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Autor Tema: El jardín de Epicuro  (Leído 42700 veces)

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El jardín de Epicuro
« en: Abril 26, 2014, 22:56:10 pm »
Pues eso, un hilo para la filosofía y la ética:  :)






Empiezo con este artículo de Michel Onfray (sólo una cita, el artículo va luego, en otro post.)
Citar
...
El filósofo del Jardín enseñaba a los individuos a ser soberanos de sí mismos, y ese es el mejor estimulante para luchar contra todo aquello que nos transforma en esclavos. Basta con decir no a todo lo que nos cosifica, o, en otras palabras, decir sí a una vida que, para alcanzar la ataraxia, desea otorgarnos el bien supremo, que es la ausencia de preocupaciones. La Villa de los Papiros es una arquitectura ideal que sirve para todas las épocas y todos los lugares, incluida la Europa del siglo XXI. Nietzsche se preguntaba: “¿Dónde volveremos a construir el Jardín de Epicuro?” Respuesta: en cualquier lugar en el que haya un epicúreo.

sudden and sharp

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #1 en: Abril 26, 2014, 23:04:35 pm »
Epicuro, un remedio para la crisis
Aquel pensador de la Grecia decadente puede constituir un poderoso remedio contra la apatía que invade el mundo actual: buscar salidas no es tarea de ningún salvador exterior, sino de cada uno de nosotros
Michel Onfray 26 ABR 2014

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
http://elpais.com/elpais/2014/04/07/opinion/1396869355_904433.html

Me encuentro en Madrid, en una visita cuyo propósito expreso es ver la exposición La Villa de los Papiros,en la Casa del Lector, a la que dediqué un curso de mi Universidad Popular. Y, desde luego, no me arrepiento de haber venido.

La exposición muestra, mediante una sutil utilización de las tecnologías modernas (reconstrucciones en 3D, interacciones táctiles) y una bella sobriedad museográfica (la composición en torno a tres frases de Epicuro), lo que fue un jardín filosófico epicúreo situado en Campania, junto al Golfo de Nápoles, durante la época de la erupción del Vesuvio del año 79 d.C. El montaje nos enseña cómo era probablemente el Jardín de Epicuro en Atenas.

En un efecto paradójico de la astucia de la razón, la lava y la ceniza, con su actuación letal, contribuyeron a crear vida, puesto que, gracias a los arqueólogos, hoy disponemos de una inmensa cantidad de datos, extraídos del suelo, que nos cuentan qué significaba en aquellos tiempos vivir una vida filosófica.

Fue necesario que se produjeran el triunfo del cristianismo y la sumisión de los filósofos conocidos como Padres de la Iglesia a aquella empresa de colonización de las conciencias para que la definición milenaria de la filosofía se transformara de manera radical: dejó de ser la construcción de una existencia auténtica, asociada a una ética rigurosa, para convertirse en una disciplina de clérigos dedicados a discutir minucias en interminables debates bizantinos cuyas huellas permanecen en los libros resultado de 1.000 años de escolástica. Del agora y el foro abierto, la filosofía se trasladó a los anfiteatros cerrados de las universidades. Pasó de ser una práctica al aire libre, al alcance de todos, a estar enclaustrada en interiores, donde no la ejercía más que un puñado de clérigos parlanchines. Dejó de ser algo que interesaba a todo el mundo para convertirse en competencia exclusiva de unos pocos.

Sin embargo, antes de que el cristianismo dominara el imperio romano en su totalidad, un filósofo era, ante todo y sobre todo, alguien que seguía y encarnaba en su vida cotidiana los principios de un maestro: un pitagórico, un estoico, un epicúreo, un cínico, un cirenaico, un escéptico. A cada discípulo de esos maestros era posible reconocerlo por su práctica existencial, su forma de vestir, su actitud, su forma de alimentarse, cómo llevaba cortado el cabello, si llevaba barba o era lampiño, de qué accesorios se rodeaba (un bastón, una alforja, una escudilla en el caso de los discípulos de Diógenes); pero también por su manera de comportarse respecto a los honores, las riquezas, el dinero, el poder y los bienes de este mundo.

En la mayoría de estos sabios maestros de la antigüedad encontramos la invitación a desconfiar de los falsos valores y a prescindir de todo, a ser ascetas, a practicar la austeridad, a no tener, para concentrar todas las fuerzas personales en el ser, que requiere despojarse de todo lo que lastra el alma material. Para ellos, cuanto menos se tiene, más se es. El filósofo, que es un enamorado de la sabiduría, no quiere quedarse ahí, sino llegar a ser sabio él también, y la sabiduría se ve, por encima de todo, en la calidad de la vida que practica. Desde la más remota antigüedad hasta el triunfo oficial del cristianismo, a principios del siglo IV, un filósofo no era alguien que habla y hace malabarismos con el lenguaje, encadenando frases sin contenido pero llenas de palabras complicadas, sino un hombre o una mujer que vivía feliz en la sobriedad.

La Villa de los Papiros muestra que, en concreto, allí reinaba la amistad, con el proyecto común de ser la encarnación de las enseñanzas de un maestro. Y lo que enseña Epicuro es algo muy claro y sencillo: lo único que existe es la materia, los átomos dispuestos de distintas maneras en el vacío. Una física en la que no hay hueco para ningún dios vengador ni malvado, ningún juicio final después de muertos; una física que desemboca en una moral sencilla y que se presenta como un tetrafármaco, un remedio cuádruple.

Primero: los dioses no son unos entes a los que debemos temer, sino unas composiciones materiales que deben servirnos de modelo, porque saben lo que es la felicidad del pluro placer de existir. Segundo: el sufrimiento es soportable. Si es verdaderamente terrible, acaba por derrotarnos, y, si no acaba por derrotarnos, es que no es tan terrible, por lo que, en ese caso, debemos recurrir a nuestra fuerza de voluntad para descomponerlo. Tercero: no debemos tener miedo a la muerte porque, si estoy aquí, quiere decir que ella no está, y, si aparece la muerte, yo ya habré dejado de estar. Cuarto: la felicidad es alcanzable, consiste en la satisfacción de los únicos deseos naturales y necesarios (beber y comer para saciar la sed y el hambre, que son los verdaderos sufrimientos) y la negativa a satisfacer todos los demás (tanto los deseos naturales y no necesarios —la sexualidad— como los deseos no naturales ni necesarios: los honores, el poder, el dinero, las riquezas).

Con el triunfo del cristianismo, el filósofo se convirtió en un profesor
pesado e insufrible, un pedante que empezó a complicar todo lo que hasta entonces había sido sencillo, un hipócrita que enseñaba a los demás principios que él no practicaba, un sermoneador perentorio y, en resumen, un personaje aburrido. Esta concepción de la filosofía empezó a crear en las universidades clones que a su vez, en un ciclo incestuoso, se reprodujeron en otros clones.

En la Villa de los Papiros, los filósofos no daban lecciones a nadie. Se negaban a tener poder sobre otra persona, a dominarla, porque lo que buscaban era la capacidad de dominarse a sí mismos. Su filosofía era una práctica, y no un discurso. Su sabiduría era una tensión, y no un trofeo de esos de los que, cuantos más defectos tienen, más se alardea. Su existencia era un secreto, y no una exhibición publicitaria de sus extravagancias mundanas.

Epicuro nació en una Grecia decadente que ofrece grandes paralelismos con nuestra Europa abatida. El epicureísmo fue, ante todo, una filosofía de combate contra el apoltronamiento de la civilización helenística. Después, durante la era cristiana, el epicureísmo fue una eficaz máquina de guerra contra las ilusiones, contra esas fábulas infantiles que son, en definitiva, las religiones y las ideologías que impiden pensar. Sin Epicuro no habrían existido el Renacimiento, ni Montaigne, ni el pensamiento libertino del siglo XVII, ni la filosofía de la Ilustración, ni la Revolución Francesa, ni el ateísmo, ni las filosofías de la liberación social.

Epicuro puede constituir un poderoso remedio contra la fiebre decadentista contemporánea. Acabar con la apatía que invade el mundo no es tarea de ningún salvador exterior, de ninguna ideología capaz de resolver todos los problemas de un solo golpe, sino de cada uno de nosotros. Ante cualquier cosa que quiera someternos, el único salvador al que podemos recurrir está en nuestro propio interior.

El filósofo del Jardín enseñaba a los individuos a ser soberanos de sí mismos, y ese es el mejor estimulante para luchar contra todo aquello que nos transforma en esclavos. Basta con decir no a todo lo que nos cosifica, o, en otras palabras, decir sí a una vida que, para alcanzar la ataraxia, desea otorgarnos el bien supremo, que es la ausencia de preocupaciones. La Villa de los Papiros es una arquitectura ideal que sirve para todas las épocas y todos los lugares, incluida la Europa del siglo XXI. Nietzsche se preguntaba: “¿Dónde volveremos a construir el Jardín de Epicuro?”. Respuesta: en cualquier lugar en el que haya un epicúreo.


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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #2 en: Abril 26, 2014, 23:28:38 pm »
De joven era epicúreo, ahora me he vuelto más cínico. Supongo que cuando el cuerpo ya no me aguante ningún pequeño placer me volveré estoico.  ;)
Estoy cansado de darme con la pared y cada vez me queda menos tiempo...

sudden and sharp

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #3 en: Abril 26, 2014, 23:38:08 pm »
Me valen todos. La cosa es no ser dogmático y seguir buscando. Pensar que ya entonces --bueno, y mucho antes, con los mismos presocráticos--, se metían con los dioses (y lo más grave, con sus sacerdotes.)  :roto2:

sincriterio

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #4 en: Abril 27, 2014, 00:48:42 am »
Me pregunto si se puede invitar a algún filosófo a participar en el hilo, me apetece mucho. Otra cosa es que el invitado quiera pasarse, pero me encantaría.

sincriterio

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Маркс

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #6 en: Abril 28, 2014, 12:04:32 pm »
Como el hilo va también de ética me permito postear el siguiente artículo:

Citar
Lágrimas de vergüenza
Maximiliano Diego | Salud Diario | 11/04/2014
 
Miembro de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Salamanca (ADSP)

Soy médico; cardiólogo, de esos que ponen muelles a los pacientes cuando sufren un infarto. Nuestro trabajo me encanta, pero recientemente salí del hospital un poco más triste que antes.

Un paciente que ya habíamos atendido previamente ingresó de nuevo con un segundo infarto y, al mirar sus arterias, encontramos que el stent, el muelle, implantado unos meses antes, se había trombosado, provocando un segundo infarto mucho más grave que el primero.

Mientras intentábamos reparar de nuevo su arteria enferma, nos aseguró que seguía tomando sus pastillas, pero la relación entre la trombosis de prótesis endovasculares y el abandono del tratamiento es tan alta que, ante nuestra insistencia, terminó por reconocer que lo había dejado dos meses atrás. La situación es muy sencilla: no tiene trabajo, cobra exclusivamente los cuatrocientos euros de la ayuda extraordinaria para desempleados y el tratamiento le costaba más de cien euros mensuales. Tiene mujer, sin empleo, y un hijo pequeño.

“O comemos, o tomo las pastillas”.

Allí mismo, este hombre se puso a llorar. Lágrimas silenciosas, sin aspavientos. Lloraba de miedo ante la proximidad de la muerte o de algo peor; pero, sobre todo, lloraba de vergüenza, de tener que mentir a su médico porque no se atreve a reconocer que no tiene suficiente para pagar el tratamiento que éste le receta.

Durante el último año, hemos visto esta misma situación en repetidas ocasiones. En demasiadas, creo. Nunca antes, en muchos años de ejercicio profesional, nos habíamos encontrado con algo así. Además, si todo se redujera al dinero, el gasto sanitario que supone una trombosis de stent supera en muchas, muchas veces el gasto farmacéutico del tratamiento complementario.

No es él quien tiene que llorar de vergüenza. No lo es.


www.adspsalamanca.org

Tomado de: http://www.saludadiario.es/Opinion/2045/lagrimas-verguenza

http://iniciativadebate.org/2014/04/28/lagrimas-de-verguenza/
Lo que está sucediendo es que nos están sometiendo a un proceso de *saqueo* CALCADO, a los procesos neoliberales que practicaron con latinoamérica con la excusa de la "crisis de la deuda" desde los 70, 80 y 90

burbunova

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #7 en: Abril 28, 2014, 13:54:30 pm »
Como el hilo va también de ética me permito postear el siguiente artículo:

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Lágrimas de vergüenza
Maximiliano Diego | Salud Diario | 11/04/2014
 
Miembro de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Salamanca (ADSP)

Soy médico; cardiólogo, de esos que ponen muelles a los pacientes cuando sufren un infarto. Nuestro trabajo me encanta, pero recientemente salí del hospital un poco más triste que antes.

Un paciente que ya habíamos atendido previamente ingresó de nuevo con un segundo infarto y, al mirar sus arterias, encontramos que el stent, el muelle, implantado unos meses antes, se había trombosado, provocando un segundo infarto mucho más grave que el primero.

Mientras intentábamos reparar de nuevo su arteria enferma, nos aseguró que seguía tomando sus pastillas, pero la relación entre la trombosis de prótesis endovasculares y el abandono del tratamiento es tan alta que, ante nuestra insistencia, terminó por reconocer que lo había dejado dos meses atrás. La situación es muy sencilla: no tiene trabajo, cobra exclusivamente los cuatrocientos euros de la ayuda extraordinaria para desempleados y el tratamiento le costaba más de cien euros mensuales. Tiene mujer, sin empleo, y un hijo pequeño.

“O comemos, o tomo las pastillas”.

Allí mismo, este hombre se puso a llorar. Lágrimas silenciosas, sin aspavientos. Lloraba de miedo ante la proximidad de la muerte o de algo peor; pero, sobre todo, lloraba de vergüenza, de tener que mentir a su médico porque no se atreve a reconocer que no tiene suficiente para pagar el tratamiento que éste le receta.

Durante el último año, hemos visto esta misma situación en repetidas ocasiones. En demasiadas, creo. Nunca antes, en muchos años de ejercicio profesional, nos habíamos encontrado con algo así. Además, si todo se redujera al dinero, el gasto sanitario que supone una trombosis de stent supera en muchas, muchas veces el gasto farmacéutico del tratamiento complementario.

No es él quien tiene que llorar de vergüenza. No lo es.


www.adspsalamanca.org

Tomado de: http://www.saludadiario.es/Opinion/2045/lagrimas-verguenza

http://iniciativadebate.org/2014/04/28/lagrimas-de-verguenza/



El copago es una política estupenda que busca eliminar el despilfarro y que se limita a medicamentos de bajo coste que se recetan con mucha frecuencia, que es donde se ha identificado que está casi todo. El copago es que tengas que poner de tu bolsillo 1, 2 ó 3 EUR por una caja de antibióticos, analgésicos o medicamentos similares.

Lo que estos hijos de Satanás - su papá debe estar henchido de orgullo - han hecho es implantar el repago y llamarle copago, y hacer confudir gasto elevado con despilfarro.

El copago no es que una persona en situación de desempleo tenga que poner, en ningún caso, un solo céntimo; tampoco es copago que en los casos de medicamentos caros, o los necesarios para tratamientos crónicos - como es este caso - el paciente tenga que abonar un céntimo adicional, con independencia de su situación económica. Estos escenarios pueden responder a un gasto elevado, pero no a despilfarro; para lo primero pagamos impuestos, lo segundo es deseable eliminarlo.

Al igual que las cucarachas, estos sujetos están más allá del desprecio.
« última modificación: Abril 28, 2014, 14:05:27 pm por burbunova »
«Willard [...], el discípulo, el iniciado, es la metáfora de la derrota del pensamiento racional, de las líneas rectas y los hitos, a manos de la sinuosidad del pensamiento mítico.»

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #8 en: Mayo 11, 2014, 14:29:20 pm »
¿Progresa de verdad la humanidad hacia un mundo mejor?
Diego sánchez Meca
11.05.2014
http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/escuela-de-filosofia/2014-05-11/progresa-de-verdad-la-humanidad-hacia-un-mundo-mejor_127957/

Una de las ideas características de nuestra moderna cultura occidental ha sido su concepción del proceso histórico como el itinerario a través del cual la humanidad alcanza su mayoría de edad, al mismo tiempo que se libra, por fin, de un estado inferior y primitivo de sujeción a la naturaleza y de ignorancia o falsa conciencia. En el corazón mismo de lo que llamamos modernidad encontramos, pues, esta relación entre historia y utopía impregnada de un optimismo que hoy, a la vista de cómo le va a Europa y al mundo en general, pudiera ser oportuno, tal vez, revisar y discutir.

Sencillamente porque lo que ha sucedido es que, hablando en términos generales, se ha identificado lo que solo es progreso científico, técnico y económico con el progreso de la humanidad hacia la razón. Y nos encontramos con que, en vez de ese final de la servidumbre y de la falsa conciencia, en lugar de la desaparición de la ignorancia, de la esclavitud y de la miseria, lo que la modernidad nos sigue proponiendo es la esperanza utópica en que del crecimiento tecnológico y económico indefinidos se seguirá, en algún momento futuro más o menos próximo, la completa satisfacción de la continua búsqueda humana de felicidad.

Esta fe en el crecimiento económico y tecnológico indefinidos es el mito más extendido y operativo de nuestra época, y el que goza de mejor salud. Un mito que, tal como los actuales antropólogos culturales los definen, es una representación colectiva no racional con un fundamento emotivo que le proporciona su coherencia e inteligibilidad. Es decir, lo característico de este mito sería su capacidad de contener una fuerte carga emotiva con poderes motivacionales profundos, que arraigan en la mentalidad de los individuos determinando sus ideas, expectativas y acciones al margen de las reglas lógicas que funcionan en el nivel de lo racional o de lo consciente. De ahí que algunos filósofos críticos de la cultura moderna lo hayan situado en la base de la ideología de quienes tratan de minimizar los importantes efectos negativos y colaterales del progreso científico-técnico tales como la maquinización de la vida de los individuos o la presión destructiva sobre el medio ambiente.

Lo moderno frente a lo antiguo

Que este mito se haya incrustado hoy en el inconsciente colectivo y aflore una y otra vez de maneras diversas en el comportamiento de las personas -con consecuencias de diverso tipo- tiene su causa en cómo han evolucionado en los dos últimos siglos ciertas ideas ilustradas. El concepto mismo de modernidad, que promovió la Ilustración, surgió de una actitud que no miraba ya al pasado para reactualizarlo en el presente, como quiso hacer antes el Renacimiento, sino que vivía con entusiasmo las posibilidades de futuro que se vislumbraban a partir de los importantísimos avances de la ciencia moderna y de su aplicación práctica en multitud de innovaciones técnicas, políticas y económicas. Nunca se insistirá demasiado en subrayar este entusiasmo por lo nuevo, esta proyección de una utopía alcanzable y casi próxima en el futuro, como el talante y la condición más propias del hombre típicamente moderno, y que tanto contrasta con el modo de ser propio del hombre anterior, el medieval, vuelto hacia el pasado y hacia la tradición como instancias de la verdad, de la norma y de la autoridad.

Lo que cambia, por lo tanto, aquí, en la base y en el fundamento de esta valoración ilustrada de lo moderno frente a lo antiguo, es, en última instancia, una comprensión diferente de la historia y de la conciencia histórica, en la que el tiempo deja de entenderse ya como una mera continuidad lineal y acumulativa, para pasar a ser visto como un proceso revolucionario de re­novación continua. O dicho en otras palabras: el verdadero sentido de lo moderno como "lo nuevo" sólo alcanza la plenitud de su significado en el marco de la concepción propiamente ilustrada de la historia, entendida como imparable progreso hacia la utopía y la perfección. Una perfección que se sitúa, no ya en el origen, no al principio de los tiempos, en una Edad de Oro o en un pasado mítico, paradisíaco o divino, sino en un futuro por el que es preciso luchar y que hay que conquistar.

Es esta idea de progreso, así formulada, la que da lugar a que el ser moderno se convierta en el valor fundamental al que todos los demás valores habrán de referirse. Ahora bien, lo que ha sucedido es que esa idea de progreso, en términos empíricos, ha quedado reducida a mero proceso científico, técnico y económico, o sea, a progreso "externo", sin que un progreso "interno", moral y espiritual haya ido vinculado a él y lo haya acompañado.

Las causas (objetivas) del mito capitalista

La persecución de la riqueza y la acumulación del capital, la fabricación incesante de productos nuevos y su distribución para el consumo, como elementos básicos de este sistema, han transformado de manera importante a las sociedades modernas, pues han hecho que aumenten los niveles de vida allí donde han logrado desarrollarse con éxito. Los índices de renta per cápita se han visto elevados muy considerablemente si se los compara con los de los países no capitalistas, o que han permanecido en sus formas de producción y de distribución tradicionales. Este logro de la riqueza, el disfrute de los productos de consumo cada vez nuevos que ofrecen los mercados y la competitividad, que son hechos empíricos, indudables y positivos, es lo que ha impulsado y dado credibilidad al mito de un crecimiento económico y tecnológico indefinidos. Y en este sentido, han terminado adquiriendo el estatus, ya casi globalmente aceptado, de medios por antonomasia para conseguir una vida humana plena y feliz.

De modo que lo que ha sucedido en nuestras sociedades avanzadas actuales ha sido que el consumismo, impulsado por la propaganda comercial, ha convertido el poder adquisitivo y los niveles de compra de los ciudadanos de un país en la mejor medida de su grado objetivo de felicidad. La plenitud del disfrute del consumidor es lo que se identifica hoy con la plenitud de la vida y la autorrealización personal. El volumen de nuestra actividad consumista y la posibilidad de adquirir continuamente nuevos objetos en sustitución de otros, aunque no los necesitemos para nada, es el principal índice para medir distintos elementos de nuestra plenitud de vida, tales como nuestra posición social, nuestra autoestima en el marco de la competición por el éxito y nuestro mayor o menor sentimiento de autorrealización. Se tiene la convicción de que las posibilidades de una vida digna, gratificante, una vida que valga la pena vivirse, dependen, ante todo y sobre todo, del poder adquisitivo que se haya logrado alcanzar.

No poder comprar no sólo implica la ausencia de placer, sino, más aún, la ausencia de dignidad y de ser. La publicidad comercial bombardea continuamente con sus imágenes y sus mensajes a los individuos para que subordinen la totalidad de sus aspiraciones y esfuerzos a los fines de la economía de consumo: no hay nada que desear más allá de un cuerpo joven, de la ostentación de un coche de lujo, del glamour de un perfume de impacto.

Al hilo de esta evolución de nuestra cultura, en el ámbito de las corrientes contemporáneas de pensamiento se pueden constatar diversas iniciativas críticas "postilustradas" en las que la modernidad, con su optimismo progresista, se termina relativizando a sí misma. Porque al poner el énfasis en lo nuevo como su condición de posibilidad, el pensamiento ilustrado ha hecho que el progreso se convierta en el proceso consistente en avanzar siempre, sea cual sea la meta ya alcanzada, y, por tanto, se termine convirtiendo en avance de lo que ya se tiene y se ha alcanzado, por el simple hecho de cambiar y de que sea nuevo. Se inicia de este modo la metamorfosis del optimismo ilustrado de la fe en un progreso indefinido e imparable hacia lo perfecto en el pesimismo postmoderno de un escepticismo frente a la constatación de lo efímero y provisional que lo llenan todo.

La posmodernidad

La ruptura decidida con la tradición para abrirse al futuro obliga a que sea sólo el presente, y no el pasado, quien decida sobre lo que ha de venir. Con ello la modernidad se condena a no poder tomar ninguno de sus criterios de orientación de ninguno de los modelos del pasado, y se obliga a tener que extraer sus principios y su normatividad únicamente de sí misma y de su presente pasajero y cambiante. Dicho en otras palabras: de la autocomprensión de la modernidad como una época nueva se deduce que una época así no puede pedir prestados sus puntos de partida, sus fundamentos o sus criterios orientadores ―ni en el ámbito del conocimiento, ni en el de la ética, ni en el de las decisiones políticas― a ejemplos de otras épocas, sino que ha de extraer sólo de sí misma su propia normatividad, su propio fundamento, sus propios planteamientos y su propia autojustificación. La modernidad y la cultura moderna se ven así, sin escape posible, remitidas únicamente al limitado círculo de sí mismas.

Es significativo que uno de los efectos más extendidos de esta problemática situación en el plano de las ideas haya sido, en el estado de ánimo de muchos individuos, esa especie de conformismo pragmatista, y puede que incluso autosatisfecho, en el que se delata el automatismo nihilista-pasivo al que una actividad puramente racional-instrumental obliga hoy a casi todo el mundo, junto con el consumo, la propaganda, la competitividad, etc., y que expresa el fin y la muerte de lo humano. Si ya no hay ningún "deber ser", ningún modelo de formación ideal que perseguir con la suficiente fuerza imperativa como para que, a partir de él, se discuta y se critique lo que constituyen las tendencias y metas que de manera automática e inconsciente perseguimos, entonces es que no queda más que adaptarse al presente tal como es. ¿Acaso no es el ser humano una más de las estructuras moleculares que componen el cosmos, un simple juego más sin sentido entre combinaciones de átomos dentro de la gran máquina en la que consiste el universo?

En suma, la libertad, aportada por el progreso histórico y las conquistas científicas y técnicas de la modernidad se entiende hoy, sobre todo, como un nivel de bienestar material cada vez más alto, en la medida en que se admite sin discusión que todos esos avances técnicos nos permiten superar nuestras limitaciones físicas, nos hacen más independientes, más sofisticados, más críticos como individuos, y nos otorgan una mayor autonomía y confianza en nosotros mismos. La lucha moderna por la libertad, desde el Renacimiento, fue la lucha contra las viejas formas de autoridad y de coacción que representaban, primero la Iglesia y la aristocracia feudal y, más tarde, durante los siglos XVII y XVIII, las monarquías absolutas del Antiguo Régimen.

Los individuos y los movimientos que luchaban contra estas estructuras de autoridad pensaban que cuanto más se debilitasen y se neutralizasen estas instituciones de poder tradicionales más se ganaría en libertad y autonomía personal. Y es indudable que la combatividad crítica y las revoluciones políticas burguesas han contribuido enormemente a librarnos de los antiguos enemigos de la libertad y la realización personal. Pero está claro que esto no ha sido suficiente. La evolución de la cultura moderna y postmoderna ha hecho aparecer otros factores que ya no son impedimentos o restricciones externas al individuo, sino elementos internos a su propia subjetividad, que amenazan ahora con hacer inútiles los logros ya conseguidos en el ámbito de las libertades externas.

Por ejemplo, estamos orgullosos y agradecidos con razón de que nuestros antepasados ilustrados conquistasen para nosotros, como uno de nuestros derechos fundamentales cada vez más extendido y reconocido, la libertad de pensamiento y de expresión. Pero no es difícil comprobar hoy a cada paso que lo que muchos individuos piensan y expresan no es más que lo que otros muchos individuos piensan y expresan, o lo que la propaganda o la ideología dominante o la televisión les ordenan que piensen y expresen. De modo que siglos de lucha, sangrientas revoluciones y duros sacrificios realizados para conseguir las condiciones externas para que cualquiera pueda expresar lo que piensa sin ver obstaculizado su derecho por coacciones externas, tropiezan con factores subjetivos, internos, que impiden que la mayoría de los individuos tengan la capacidad de pensar por sí mismos, capacidad que es lo único que puede dar sentido a la lucha social e histórica por la libertad de pensamiento y de expresión.

La supresión de nuestra capacidad crítica

La racionalización moderna del sistema de producción y de consumo ha conducido a un desarrollo del sistema económico capitalista que nos proporciona abundancia de bienes materiales y el bienestar social del que hoy, aunque de manera desigual, disfrutamos. Pero vemos también que con este espectacular aumento de la racionalización, de la técnica, de la industria, del comercio, de la informática y de la globalización ya no somos nosotros quienes controlamos los mecanismos del sistema, sino que es la gran máquina del sistema globalizado la que domina y nos controla a nosotros convirtiéndonos en algo insignificante, en simples instrumentos a su servicio.

En este sistema productivo consumista y globalizado no solo se nos reduce al puro hecho de comprar y vender mercancías, sino que se nos compra y se nos vende a nosotros mismos. Incluso cuando cultivamos valores o cualidades humanas, suelen ser las que luego puedan venderse en función de lo que más se cotice en el mercado de las relaciones humanas o del éxito económico y social.

Cuando se nos bombardea con la propaganda comercial o política en la televisión y en los demás medios de comunicación no es que se nos ponga abiertamente por delante nuestra insignificancia e indignidad como individuos. Al contrario, siempre se nos adulará y se tratará de seducirnos; pero ningún anuncio ni ninguna propaganda se dirige a nosotros como seres racionales. Ninguna propaganda trata de convencernos racionalmente de algo, sino que lo que trata es de rendirnos y manipularnos utilizando los medios más variados de la sugestión. Así se nos repiten machaconamente los mismos eslóganes; se nos ponen en primer plano cuerpos deslumbrantes que obnubilan nuestra atención y debilitan nuestra capacidad crítica ante el producto o la idea que se nos presenta; se nos suscita el pánico por todo lo que podría sucedernos si nos resistimos a hacer caso de lo que se nos requiere, etc. Métodos todos "irracionales" que nada tienen que ver con la calidad en sí del producto o del programa político que se oferta, sino que están dirigidos a embotar y a suprimir la capacidad crítica, a hacer de nosotros seres obedientes, sumisos, dependientes, pequeños y manejables.

¿Somos seres más libres?

En resumen, si hiciéramos balance del progreso que nos ha traído nuestra modernidad tendríamos que hablar, sin duda, del desarrollo de un yo que ha avanzado mucho en libertad material, en ciencia y tecnología, en derechos formales y en condiciones políticas externas para realizar esos derechos. Pero también tendríamos que hablar de que, al mismo tiempo, y como formando parte del mismo proceso y de la misma evolución, como efecto colateral suyo, se ha desarrollado un "yo" subordinado, débil, acrítico, dependiente, atemorizado, que esconde y enmascara su propio sentimiento de inseguridad y de miedo. Por tanto, de poco sirve una libertad externa, social, formal de autodeterminación si no va acompañada de un nivel correspondiente de liberación o emancipación subjetiva e individual que capacite al yo para llevar a cabo su autodeterminación.

Contamos con un avance notable de la libertad respecto de las fuerzas de la naturaleza, pero apenas hemos avanzado en lo referente a una libertad para la realización efectiva de esa otra libertad meramente externa. En vez de pensar por nosotros mismos y decidir lo que queremos, obedecemos a voces y poderes externos, nos dejamos llevar por miedos e impulsos gregarios que nos inducen a conformarnos a los requerimientos de los demás y a no parecer nunca y en nada distintos.

Esto debe hacernos pensar que el progreso en nuestras sociedades actuales no puede reducirse tan solo a seguir aumentando los niveles de bienestar material o las libertades meramente formales para el ejercicio de nuestros derechos. Urgente y necesario, cuando hablamos hoy de progreso humano en libertad y realización personal, es conquistar la emancipación y la autonomía subjetivas, o sea, lograr aquella clase de emancipación que permite al individuo el desarrollo de sus potencialidades y la realización efectiva de su existencia personal.
« última modificación: Mayo 11, 2014, 14:34:04 pm por sudden and sharp »

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #9 en: Mayo 25, 2014, 11:42:30 am »
Superar la duda metódica
25.05.2014
José Luis Villacañas

http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/escuela-de-filosofia/2014-05-25/ante-las-elecciones-europeas-superar-la-duda-metodica_135675/

El 18 de abril de 1951 se firmó el acuerdo fundacional de la actual Unión Europea, la vieja Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Como se sabe, tuvo lugar cuando los franceses, los alemanes y los países del Benelux decidieron regular de forma conjunta la producción de carbón, hierro y acero. No era cualquier cosa. Se trataba de la industria básica que había apoyado la reactivación económica de Alemania en la época de Hitler y que no era otra que la bélica. Carros de combate, submarinos, destructores: eso es lo que produjeron las fábricas de Krupp AG y de Thyssen. Fue posible regular el acero porque Alemania no podía ni quería rearmarse. Pero también porque, a diferencia de lo que había sucedido tras la Primera Guerra Mundial, Francia había abandonado toda idea de represalia masiva y los Estados Unidos se mostraron dispuestos a no permitirla. Los dos países comprendieron que esta vez no podían ser injustos. Los países del Benelux, que no habían podido ser protegidos por el estatuto de neutralidad, ahora pudieron conquistar la necesaria seguridad frente a sus poderosos vecinos vinculándose a un acuerdo histórico. No eran testigos mudos ni convidados de piedra. Al contrario, estaban destinados a ofrecer frecuentes administradores de ese acuerdo. Hoy todavía el candidato Junker representa esa lógica.

Pero aquel acuerdo no fue una necesidad histórica ni una operación obvia o deseada por todas las fuerzas históricas. Se tomó después de dudas muy profundas y frente a planes alternativos. Uno de ellos lo presentó a Charles de Gaulle, en 1945, un filósofo ruso afincado en Francia, Alexander Kojève, que años antes había influido con fuerza en la filosofía francesa de los años 30 y que luego sería un alto funcionario de la incipiente Organización del Mercado Común. En un dossier muy célebre, que tituló “Imperio Latino”, defendió que Francia debía aspirar a organizar de forma hegemónica un amplio espacio geoestratégico que uniese a Grecia, Italia, Francia y España.

La idea era muy arriesgada y contaba con la certeza de que Alemania no podría ser represaliada por los aliados tras la guerra porque Estados Unidos no podía prescindir de Alemania para detener la expansión soviética hacia el oeste. Así que no sólo Alemania se mantendría todo lo grande que USA pudiera conseguir, sino que además debería recuperar de forma inmediata su potencial industrial. Francia no podría disputarle la hegemonía ni se sentiría cómoda con un vecino al que ya no podría imponer sus condiciones en tanto vencido, así que sólo podría equilibrar su posición y tener un futuro como Estado nación si lograba liderar el grupo de las potencias mediterráneas. Kojève sabía que la condición de posibilidad de este gran espacio geoestratégico era que todas las potencias católicas mantuvieran su condición imperial sobre el norte de África. Franco tendría que ser obligado a dejar el poder en España, pero nuestro país sería compensado con el control de la costa atlántica de Marruecos y Mauritania.

Proyectos en solitario y en colectivo

El plan de Kojève era pura ingeniería diplomática y hay dudas acerca de sus intenciones últimas. Sin embargo, incluía un claro sentimiento anti-alemán y tenía como consecuencia rodear el territorio disminuido de Alemania con potencias hostiles. No prosperó porque tenía bases débiles e injustas. Ante todo aislaba a Alemania de los pueblos europeos y la dejaba en una especie de limbo estratégico como pueblo de frontera sometido a los pueblos anglosajones. Segundo, mantenía la situación imperial sobre el norte de África, algo que iba contra el espíritu fundador de la ONU, que pronto se iba a configurar, aunque iba a costar mucha sangre francesa y argelina. Pero ese plan no era una ocurrencia caprichosa. Implicaba conceder al catolicismo la centralidad cultural de ese espacio geoestratégico y daba a Roma el protagonismo propio de cabeza de la catolicidad. Cuando la crisis ha puesto de manifiesto que el espacio mediterráneo padecía una constelación civilizatoria muy marcada frente a los países del norte, el conocido filósofo italiano Giorgio Agamben sorprendió a la opinión pública alemana reivindicando el escrito de Kojève y pidiendo la creación del imperio latino.

En aquellos mismos momentos en que Kojève elevaba su informe, Ernst Jünger, que había pasado parte de la Segunda Guerra Mundial cómodamente instalado en París, escribía unos folios, que se conocen como Sobre la paz, en los que hacía un análisis completamente diverso del futuro geoestratégico de Europa. En realidad, ofrecía “un nuevo sentido de la Tierra”. Compartía con el informe de Kojève que la URSS aspiraría a entrar todo lo que pudiera en Occidente. Como intelectual filofrancés, Jünger comprendió que el mayor problema había sido la inclinación alemana a imaginar un camino en solitario. Ahora, cuando el centro de Europa se trasladaba al Rin, era necesario construir un eje franco-alemán sólido; lo demás se daría por añadidura. Pero no había marcha atrás. Francia y Alemania habían dejado de ser naciones-Estado soberanas en el viejo sentido. Eso era irreversible, frente a lo que creía Kojève. “Fundar Europa consistirá en otorgar unidad geopolítica a un espacio que ha sido articulado por el desarrollo histórico”, dijo Jünger, y el proceso debía implicar organizar una constitución europea, articular el destino del trabajo y basar la vida histórica futura en el derecho común.

Al final, todo parece indicar que el proyecto de Kojève fue desechado oficialmente, pero el sustrato histórico al que hacía apelación no por ello ha sido desarticulado por completo. Hoy se manifiesta de varias maneras. Primero como crisis en el sur, que deja a los pueblos de Italia y de España ante la obligación de alcanzar prestaciones económicas semejantes a las de los pueblos del norte, pero al precio de costosísimas devaluaciones internas. Pero estos dos pueblos no eran la clave organizativa del espacio latino. Era Francia la que debía salvarse como Estado Nación organizando el sur latino al margen de Alemania. Así que no es extrañar que la crisis se manifieste ante todo en la desvinculación de una parte creciente del electorado francés del actual orden europeo. Eso es lo que Marie Le Pen acumula como capital político. Sólo Francia puede todavía imaginar un horizonte que se parezca al viejo esquema de la soberanía, aunque en mi opinión es una ilusión que se disolverá tan pronto roce un gramo de poder del Estado. Por lo que respecta a Italia y España, no pueden ya ni siquiera imaginar un camino en solitario. Su dependencia productiva de la industria alemana lo hace imposible.

La historia geoestratégica de Europa

Sin embargo, la crisis de Ucrania ha puesto de manifiesto que los planes de Kojève y de Jünger no eran los únicos que respondían a estratos profundos de la vida europea. Ninguno de los pueblos que se extienden al este del Elba daba por justa la expansión soviética rusa y sólo el más completamente ignorante podía pensar que esa dominación se sostenía sobre algo diferente de la fuerza. Así que por debajo del imperio latino, por debajo del eje franco-alemán-Benelux del Rin, latía todavía el espacio de la vieja idea de Mitteleuropa, organizado sobre el Danubio y con la centralidad de la Alemania prusiana, la que hoy gobierna en Berlín. Una de sus consecuencias fue el tratado de Brets-Litovsk, que introducía a Ucrania en el área de influencia alemana. Alguien aficionado a la historia de Roma antigua no podría dejar de recordar la doble articulación del centro imperial de Roma sobre las líneas de los dos grandes ríos, el Rin y el Danubio. La historia geoestratégica de Europa se basa sobre el control de esos dos grandes ríos y toda la ratio de sus actores se regía por un principio: que ninguna potencia los controle a los dos, con sus bocas marítimas. Sobre ese principio se organiza otro secundario: que ninguna potencia se asiente a la vez en el Báltico y en el Mediterráneo.

Por eso Rusia es el único verdadero poder que interfiere con el principio geoestratégico europeo. Sólo ella ocupa Kaliningrado y Crimea, bases en el Báltico y en el mar Negro, las zonas que pueden amenazar las desembocaduras del Rin y del Danubio. Durante mucho tiempo el sistema de equilibrio europeo estuvo regido por los acuerdos tácitos primero entre Francia y Turquía y luego entre Francia y Rusia. Por eso nada más peligroso que la doble amenaza interna del populismo francés en el interior de Europa y el nuevo militarismo ruso en la frontera este. Los dos fenómenos presionando a la vez obligarían a reeditar la vieja lógica de dispersión europea en la que Rusia siempre obtenía ventaja.

Europa no puede vivir en el escepticismo acerca de sí misma. La duda metódica nunca da paso a un principio fundamental iluminador. Esa fue la ilusión cartesiana. En la vida histórica nunca es así. La duda da paso a que resuciten viejos fantasmas. Es preciso que Europa sepa articular sus tres espacios, con estratos históricos diferentes, pero consustanciales a ella. No puede renunciar a ninguno. Mas para ello debe resolver con extremado tacto la crisis de Ucrania, a la vez que resuelve la crisis interior, el peligro de formación de sensibilidades duales al norte y al sur, fruto de exigencias sacrificiales dispares. Si no resuelve bien lo primero, manteniendo la paz con Rusia pero asegurando con firmeza la unidad de Ucrania, el este europeo no se sentirá seguro. Si no resuelve lo segundo, el espacio latino se resquebrajará. En medio de todas las tensiones, Alemania tiene la primera oportunidad de su historia de ejercer una influencia y un poder constructivos sobre toda Europa. Sólo ella está en el centro de los tres espacios.

Por eso hoy menos que nunca puede mantener la ilusión del camino en solitario. La hora de la cooperación verdadera y prudente ha llegado, y a eso se deben disponer España, Italia y Polonia sobre todo, como garantía de que nadie seguirá a una Francia populista, ni dejará el espacio del Mediterráneo, ni abandonará el este europeo. Para ese equilibrio cooperativo nada más importante que ofrecer al Parlamento europeo y a las instituciones que se deriven de él todo el peso democrático que sea posible.

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #10 en: Enero 12, 2017, 17:24:06 pm »
Como está el patio!    :o

Más Platón y menos Dora, la exploradora
http://elpais.com/elpais/2017/01/11/opinion/1484154791_967033.html
Luego viene el fenómeno snowflake student (estudiante copo de nieve). No solo tengo derecho a elegir asignaturas, sino los contenidos de estas. Y aunque no tengo ni idea —ni quiero tenerla—, puedo arrinconar a quien sea para exigir que ni me mencione contenidos que desafíen lo que pienso, alegando que son “ofensivos”. Ahí tenemos lo ocurrido en la Universidad de Glasgow, donde se previene a los estudiantes de Teología —atención, Teología— de que las imágenes de la crucifixión pueden resultarles “incómodas”. Si esto sigue así, van a terminar incluyendo en la guía docente Dora, la exploradora.

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #11 en: Enero 12, 2017, 17:33:21 pm »
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Se comentó en el foro hace meses, a raíz de lo que ocurre en las universidades americanas, con la gilipolli-censura denominada "micro-agresiones": no poder hablar de esclavitud en historia, etc.

En definitiva: el fin de la educación por la censura basada en la hipersensibilidad de los analfabetos y/o desequilibrados mentales/emocionales.
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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #12 en: Enero 12, 2017, 18:17:52 pm »
Como está el patio!    :o

Más Platón y menos Dora, la exploradora
http://elpais.com/elpais/2017/01/11/opinion/1484154791_967033.html
Luego viene el fenómeno snowflake student (estudiante copo de nieve). No solo tengo derecho a elegir asignaturas, sino los contenidos de estas. Y aunque no tengo ni idea —ni quiero tenerla—, puedo arrinconar a quien sea para exigir que ni me mencione contenidos que desafíen lo que pienso, alegando que son “ofensivos”. Ahí tenemos lo ocurrido en la Universidad de Glasgow, donde se previene a los estudiantes de Teología —atención, Teología— de que las imágenes de la crucifixión pueden resultarles “incómodas”. Si esto sigue así, van a terminar incluyendo en la guía docente Dora, la exploradora.


Se comentó en el foro hace meses, a raíz de lo que ocurre en las universidades americanas, con la gilipolli-censura denominada "micro-agresiones": no poder hablar de esclavitud en historia, etc.

En definitiva: el fin de la educación por la censura basada en la hipersensibilidad de los analfabetos y/o desequilibrados mentales/emocionales.


Yo, en lugar de proteger a tan díscolos aspirantes a egresados, los segregaba de la Universidad.

Beyond contempt...

(Y mira que hace tiempo que no suelto éstos exabruptos...)
"De lo que que no se puede hablar, es mejor callar" (L. Wittgenstein; Tractatus Logico-Philosophicus).

R.G.C.I.M.

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #13 en: Enero 12, 2017, 19:17:29 pm »
Conocen vds que una de.mis actividades por más de dos.décadas ha sido la docencia en unis privadas. Fundamentalmente chulipowermanagers pa tontos y dale un papel a.mi.hijo que pa eso oago un pastón.
Ya les comenté muchas anécdotas de las gilipolleces del ssitema privado, aunque diferentes a las del público. Su lavado cerebral es.menos intenso.
En fin; que por razones que no vienen al caso, estoy estudiando de nuevo. Pero en lugar del doctorado que me piden pa dar los números que bolonia les pide, un grado medio de fp.
Necesitaba hacer algo con.mis manos tras una vida de especumacion.
El caso es que ir a clases teóricas es una experiencia absolutamente psicotropica, no por los contenidos y su organización, que también; sino por mis.compis.
Les tengo mucho cariño y son muy respetuoso conmigo.
Pero son analfabetos profesionales. Sin la eso la mayoría. Algunos no saben.español. 2 moros, uno de ellos vino en el eje de un camion y le pagamos la ropa manutencion y estudios; otro que llama a éste moro ilegal; un paki de.nombre impronunciable; un sij , un adoptado ucraniano con el.sindrome de alcoholismo.materno... 
Eb fin. El senado galáctico version afarensis.
Son encantadores, pero su capacidad de retencion es la de nemo, y de abstracción la de una zapatilla de esparto.
Pero les he cogido cariño.
Y hasta me sorprenden además de hacerme reír.
Son la reserva espiritual de la raza.
A éstos, tonterías pocas.
Ayer el tutor les dijo que hoy no había clase sino una chrla de género para concienciarles, imouesta por ensenyament.
Los.comentarios impresionantes. Y tenemos que aguantar a las bolleras esas? Mañana las bocazas tortis a perder el tiempo, etc

El tutor que es.muy.majo pero tiene presiones y además es bastante progrebuenistatriunfador version artesano flipaba.
Y yo me reía entre dientes.
Aún hay esperanza entre los brutos sin contaminar. Los que tienen que luchar contra todp desde niños no se dejan tan fácil...

Nada.
Otra batallita.
Tienen entre 16 y 19 añitos.


Sds.
Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento no se consumaba, porque seguía aniquilándose indefinidamente, consumiéndose dentro de sí mismo, acabándose a cada minuto pero sin acabar de acabarse jamás.

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Re:El jardín de Epicuro
« Respuesta #14 en: Enero 12, 2017, 22:09:48 pm »
Conocen vds que una de.mis actividades por más de dos.décadas ha sido la docencia en unis privadas. Fundamentalmente chulipowermanagers pa tontos y dale un papel a.mi.hijo que pa eso oago un pastón.
Ya les comenté muchas anécdotas de las gilipolleces del ssitema privado, aunque diferentes a las del público. Su lavado cerebral es.menos intenso.
En fin; que por razones que no vienen al caso, estoy estudiando de nuevo. Pero en lugar del doctorado que me piden pa dar los números que bolonia les pide, un grado medio de fp.
Necesitaba hacer algo con.mis manos tras una vida de especumacion.
El caso es que ir a clases teóricas es una experiencia absolutamente psicotropica, no por los contenidos y su organización, que también; sino por mis.compis.
Les tengo mucho cariño y son muy respetuoso conmigo.
Pero son analfabetos profesionales. Sin la eso la mayoría. Algunos no saben.español. 2 moros, uno de ellos vino en el eje de un camion y le pagamos la ropa manutencion y estudios; otro que llama a éste moro ilegal; un paki de.nombre impronunciable; un sij , un adoptado ucraniano con el.sindrome de alcoholismo.materno... 
Eb fin. El senado galáctico version afarensis.
Son encantadores, pero su capacidad de retencion es la de nemo, y de abstracción la de una zapatilla de esparto.
Pero les he cogido cariño.
Y hasta me sorprenden además de hacerme reír.
Son la reserva espiritual de la raza.
A éstos, tonterías pocas.
Ayer el tutor les dijo que hoy no había clase sino una chrla de género para concienciarles, imouesta por ensenyament.
Los.comentarios impresionantes. Y tenemos que aguantar a las bolleras esas? Mañana las bocazas tortis a perder el tiempo, etc

El tutor que es.muy.majo pero tiene presiones y además es bastante progrebuenistatriunfador version artesano flipaba.
Y yo me reía entre dientes.
Aún hay esperanza entre los brutos sin contaminar. Los que tienen que luchar contra todp desde niños no se dejan tan fácil...

Nada.
Otra batallita.
Tienen entre 16 y 19 añitos.


Sds.
No estoy tan seguro yo de eso...

Estos parecen peones, como los otros (los del Genaro...). Al final todo sirve para enfrentar a la gente corriente y que no se unan por una causa común. Los que citas justifican a los "Genaristas", y viceversa.


En general, la sociedad me da asco, me da la impresión que al final todos estamos manipulados a lavoluntad de unos pocos.

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