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A los índices europeos, con sus altibajos, les queda un año y pico de orgía, hay que empezar a pensar después de la bolsa cómo y en que habrá que invertir.
No es cuestión de Mad-Max, es cuestión de intentar vivir de las inversiones o de aumentar patrimonio, vamos lo mismito que con el tan denostado factor trabajo.
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La guerra que vieneEl drama de los economistas del establishment encargados de fabricar la opinión respetable en cada momento es que los atiborraron de estadística y matemáticas en las facultades anglosajonas pero nunca les obligaron a leer ni un solo libro de historia. De ahí que el pasado, simplemente, no exista para ellos. A ojos de un economista académico, nada que no pueda traducirse al lenguaje formal de las matemáticas merece siquiera un segundo de su tiempo. Es esa genuina castración intelectual a la que todos ellos se han visto sometidos lo que explica su definitiva ceguera frente a la Gran Recesión. El infundado optimismo a cuenta de la economía española que ahora mismo transmiten a la opinión pública, más allá de responder a intereses mercenarios, tiene mucho que ver con esa ignorancia corporativa que retrata al gremio. Y es que quien solo sabe de Economía nunca podrá saber de Economía.Así, el razonamiento sobre el que sustentan su cuento de la lechera, el de la inminente recuperación del crecimiento y el empleo en España gracias al incremento de las exportaciones, remite nada menos que a las presuntas virtudes del proteccionismo. Sí, del proteccionismo, herrumbrosa antigualla del siglo XIX que Mario Draghi acaba de desenterrar rebautizándola con el muy sofisticado alias de quantitative easing. A fin de cuentas, el célebre QE no es otra cosa que una devaluación apenas encubierta del euro. Detrás de todo ese humo de pajas a propósito del final inminente de la crisis no hay nada más que eso, una vulgar devaluación de la moneda. Aunque llamémosla depreciación para que no nos critiquen los puristas. Olvidan –o ignoran– que hace justo 85 años, cuando el inicio de la Gran Depresión, a Hoover, todavía presidente de los Estados Unidos, se le ocurrió justo la misma idea: combatir la recesión protegiendo a la industria nacional de la competencia extranjera por medio del mítico arancel Smoot-Hawley.¿El resultado? Un derrumbe acelerado del comercio mundial a consecuencia de las inmediatas represalias proteccionistas de los demás países. Las políticas mercantilistas siempre conducen a juegos de suma cero. Dentro de Europa, la estrategia de empobrecer al vecino que sigue Merkel lleva a que todo lo que gana Alemania en términos de superávit comercial lo pierda el Sur con déficits simétricos. Y con el comercio extracomunitario va a ocurrir otro tanto: cuanto gane la zona euro gracias al QE lo va a perder la zona dólar. Al cabo, nuestra devaluación es su revaluación. Asistimos a idéntica escena que en la década de los treinta. Por tanto, ya podemos anticipar lo que va a ocurrir: lo mismo, esta vez bajo la forma de una guerra de divisas entre Europa, China, el resto de Asia, los otros emergentes y Estados Unidos. Nada nuevo bajo el Sol.