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Autor Tema: El Gran Expolio del Odyssey  (Leído 3453 veces)

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Maple Leaf

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El Gran Expolio del Odyssey
« en: Marzo 10, 2012, 19:33:05 pm »
El infiltrado que destapó el gran expolio de Odyssey

Sus informes a la Guardia Civil figuran en el sumario contra los cazatesoros en La Línea de la ConcepciónHa sido amenazado por la delación y perdió su trabajo. Hoy está en el paro

http://www.abc.es/20120310/cultura/abcp-infiltrado-destapo-gran-expolio-20120310.html

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Un español estuvo infiltrado en la red de intereses de Odyssey en el Estrecho de Gibraltar. Pero informaba mientras tanto a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Los cazatesoros querían captarlo porque es buzo profesional y conoce bien la Bahía de Algeciras, donde ha llegado a encontrar piezas de valor. Además, tenía un puesto importante en 2007, meses antes del expolio de Odyssey: director de proyecto de la monoboya de la refinería de Cepsa en Algeciras y director de operaciones de la empresa internacional PM Diving. Pero en poco tiempo su vida se convirtió en un infierno: perdió su trabajo y tuvo que convivir con amenazas de muerte. Durante cinco años no ha querido hablar más que con la Guardia Civil. Hoy, por fin, rompe su silencio para ABC.

Todo comienza a principios de 2007, en un restaurante de Los Barrios, junto a Algeciras. Allí se celebra una comida muy especial. Preside el encuentro Greg Stemm, el sonriente y dadivoso co-fundador de Odyssey Marine Exploration, que está extendiendo una fina red en la zona mientras sus barcos escanean las aguas territoriales del Mar de Alborán.
Naufragios con tesoro

Serán doce personas en el almuerzo, divididas en dos mesas. Junto a Stemm, hay algún otro miembro del staff de la compañía, el dueño de PM Diving, Henrik Jensen, y también el contacto de confianza de Odyssey en España, un empresario gibraltareño residente en Sotogrande, Paw René Jakobsen. Completan las mesas los empleados de este último. Han invitado al buceador profesional de brillante carrera con el fin de ganarse su confianza y colaboración. ¿Por qué?

Se llama José Antonio Braza. Él había comentado detalles de sus inmersiones en conversaciones informales con Paw René y éste rápidamente lo puso en contacto con Stemm y Odyssey. Tienen muchas ganas de saber dónde puede haber naufragios con cargas valiosas.

—¿Cómo le trataron?

—En la comida estuvieron amabilísimos, me prometieron futuras colaboraciones y pingües beneficios por mi colaboración: vamos, que no me iba a faltar de nada, que me arreglaban la vida —relata expresivamente Braza a ABC.

En aquellas semanas, en aquellos pocos meses se vieron varias veces, comieron y cenaron juntos repetidamente, y Braza escuchó y vio mucho más de lo que quería... Ante las evidencias de que Odyssey Marine Exploration podía estar cometiendo delitos contra el patrimonio, decidió denunciar a los cazatesoros a la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil.

—Yo pedí ortiguitas rebozadas, unas anémonas muy típicas de esta zona, pero ellos pidieron atún y otros pescados. Y recuerdo que a la hora de pagar a todos les costó mucho sacar la tarjeta... —rememora con ironía.

—¿Cree que estaban sacando piezas del mar?

—¿Creer? No, yo lo sé. Porque las vi. Monedas de oro en febrero o marzo de 2007, y me dijeron que venían del Mar de Alborán; y supe que se habían llevao en barco 16 cañones unos meses antes, y mucho más... Nos dieron un buen palo. Y hablaban de ello con desinhibición.

Resulta estremecedor recomponer el testimonio de José Antonio Braza. Afirma que no solo se llevaron piezas de un navío, sino que durante sus operaciones frente a Estepona se debieron llevar restos de muchos otros yacimientos.

Habló con los miembros de la UCO que le tomaron declaración y le pidieron que siguiera colaborando. Braza lo vivió como una experiencia agridulce, «porque estaba convencido de que tenía que ayudar, no podía permitir que se delinquiese impunemente», pero también sentía que era injusto que le tocase ese papel a él. «Yo nunca quise ir a los barcos de Odyssey, porque sabía lo que había allí, y no quería tener nada que ver», asevera.
Dos contenedores perdidos

Braza denunció muchas cosas. Tantas como supo. Los Guardias Civiles fotografiaban las andanzas de Greg Stemm en La Línea e investigaron pistas que en ocasiones fue imposible confirmar. Algunas pueden causar asombro, como que en el puerto de Málaga hubo «dos contenedores enormes repletos de ánforas y cerámicas púnicas de pecios que Odyssey habría podido expoliar durante sus andanzas y que ya deben estar en Tampa...»

Además de esos contenedores, a Braza le pidieron algo que a muchos les habría hecho soñar. «Querían que yo vendiese unos objetos maravillosos que habían sacado de un pecio púnico: perfumarios, unas pequeñas botellitas, preciosas, de cristal, que contienen perfume. Querían que yo me involucrase en la venta de esas piezas en los Emiratos, porque yo he trabajado mucho allí y en Arabia Saudí en construcciones de oleoductos submarinos».

Braza relata que el mundillo de las empresas de buceo profesional es muy pequeño. Realmente hay 6 ó 10 empresas importantes en todo el mundo que son contratadas para todas las obras. «Lo normal, aunque ilegal, es que en sus prospecciones mapean el fondo y pasan información de pecios a los cazatesoros... se supone que a cambio de dinero», dice. No es extraño que sus responsables sean accionistas de empresas cazatesoros.
Un portaaviones

Otra de las certidumbres que tiene José Antonio Braza es que Odyssey venía a España a sacar cuanto más beneficio mejor. «Me preguntaron por varios yacimientos que les interesaban y me contaron lo que buscaban en otros, por ejemplo en el Ark Royal, un portaaviones de la Marina británica hundido a menos de 20 millas de Gibraltar». Está en 36º 21' 961'' Norte y 5º 7' 941'' Oeste, según ya informó ABC en su día, gracias a los datos facilitados por Pipe Sarmiento.

—¿Y qué buscaban en un portaaviones de la II Guerra Mundial?

—Esconde una fortuna en recambios de aviones de la época. Las piezas están empaquetadas en cajas rellenas de grasa y paja, así que deben estar como el primer día. Eso vale millones de euros.

Un día, en televisión, una ministra de Cultura afirmó que España iba a ganar a Odyssey porque la Guardia Civil tenía un testigo protegido. «Mi madre me miró y dijo: ¿No serás tú?» Desde ese día su vida se convirtió en infierno, fue despedido de su trabajo e incluso recibió amenazas de muerte, matones que preguntaban por él y pintaban dianas en su coche... Tuvieron que darle protección los mismos agentes con los que colaboraba.

Se ha decidido a hablar porque Odyssey ha fotocopiado indebidamente el sumario de La Línea con sus aportaciones. No se arrepiente de nada, pero no está dispuesto a que el caso de La Línea se entierre. «La Justicia española tiene que decir algo, para eso tenemos Constitución, para algo nos involucramos. Si lo taparan... Es que si luego llegara a ocurrir otra vez algo parecido y lo veo, ¿qué piensas que debo hacer? ¿Llamar a la Guardia Civil o callarme? Actuar bien y no mal no puede dar lo mismo. No me han dado ni las gracias».
« última modificación: Marzo 10, 2012, 19:35:31 pm por Maple Leaf »

Maple Leaf

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Re:El Gran Expolio del Odyssey
« Respuesta #1 en: Marzo 10, 2012, 19:50:08 pm »
«A las monedas de oro las llamaban tomates»

http://www.abc.es/20120310/cultura/abcp-monedas-llamaban-tomates-20120310.html

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—¿Qué hacemos con los tomates?, ¿qué hacemos con las patatas?

Esa era la forma en clave con la que desde el buque «Ocean Alert» se pedían instrucciones a la base de Odyssey, según José Antonio Braza. «Los tomates eran las de oro y las patatas, las de plata». Tenían muchas claves para hablar entre ellos.

Hay que hacer memoria. Los primeros días de julio de 2007 los cazatesoros tienen sus barcos en el muelle militar de Gibraltar. Ante el escándalo causado por las sospechas de expolio de un pecio español, la Guardia Civil recibe la orden del juez de La Línea para abordar los barcos de Odyssey si salen de la Roca. La Armada refuerza la operación.

Con la complicidad de sus socios gibraltareños, Odyssey desmota los equipos tecnológicos que le han permitido extraer las monedas y que se llevará por barco. Para terminar el paripé, contrata a una tripulación nueva que no habla español y les da precisas instrucciones de cómo resistirse a la inspección del Servicio Marítimo de la Benemérita.

El 12 de julio es llevado a puerto forzosamente el buque «Ocean Alert». Al entrar, los miembros del Instituto Armado no encuentran casi nada. Ni un disco duro, ni un documento claro, ni el GPS... Todo ha sido desmantelado para que no les pillen.

Pero José Antonio Braza ha asesorado técnicamente a los agentes. Afirma que hizo «lo posible por ayudar, mucho más allá de lo que me tocaba». Cuando entran en el «Ocean Alert» buscan en lugares sensibles donde los cazatesoros olvidaron cosas muy relevantes. Por ejemplo, en los camarotes de la tripulación, porque siempre hay alguien que se queda con un recuerdo... y ¡Bingo!

Lo primero, una cámara de vídeo con imágenes triunfales de la recuperación de monedas al precio de expoliar un yacimiento: «No lo hicieron muy bien los de Odyssey, cometieron muchos errores». No había GPS, pero había muchos datos en cartas y, sobre todo, en el Télex. No había ni un disco duro, pero se olvidaron de borrar el Télex, que tenía pruebas escritas de sus andanzas. En los Télex hay mucha información sobre entradas y salidas, sobre las peticiones de instrucciones a su base en Tampa.

«Nadie ha explicado por qué sus barcos, incluso cuando iban un rato al Atlántico, volvían una vez y otra al Mar de Alborán, frente a Estepona, tanto movimiento hacia allí. Estuvimos estudiando los posicionamientos con la UCO». El ROV, robot submarino de este barco, tenía 1,5 millas de cable, con lo cual podían disimular lo que estaban investigando sin posicionarse sobre el punto exacto de su objetivo.

También encontró 4 gigas de información sobre los movimientos de todo el entramado, que obran en manos de la Guardia Civil. Sabe de lo que habla, lleva una vida dedicada al mar y sus riesgos. Conoce los precios de las cosas y por eso no entiende que Odyssey, ya en 1997, dejase abandonado en Gibraltar un barco, el «Sea Hawk», con todo su equipamiento. «No sé lo que se llevarían antes de eso, pero debió ser mucho, si no les importó dejarlo todo allí».

Aire Mutable

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Re:El Gran Expolio del Odyssey
« Respuesta #2 en: Marzo 10, 2012, 22:25:00 pm »
Maple Leaf

Esta mañana se me quedó pendiente crear este tema en las Cloacas (lo subí al hilo del Rescate y al del Rincón de la Decencia); así que muchas gracias por hacerlo.

También encontré relacionado con este tema otro artículo interesante dónde se habla de los héroes del Odysseys, y se reclamaa para ellos un reconocimiento público; sin embargo, curiosamente omitían a José Antonio Braza. Lo dejo por aquí.

Citar
Los auténticos héroes del caso Odyssey

Están más allá de las fotos oficiales. Han luchado desinteresadamente contra los cazatesoros. Su aportación al caso merece un reconocimiento público que hasta ahora no ha llegado


jesús g, calero
Día 27/02/2012 - 07.55h


Ni al azar encontraríamos seis historias tan distintas, seis ciudadanos españoles tan diferentes: desde un duque e historiador insigne hasta un ecologista tenaz, desde un abogado a un almirante o un joven arqueólogo. ¿Qué les une? Dicho desde un punto de vista cívico, los seis han dado la talla.

El regreso de las monedas del caso Odyssey es un éxito colectivo que ellos representan bien. Ciertamente destaca el papel de la UCO de la Guardia Civil, con Antonio Cortés, y el del Servicio Marítimo. Además del esfuerzo sostenido del Gobierno que tardó mucho en coordinarse. Y el abogado americano, tan caro como eficaz.

Hablemos claro: sin estas seis personas la victoria no habría sido igual, tal vez ni habría llegado. Todos habrían vivido más tranquilos sin implicarse en este asunto. Y bastante menos agradable, todos han pagado un precio. Incluso han sentido el desdén por su labor desde la Administración. En este tiempo tan necesitado de ejemplos positivos, olvidar su generosa contribución al caso sería imperdonable.

Así ha sido la batalla en Tampa: los argumentos de España contra las andanadas de los cazatesoros, que tenían en su mano todas las pruebas y mintieron. Las únicas verdades españolas, halladas en los archivos, fueron como balas de cañón. Hugo O’Donnell, historiador y militar, duque de Tetuán y conde de Lucena, autoridad en la campaña de Trafalgar, tiene el honor de haber puesto en manos del abogado James Goold la más letal munición contra Odyssey.

Recibió el encargo de la Real Academia de la Historia, a la que pertenece, para investigar el caso y se sumergió en su archivo. «Todos sabíamos que tantas monedas en esa zona solo se hundieron con la Mercedes. Pero no teníamos pruebas. Y para el tribunal debíamos hallar entre los restos algo incontestable, algo como el DNI de la fragata. Otros buscaron historiales que demostraron más adelante que era un buque de Estado. Pero esas cosas no iban a demostrar que el Black Swan era la Mercedes».

Tras varios meses de trabajo, en mayo de 2008, O’Donnell, publica un artículo en prensa explicando que la fragata portaba dos piezas artilleras singulares, del siglo XVII, «culebrinas excluidas de bronce», que si fueran halladas identificarían el pecio. Ni Cultura ni Defensa le habían pedido nada, pero a los pocos días recibió una llamada de la subdirección general de Patrimonio. Una llamada tensa, displicente. ¿Por qué? «Porque mi artículo señalaba el poco cuidado por el patrimonio de las aletargadas autoridades españolas». Quien le llamó le dijo que «tenía orden de pedirle que atienda» al abogado Goold. A los pocos días, O’Donnell lo recibió en su casa y ocurrió lo que él ya denominará siempre con cierta guasa «la escena del sofá».

Porque Jim Goold y José Arvelo, del despacho Covington & Burling, se sentaron en el sofá azul del imponente salón de Hugo O’Donnell y relataron que habían solicitado al juez una película del yacimiento tomada por Odyssey y en ella se veían piezas de artillería. «Leyeron mi artículo y vinieron rápidamente: me enseñaron las fotos y allí estaba, semienterrada, una de las culebrinas. No cabía duda». El historiador les explicó que era lo más cercano al DNI de la fragata que podrían encontrar, porque nunca aparecería una campana con el nombre del barco, pero esto era casi irrefutable. «Entonces a Jim le dio como un ataque: se puso de rodillas y gritaba con las manos juntas: “¡Lo encontramos! ¡Lo encontramos!” Y esa fue la escena del sofá», remacha O'Donnell.

La alegría era lógica, entre los hechos probados del caso se incluiría que el pecio era la Mercedes. El juez lo aceptó con un enfático «I agree». El historiador ha aportado mucha más documentación, imposible de relatar aquí, incluso alguna que no llegó a usarse, balas que el abogado mantenía en la recámara.

Capítulo aparte, Odyssey contrató a dos reputados scholars para dañar el prestigio de O’Donnell: Rodney Carlisle y William Flayhart. La batalla fue total, contra sus libros y sus conclusiones. Ese y otros sinsabores —además del esfuerzo— no han sido agradecidos. Por ello, concluye: «Aspiro a un reconocimiento personal».

Gran parte de la documentación que demostró que la Mercedes era un buque de Estado fue hallada por la Armada en sus archivos. El almirante Teodoro de Leste encargó el zafarrancho archivístico, que ha concluido su sucesor en la dirección del Museo Naval, Gonzalo Rodríguez González-Aller. Desde los Archivos de la Armada demostraron que la flotilla partió por encargo de Carlos IV, y aportaron al tribunal la carta de Godoy y un sinfín de documentos desde la descripción de la carga y tripulación hasta los relatos de los supervivientes. Por ello, el sumario de Tampa es también un libro de historia. Pero González-Aller no se limitó a los archivos. Se movilizaron contactos con la Navy a todos los niveles tejiendo una red de interés mutuo: «Hay un valor patrimonial obviado por Odyssey y además son las tumbas de nuestros héroes», subraya el almirante.

Su papel en esta historia tiene mucho más de futuro que de pasado. Vivió con paciencia el nacimiento de un plan nacional, el de César Antonio Molina, el ministro más motivado en la defensa del Patrimonio sumergido, y la impugnación de las autoridades andaluzas a la colaboración con la Armada. Logró superar los problemas y convencer a casi todos de que la Armada debe tener un papel importante en esta historia («un pecio es arqueología pero también historia militar», asevera). Aun así, los arqueólogos de Cultura y las Autonomías dejaron a la Armada fuera de sus planes, definidos en un «Libro verde».

Pero Odyssey también tenía ases en la manga. Se esforzó por demostrar que la Mercedes llevaba fortunas privadas y era en realidad un mercante. De hecho reunió a descendientes de los afectados por el naufragio en una demanda paralela cuyo abogado era David Paul Horan, el «cerebro» jurídico de la industria cazatesoros desde tiempos de Mel Fisher, que pensaba abrir así una nueva veta de futuro al negocio. Pero no se salieron con la suya gracias al empeño de un sencillo abogado español, José María Lancho, que no paró hasta encontrar las pruebas de que España ya había indemnizado a los descendientes. No se lo pidió nadie, pero se las entregó a las autoridades. Los cazatesoros no lo encajaron bien cuando Goold salió con la documentación que, asumida por el tribunal en la sentencia, ha cerrado su acceso a los buques de Estado actuando por encargo de herederos de los naufragios. Lancho se ha convertido en uno de los referentes jurídicos para el patrimonio sumergido y representa en el juzgado de La Línea a los arqueólogos malagueños de la empresa Nerea, acusación popular contra los presuntos expolios de Odyssey. Aun así, ni su esfuerzo ha sido reconocido públicamente hasta hoy, ni su asesoría. Al contrario, la historia se repite, da la impresión de que la sociedad civil molesta.

Que se lo digan a Javier Noriega, arqueólogo de 38 años, ejemplo de emprendedor que fundó Nerea (spin-off de la Universidad de Málaga) que ha merecido en 2009 el sello europeo de responsabilidad social. Tecnología y arqueología 100 por 100 españolas, y una conciencia cívica a prueba de desdén público que ayudó mucho en el caso. En 2002, un colega británico, George Lambrick, había denunciado los contratos de Londres con Odyssey ante la Unesco y auguraba que acabarían en expolios. Javier recoge el testigo y comienza a denunciar desde 2003 la presencia de los cazatesoros en España. Realizó informes para Cultura, colaboró con la Guardia Civil, y cuando se hartó de la aparente impunidad de Odyssey decidió personarse en el juicio de La Línea, lo cual le ha costado bastante dinero y disgustos. Se demostró que Lambrick tenía razón y por eso quiere que se investigue qué más pasó entre 2001 y 2007, por qué dejamos que estuvieran en nuestras aguas. Y rompe una lanza por la participación de las empresas españolas en la incipiente industria cultural que posibilitaría un plan de patrimonio sumergido ambicioso. Cree tanto en el futuro que preside la Asociación de Jóvenes Empresarios de Málaga.

Aún hay más. Antonio Muñoz es un ecologista algecireño de 53 años que trabaja en el Hospital Punta Europa, en mantenimiento. Lleva desde 2002 los asuntos de tráfico marítimo (cien mil buques al año) en el Estrecho para Ecologistas en Acción/Verdemar. Él también trajo la conciencia al caso Odyssey. Desde su casa utilizaba prismáticos y, junto a Lorenzo Sarmiento, el entonces pionero sistema AIS vía satélite para seguir barcos. Pronto le llamó la atención uno que hacía «cosas muy raras»: el «Odyssey Explorer». Era 2003, los pescadores le avisan de que «bajan máquinas al agua en el Mar de Alborán». El barco operaba en medio de las rutas y por ello Muñoz empieza a poner denuncias en Fomento. No se queda ahí. Ofrece los datos a Cultura y a la Guardia Civil. Un día le pregunta un agente: «¿Y tú qué pintas en esta historia?» Nunca olvidará su respuesta: «Soy un ciudadano y me indigna lo que está pasando sin que nadie haga nada». Él puso una de las primeras denuncias contra Odyssey en La Línea. «He sufrido mucho —confiesa a ABC— No me creían cuando decíamos que se llevaban monedas. Un día me acerqué a Magdalena Álvarez en Algeciras para decírselo. Y me miró… —un silencio— como si yo fuera un loco que no tenía derecho ni a acercarme». Tras el escándalo, «la Junta quiso apuntarse un tanto. Y en Cultura sabían lo que pasaba». Ahí no acaba la cosa: «Me sentí vigilado, perseguido. Dejaron de permitirme el acceso a Gibraltar; a mí, al humilde ecologista que les daba por saco... ¡les hacía bajar en la bolsa!».

Y desde 1998, en el principio de todo, está Lorenzo Sarmiento, Pipe para los amigos. Sin él estaríamos ciegos. Durante años navegó en su velero de recreo, persiguiendo a los barcos de Odyssey junto a su esposa, Magdalena, haciendo fotografías y vídeos de las andanzas de los cazatesoros. Las mejores imágenes que existen de ellos en el Estrecho son suyas y han dado la vuelta al mundo. Él logró que los medios nacionales informaran de lo que pasaba, desde que contó a Santiago Mata la salida del avión con las monedas. Algo que molestó en muchos despachos, más preocupados por cómo salían los políticos en la foto. «Seis años de soledad terrible, nadie nos hacía caso, íbamos muertos de miedo, y la Guardia Civil nos advertía que no nos arrimásemos tanto al barco, pero yo soy curioso: ¿qué estaban haciendo?», se pregunta este abogado maritimista con 35 años de profesión y patrón de barco desde 1981.

«Soy abogado, que nadie crea que me dedico a perseguir barcos —se ríe—. El velero es mi hobby». A pesar del miedo, «ha sido un placer y estoy satisfecho. Lo importante es el futuro, saber que nunca va a volver a pasar». También ha sufrido: «Éramos molestos, yo sentí mi teléfono intervenido».

Ojalá las autoridades sean sensibles con estos hombres que, sin tener obligación, pusieron datos relevantes en manos del Estado que han hecho posible esta gran victoria.

Los seis héroes

Hugo O'Donnell
Historiador y militar, 63
Autor de un libro de referencia, «La campaña de Trafalgar» (Esfera), aportó documentos vitales para ganar el caso. A él se debe que el juez aceptase que el pecio era la «Mercedes»

Antonio Muñoz
Ecologista, 53 años
Trajo la conciencia, fue de los primeros en vigilar y denunciar las actividades de Odyssey a la Administración. Le hicieron la vida difícil.

Pipe Sarmiento
Abogado maritimista, 59
El primero y el que más ha persiguido a Odyssey, desde su barco, durante 6 años. Sus fotografías y vídeos han documentado los expolios. Logró que el escándalo saltase a la prensa nacional

José María Lancho
Abogado, 42 años
Abogado procesalista especializado en patrimonio sumergido. Presidente de Hispalinux. Aportó las pruebas de que ningún heredero podía reclamar las monedas

Gonzalo R. González-Aller
Almirante de la Armada, 65
Director del Museo Naval y los Archivos de la Armada, que aportaron documentación vital para el caso. Su visión de la defensa del Patrimonio Sumergido incluye a la sociedad civil y a la Armada

Javier Noriega

Arqueólogo, 38 años
Fundó Nerea Arqueología. Presidente de los Jóvenes Empresarios de Málaga. Denunció con informes técnicos a Odyssey y se personó en La Línea para acabar con la impunidad de los cazatesoros

http://www.abc.es/20120226/cultura/abci-heroes-odyssey-sociedad-civil-201202260045.html

"Más de 900 millones de personas vive en una situación de extrema pobreza. Mientras, el crimen organizado mueve más de 3 billones de dólares al año, el doble del presupuesto militar del mundo, los sobornos absorben un billón de dólares anuales y el lavado de dinero hasta 6,5 billones" CdE

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