[El Gran Salto Adelante chino (1958–1962), era el programa económico y social obligado tras la estabilización posterior a la revolución (1949). Se planteaba lo que se tenía que plantear: transformar una economía agraria atrasada en una industrializada.
Se comenzó a producir acero de forma descentralizada. Se desvió mano de obra agrícola hacia proyectos industriales y de infraestructura. Se construyeron caminos, presas y canales (¿os suena?). Y funcionaba.
Pero se produjo, también por circunstancias naturales (sequías e inundaciones), una caída de la producción agrícola, que desembocó en una gran hambruna.
No hay ni habrá jamás una estimación de cuántas muertes hubo imputables a la planificación económica. Pero una cosa sí es cierta, la autoridad política de Mao y del partido comunista permaneció intacta.
Se introdujeron incentivos económicos, sin abandonar la planificación centralizada. Y se salió de la situación rápidamente. No se arrastró el problema ni siquiera tres lustros, que es lo que llevamos de Transición Estructural Popularcapitalista en Occidente y lo que nos queda por sufrir en la primera fase del nuevo modelo de sustitución, por cierto, un modelo de planificación central para poder estar de tú a tú, precisamente, con China.
La China de La Alpargata, como España, carecía de experiencia técnica e institucional para una transformación de tal envergadura. Pero, a diferencia de España, el mundo occidental estaba como muy interesado en presentar el comunismo como un fracaso (v. la Guerra Fría, de 1945 en adelante).
El falsoliberalismo neoliberal, y su consideración de ti como subhumano, ha causado muchos más millones de muertes en el mundo que todas las que le imputan al comunismo, imputación obviamente dirigida a taparlo.]