no les resulta fácil reconciliar sus perspectivas con dos aspectos importantes: El papel del estado como
• garante de la igualdad de oportunidades (y esto incluye el mercado y el papel de los monopolios) y
• proveedor eficaz de bienes públicos.
Como en las otras dos escuelas anteriores no cuestionan los procesos globalizadores e incluso los presentan como una evolución natural de la libertad de mercado
sin aportar soluciones concretas ni viables al desempleo y la desigualdad crecientes.
Los países más sólidos del mundo, caso de Alemania, sostienen en sus políticas económicas algunos de los principios de esta escuela que, salvo un breve lapso durante la reconstrucción alemana, no han llegado a ocupar posiciones públicas de preeminencia en nuestra forma actual de estado..
En resumen:
La ortodoxia pierde empleo cuantitativo y cualitativo de modo sistemático y sólo puede compensar el declive a través de burbujas crediticias crecientes. El marxismo deriva hacia a burocracias hipertrofiadas y despóticas y los Austríacos son víctimas de sus posturas acerca del peso y papel del estado. Quizás injustamente. Ninguno es capaz de resolver el problema actual.
Por consiguiente nos encontramos con diagnósticos parciales, dependientes de paradigmas políticos que los incapacitan para ofrecer soluciones al problema real: La generación de empleo que garantice la capacidad de la ciudadanía de ser autores razonablemente autónomos y responsables de la propia vida.
Es decir,
hay muchas preguntas en el aire sin cuyas respuestas no es posible entender lo que sucede. Muchos problemas de fondo discretamente ignorados.
Preguntas como...
¿Por qué, en menos de cincuenta años, hemos cambiado hasta cuatro veces el sistema financiero y el sistema monetario? Desde el viejo patrón oro al Exchange Standard, a Breton Woods y al dinero evanescente, Fiat Money. ¿Con qué efectos?
¿Por qué el tamaño económico del estado ha pasado en 50 años de ser menos del 10% del PIB a más del 50% en Europa (40% en EEUU y Japón)? ¿Con qué efectos cualitativos y estructurales?
¿Qué siente un pequeño empresario que quiere crecer en nuestro mercado interior y su abogado le hace caer cae en la cuenta de que en escasamente 30 años nuestras Autonomías han producido 800,000 páginas de Boletines Oficiales 100,000 de las cuales tienen contenido económico relevante?
O esta otra ¿Quién puede arriesgarse a invertir en fabricar nada sin conocer los precios que puede encontrarse de cualquier proveedor del mundo que tiene derecho a competir en cuanto el primero haya demostrado que en su país de origen hay mercado para ese producto?
O una de carácter más general, ¿Por qué medimos la actividad económica de los estados de forma radicalmente distinta de las corporaciones? ¿Nos dicen realmente algo las métricas que usan los estados sobre la prosperidad económica que interesa a los ciudadanos?
¿Por qué de forma generalizada desde los años setenta no hay suficiente trabajo en occidente y --si exceptuamos burbujas financieras creadas a través de legislación específica—vemos que la pérdida de industria no se detiene?
O problemas de fondo como estos
1. Reconocer que llevamos décadas a base de estímulos artificiales que han llevado el dinero en circulación a ser, como mínimo, 5 veces más de lo que sería necesario para de la economía productiva. El sistema no vive del ahorro, vive del crédito desbocado.
¿De dónde sale ese exceso de dinero?
• De cada año que se cierra en déficit presupuestario y es necesario pedir créditos para financiarlo.
• De cada saldo negativo por importaciones no compensada por ingresos permanentes desde el exterior ni por ajustes del nivel de precios, impuestos y salarios que corrijan el desequilibrio.
• De estímulos económicos basados en el crédito para crear empleo que compense los perdidos.
• De un gasto que crece siempre más allá de la capacidad de pagarlo.
• De la ya descrita “financiarización” de la economía.
Entre 1996 y 2009 la deuda privada española pasa del 60% del PIB al 240%, la deuda pública llega ya a cerca del 100%. En poco más de 12 años hemos inflado la actividad con deuda equivalente al PIB de tres años.
Recordemos que dinero es todo medio de pago, que un crédito “es” medio de pago, que al aumentar el crédito aumenta el dinero en circulación y que, inevitablemente, produce inflación . Es decir, tiene efectos muy graves dado que pocas leyes económicas se cumplen con mayor consistencia.
Cada inyección de liquidez como estímulo permanece en circulación elevando precios y sosteniendo el engranaje cada vez de modo más precario.
Hoy Europa “aspira” a que sus déficits sean del 3%. Es decir, aspiramos a “más de lo mismo”.2. En segundo lugar hemos ido perdiendo gradualmente una gran parte de la capacidad industrial que se ha ido “deslocalizando” globalmente o cerrando.
Una pérdida de capital humano de escala dramática sobre la que hemos corrido otro tupido velo. Hoy tenemos cientos de miles de universitarios sin empleo y en todo Madrid no hay un solo zapatero que viva de hacer zapatos aunque sean artesanales. Hacer, lo que se dice hacer, es un capital que hemos dilapidado.
Entre 1985 y 2006 la industria española cayó un 37% como parte del PIB y un 30% en empleo .
En Estados Unidos, entre 1977 y 2007 el porcentaje de empleo fabril pasa de un 27% de la población al 15%. Ambos países venían bajando desde 1971 y continúan cayendo hoy.
Las industrias y los empleos que han ido sustituyendo a los perdidos son insuficientes y la mayoría son cualitativamente peores: servicios de tipo asistencial --público y privado-- y trabajos de bajo valor añadido y remuneración.
Todos dignísimos pero
de naturaleza muy diferente al pedigrí de un empleo industrial. No es lo mismo la contribución de un vendedor o de un obrero especializado o de un artesano que la de un administrativo o un servicio asistencial.
Unos producen ingresos y otros son gasto y así se clasifican por las normas contables que los propios gobiernos imponen a las empresas.
Imaginemos una gran familia que vivía de una fábrica que se va cerrando y sus miembros pierden el empleo.
La familia echa mano primero del ahorro, luego de créditos, y compensan los empleos perdidos por los hijos y sobrinos en la fábrica contratando empleados domésticos.
Se consuelan compensando los perdidos en la fábrica con los nuevos y se dicen: “antes trabajaban cinco en la fábrica y ahora entre la costurera, los dos cuidadores del abuelo, la planchadora y el nuevo jardinero que también hace recados los hemos compensado con creces. Tenemos más empleo y más “cotizantes”.
Parece un mal chiste pero está sucediendo.
3. En tercer lugar asistimos a un proceso acusado de
Concentración de Poder, también económico. Cualquiera es testigo obligado de la capacidad de determinados operadores --públicos y privados-- para imponer sus precios.
Los precios públicos representan más del 50% de gasto real de cada persona antes incluso de añadir los precios “intocables” de energía, transporte, agua, gas, enseñanza, o compras tasadas y obligadas como ITV’s, libros de texto, comisiones bancarias, peajes, etc.
En esto consiste un monopolio o un oligopolio, en un imbatible poder de mercado al cual todos hemos de someternos con la misma sensación de impotencia con que llamamos a centros de atención telefónica pagándoles su ineficacia por falta de opciones reales. Mientras el estado se ausenta.
Esta impotencia sentida por millones de ciudadanos lastra y anula cualquier motivación, reduciendo el capital de iniciativa social. Hoy mismo estamos asistiendo al enigmático espectáculo de que donde vivían estupenda y honradamente cientos de pequeñas y medianas entidades financieras se nos anuncia a bombo y platillo que sólo quedarán unas poquitas, menos de 10 pero “muy sólidas”.
Realmente algo está muy mal, rematadamente mal cuando escuchamos estas explicaciones en silencio.
¿Queda espacio que no sea exclusivo de alguien muy poderoso y cercano al poder político?
4. En cuarto lugar y en paralelo a los fenómenos citados de Financiarización, Desindustrialización y Concentración de poder de Mercado en pocas manos está la Privatización de Servicios Públicos o, el reverso de la misma moneda, la Reconversión de Actividades privadas en una especie de Sector Público en la Sombra.
Este es un fenómeno realmente interesante si se mira al mismo tiempo que nuestra desertización industrial porque sigue al pie de la letra la profecía marxiana y austríaca.
Esta metamorfosis de nuestra arquitectura económica, esta simbiosis parasitaria, ha incrementado muy notablemente el coste de nuestros servicios básicos: Desde el agua, a la electricidad, el correo, la telefonía y el transporte público y privado convertidos en precios políticos que incorporan al coste una serie de tasas y transferencias ocultas que hacen que la fiscalidad real sea un enigma.
Por todo ello
nuestro IBEX 35 actual se parece más a un Sector Público en la Sombra que a un grupo de grandes empresas industriales. Salvando dos o tres excepciones, Inditex, Técnicas Reunidas, etc. comparar Nuestro “Selectivo” con el Dax de Frankfurt muestra reveladoras diferencias que evidencian cómo hasta los capitales privados se ven impulsados a refugiarse en el servicio al estado sin asumir riesgo industrial alguno. En un mundo globalizado hasta para esos inmensos capitales el riesgo es excesivo.
Fin primera parte.