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El Banco de España sugiere que el desempleo aumentaría hasta casi el 30% si se incluyera a los trabajadores a tiempo parcial que desearían trabajar más horas en la definición oficialCada vez son más los trabajadores que se ven obligados a trabajar con contratos parciales aun estando dispuestos a hacerlo a jornada completa. Así se desprende el Estudio Medidas Alternativas de desempleo para la economía española del Banco de España en el que se establece la categoría de “subempleo estructural” para referirse a los “trabajadores a tiempo parcial que desearían trabajar más horas [involuntarios]”. Según el regulador, la tasa de paro se incrementaría hasta casi el 30% si en la definición oficial se incluyera a estas personas. De acuerdo con la definición oficial, la tasa de paro se situó a finales de 2016 en el 18,6%.
En EEUU hay unos 7,5 millones de hombres en edad de trabajar que no trabajan, no buscan empleo, viven de subsidios o de familiares y no cuentan en las estadísticas de paro. ¡7,5 millones!
Cita de: visillófilas pepitófagas en Julio 02, 2017, 18:26:34 pmEn EEUU hay unos 7,5 millones de hombres en edad de trabajar que no trabajan, no buscan empleo, viven de subsidios o de familiares y no cuentan en las estadísticas de paro. ¡7,5 millones!Que yo sepa, en España tampoco los ninis cuentan cómo parados; sólo si se busca empleo activamente y no se encuentra, uno cualifica como tal...
ACTUALIDAD ECONÓMICABenditos robotsMIGUEL ÁNGEL BELLOSO9 JUL. 2017 03:58
El primer impacto de la digitalización es el desplazamiento de la mano de obra no cualificada.
La perspectiva incierta que abre la revolución tecnológica ha desatado toda clase de especulaciones tremendistas sobre el futuro del empleo y la conveniencia de arbitrios intervencionistas para atajar el problema. El temor laboral a la innovación técnica está parcialmente justificado. El primer impacto de la digitalización es el desplazamiento de la mano de obra no cualificada y la eliminación de muchos puestos de trabajo que se volverán redundantes al desempeñarlos nuevos ingenios. Pero el pesimismo incondicional sobre el futuro laboral frente al progreso técnico no está justificado. Los luditas, los antimaquinistas -antiguos y modernos- miran la economía como un sistema estático sin cambio en la asignación de recursos de unos sectores a otros. La experiencia enseña algo muy diferente: que las innovaciones crean a largo plazo más empleo del que destruyen y que siempre elevan el nivel de vida del ciudadano. Entretanto, tenemos medios para minimizar los eventuales perjuicios laborales con ayudas, porque los cambios tienen que ocurrir. Detener el progreso no es una opción. La apertura de nuevos sectores, con productos alternativos y métodos innovadores para diseñarlos, es lo que ha hecho que en menos de un siglo pasemos de ser una sociedad de agricultores de baja renta a otra urbana, de servicios y de renta alta. El fallo básico de los nuevos luditas es que no entienden ni asumen el grado de indeterminación que supone un mercado abierto. Ni los consumidores siguen una pauta predeterminada de cambio en sus gustos, ni los empresarios-productores conocen de antemano qué es lo que los consumidores desearán. Pero asumir la incertidumbre del mercado es la primera condición para mantenerlo dispuesto al cambio. Los ciudadanos alteran sus preferencias en un proceso aún desconocido por los expertos, y los empresarios -sobre todo los que aciertan- descubren o generan nuevas necesidades en los individuos en un proceso que tiene mucho de intuitivo y que está siempre sometido al riesgo del fracaso. Intervenir el mercado laboral para remediar los desplazamientos del cambio técnico tiene muy poco sentido, pero es lo que muchos proponen: como los futuros robots van a sustituir a nuestros trabajadores, hagamos que el Estado garantice a estos los salarios que percibían antes de que se produzca el remplazo. Por ejemplo, a través de una renta básica. Pero esto sería un error, un nuevo impuesto contra la acumulación de capital fijo que dañaría la productividad. Aún peor, el nuevo arbitrio podría convertirse en un desincentivo del proceso de adaptación a una economía digital. Una renta garantizada sería una alternativa más atractiva que la inversión en el tiempo, el dinero y el esfuerzo necesarios para adquirir las nuevas habilidades. Como se explica en el último número de Actualidad Económica, que les invito a comprar, los robots no son el enemigo, son una bendición. Sustituirán mano de obra improductiva, pero a cambio de nuevos y más empleos en industrias que satisfarán necesidades hasta hace poco tiempo inimaginables.
Pero el pesimismo incondicional sobre el futuro laboral frente al progreso técnico no está justificado.
Los luditas, los antimaquinistas -antiguos y modernos- miran la economía como un sistema estático sin cambio en la asignación de recursos de unos sectores a otros.
La experiencia enseña algo muy diferente: que las innovaciones crean a largo plazo más empleo del que destruyen y que siempre elevan el nivel de vida del ciudadano.
Entretanto, tenemos medios para minimizar los eventuales perjuicios laborales con ayudas, porque los cambios tienen que ocurrir. Detener el progreso no es una opción.
La apertura de nuevos sectores, con productos alternativos y métodos innovadores para diseñarlos, es lo que ha hecho que en menos de un siglo pasemos de ser una sociedad de agricultores de baja renta a otra urbana, de servicios y de renta alta. El fallo básico de los nuevos luditas es que no entienden ni asumen el grado de indeterminación que supone un mercado abierto.
Ni los consumidores siguen una pauta predeterminada de cambio en sus gustos, ni los empresarios-productores conocen de antemano qué es lo que los consumidores desearán. Pero asumir la incertidumbre del mercado es la primera condición para mantenerlo dispuesto al cambio. Los ciudadanos alteran sus preferencias en un proceso aún desconocido por los expertos, y los empresarios -sobre todo los que aciertan- descubren o generan nuevas necesidades en los individuos en un proceso que tiene mucho de intuitivo y que está siempre sometido al riesgo del fracaso.
Intervenir el mercado laboral para remediar los desplazamientos del cambio técnico tiene muy poco sentido, pero es lo que muchos proponen: como los futuros robots van a sustituir a nuestros trabajadores, hagamos que el Estado garantice a estos los salarios que percibían antes de que se produzca el remplazo. Por ejemplo, a través de una renta básica. Pero esto sería un error, un nuevo impuesto contra la acumulación de capital fijo que dañaría la productividad.
Aún peor, el nuevo arbitrio podría convertirse en un desincentivo del proceso de adaptación a una economía digital.
Una renta garantizada sería una alternativa más atractiva que la inversión en el tiempo, el dinero y el esfuerzo necesarios para adquirir las nuevas habilidades.
Como se explica en el último número de Actualidad Económica, que les invito a comprar, los robots no son el enemigo, son una bendición. Sustituirán mano de obra improductiva, pero a cambio de nuevos y más empleos en industrias que satisfarán necesidades hasta hace poco tiempo inimaginables.
El único problema con los robots lo tendrá quien no vea que se lo van a cepillar.Y esto -a ver si lo empezamos a asumir- es una parte ínfima de la población, y cada vez más ínfima dado que el progreso tecnológico ES CONTINUO. Que mi padre esté obsoleto es irrelevante, porque hay una persona de 15 años menos que no lo está. Nadie estudia para pastor o herrero. Pero sigue habiendo ovejas y caballos.Algunos creen que la robótica viene en paquetes del espacio exterior.Que no, que se aprende en las universidades, y un ciclo de formación de una persona son 25 años como mínimo. Que los niños ya manejan TPVs y mi frutera tardó 20 años en pasar del papel y el boli.Todo el mundo quiere televisores cada vez más finos.¿Como cojones va un humano a soldar un microchip? ¿Como va a meter un airbag en un volante? Es que aún no se en que se basa la crítica a una automatización que lleva implantándose desde que un burro dejó en el paro a un tío que arrastraba una noria.
Es que aún no se en que se basa la crítica a una automatización que lleva implantándose desde que un burro dejó en el paro a un tío que arrastraba una noria.
Esos robots que nos quitan el trabajo…IBM "mechanical excavators vs. teaspoons" ad (Saatchi & Saatchi, early '80s)El pasado día 15, un tweet me recordó este anuncio de IBM que aparece en la ilustración, creado por Saatchi & Saatchi a principios de los años ’80: dos personas viendo trabajar una excavadora, el primero lamentándose por las doce personas con palas que podrían estar trabajando ahí, y el segundo recordándole que si se trata de dar trabajo a más personas, ese mismo trabajo podrían hacerlo doscientas personas equipadas con cucharillas de té.La investigación de la cita nos remite primero al economista norteamericano Milton Friedman en los ’60 y, anteriormente, al político canadiense William Aberhart, que la utilizaron para hacer ver el absurdo de priorizar la generación de puestos de trabajo a la eficiencia. Por supuesto que podemos emplear más personas si lo que les proporcionamos son herramientas inadecuadas, pero en realidad, la finalidad de emplear personas es hacer un trabajo, y todo lo que contribuya a que ese trabajo se haga de manera menos eficiente es, como tal, negativo (“creí que lo que queríais era hacer una presa… si lo que queréis es mantener gente ocupada, dadles cucharillas”)Vivimos tiempos en los que la discusión sobre las máquinas, los algoritmos, los robots o cualquier otra tecnología desplazando a los humanos de sus puestos de trabajo se generaliza cada vez más. ¿Qué van a hacer los pobres taxistas y camioneros cuando los vehículos conduzcan solos? ¿Y los operadores de bolsa cuando sean algoritmos los que compren y vendan acciones? ¡Oh, dios mío, los planificadores de publicidad, ahora que la gran mayoría de la misma es negociada por máquinas en tiempo real! ¡Por no hablar de los operadores de call-center, de servicio al cliente o de las líneas de caja de los supermercados!Si lo que queremos es mantener puestos de trabajo por encima de todo, demos a estas personas herramientas ineficientes, protejamos su trabajo prohibiendo la entrada de tecnologías, y sigamos trabajando de manera ineficiente. Si alguno se pregunta por qué tiene que pasarse tantas horas haciendo algo que una máquina podría hacer mucho mejor y con menos errores, no nos preocupemos: con una sola pregunta, “¿prefieres estar aquí haciendo un trabajo absurdo, o prefieres estar muerto de hambre en tu casa?” ya le desarmaremos completamente.Priorizar la generación o el mantenimiento de puestos de trabajo es absurdo una vez que se demuestra que un trabajo puede ser hecho por una máquina con mayor calidad y eficiencia. Simplemente, no tiene ningún sentido. Durante mucho tiempo, hemos ido viendo desaparecer infinidad de puestos de trabajo, simplemente porque una tecnología los convertía en redundantes, en innecesarios, o les hacía perder su sentido. Ahora, el paso de la tecnología se ha acelerado, el número de tareas que una máquina es capaz de hacer mejor que un hombre crece rápidamente, y todos tenemos miedo de ser los siguientes.Sí, es un problema. Pero su solución nunca estará en impedir el uso de la tecnología o en tasarla con impuestos que la hagan menos competitiva. La solución estará en mejorar la flexibilidad de la preparación de las personas para que puedan hacer otras cosas, en mejorar la educación para que permita que sean más versátiles o se readapten a otras tareas, para que se reinventen profesionalmente, para que busquen otras tareas que sean susceptibles de generar un valor, o, en último término, que tengan una red de seguridad social que les permita no caer bajo el umbral de la pobreza. Soluciones sociales, políticas o educacionales que tienden hacia una redefinición del concepto de trabajo, hacia un trabajo convertido en algo que alguien quiere hacer porque le encuentra sentido y genera un valor para alguien, y que en todo caso resultarán mucho más interesantes que la alternativa absurda de tratar de impedir que la tecnología lo haga. Entre otras cosas, porque en la estructura económica actual, impedir el uso de una tecnología que aporta eficiencia es completamente imposible: siempre habrá una compañía en un país que tenga interés y posibilidad de utilizarla, que adquiera con ello una ventaja competitiva, y que desplace a otras en el mercado.Sí, los chatbots eliminan puestos de trabajo. Pero también crean otros, y mientras los primeros eran profundamente alienantes, desesperantes, mal pagados y de elevada rotación, los segundos ofrecen posibilidades mucho más interesantes. Y como los chatbots, cualquier otra tecnología que genere eficiencia. Cada vez que nos enfrentemos a una tecnología con el potencial de eliminar puestos de trabajo, preguntémonos cuáles son nuestros grados de libertad ante ello, y sobre todo, de qué lado queremos estar. Solo uno de los dos lados será sostenible.
si baja la recaudación (porque hay menos personas trabajando y cotizando mientras llega esa maravilla de nuevo paradigma). ¿Dónde ha de ir la carga fiscal? Dejénme adivinar... sobre todos esos nuevos trabajadores que van a salir como setas porque 'siempre ha sido así'.
Lo que me sorprende es que el texto traído por muyuu defiende tesis contrarias a las que nos suele traer él, así que sería de agradecer que nos aclare qué piensa realmente al respecto.