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¿Pánico? Repsol, Ibex… Esto aún no ha comenzado. Viene el “Papelón”Daniel Lacalle.- 21/04/2012 (22/04/2012 12:10) NO ME CREO NADA.-Se entrelazan dos miedos:1] el papelón [la aparición en la Bolsa de paquetes de acciones poseídos por instituciones en apuros]; y2] el pie cambiado de Repsol, cuya única salvación consistiría en olvidarse de dividendos y ampliar mucho su capital para comprar supuestos negocios cojonudos, que es lo que toca decir a su actual cúpula, por cierto.Sin embargo, primero, no está nada claro que los suelos marcados a finales de 2008 y principios de 2009 sean falsos. El volumen de contratación no lo confirmaría.Y, segundo, por lo que respecta a Repsol, no puede razonablemente darse una opinión fundada sin hablar de:1] el problema de Balance creado con la presencia en el Activo de las acciones propias adquiridas a Sacyr, que significan la mitad de la cuota de YPF expropiada;2] el proceso de write off [o provisión] de ésta contra Resultados, no contra Recursos Propios, como sería la amortización de las acciones propias; y3] la sucesión de sus forradísimos mandamases, que han perpetrado y se han dejado perpetrar semejantes "patotadas".
Sobre el niñato subnormal: no merece que le dediquemos ni una línea más. Lo que busca es protagonismo, el mejor castigo a esa ralea es no hacerles ni puto caso. ....
Aún recuerdo cómo a una compañera de facultad, que quería especializarse en lo mismo que yo, sus padres la convencieron de que no tenía futuro (razón tenían) y se apuntó a un Máster en RRHH de estos caros carísimos y con nombre en ingléh. La pobre moza, al menos en los primeros meses, alucinaba con "tanto pijo revenío medio psicópata", como decía. Perdí el contacto con ella, lo mismo ahora es una experta en powerpoint de esos..
La clave de bóveda continúa siendo la reforma del sistema financiero, y el Gobierno, en este sentido, continúa guiado por un voluntarismo político sin límites y un tanto pedestre. Es como si hubiera quedado atrapado en el círculo infernal del patrón oro.Por un lado, ayuda a los bancos para evitar que quiebren, y éstos, a cambio, le compran sus bonos con ayudas del BCE. Pero como al mismo tiempo se hacen políticas fiscales contractivas (subida de impuestos y recorte del gasto) la economía enmudece y aumentan el paro y la morosidad. Mientras que el crédito, como no puede ser de otra manera, desaparece, desoyendo aquello que decía el economista Wieser: “el crédito promueve en un grado máximo la aparición de empresarios eficaces, la selección de dirigentes en el campo de la propiedad”. En otras palabras, sin crédito no hay la célebre ‘destrucción creativa’ de la que hablaba Schumpeter. El viejo capitalismo del ladrillo se resiste a morir y la banca no apuesta por la nueva economía.
EDITORIALEspaña ante sí mismaLas crisis son efecto de malas políticas, no de fatalidades; por eso es también política la salidaEl País 22 ABR 2012 - 00:02 CET La acumulación de malas noticias para España durante las últimas semanas ha generalizado una sensación de pesimismo que distorsiona la situación real del país y minusvalora los recursos con los que cuenta para superarla. Por más que se hayan repetido los fracasos en la historia, ni obedecieron a una condena metafísica, ni dictaron un destino inapelable. La crisis que hoy atraviesa España, como la mayor parte de las que padeció en el pasado, es resultado de haber adoptado unas decisiones políticas y no otras, sin olvidar la determinante influencia del contexto exterior. Serán, pues, decisiones políticas las que permitirán superarla o, por el contrario, las que agravarán sus efectos. Con el añadido de que, gracias al esfuerzo colectivo desarrollado desde la reinstauración de las libertades, España ha alcanzado por sí misma y como miembro de la Unión Europea un lugar destacado en ese contexto exterior a cuya influencia es imposible sustraerse.Las instituciones establecidas por la Constitución de 1978 han demostrado una extraordinaria solidez, a pesar de la ligereza con la que han sido servidas en ocasiones por sus representantes. Desde hace más de dos décadas, y de manera cada vez más acelerada, la frivolidad ha estado detrás del ejercicio sectario de las tareas parlamentarias, de la administración espectacular de la justicia y de la utilización, a la vez propagandística y prepotente, del poder ejecutivo.La frivolidad ha marcado también el uso de los mecanismos autonómicos, tanto por parte de quienes vieron en ellos una estación de paso, como de quienes agitan sus dificultades para promover la recentralización. Ni siquiera la jefatura del Estado ha quedado al margen de la tendencia general, según han venido a poner de manifiesto los diversos episodios en los que se ha visto envuelta la Casa del Rey en los últimos tiempos. La crisis exige reforzar las instituciones poniendo fin a los malos usos que se han hecho de ellas, no a utilizar esos malos usos como coartada para cuestionarlas.La economía española está padeciendo las consecuencias de una frenética burbuja inmobiliaria con cuyo espejismo de abundancia todos los Gobiernos prefirieron convivir en lugar de corregir. Pero no todo en estos años ha sido furor especulativo: hay empresas españolas que han logrado consolidar posiciones internacionales de primer orden. La expropiación de la que ha sido objeto la petrolera Repsol en Argentina ha venido a recordar que la proyección de los intereses españoles exige una política exterior a la altura. Hace demasiado tiempo, sin embargo, que esta ha dejado de estarlo, sometida a ensoñaciones ideológicas de signo opuesto durante los Gobiernos de Aznar y Zapatero. Tampoco la diplomacia de Mariano Rajoy parece encontrar el tono justo, dejándose tentar por resabios nacionalistas, en lugar de consagrar sus esfuerzos a reconstruir la red de relaciones que hagan de España un actor fiable y respetado. España lo fue, por lo que puede volver a serlo: todo dependerá de las iniciativas que adopte, no de las campañas propagandísticas en torno a una marca.Crisis como la que hoy atraviesa el mundo, y ante la que España está resultado particularmente vulnerable, provocan ganadores y perdedores. El ventajismo de quienes tienen más posibilidades de ganar solo provocará el resentimiento de quienes las tienen de perder. Solo el poder político puede arbitrar las medidas que impidan el desencadenamiento de esa espiral tan destructiva como incontrolable, convirtiendo en equitativo esfuerzo colectivo lo que, mal administrado, degeneraría en descarnada defensa de los intereses particulares. España está ante sí misma y podría fracasar una vez más si sus instituciones y sus ciudadanos olvidan los recursos de los que dispone para no hacerlo.
http://elpais.com/elpais/2012/04/21/opinion/1335023219_654029.htmlCitarEDITORIALEspaña ante sí mismaLas crisis son efecto de malas políticas, no de fatalidades; por eso es también política la salidaEl País 22 ABR 2012 - 00:02 CET [...]La economía española está padeciendo las consecuencias de una frenética burbuja inmobiliaria con cuyo espejismo de abundancia todos los Gobiernos prefirieron convivir en lugar de corregir. Pero no todo en estos años ha sido furor especulativo: hay empresas españolas que han logrado consolidar posiciones internacionales de primer orden. La expropiación de la que ha sido objeto la petrolera Repsol en Argentina ha venido a recordar que la proyección de los intereses españoles exige una política exterior a la altura. Hace demasiado tiempo, sin embargo, que esta ha dejado de estarlo, sometida a ensoñaciones ideológicas de signo opuesto durante los Gobiernos de Aznar y Zapatero. Tampoco la diplomacia de Mariano Rajoy parece encontrar el tono justo, dejándose tentar por resabios nacionalistas, en lugar de consagrar sus esfuerzos a reconstruir la red de relaciones que hagan de España un actor fiable y respetado. España lo fue, por lo que puede volver a serlo: todo dependerá de las iniciativas que adopte, no de las campañas propagandísticas en torno a una marca.Crisis como la que hoy atraviesa el mundo, y ante la que España está resultado particularmente vulnerable, provocan ganadores y perdedores. El ventajismo de quienes tienen más posibilidades de ganar solo provocará el resentimiento de quienes las tienen de perder. Solo el poder político puede arbitrar las medidas que impidan el desencadenamiento de esa espiral tan destructiva como incontrolable, convirtiendo en equitativo esfuerzo colectivo lo que, mal administrado, degeneraría en descarnada defensa de los intereses particulares. España está ante sí misma y podría fracasar una vez más si sus instituciones y sus ciudadanos olvidan los recursos de los que dispone para no hacerlo.
EDITORIALEspaña ante sí mismaLas crisis son efecto de malas políticas, no de fatalidades; por eso es también política la salidaEl País 22 ABR 2012 - 00:02 CET [...]La economía española está padeciendo las consecuencias de una frenética burbuja inmobiliaria con cuyo espejismo de abundancia todos los Gobiernos prefirieron convivir en lugar de corregir. Pero no todo en estos años ha sido furor especulativo: hay empresas españolas que han logrado consolidar posiciones internacionales de primer orden. La expropiación de la que ha sido objeto la petrolera Repsol en Argentina ha venido a recordar que la proyección de los intereses españoles exige una política exterior a la altura. Hace demasiado tiempo, sin embargo, que esta ha dejado de estarlo, sometida a ensoñaciones ideológicas de signo opuesto durante los Gobiernos de Aznar y Zapatero. Tampoco la diplomacia de Mariano Rajoy parece encontrar el tono justo, dejándose tentar por resabios nacionalistas, en lugar de consagrar sus esfuerzos a reconstruir la red de relaciones que hagan de España un actor fiable y respetado. España lo fue, por lo que puede volver a serlo: todo dependerá de las iniciativas que adopte, no de las campañas propagandísticas en torno a una marca.Crisis como la que hoy atraviesa el mundo, y ante la que España está resultado particularmente vulnerable, provocan ganadores y perdedores. El ventajismo de quienes tienen más posibilidades de ganar solo provocará el resentimiento de quienes las tienen de perder. Solo el poder político puede arbitrar las medidas que impidan el desencadenamiento de esa espiral tan destructiva como incontrolable, convirtiendo en equitativo esfuerzo colectivo lo que, mal administrado, degeneraría en descarnada defensa de los intereses particulares. España está ante sí misma y podría fracasar una vez más si sus instituciones y sus ciudadanos olvidan los recursos de los que dispone para no hacerlo.
Donde nadie quiere vivir...La misma María Teresa suscribe estas razones, consciente de que no ha conseguido "ningún chollo" pagando 175.000 euros por su piso en una de las zonas con más desahucios de Barcelona, en la que es posible comprar viviendas de segunda mano embargadas hasta por 70.000 euros y encontrar otras en mejores condiciones rondando los 100.000. No se arrepiente porque, a sus 57 años, quería hacerse con una propiedad a estrenar tras una vida de alquileres en el Eixample. Aunque reconoce que haberse quedado en el centro hubiera sido hoy más plausible. "Por este dinero, algo podría haber encontrado. Todo está bajando mucho y el precio que yo he pagado ya no es competitivo, ya hay cosas así en el mercado por eso la gente no se anima a venir hasta aquí", sintetiza....
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