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Cita de: Xoshe en Noviembre 24, 2012, 10:35:25 amEl video es terrorífico. Si esto es lo que hay ni Marx ni nada, todos al hoyo.Por eso que no hay nada estamos en el hoyo. La posición de Pollo es más racional. Pasa en la vida ordinaria, el racionalismo implica una observación bastante más distante y calculada... !!ojo!! que no afirmo que sea un tío frío en sus deliberaciones, pero sí que atiende a una psicología más cerebral.Sincriterio atiende a un temperamento más pasional y cercano, diferente actitud en su observación, en la problemática o análisis con respecto a la personalidad de Pollo.Los dos -bajo mi punto de vista- tienen sus razones; lees a uno y estás de acuerdo, lees a la otra y también. El uso que de esta herramienta hacen los dos están diferenciados en su objetivo final y por ello los dos concretan sus justificaciones en lo cierto.¿Mi opinión al debate? Que ojalá las relaciones nunca viren por el portatil, es un arma de doble filo; aumentan nuestros deseos de emancipación de forma drástica y devalúa nuestra vida convirtiéndonos en ascetas. Lo dice un misántropo de categoría aunque tenga claro que una relación de amistad cercana me satisface tanto o más que una conversación virtual de peso y/o mi actitud en el foro abogue de forma enérgica en lo social.La vida está hecha de jodidas contradicciones .Recuerdo hace mucho tiempo en Alemania que me llamó la atención cómo se estructuraba - ahora lo desconozco - la educación universitaria; cambios de localidad habitual pasando cinco años en enormes residencias de poco o ningún ruido - cada cual en su minihabitación, alejados de la familia y con el ordenador como compañero de estudios, sueños y alguna cosa más -. Por la noche los edificios eran hormigón con ventanas azuladas (usando como fuente de luz la pantalla del ordenador), oscuras, individuales, silenciosas... Un jodido horror.Por cierto, ese sistema educativo me dio que pensar hacia qué mundo nos llevaban y porqué los alemanes son como son.Por otro lado no atesoran el problema que hemos tenido en los países latinos y en especial el nuestro; un apego desmedido a papá y mamá que han generado multitud de problemas posteriores en la pareja y por ende en nuestras vidas.Ni lo uno ni lo otro. Ni una racionalidad desmedida ni un corazón hipotecado.Es jodido, pero en la virtud del sentido común radica lo natural.En definitiva, según lo veo a ninguno de los dos les falta razón.
El video es terrorífico. Si esto es lo que hay ni Marx ni nada, todos al hoyo.
En mi opinión gran parte de la pasividad que muestra el pueblo tiene que ver con el hecho de poder protestar y desahogar en foros comunes (ya sean redes sociales, ya sean otros medios). Esa es la válvula que mantiene el sistema sin explotar. Antes eran los bares únicamente. Ahora hay bares gigantescos que amplian el efecto.Es muy sencillo el porqué: antes para protestar necesitabas juntarte físicamente y el hecho de estar cabreado llevaba inherentemente a la acción. Ahora protesta y reunión son cosas separadas, y de forma natural fragmentan el espacio real: la topología de las redes es por proximidad de intereses y en el mundo real por proximidad geográfica. Todos venimos a TE por que tenemos intereses comunes. No nos vamos a transicionmadrid o a transicionsoria.También se produce el "efecto delegación". Tenemos la impresión de que ya hay alguien que se ocupa de eso y de que ya es suficiente con denunciar (síndrome del reportero): "yo ya hago bastante denunciando") y ese pensamiento, que estadísticamente es significativo, se ve reflejado en la participación real.
Nos falta imaginación para utilizar internet, una herramienta muy potente.No podemos culpar a la herramienta nueva de nuestra poca capacidad para usarla en nuestro provecho y en contra de los sinvergüenzas que nos roban.Nuevos tiempos, nuevas herrmientas, nuevos métodos de resitencia.
Mirarse vivirDesde los techos de los vagones del tren, por encima de una multitud efervescente, cientos de hombres y mujeres contemplaban la escena con los puños levantados. Pero al acercarse uno descubría que su gesto no tenía nada que ver con su filiación política. No eran comunistas: estaban sencillamente izando los teléfonos celulares por encima de las cabezas de sus compañeros para tomar imágenes de la manifestación. Las cámaras, en efecto, se han incorporado de tal modo a nuestros cuerpos que podemos decir que todos los acontecimientos de nuestra vida, incluso los más trágicos, tienen una dimensión turística. En los días más duros de la represión de Moubarak, un manifestante egipcio de Tahrir, rodeado de compañeros muertos, gritaba desafiante a la policía: “matadme, que lo voy a grabar con mi celular”. La cámara-cuerpo se ha convertido sin duda en un arma, como lo demuestra la pretensión del gobierno de Rajoy en España de castigar a los que graben imágenes de represión policial, pero es mucho más que eso: es, sobre todo, un potenciador de la propia conciencia, para lo bueno y para lo malo.Hay un aspecto tecnológico inmanente en el que pensamos muy poco. La invención de la fotografía y del cine, y su democratización industrial, han determinado la interiorización del carácter “histórico” de cada experiencia individual y colectiva: lo propio del ser humano en el siglo XXI es mirarse vivir. El término “histórico” quiere decir aquí dos cosas muy distintas y hasta contradictorias entre sí. En el primer sentido, “histórico” alude a la dimensión inédita, insólita y espectacular de la experiencia, a la que la cámara proporciona un aura sagrada y teológica: la cámara ha venido a sustituir a Dios (que es la cámara siempre encendida de los creyentes) y a inducir incluso una vocación de martirio o, en general, de sacrificio, pues la víctima suele ser siempre otro al que vemos morir en la pantalla de la televisión. El grito del manifestante de Tahrir era un desafío, pero era también una súplica orgullosa, como en el caso de los antiguos mártires cristianos que contemplaban su propia muerte desde el ojo de Dios mientras proclamaban en público su superioridad vital: “mi muerte es nuestro triunfo”. Por eso mismo —porque la cámara cumple la función de la omnividencia divina— nuestra cultura es al mismo tiempo la más antirreligiosa y la más supersticiosa de la historia.Pero en el segundo sentido, “histórico” alude, al contrario, a la fijación y disolución de la experiencia en el tiempo, al hecho de que toda experiencia individual está anclada en su propia época y que es ya por tanto —mientras se experimenta— puro pasado, cáscara muerta. La paradoja, por ejemplo, del clásico propagandístico de Leni Riefenstahl, El Triunfo de la Voluntad, es que quería fijar en el tiempo la eternidad imperial del Tercer Reich y por eso ahora sus imágenes comparecen terroríficamente caducas: vemos ahí millones de fantasmas, huestes de gente muerta, escuadras de disciplinados zombis aprisionados en el siglo XX. La imagen manufacturada e industrial permite salvar del tiempo la temporalidad misma de la experiencia, su caducidad, su polvo y su moho; la eternidad imperial del nazismo es una cosa muy de 1935, típica de su época, hija de su limitadísimo marco histórico. Por definición no se puede fotografiar la eternidad, no se puede eternizar el instante en el que está enjaulado un cuerpo. Así que ese Dios de la cámara, inductor de martirios y sacrificios, corroe al mismo tiempo nuestra estancia bajo la luna, la carnadura misma de nuestra experiencia mundana. La cámara —por así decirlo— es un Dios que profana y “ateíza” la existencia. De ahí que reclame e imponga una síntesis espontánea de percepción nihilista que se ajusta de maravilla a la antropología de una “sociedad de consumo” construida a partir de la renovación acelerada de las mercancías. Digamos que en los últimos años, con la proliferación de nuevas tecnologías capaces de integrar en un solo soporte los cinco sentidos, la videopolítica se ha privatizado o individualizado: la televisión era populista, centralizadora, imperial, pero los 10.000 billones de imágenes que pueblan facebook apuntan a otra clase de dominio. El fascismo es radiofónico y televisivo; el “mirarse vivir” del capitalismo hiperindustrial excluye de alguna manera la adhesión fiduciaria (la “confianza” en el líder o en la causa) que caracterizó la gestión fascista de las masas. El momento religioso y el momento profano reunidos en la cámara-cuerpo producen otra clase de sujetos: descreídos e indignados.Si hay que pensar “lo nuevo” de nuestra época —ya vieja mientras escribo estas líneas— hay que aceptar que “los tiempos” están cargados no solo de la historia de la lucha de clases sino también de la historia de sus productos tecnológicos, a cuyo andamio performativo no podemos oponernos. Hay que aceptar el formato tecnológico de la época y valorar el margen de maniobra que nos deja. El nuestro, ¿es compatible con las formas clásicas de lucha y los viejos modelos de emancipación? ¿O solo con la indignación, la revuelta, la horizontalidad pura?No debemos ser ciegamente optimistas. Hay al menos dos formas de precipitarse en el vacío y la destrucción: una tiene que ver con el capitalismo y la guerra; la otra con la inmanencia tecnológica, sus transformaciones vertiginosas y su construcción de egos estereotipados, proceso que es inexorable e irreversible, salvo que deseemos una de esas hecatombes que, según Platón, reformatean la civilización cada quinientos años, obligando a los hombres a empezar desde cero o desde 1, con muy poquita memoria material. Pero, ¿sobreviviría alguien a esa hecatombe? Después de todo, mientras retrocede en todo el mundo el derecho y la democracia, el saber tecnocientífico es inolvidable; sabemos ya fabricar la bomba atómica y, si Gunter Anders tiene razón, no sabremos resistirnos a utilizarla.Entre tanto, y para no acabar en este tono apocalíptico, celebremos a todos los indignados de la tierra que, ignorando la estrecha condición material de su indignación y el brutal totalitarismo de las tecnologías de destrucción, se miran vivir como buenos chicos, solidarios, valientes, pacientes, dialogantes y justos. Porque, como quiera que se mire, hay algo muy subversivo y concreto en esas abstracciones ilustradas llevadas a las plazas por miles de jóvenes enrabietados que adoran su propia imagen.Santiago Alba Rico
Lo que está sucediendo es que nos están sometiendo a un proceso de *saqueo* CALCADO, a los procesos neoliberales que practicaron con latinoamérica con la excusa de la "crisis de la deuda" desde los 70, 80 y 90
Ahora que pasan al nivel sociopolítico me voy a volver a meter.Yo ya lo he dicho varias veces pero viene a cuento repetirlo:A nivel político, las redes sociales, que usan internet como infraestructura, han demostrado tener una capacidad nunca vista para acumular fuerzas sociales en poco tiempo. Los poderosos temen eso.Los movimientos surgidos de ellas han coincidido en tener una definición negativa. Se definen por NO ser x. Por decir NO a y. Acumulan fuerzas capaces de eliminar un poder y generar un vacío de poder.No se ha conseguido, por el momento, idear mecanismos aceptados por los individuos de la red que permitan una transformación de esos movimientos en organizaciones con una mediación entre la horizontalidad intrínseca a esa infraestructura y la verticalidad necesaria para institucionalizarse y ser capaces de definir estrategias y consensos con un contenido positivo. (modelos alternativos).La piedra filosofal (política) sería hallar el mecanismo en el que, de una montaña de información intercambiada, se pasaría a un mensaje común aceptado por los miembros de esa red (que nunca será exactamente el de cada individuo). My two cents en este campo es el método de los 30 thanks jeje.Hasta entonces, será una válvula de escape. Potenciará la sublimación de las tensiones y el giro hacia el interior, que sólo son señales de fracaso y de aceptación de la imposibilidad del cambio social.
Las redes sociales pueden realizar protestas reales que hagan daño en el dinero y en el poder sin moverte de casa.Nos falta imaginación para utilizar internet, una herramienta muy potente.No podemos culpar a la herramienta nueva de nuestra poca capacidad para usarla en nuestro provecho y en contra de los sinvergüenzas que nos roban.Nuevos tiempos, nuevas herrmientas, nuevos métodos de resitencia.
...No tengo ningún tipo de esperanza en el futuro de la humanidad como especie, antes o después dejaremos de existir en el planeta, pero hasta que llegue ese momento, me gusta observar y pensar en lo que veo, y si es posible intuir por dónde vienen los cambios.Y no creo en las ciber utopías, porque la utopías hace tiempo que no están en mi agenda, por muchos cambios que vengan, seguiremos con nuestra crueldad y desprecio por la vida del otro. Lo que no impide que piense que esta herramienta es potente, y no descarto la posibilidad de que sea útil en los tiempos que vienen, porque si la usan los que tiene actividades delictivas es que es útil, será cuestión de buscarle utilidad para otros menesteres, pero despreciar la red en su totalidad me parece demasiado aventurado.