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Las palomitas tienen que ver con el nacionalismo excluyente.Nada que ver con lo que tú apuntas.
Puede que no fuera exactamente así, pero me parece muy factible que aquel 17 de junio de 2011, entrando en los pasillos del Parlament, Artur Mas, repeinándose el pelo y el nudo de la corbata, todavía alborotados y desencajados por el vuelo en helicóptero, le dijera a quien estuviera a su lado; "esto no puede seguir así, hay que hacer algo".Quienes no terminan de convencerse de que el Proceso independentista responde a una llamada mesiánica de un pueblo harto de su esclavitud, o bien de un reloj sincronizado cada 300 años, o de un Zeitgeist que eligió a Cataluña para empezar a reordenar los poderes en el mundo y terminar con el feudalismo corrupto de los Estados europeos; quienes no terminan de creerse estas historias, digo, pueden pensar que el desafío soberanista fue pensado y encendido por un president cuya gestión cada vez le resultaba más incómoda. El PP le daba una mayoría bastante sólida en la cámara, pero hubo un día en que no pudo acceder a ella en coche, sino en helicóptero, porque los manifestantes impedían el acceso.Entonces se les llamaba indignados (hacía pocas semanas habían ocupado la Puerta del Sol y Plaça de Catalunya). Flor de un día, pensaron muchos. Nadie esperaba que el terremoto emergería políticamente años después con la formación de un cordillera de nuevas siglas. Quizás uno sí lo pensó, Artur Mas, que buscó avanzarse a la derrota con un movimiento de 'izquierdas': el independentismo, que lo sería en tanto que era social y emanaba del pueblo. Los nuevos vientos de la política me persiguen, pero yo correré más rápido. Pudo haberlo pensado.En el camino quién sabe si se lo creyó, si erró al esperar un botín de Madrid que bastara para la supervivencia o si pensó que el chicle podía alargarse indefinidamente. El soberanismo influyó como un antídoto pasajero contra los nuevos revolucionarios. No habría sitio en Cataluña para dos revoluciones. Pero para la mutación requerida había que despojarse de los harapos y CiU desapareció, hasta el punto de que las nuevas siglas apenas son una reminiscencia de lo que fueron. Convergència està en Junts pel Sí y en Democràcia i Llibertat. Pero solo como un sepulcro fundacional.Pero resulta que Mas se equivocó. La independencia no suma, pero el "cambio" sí. Tras el "We have won", que gritaba el 27-S, se escondía la amarga certeza de que la victoria, en verdad, yacía en casa de su verdugo. Y Mas ha podido retrasar agónicamente la suerte fatal de otros barones territoriales, y la que quizás está por dar caza a los estatales, pero le ha llegado su hora al president. Y la nueva política, referendista, independentista o unionista, da igual, ha pedido su cabeza. Porque se acuerdan de sus años pasados, y no terminan de creerse su giro soberanista, ni lo de "primero la independencia, luego la política".¿Por qué no se va? ¿Qué le retiene en el ágora que le ha propinado tal escarnio? ¿Acaso no sabrá Cataluña avanzar hacia la independencia sin él? Los convergentes argumentan que la satisfacción de las cloacas del Estado por su caída demuestra que solo él tiene la llave de la secesión. Pero quizás la agresividad contra Mas respondía a otros motivos: "Era uno de los nuestros, y nos abandonó en la crucial batalla". Y ahora, mientras que la nobleza política lucha por mantenerse a flote tras el 20-D, respira y disfruta al ver que su díscolo vástago, el que huyó buscando refugio borrando el pasado, ha sido el primero caer.
El descalabro de Artur Mas tiene mucho de novela de intriga, donde algunas de las cosas que ocurren no son lo que parecen. Aunque Mas salió ayer por la tarde en una comparecencia pública arrogándose la paternidad de la solución milagrosa que ha evitado elecciones anticipadas, la verdad no es tan sencilla. Antes de que él entrase en escena, diversos colectivos de Junt pel Sí (JxSí) y de la Coordinadora d’Unitat Popular (CUP) habían pactado el nombre de su sustituto: o Carles Puigdemont o nadie.El pacto se gestó en Girona, ciudad de la que el sustituto es alcalde y de la que proviene el líder del sector duro de la CUP parlamentaria, Benet Salellas. “Puigdemont está cerca de las tesis cuperas y es de los duros de Convergència”, dice una de las fuentes consultadas. Ante los hechos casi consumados, Mas sólo pudo decir que sí y abandonar la opción de convocar elecciones y cavar su tumba política.La primera clave para entender el relevo en la Generalitat es, pues, el papel que ha jugado el ‘clan de Girona’. “Artur Mas insistió hoy [ayer para el lector] en que él había sido el culpable de que Carles Puigdemont sea su sustituto. En su comparecencia pública, parece que se va porque quiere y que gana él, dejándolo todo atado y bien atado. Pero nada más lejos de la realidad. El nombre de Carles Puigdemont fue cuidadosamente elegido y tuvo el visto bueno de la CUP antes de que el nombre llegase a la mesa de negociación”.
El alcalde de Girona se gasta 3,7 M€ en una colección de arte y los carga a la factura del aguahttp://www.cafeambllet.com/press/?p=18500