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Japan Urged To Use Gloomier Population Forecasts After Plunge in BirthsPosted by msmash on Thursday June 12, 2025 @09:37PM from the how-about-that dept.Japan must stop being overly optimistic about how quickly its population is going to shrink, economists have warned, as births plunge at a pace far ahead of core estimates. From a report:CitarJapan this month said there were a total of 686,000 Japanese births in 2024, falling below 700,000 for the first time since records began in the 19th century and defying years of policy efforts to halt population decline. The total represented the ninth straight year of decline and pushed the country's total fertility rate -- the average number of children born per woman over her lifetime -- to a record low of 1.15.But public and parliamentary dismay over the latest evidence of Japan's decline was intensified by the extent to which the figures undershot population estimates calculated by government demographers just two years ago. The median forecast produced by the National Institute of Population and Social Security Research (IPSS) in 2023 did not foresee the number of annual births -- which does not include children born to non-Japanese people -- dropping into the 680,000 range until 2039.
Japan this month said there were a total of 686,000 Japanese births in 2024, falling below 700,000 for the first time since records began in the 19th century and defying years of policy efforts to halt population decline. The total represented the ninth straight year of decline and pushed the country's total fertility rate -- the average number of children born per woman over her lifetime -- to a record low of 1.15.But public and parliamentary dismay over the latest evidence of Japan's decline was intensified by the extent to which the figures undershot population estimates calculated by government demographers just two years ago. The median forecast produced by the National Institute of Population and Social Security Research (IPSS) in 2023 did not foresee the number of annual births -- which does not include children born to non-Japanese people -- dropping into the 680,000 range until 2039.
El alquiler es el nuevo diéselEl alquiler, que en su día pareció una actividad inocua y compatible con una sociedad justa y de oportunidades, ha resultado ser un veneno social. Como ocurrió con el diésel, estamos empezando a darnos cuenta de que emite otros compuestos tóxicosMaría Álvarez · 2025.06.11Manifestación bajo el lema 'Se acabó. Bajaremos los alquileres' en Madrid. EFE/Chema Moya (Archivo) Era 1896 y Svante Arrhenius estaba triste. Su reciente divorcio le había llevado a perder no solo a su mujer, sino también la custodia de su único hijo. Incapaz de concentrarse en su trabajo, este físico sueco había encontrado distracción en una serie de cálculos en los que se sumergió durante meses y meses de tediosas mediciones.Hacía algunas décadas que se sabía que algunos gases, como el CO2, son opacos a la radiación infrarroja. Por esa razón bloquean el calor que irradia la Tierra cuando intenta escapar de la atmósfera y provocan un efecto invernadero. Si la concentración de esos gases cambiaba, la temperatura del planeta cambiaría también. Lo que intentaba calcular Arrhenius era cuánto.— “Si la cantidad [de gas] en el aire se redujera a la mitad de su porcentaje actual, la temperatura descendería unos 4 °C. Por otro lado, duplicar el porcentaje de dióxido de carbono en el aire elevaría la temperatura de la superficie terrestre en 4 °C; y si el dióxido de carbono se cuadruplicara, la temperatura aumentaría en 8 °C.”.Nos llevó 100 años, la multiplicación de las emisiones y una segunda revolución industrial, pero en 1997 el mundo empezó a escuchar lo que Arrhenius y muchos otros científicos habían anticipado: la actividad humana puede modificar la atmósfera del planeta hasta el punto de amenazar nuestra propia supervivencia. Así fue como aquel año 1992 países firmaron el Protocolo de Kyoto, la piedra angular del primer compromiso global para paralizar y revertir esa pulsión suicida.Un año después, una recién nacida Unión Europea firmaba con la asociación de fabricantes de automóviles otro acuerdo para reducir las emisiones de CO2 y apostaba por una tecnología que parecía ofrecer una solución milagrosa: los coches diésel, que emitían menos CO2 que los de gasolina, serían el aliado perfecto en la lucha contra el cambio climático.Así fue como Europa se entregó al diésel, que pasó de representar el 10%, al 60% de las nuevas matriculaciones empujado por una inmensa batería de ventajas fiscales, subvenciones y mensajes desde el ámbito político. Se vendieron 45 millones de nuevos coches.Pero los motores diésel tenían un coste oculto: liberaban óxidos de nitrógeno (NOX), unos gases tóxicos que producen enfermedades respiratorias. En los años siguientes la calidad del aire en las ciudades empeoró drásticamente y lo que se vendía como una alternativa ecológica se convirtió en un problema de salud pública.Cuando estalló el escándalo del Dieselgate, en 2015, se reveló otra cosa aún más grave: la industria del automóvil llevaba décadas manipulando los coches para hacernos creer que las emisiones eran mucho menores que las reales. La promesa del “diésel limpio” había sido una gran mentira.Hubo que recalcular a toda velocidad. Desde entonces, las ciudades europeas libran una batalla sin cuartel contra estos motores que han causado la muerte prematura de 125.000 personas y 760.000 millones de euros en gasto sanitario. Por eso todas las grandes ciudades europeas, como Madrid, Barcelona, Londres, París o Berlín están restringiendo el tráfico: intentan evitar que nos sigamos envenenando.Todo esto que ocurrió con el diésel está pasando hoy con el alquiler. Hace algunas décadas parecía una buena idea que la clase media invirtiera sus ahorros en una segunda vivienda con la que complementar su pensión. Pero ese planteamiento se hizo cuando la vivienda era barata y el alquiler era una práctica residual, una cosa que hacían los jóvenes durante un par de años mientras decidían qué hacer con su vida. Igual que el dióxido de nitrógeno, en pequeñas concentraciones, el alquiler no representaba un problema de salud pública.Pero ¿cuántos jóvenes pagando alquiler son necesarios para que toda la clase media pueda tener esos ingresos? Para que en España haya 3 millones de “pequeños rentistas”, tiene que haber 3 millones de familias pagando alquiler toda la vida.Y estamos llegando a nuestro particular “Dieselgate”. La semana pasada la asociación de rentistas de Catalunya sacó a su presidenta, Nuria Garrido, a la palestra. “Alquilar pisos”, decía esta señora, “es un incordio”, porque uno tiene que cambiar la caldera cuando se estropea y no le queda más remedio que enterarse si a su inquilino le ocurre algo, como que “se le muera la pareja”. Y se la veía visiblemente afectada a la señora Garrido por todos estos inconvenientes con los que tiene que convivir. Si los inquilinos no se dan cuenta del esfuerzo que hacen los caseros es, en su opinión, “porque les tienen envidia”.Sería muy fácil hacer un hombre de paja de sus declaraciones, pero sería también muy injusto. Como ocurrió con los compradores de coches diésel, muchos caseros son personas que no compraron para especular, sino porque en aquel momento parecía lo correcto y lo mejor para todos. La vida les llevó a tener dos pisos y han decidido alquilar uno porque, como todos los demás, están preocupados por su seguridad económica, por su pensión, por sus hijos, por los imponderables que puedan llegar en el futuro. Todos tenemos muchos familiares y amigos que alquilan un piso en estas condiciones.Pero hay una revelación en la aplastante honestidad de Nuria Garrido que sí es válida para todos los caseros, y es que el alquiler de viviendas es una actividad que se puede ejercer por personas que no tienen ninguna capacidad emprendedora, que viven como un esfuerzo terrible tener que hacer un arreglo en un piso de vez en cuando. Son, en el mejor de los sentidos, personas normales, que viven su vida: ni son empresarios, ni innovadores, ni tampoco abuelitas paupérrimas complementando su pensión. Su tarea como propietarios se limita, como bien indica esta señora, a “cambiar la caldera” cuando se estropea —en el mejor de los casos.Cuando una actividad que no requiere habilidades especiales ni aporta innovación alguna alcanza la rentabilidad del alquiler —por encima del 15% anual, sumando ingresos y revalorización—, lo que genera es un mundo en el que ya nadie se dedica a nada más y las empresas se quedan sin inversores. Así es como el rentismo hoy se está llevando por delante la economía: por la vía de detraer recursos que podrían volcarse en que hubiera más y mejores puestos de trabajo, estimulando el consumo de bienes y servicios. En su lugar, nos deja un país de trabajadores ahogados para pagar la vivienda y empresarios asfixiados para costear el local.El alquiler, que en su día pareció una actividad inocua y compatible con una sociedad justa y de oportunidades, ha resultado ser un veneno social. Como ocurrió con el diésel, estamos empezando a darnos cuenta de que emite otros compuestos tóxicos, invisibles, pero incompatibles con la sociedad que queremos construir.Reconocer que muchas personas tomaron la decisión de invertir en vivienda y alquilarla con la mejor de las intenciones, siguiendo los mensajes que se repetían desde todos los púlpitos, no puede ser excusa para no actuar. El momento de desactivar este modelo es ahora.
https://x.com/ostraperlera/status/1933087244115390804CitarEl alquiler es el nuevo diéselEl alquiler, que en su día pareció una actividad inocua y compatible con una sociedad justa y de oportunidades, ha resultado ser un veneno social. Como ocurrió con el diésel, estamos empezando a darnos cuenta de que emite otros compuestos tóxicosMaría Álvarez · 2025.06.11Manifestación bajo el lema 'Se acabó. Bajaremos los alquileres' en Madrid. EFE/Chema Moya (Archivo) Era 1896 y Svante Arrhenius estaba triste. Su reciente divorcio le había llevado a perder no solo a su mujer, sino también la custodia de su único hijo. Incapaz de concentrarse en su trabajo, este físico sueco había encontrado distracción en una serie de cálculos en los que se sumergió durante meses y meses de tediosas mediciones.Hacía algunas décadas que se sabía que algunos gases, como el CO2, son opacos a la radiación infrarroja. Por esa razón bloquean el calor que irradia la Tierra cuando intenta escapar de la atmósfera y provocan un efecto invernadero. Si la concentración de esos gases cambiaba, la temperatura del planeta cambiaría también. Lo que intentaba calcular Arrhenius era cuánto.— “Si la cantidad [de gas] en el aire se redujera a la mitad de su porcentaje actual, la temperatura descendería unos 4 °C. Por otro lado, duplicar el porcentaje de dióxido de carbono en el aire elevaría la temperatura de la superficie terrestre en 4 °C; y si el dióxido de carbono se cuadruplicara, la temperatura aumentaría en 8 °C.”.Nos llevó 100 años, la multiplicación de las emisiones y una segunda revolución industrial, pero en 1997 el mundo empezó a escuchar lo que Arrhenius y muchos otros científicos habían anticipado: la actividad humana puede modificar la atmósfera del planeta hasta el punto de amenazar nuestra propia supervivencia. Así fue como aquel año 1992 países firmaron el Protocolo de Kyoto, la piedra angular del primer compromiso global para paralizar y revertir esa pulsión suicida.Un año después, una recién nacida Unión Europea firmaba con la asociación de fabricantes de automóviles otro acuerdo para reducir las emisiones de CO2 y apostaba por una tecnología que parecía ofrecer una solución milagrosa: los coches diésel, que emitían menos CO2 que los de gasolina, serían el aliado perfecto en la lucha contra el cambio climático.Así fue como Europa se entregó al diésel, que pasó de representar el 10%, al 60% de las nuevas matriculaciones empujado por una inmensa batería de ventajas fiscales, subvenciones y mensajes desde el ámbito político. Se vendieron 45 millones de nuevos coches.Pero los motores diésel tenían un coste oculto: liberaban óxidos de nitrógeno (NOX), unos gases tóxicos que producen enfermedades respiratorias. En los años siguientes la calidad del aire en las ciudades empeoró Todo esto que ocurrió con el diésel está pasando hoy con el alquiler. Hace algunas décadas parecía una buena idea que la clase media invirtiera sus ahorros en una segunda vivienda con la que complementar su pensión. Pero ese planteamiento se hizo cuando la vivienda era barata y el alquiler era una práctica residual, una cosa que hacían los jóvenes durante un par de años mientras decidían qué hacer con su vida. Igual que el dióxido de nitrógeno, en pequeñas concentraciones, el alquiler no representaba un problema de salud pública.Pero ¿cuántos jóvenes pagando alquiler son necesarios para que toda la clase media pueda tener esos ingresos? Para que en España haya 3 millones de “pequeños rentistas”, tiene que haber 3 millones de familias pagando alquiler toda la vida.Y estamos llegando a nuestro particular “Dieselgate”. La semana pasada la asociación de rentistas de Catalunya sacó a su presidenta, Nuria Garrido, a la palestra. “Alquilar pisos”, decía esta señora, “es un incordio”, porque uno tiene que cambiar la caldera cuando se estropea y no le queda más remedio que enterarse si a su inquilino le ocurre algo, como que “se le muera la pareja”. Y se la veía visiblemente afectada a la señora Garrido por todos estos inconvenientes con los que tiene que convivir. Si los inquilinos no se dan cuenta del esfuerzo que hacen los caseros es, en su opinión, “porque les tienen envidia”.Sería muy fácil hacer un hombre de paja de sus declaraciones, pero sería también muy injusto. Como ocurrió con los compradores de coches diésel, muchos caseros son personas que no compraron para especular, sino porque en aquel momento parecía lo correcto y lo mejor para todos. La vida les llevó a tener dos pisos y han decidido alquilar uno porque, como todos los demás, están preocupados por su seguridad económica, por su pensión, por sus hijos, por los imponderables que puedan llegar en el futuro. Todos tenemos muchos familiares y amigos que alquilan un piso en estas condiciones.Pero hay una revelación en la aplastante honestidad de Nuria Garrido que sí es válida para todos los caseros, y es que el alquiler de viviendas es una actividad que se puede ejercer por personas que no tienen ninguna capacidad emprendedora, que viven como un esfuerzo terrible tener que hacer un arreglo en un piso de vez en cuando. Son, en el mejor de los sentidos, personas normales, que viven su vida: ni son empresarios, ni innovadores, ni tampoco abuelitas paupérrimas complementando su pensión. Su tarea como propietarios se limita, como bien indica esta señora, a “cambiar la caldera” cuando se estropea —en el mejor de los casos.Cuando una actividad que no requiere habilidades especiales ni aporta innovación alguna alcanza la rentabilidad del alquiler —por encima del 15% anual, sumando ingresos y revalorización—, lo que genera es un mundo en el que ya nadie se dedica a nada más y las empresas se quedan sin inversores. Así es como el rentismo hoy se está llevando por delante la economía: por la vía de detraer recursos que podrían volcarse en que hubiera más y mejores puestos de trabajo, estimulando el consumo de bienes y servicios. En su lugar, nos deja un país de trabajadores ahogados para pagar la vivienda y empresarios asfixiados para costear el local..Saludos.
El alquiler es el nuevo diéselEl alquiler, que en su día pareció una actividad inocua y compatible con una sociedad justa y de oportunidades, ha resultado ser un veneno social. Como ocurrió con el diésel, estamos empezando a darnos cuenta de que emite otros compuestos tóxicosMaría Álvarez · 2025.06.11Manifestación bajo el lema 'Se acabó. Bajaremos los alquileres' en Madrid. EFE/Chema Moya (Archivo) Era 1896 y Svante Arrhenius estaba triste. Su reciente divorcio le había llevado a perder no solo a su mujer, sino también la custodia de su único hijo. Incapaz de concentrarse en su trabajo, este físico sueco había encontrado distracción en una serie de cálculos en los que se sumergió durante meses y meses de tediosas mediciones.Hacía algunas décadas que se sabía que algunos gases, como el CO2, son opacos a la radiación infrarroja. Por esa razón bloquean el calor que irradia la Tierra cuando intenta escapar de la atmósfera y provocan un efecto invernadero. Si la concentración de esos gases cambiaba, la temperatura del planeta cambiaría también. Lo que intentaba calcular Arrhenius era cuánto.— “Si la cantidad [de gas] en el aire se redujera a la mitad de su porcentaje actual, la temperatura descendería unos 4 °C. Por otro lado, duplicar el porcentaje de dióxido de carbono en el aire elevaría la temperatura de la superficie terrestre en 4 °C; y si el dióxido de carbono se cuadruplicara, la temperatura aumentaría en 8 °C.”.Nos llevó 100 años, la multiplicación de las emisiones y una segunda revolución industrial, pero en 1997 el mundo empezó a escuchar lo que Arrhenius y muchos otros científicos habían anticipado: la actividad humana puede modificar la atmósfera del planeta hasta el punto de amenazar nuestra propia supervivencia. Así fue como aquel año 1992 países firmaron el Protocolo de Kyoto, la piedra angular del primer compromiso global para paralizar y revertir esa pulsión suicida.Un año después, una recién nacida Unión Europea firmaba con la asociación de fabricantes de automóviles otro acuerdo para reducir las emisiones de CO2 y apostaba por una tecnología que parecía ofrecer una solución milagrosa: los coches diésel, que emitían menos CO2 que los de gasolina, serían el aliado perfecto en la lucha contra el cambio climático.Así fue como Europa se entregó al diésel, que pasó de representar el 10%, al 60% de las nuevas matriculaciones empujado por una inmensa batería de ventajas fiscales, subvenciones y mensajes desde el ámbito político. Se vendieron 45 millones de nuevos coches.Pero los motores diésel tenían un coste oculto: liberaban óxidos de nitrógeno (NOX), unos gases tóxicos que producen enfermedades respiratorias. En los años siguientes la calidad del aire en las ciudades empeoró Todo esto que ocurrió con el diésel está pasando hoy con el alquiler. Hace algunas décadas parecía una buena idea que la clase media invirtiera sus ahorros en una segunda vivienda con la que complementar su pensión. Pero ese planteamiento se hizo cuando la vivienda era barata y el alquiler era una práctica residual, una cosa que hacían los jóvenes durante un par de años mientras decidían qué hacer con su vida. Igual que el dióxido de nitrógeno, en pequeñas concentraciones, el alquiler no representaba un problema de salud pública.Pero ¿cuántos jóvenes pagando alquiler son necesarios para que toda la clase media pueda tener esos ingresos? Para que en España haya 3 millones de “pequeños rentistas”, tiene que haber 3 millones de familias pagando alquiler toda la vida.Y estamos llegando a nuestro particular “Dieselgate”. La semana pasada la asociación de rentistas de Catalunya sacó a su presidenta, Nuria Garrido, a la palestra. “Alquilar pisos”, decía esta señora, “es un incordio”, porque uno tiene que cambiar la caldera cuando se estropea y no le queda más remedio que enterarse si a su inquilino le ocurre algo, como que “se le muera la pareja”. Y se la veía visiblemente afectada a la señora Garrido por todos estos inconvenientes con los que tiene que convivir. Si los inquilinos no se dan cuenta del esfuerzo que hacen los caseros es, en su opinión, “porque les tienen envidia”.Sería muy fácil hacer un hombre de paja de sus declaraciones, pero sería también muy injusto. Como ocurrió con los compradores de coches diésel, muchos caseros son personas que no compraron para especular, sino porque en aquel momento parecía lo correcto y lo mejor para todos. La vida les llevó a tener dos pisos y han decidido alquilar uno porque, como todos los demás, están preocupados por su seguridad económica, por su pensión, por sus hijos, por los imponderables que puedan llegar en el futuro. Todos tenemos muchos familiares y amigos que alquilan un piso en estas condiciones.Pero hay una revelación en la aplastante honestidad de Nuria Garrido que sí es válida para todos los caseros, y es que el alquiler de viviendas es una actividad que se puede ejercer por personas que no tienen ninguna capacidad emprendedora, que viven como un esfuerzo terrible tener que hacer un arreglo en un piso de vez en cuando. Son, en el mejor de los sentidos, personas normales, que viven su vida: ni son empresarios, ni innovadores, ni tampoco abuelitas paupérrimas complementando su pensión. Su tarea como propietarios se limita, como bien indica esta señora, a “cambiar la caldera” cuando se estropea —en el mejor de los casos.Cuando una actividad que no requiere habilidades especiales ni aporta innovación alguna alcanza la rentabilidad del alquiler —por encima del 15% anual, sumando ingresos y revalorización—, lo que genera es un mundo en el que ya nadie se dedica a nada más y las empresas se quedan sin inversores. Así es como el rentismo hoy se está llevando por delante la economía: por la vía de detraer recursos que podrían volcarse en que hubiera más y mejores puestos de trabajo, estimulando el consumo de bienes y servicios. En su lugar, nos deja un país de trabajadores ahogados para pagar la vivienda y empresarios asfixiados para costear el local..
GME Raised $2.23B — No Dilution (Yet) — Now Has $8B in Cash. Here’s What That Really Means.Let’s break this down. Not with hopium, not with FUD. Just facts and what this moment actually means for GameStop and us as shareholders.The Raise: What Happened? • GME raised $2.23 billion via convertible notes. • That’s NOT an ATM offering. Not shares hitting the market. • No dilution today. No dilution this year. Not even next year. • These are 7-year convertible notes. That means they’re debt now — they might become shares later, if the price is high enough.Yes, it’s possible we see dilution in 2031. But that would only happen if the share price is way up and conversion makes sense. In that scenario? We’re all probably rich anyway.$8 Billion in the Bank. You Read That Right.GameStop now has over $8B in cash.That’s more than: • Macy’s • Dick’s Sporting Goods • Best Buy • WayfairAnd they have zero debt. They’re profitable. No burn. No desperate fires to put out.This is not your grandpa’s brick-and-mortar company anymore.
[https://www.realtor.com/realestateandhomes-detail/6700-S-Crandon-Ave-Apt-7B_Chicago_IL_60649_M88575-023846700 S Crandon Ave Apt 7B, Chicago, IL 60649$134,900 (117.000,- euros)2 bed2 bath1461 sqft (135 m2)Experience vintage charm and thoughtful updates in this spacious 2-bedroom, 2-bath condo perched on the 7th floor of a classic 1928 elevator building in the heart of South Shore. This airy home features oversized rooms, tall ceilings, and abundant natural light throughout. The elegant living room showcases hardwood floors, detailed floor trim, an artisan ceiling with molding, chrome switch plates, and a stunning marble fireplace, creating a warm and inviting atmosphere. The formal dining room continues the classic appeal with a statement chandelier with medallion and tasteful chrome accents. The remodeled kitchen blends historic character with modern convenience, featuring granite countertops, classic cabinetry, ornate detailing around the farmhouse-style sink, hardwood floors, restaurant-style swing doors, a butler's pantry, and direct access to a service elevator for added convenience. Both bedrooms offer hardwood floors, floor trim, ceiling molding, ceiling fans with lights, and chrome switch plates. The two full bathrooms have been freshly remodeled with timeless finishes and updated functionality. This professionally managed building provides secure entry, resident elevator access, and a separate service elevator. Located just blocks from Lake Michigan, the South Shore Cultural Center, Jackson Park Golf Course, and the future Obama Presidential Center. Close to Metra, CTA, and Lake Shore Drive, this home combines comfort, convenience, and historic character.[...]¿A dónde vas, Madrid-Mierdrid? Ni áticos ni leches.]
Un cuarto piso sin ascensor por 420.000 euros en San Sebastián, entre las viviendas más buscadasLa plataforma Idealista recoge cada día los inmuebles que han recibido más consultas, como este ubicado en el barrio de Benta BerriLeire González · 2025.06.12 Vistas desde la vivienda puesta a la venta en esta zona de San Sebastián, frente a Benta Berri. Las webs que ofertan viviendas a la venta o en alquiler se encuentran entre las más visitadas en internet. De este modo la plataforma Idealista resume cada día cuáles son sus anuncios que más se han visto y entre ellos en las últimas horas se ha colado una que se vende en San Sebastián. En concreto se trata de un inmueble en una cuarta planta sin ascensor, de 60 metros cuadrados y por 420.000 euros en el barrio donostiarra de Benta Berri.Este inmueble, muy consultado por los internautas, se ubica en plena avenida Zarautz del barrio de El Antiguo y cuenta con tres habitaciones. La vivienda, de 60 metros cuadrados construidos, destaca por una reforma reciente que ha modernizado la cocina la ha unido al salón en un amplio espacio. Precio medio de la vivienda en San SebastiánEl dormitorio principal se abre a un balcón exterior y tiene orientación oeste, con vistas a un parque y al polideportivo del barrio. La calefacción y el agua caliente funcionan con sistema eléctrico individual, avisa el anuncio.Hay que destacar que este inmueble de 420.000 euros en Benta Berri no dispone de ascensor y fue construido en 1936. El precio por metro cuadrado sale por lo tanto al comprador que lo adquiera a este precio a 7.000 euros. En septiembre del año pasado el precio medio en San Sebastián era de 6.483 euros el metro cuadrado, tras una subida del 10,4% durante los anteriores 12 meses.
En esta emisión vamos a Corea del Sur, donde los movimientos feministas fueron cruciales para la destitución del expresidente Yoon Suk-yeol y para la posterior elección del candidato liberal Lee Jae-myung. Este panorama político evidencia una transformación en las inclinaciones ideológicas de los votantes más jóvenes: las mujeres se inclinan por líderes progresistas, mientras que los hombres por conservadores. ¿Cómo se explica este viraje? [...] "Hay una brecha salarial y violencia de género en espacios laborales que es bastante alta. Corea tiene un desempeño bastante negativo de los peores de la OCDE, que es de los países más desarrollados del mundo respecto a esto junto con Japón", asegura la doctora Constanza Jorquera Mery, feminista, analista política y de asuntos internacionales, para France 24.