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"Necesitaba empezar de nuevo"PAOLA OBELLEIRO - A Coruña - 02/01/2012Fueron los primeros expulsados del mercado de trabajo. O lo han perdido o les queda poco para dejar de cobrar el subsidio de desempleo. Sin expectativas a corto plazo, se resisten a dejarse vencer por el pesimismo que se ha instalado en el país. Tres gallegos despedidos en 2009 explican cómo sobrellevan actualmente su situación"Ya pasó, no viene a cuento volver a pensar en ello". A Isabel Muíño, presidenta del comité de empresa de Caramelo cuando, hace más de tres años, sufrió aquel traumático ERE que puso en la calle a 237 trabajadores, no le gusta rememorar "aquella lucha tan grande que se quedó en nada". Las movilizaciones de la plantilla, esencialmente femenina, de la firma textil coruñesa fueron duras aquel verano de 2009. Hubo protestas en la calle, encierro en la fábrica, cierre patronal de las instalaciones. Pero acabó por ganar el pulso la empresa controlada por el empresario coruñés Manuel Jove. Logró, pese al rechazo de Inspección de Trabajo, que la Xunta aceptase la regulación de empleo, con despidos masivos.Como tantas de sus excompañeras, Muíño llevaba toda su vida dedicada a la confección de Caramelo. Solo tenía 16 años cuando entró en la fábrica y no sabía hacer otra cosa. No se acogió al ERE en agosto de 2009 por pertenecer al comité de empresa. Pero apenas 12 meses después, también dejó el puesto de trabajo que desempeñó durante más de tres décadas. "Quedé bastante tocada, fue tan traumático que necesitaba desconectar y empezar de nuevo", cuenta. Y asegura que le fue "muy bien". "Fue una buena terapia para volver a tener esperanza en el futuro"."Todo fue una trampa"La mujer se puso a estudiar y logró sacar la ESO, imprescindible, subraya, para poder seguir los cursos de formación para parados e intentar reciclarse. Y ahora, cuando solo le quedan siete meses de los dos años de prestación de desempleo, empezará a buscar trabajo. "Como todos, el mundo no se acaba en Caramelo ni en el sector textil". La mayoría de los 237 trabajadores de aquel ERE, que ya agotaron la prestación, han logrado recolocarse. Con 49 años, sabe que la cosa está difícil "en todos los sentidos. Mi hijo es muy joven y tampoco encuentra trabajo". Pero confía en lograr un nuevo empleo. Aunque no puede evitar un tono de cierta amargura cuando se le habla de Caramelo y aquella regulación de empleo llevada a cabo "con la ayuda de la Xunta y Comisiones Obreras, que nos vendieron". "Ver cómo el tiempo nos da la razón, que todo fue una trampa, que se sigue produciendo en la fábrica... pues es mejor no darle más vueltas", comenta la exdelegada de la CIG.
"No hay puertas abiertas y me veo desesperada"MARÍA PAMPÍN - Santiago - 02/01/2012"Vivo delante de un instituto y miras por la ventana y ves a toda la gente que va a clase o a enseñar y piensas: 'Y yo qué hago'. Mi problema no es aprender. Estoy cobrando el paro, podría aprender, preparar unas oposiciones pero ahora no convocan nada. No hay solución, no hay manera". Ángeles Iglesias pronuncia estas palabras a punto de cumplir 45 años y consciente de que en el mercado laboral hay poca oferta, y la que hay se la lleva gente más joven y con más formación. "Es lógico que cojan a esa gente. Pero para mí no hay puertas abiertas y yo me veo desesperada. Te ves mal. Yo lo di todo por esa empresa", dice. La empresa es, o era, Montoto, la fábrica de textil de punto con sede en Lalín que firmó uno de los primeros expedientes de regulación de empleo (ERE) de la crisis.La fábrica de textil Montoto despidió en tres ERE a sus 240 empleadosCon más de 20 millones de deuda y un concurso de acreedores en marcha, Montoto se sometió a finales de 2009 a un plan de viabilidad cuyo primer paso suponía despedir a 111 trabajadores en un ERE. Antes, en febrero, 195 empleados ya se habían enfrentado a un ERE rotatorio de dos meses. En ese tiempo, Ángeles aprendió a mecanografiar. Ella dice que nunca perdió las ganas de aprender: "Me saqué la ESO cuando trabajaba y muchas compañeras que antes se reían de mí, ahora también están estudiando".Iglesias dejó la escuela para trabajar en Montoto y a la empresa le dedicó toda su vida laboral, 27 años, dos de ellos calcetando en casa, mientras los niños aún eran pequeños. Ahora, echa de menos la formación. La que no pudo tener entonces y la que no le ofrecen desde el servicio de empleo. "Me llamaron para una entrevista de orientación. Te atienden bien, te dicen que tienes que poner tu currículum en las empresas de trabajo en Internet, pero yo no lo domino mucho". Ahora espera que la llamen para "al menos" hacer un curso, "que por lo menos estás ocupada". Ángeles no aguanta en casa, sin nada que hacer. Y eso, admite, que tuvo suerte. Ella se quedó sin empleo en el segundo ERE, hace justo un año, junto a otras 100 compañeras, y consiguió otro trabajo, "por amistad", durante siete meses. De dependienta a tiempo completo estuvo dos meses en una tienda y después otros cinco a media jornada. "La gente se me da bien. Estaba supercontenta por primera vez", dice. Pero ese empleo se acabó y Ángeles envió cientos de currículos a todas partes, sin criba. "Pero en este pueblo todo está muerto. Un país que retrocede tanto es una pena".Un tercer ERE liquidó lo poco que quedaba de la plantilla en febrero de este año y, unos meses después, Texrocas compraba la empresa. De nada valieron las inyecciones económicas de Industria o los rumores de que Florentino iba a adquirir la factoría. "Hablaban mucho, pero si estabas dentro lo veías claro. Ya no había dinero para comprar hilo y sin él, no coses".
"Me han despedido pero no me siento un parado"MARÍA FERNÁNDEZ - Vigo - 02/01/2012Es la cara del desempleo de Vigo. Despedido del sector naval -más bien expulsado debido al salto al vacío de los grandes astilleros-, a Leo Fernández le dieron el finiquito en septiembre de 2009. La carta que recibió de Contsa, empresa de Bouzas donde llevaba tres años contratado como soldador, decía lo siguiente: "Debido a la profunda crisis que viene padeciendo el tejido industrial [...] nos vemos obligados a ajustar plantilla procediendo a la rescisión del contrato laboral que le unía con esta entidad. Reconocemos expresamente la improcedencia de este acto". Tuvo suerte, si es que se le puede llamar así. Su indemnización fue la equivalente a 45 días por año, 25 más que lo que se llevaron pocos meses después el resto de sus compañeros. La empresa, que trabajaba para Barreras, llegó a tener 300 trabajadores.En el naval vigués se han destruido más de 9.000 empleos y 100 empresas"Después de aquello lo primero que hice fue sacar el carné de conducir", recuerda Leo, que tras dos años se le ha agotado el subsidio de desempleo y recibe la ayuda familiar. Tiene pareja y dos hijos. "No soy un parado, no he dejado de echar currículos, de hacer cursos. Y eso que me costó muchísimo encontrar un programa de calderería industrial para recibir una titulación oficial que, por cierto, no me darán hasta dentro de seis meses por cuestiones burocráticas". Se pregunta qué pasará si se suprimen más plazas de funcionarios. "¿Quién va a hacer su trabajo? Ahora mismo todo va muy lento".Con 22 años cotizados y rozando la cuarentena, recuerda que los últimos ejercicios en el sector naval la mayoría de sus compañeros hacían veladas (horas extra) diarias. "Había quien se llevaba a casa 2.500 o 3.000 euros al mes trabajando sábados y domingos". Él no sacrificaba tanto su tiempo libre y ahora dice que su bolsillo lo agradece. "Esas personas también se metieron en gastos mayores con el coche, la hipoteca...".El sector ha destruido en la comarca de Vigo 9.000 empleos directos y más de cien empresas han cerrado. Barreras y Vulcano están en suspensión de pagos, igual que Factoría Naval. M. Cíes fue el primero en presentar la liquidación. Cree que está en un sector incómodo para el poder, capaz de movilizarse como ningún otro. Pero las cosas están cambiando. "Nos están dejando morir lentamente. Parece que no está ocurriendo nada", critica. Sigue participando con CIG en numerosas movilizaciones para que nadie olvide al naval. Además, busca trabajo. "En automoción es difícil, tienen su propia bolsa de desempleados, los que venimos de otros sectores no podemos acceder a ella". Antes le ocurría lo mismo a quien buscase un hueco en la construcción de barcos. Dice ver muy negro el futuro sin un instrumento de financiación de los buques. No se queda de brazos cruzados. Por él, por su familia, por sus compañeros: "Hay que actuar".