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[/center]Saludos.
¿Se nos acabarán alguna vez los oxímoron? El aburrido apocalipsis es un concepto sorprendente, pero que resuena bien en un momento en el que todo cambia muy deprisa, en el que identificamos riesgos aterradores sin precedentes en la historia de la humanidad, capaces de provocarnos una profunda angustia, y después… Al día siguiente nos despertamos y el mundo parece no haber cambiado, el colapso se anuncia cada vez más cerca y parece no llegar nunca. Dedicamos un artículo sobre este tema en junio de 2022[1]. Dos años después, nuestro equipo se plantea una pregunta: ¿la continuación lógica del aburrido apocalipsis podría ser una revolución pasiva?Esta conclusión acompañó naturalmente nuestra anticipación del segundo mandato de Donald Trump, a quien la Historia recordará como el último Boomer, igual que Luis XVI fue el último rey de Francia y Justiniano el último emperador de Roma. Si después de él ha de venir otra cosa, ¿qué aspecto tiene el cambio de régimen en el siglo XXI? Bueno, ya está tomando forma en todos estos abandonos, todos estos rechazos por parte de la generación más joven (aunque no solo), a seguir jugando con las reglas de un sistema en el que ya no se reconocen y que son incapaces de derrocar.Figura 1 – Tabla de generaciones. Fuente: ADIGI ConsultSi hay una constante en las revoluciones a lo largo de la historia, es que tarde o temprano dan lugar a enfrentamientos violentos. Y a juzgar por la radicalización de las posiciones políticas, tanto en las urnas como en el debate público, y por las crisis sociales, la no violencia no es la filosofía dominante en nuestra sociedad.Los movimientos no violentos tienen una historia y un historial de éxitos -me vienen a la mente Martin Luther King, Gandhi y el flower-power de la generación estadounidense de Vietnam-, pero su no violencia era reivindicada, organizada, estructurada y, sobre todo, objeto de aprobación colectiva y movilización masiva. Hoy en día, la desconexión entre los diferentes círculos (élites/pueblo, ejército/ciudadanos, etc.) y comunidades (migrantes, religiosas, urbanas/rurales, etc.) de la sociedad, el aislamiento de la población durante la crisis del covid, el teletrabajo que aleja a las personas de los espacios de debate y de toma de decisiones, los mundos virtuales y artificiales en los que estamos inmersos individualmente gracias a la IA, nos están llevando del individualismo de los baby boomers al aislamiento de los jóvenes de las nuevas generaciones. Pero aunque se nieguen a participar en un sistema productivista, incluso imperialista, y planteen una serie de reivindicaciones comunes, la generación más joven, sobre todo en Occidente, parece incapaz de organizarse colectivamente para formar un grupo. Tuvimos la generación silenciosa de la guerra, pero cien años después asistimos a la aparición de una generación, no de la no violencia (nuestras sociedades se ven sacudidas regularmente por esporádicas crisis ultraviolentas: en Estados Unidos hay tiroteos, en Europa enfrentamientos comunitarios, todo ello revela la soledad que pesa sobre todos, el aislamiento de unos respecto a otros), sino una generación cuyo rechazo generalizado sigue siendo pasivo. A su manera, es una revolución.¿Es una revolución pasiva una revolución que comienza envuelta en una nube negra? Sobre todo si tenemos en cuenta que tiene que derribar un sistema económico que se ha desarrollado y cambiado en los últimos doscientos años, y que ha sido adoptado por la gran mayoría de los países del mundo, de forma muy desigual. Pero es precisamente este sistema económico, esta organización del trabajo, la que se basa en una adhesión tácita, incluso manipulada, eventualmente forzada, de los ciudadanos que deben ajustarse a un molde o corren el riesgo de ser condenados a la marginación social. A menos que lo hagan ellos mismos.En un enfrentamiento, en la voluntad de construir una alternativa, siempre existe la posibilidad, desde el punto de vista de los que están en el poder, de optar por la represión violenta, de contrarrestar el asalto, de impedir la revolución. Pero si es pasiva y desorganizada, si es virtual, un poder central se encontrará bastante impotente. ¿Cómo obligar a la gente a ganarse la vida si prefiere ser pobre? Si se niegan a reproducirse, ¿cómo luchar contra la imposibilidad de mantener una civilización? ¿Cómo hacer que prosperen los imperios económicos si nadie quiere ser empleado de las grandes empresas? Esta es la nueva revolución, en la que el ser humano se sitúa al margen de la sociedad.