https://www.eldebate.com/economia/20250904/fin-ocaso-estado-bienestar_331101.htmlEl fin del estado del bienestar, en Alemania pero también en España: algunos datos escalofriantes
Cuando a la gente se le dice que hay que recortar sus pensiones mientras se sigue financiando a dedo a fundaciones, asesores y chiringuitos, lo que se destruye no es solo la economía, se destruye la legitimidad del propio sistema
Le agradezco al canciller alemán Friedrich Merz que haya citado mi último libro, escrito junto a Ignacio Basco,
El Ocaso del Estado del Bienestar. En la traducción, alguien le deslizó una errata y lo transformaron en el fin del Estado del bienestar. Pero más allá de ese matiz, hay algo en lo que Merz acierta: el modelo actual, tal y como está planteado, es insostenible si se mantiene a base de deuda.
Merz ha puesto sobre la mesa un dato escalofriante: Alemania tendrá que endeudarse este año en 174.300 millones de euros solo para sostener su Estado del bienestar. Y lo grave no es únicamente la cifra, sino la receta que propone: reducir pensiones, sanidad, educación… en definitiva, aplicar la tijera sobre lo que constituye el núcleo mismo del bienestar social.
Pero aquí está la trampa, no es el ciudadano quien vive por encima de sus posibilidades. Es el Estado el que ha construido, ladrillo sobre ladrillo, una maquinaria política y burocrática sobredimensionada. Esa estructura clientelar es la que nos arrastra a un abismo de deuda, mientras se nos dice que el problema son las pensiones de los jubilados o la educación de nuestros hijos.¿Por qué ningún político, salvo Javier Milei en Argentina, se atreve a hablar claro sobre lo que de verdad hay que recortar? Porque el llamado Estado del bienestar se ha contaminado con lo que Basco y yo denominamos
Gasto Político: partidas inútiles, estructuras duplicadas, chiringuitos ideológicos y subvenciones que nada tienen que ver con las necesidades reales de los ciudadanos.
En nuestro libro nos atrevimos a plantear una redefinición: la Economía del bienestar. Un modelo que concentra el gasto en siete grandes pilares, que son los que de verdad cubren el 100 % de las necesidades de la ciudadanía:
Prestaciones sociales: pensiones contributivas y no contributivas, desempleo y ayudas de subsistencia.
Sanidad pública: atención primaria, hospitalaria, medicamentos y sistemas de emergencia.
Educación pública: desde infantil hasta universidad.
Infraestructuras: carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos que permitan competitividad y cohesión territorial.
Orden público y seguridad: justicia, cuerpos de seguridad, prisiones y protección civil, incluida la protección contra incendios.
Defensa: imprescindible en un contexto internacional de inestabilidad y rearme.
Vivienda: un derecho básico convertido hoy en un lujo para buena parte de la población.
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Estos siete capítulos representan el núcleo del bienestar que un Estado moderno debería garantizar. Nada más y nada menos. Lo demás es accesorio, superfluo y, en demasiadas ocasiones, mero gasto electoralista.
Cuando analizamos las cuentas públicas de 2023, tanto en España como en Alemania, el contraste entre lo necesario y lo accesorio es escandaloso. España dedica casi 165.000 millones de euros a gasto político, lo que supone el 24,2 % del gasto total. Dicho de otra forma: de cada cuatro euros que gasta el Estado, uno va directamente a alimentar estructuras políticas, burocráticas o clientelares. Alemania, que siempre presume de rigor, tampoco sale bien parada: 461.000 millones de euros, equivalentes al 22,7 % de su gasto total.
Esto demuestra que el problema no es estructuralmente español. Es europeo. Los estados han sido colonizados por políticos que han hecho del gasto público un instrumento de poder y supervivencia electoral. Mientras tanto, el relato que trasladan es que el problema está en las pensiones, en la sanidad o en la educación. Una gran mentira.
¿Se imaginan lo que supondría reducir a la mitad ese gasto político? En España liberaríamos más de 80.000 millones de euros anuales. Con esa cifra podríamos equilibrar las cuentas sin necesidad de endeudarnos, bajar impuestos de manera significativa y, además, reforzar los pilares esenciales del bienestar. En Alemania, el ahorro potencial superaría los 230.000 millones: suficiente para sostener su sistema social sin tener que pedir prestado cada año.
Lo más preocupante es que, en lugar de abordar este debate, los gobiernos se escudan en la deuda y en los organismos internacionales. Se dice que «no queda más remedio» que ajustar las pensiones o reducir la inversión en sanidad. Lo que no se dice es que el Estado se gasta miles de millones en estructuras duplicadas entre administraciones, subvenciones de dudosa utilidad o cargos de confianza que solo sirven para mantener contenta a la maquinaria política.
El caso de España es especialmente sangrante. Tenemos más de 13.000 entes públicos, muchos de ellos opacos y sin función clara. Tenemos ministerios cuya utilidad es más ideológica que práctica. Y todo eso lo pagamos a base de deuda, que algún día habrá que devolver.
Por eso, cuando escucho a Merz decir que el Estado del bienestar no es sostenible, no puedo evitar darle la razón a medias. No lo es en su forma actual, pero no porque los ciudadanos vivan por encima de sus posibilidades, sino porque los políticos han inflado la factura con gasto superfluo.
La solución no es desmontar la sanidad, ni recortar las pensiones, ni abandonar la educación pública. La solución es atacar con decisión el Gasto Político. Ese elefante en la habitación que nadie quiere mencionar.Aquí lanzo mi conclusión más clara y dura: si no reducimos de manera drástica ese gasto político, lo que caerá no será solo el Estado del Bienestar, sino la confianza de los ciudadanos en la democracia. Porque cuando a la gente se le dice que hay que recortar sus pensiones mientras se sigue financiando a dedo a fundaciones, asesores y chiringuitos, lo que se destruye no es solo la economía, se destruye la legitimidad del propio sistema.
El Estado del Bienestar tal y como lo conocemos está agotado. O lo transformamos en una verdadera Economía del bienestar,
centrada en los ciudadanos y no en los políticos, o acabaremos pagando la factura más cara, la ruptura social.
El canciller alemán, Friedrich Merz, fue uno de los primeros en fijar posición al término del encuentro
Alemania ve «insostenible» el estado del bienestar y reformará la seguridad social, el paro y las pensiones
El Debate
Como sé que en La Moncloa mirarán para otro lado, desde la sociedad civil ya se prepara un Instituto independiente para señalar con nombres y apellidos dónde recortar y cómo hacerlo. No será fácil, pero será necesario. Porque de lo contrario, el ocaso del Estado del bienestar se convertirá en su fin definitivo.Fin de citaPS.
En nuestro caso hay que sumar el Desastre Estructural Autonómico. Tocamos al doble de políticos por habitante que Alemania.