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Cinco Dias nos habla de cómo la estafa de la vivienda ha generado una visión rentista de la economía con los mismos argumentos que aqui se han comentado hace años. Pero vuelven a insistir en el ofertademandismo, parece que de eso no se les saca.https://cincodias.elpais.com/economia/2025-10-13/cuando-la-escasez-transforma-un-mercado.html
Cinco Dias nos habla de cómo la estafa de la vivienda ha generado una visión rentista de la economía con los mismos argumentos que aqui se han comentado hace años. Pero vuelven a insistir en el ofertademandismo, parece que de eso no se les saca.https://cincodias.elpais.com/economia/2025-10-13/cuando-la-escasez-transforma-un-mercado.html.La economía básica nos enseña que los precios y las cantidades en un mercado se determinan por el cruce de la oferta con la demanda. Sin embargo, cuando observamos el mercado inmobiliario español actual muchos parecen olvidar esta sencilla lección. El resultado es una peligrosa confusión entre causas y consecuencias que nos impide comprender la verdadera naturaleza del problema que enfrentamos en este mercado.Es comprensible que el actual encarecimiento de la vivienda despierte fantasmas del pasado. Quienes vivieron el boom inmobiliario de 2000-2007 reconocen ciertos patrones: precios que crecen a dos dígitos, dificultad de acceso para los jóvenes, conversaciones dominadas por el mercado inmobiliario. Así pues, no podemos acusar a nadie de estar tentando a pensar que estamos ante una repetición de aquella burbuja. Pero esta lectura superficial nos ciega ante una realidad que hoy es claramente diferente de aquél recuerdo ya lejano.Lo primero a recordar es que, durante el boom de principios de siglo, España construía más de 700.000 viviendas anuales. Allí donde miraras veías grúas que claramente dominaban el paisaje urbano. El crédito fluía con una facilidad que hoy parece impensable. Si pedías para comprar una casa te daban lo que aquella valía y más por si querías estrenarla amueblada entera y festejarlo en el Caribe con un viaje. Aquel fue un fenómeno de sobreoferta alimentado por expectativas irreales y exceso de liquidez inflamado por crédito con tipos reales negativos. Hoy, en cambio, nos enfrentamos a su opuesto: un mercado estrangulado por la falta de oferta con una demanda que aumenta por razones demográficas y donde el crédito juega un papel muy secundario.Los datos son reveladores según algunos estudios como los elaborados por la oficina de investigación de La Caixa Research o como se puede leer en el libro “Tres millones de viviendas” de Jorge Galindo. A diferencia del período del boom, en estos momentos existe un déficit de vivienda de entre 515.000 y 765.000 unidades. Y es que la construcción apenas ha podido alojar al 20% de los nuevos hogares formados. El resto ha tenido que recurrir a la reconversión de viviendas secundarias en principales, una solución temporal que tiene un límite natural. Este déficit, equivalente al 4% del parque de viviendas principales, explica aproximadamente el 39% del incremento de precios observado hasta 2024, ahora quizás más, según el primero de los trabajos analizados.Pero aquí radica el núcleo de un problema que por su naturaleza se asemeja al de 2007 pero que ahora surge por razones diferentes: cuando un bien esencial se vuelve escaso, su naturaleza económica se transforma. La vivienda deja de ser principalmente un bien de uso para convertirse en un activo de inversión. No porque los inversores sean inherentemente especulativos, sino porque la escasez crea las condiciones perfectas para que la especulación florezca.Este fenómeno no es exclusivo del mercado inmobiliario. La historia económica está plagada de ejemplos donde la escasez transforma mercados ordinarios en campos de batalla especulativos. Durante la crisis del petróleo de los años 70, el oro negro pasó de ser una materia prima industrial para convertirse en un arma geopolítica y un vehículo de especulación financiera. La escasez no solo elevó los precios; cambió fundamentalmente la naturaleza del mercado petrolero.Más recientemente, hemos visto esta dinámica en mercados tan diversos como el de las tarjetas gráficas durante el boom de las criptomonedas o el de las mascarillas al inicio de la pandemia. En todos estos casos, un desequilibrio entre oferta y demanda no solo elevó precios, sino que atrajo a actores cuyo único interés era capitalizar la escasez, exacerbando aún más el problema original.Lo particularmente perverso de esta dinámica en el mercado de la vivienda es que se retroalimenta. Cuando los precios suben consistentemente debido a la escasez, comprar vivienda se convierte en una apuesta aparentemente segura. Esto atrae capital que de otro modo se dirigiría a inversiones productivas. Familias que pueden permitírselo compran segundas viviendas como inversión. Fondos de inversión ven una oportunidad. El capital extranjero busca refugio en ladrillo español. Mientras, la eficiencia de las inversiones agregadas languidece. La lección que aprendimos hace 15 años fue dura, y ahora vamos camino de repetirla, pero al crear la escasez.Más allá de los titulares sobre precios récord, las consecuencias de esta transformación del mercado son profundas y duraderas. Cuando la vivienda se convierte en un bien especulativo inaccesible, toda la estructura social se resiente. Los jóvenes retrasan su emancipación, con efectos en cascada sobre la natalidad y la formación de familias. Las empresas encuentran dificultades para atraer talento a ciudades donde los salarios no pueden competir con los precios inmobiliarios. La movilidad laboral se reduce, haciendo la economía menos dinámica y eficiente. Si me lo permiten, podríamos decir que es este el principal riesgo de crecimiento futuro de la economía española y, por ello, en los municipios donde puedan sortear estas limitaciones tienen ganado un futuro más positivo que aquellos que limiten la construcción.Pero existe, además, un efecto menos visible pero igualmente corrosivo: la transformación de la mentalidad colectiva. Cuando la vivienda se percibe principalmente como inversión y no como derecho o necesidad básica, se normaliza una visión rentista de la economía. El éxito se mide no por la capacidad de innovar o producir, sino por la habilidad de posicionarse ventajosamente en un juego de suma cero. Esto en economías globales donde el impulso del crecimiento pivota sobre otros activos muy diferentes implica que te quedarás atrás.La solución a este problema no admite atajos ni remedios mágicos. La única manera de evitar que el mercado inmobiliario complete su transformación en un casino especulativo es abordar la raíz del problema: el déficit de oferta. Esto requiere un esfuerzo sostenido y coordinado para aumentar significativamente la construcción de vivienda, especialmente en las zonas de mayor presión demográfica como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga. La falta de vivienda explica buena parte del repunte de precios en España.Aunque la relación es clara, hay excepciones: en provincias como Madrid, la presión de la demanda también impulsa el encarecimiento pese a un déficit moderado.Belén Trincado AznarPero mientras esperamos que la oferta se ajuste —un proceso que inevitablemente llevará años— debemos ser conscientes de los riesgos. Cada mes que pasa con el mercado en su estado actual es un mes en que más viviendas pasan de manos de residentes a inversores, un mes en que más jóvenes ven truncadas sus perspectivas vitales, un mes en que la vivienda se aleja un poco más de su función social fundamental.La historia económica nos enseña que los mercados transformados por la escasez raramente vuelven a su estado original por sí solos. Requieren intervención decidida o, en su defecto, crisis dolorosas que reseteen las expectativas. En el caso de la vivienda, un bien tan fundamental para la cohesión social y el bienestar individual, no podemos permitirnos esperar a la segunda opción. El reconocimiento de que enfrentamos un problema de oferta, no una burbuja especulativa tradicional, es el primer paso. Actuar con la urgencia que la situación demanda es el imperativo del momento.
Cita de: tomasjos en Hoy a las 09:10:48Cinco Dias nos habla de cómo la estafa de la vivienda ha generado una visión rentista de la economía con los mismos argumentos que aqui se han comentado hace años. Pero vuelven a insistir en el ofertademandismo, parece que de eso no se les saca.https://cincodias.elpais.com/economia/2025-10-13/cuando-la-escasez-transforma-un-mercado.html.La economía básica nos enseña que los precios y las cantidades en un mercado se determinan por el cruce de la oferta con la demanda. Sin embargo, cuando observamos el mercado inmobiliario español actual muchos parecen olvidar esta sencilla lección. El resultado es una peligrosa confusión entre causas y consecuencias que nos impide comprender la verdadera naturaleza del problema que enfrentamos en este mercado.Es comprensible que el actual encarecimiento de la vivienda despierte fantasmas del pasado. Quienes vivieron el boom inmobiliario de 2000-2007 reconocen ciertos patrones: precios que crecen a dos dígitos, dificultad de acceso para los jóvenes, conversaciones dominadas por el mercado inmobiliario. Así pues, no podemos acusar a nadie de estar tentando a pensar que estamos ante una repetición de aquella burbuja. Pero esta lectura superficial nos ciega ante una realidad que hoy es claramente diferente de aquél recuerdo ya lejano.Lo primero a recordar es que, durante el boom de principios de siglo, España construía más de 700.000 viviendas anuales. Allí donde miraras veías grúas que claramente dominaban el paisaje urbano. El crédito fluía con una facilidad que hoy parece impensable. Si pedías para comprar una casa te daban lo que aquella valía y más por si querías estrenarla amueblada entera y festejarlo en el Caribe con un viaje. Aquel fue un fenómeno de sobreoferta alimentado por expectativas irreales y exceso de liquidez inflamado por crédito con tipos reales negativos. Hoy, en cambio, nos enfrentamos a su opuesto: un mercado estrangulado por la falta de oferta con una demanda que aumenta por razones demográficas y donde el crédito juega un papel muy secundario.Los datos son reveladores según algunos estudios como los elaborados por la oficina de investigación de La Caixa Research o como se puede leer en el libro “Tres millones de viviendas” de Jorge Galindo. A diferencia del período del boom, en estos momentos existe un déficit de vivienda de entre 515.000 y 765.000 unidades. Y es que la construcción apenas ha podido alojar al 20% de los nuevos hogares formados. El resto ha tenido que recurrir a la reconversión de viviendas secundarias en principales, una solución temporal que tiene un límite natural. Este déficit, equivalente al 4% del parque de viviendas principales, explica aproximadamente el 39% del incremento de precios observado hasta 2024, ahora quizás más, según el primero de los trabajos analizados.Pero aquí radica el núcleo de un problema que por su naturaleza se asemeja al de 2007 pero que ahora surge por razones diferentes: cuando un bien esencial se vuelve escaso, su naturaleza económica se transforma. La vivienda deja de ser principalmente un bien de uso para convertirse en un activo de inversión. No porque los inversores sean inherentemente especulativos, sino porque la escasez crea las condiciones perfectas para que la especulación florezca.Este fenómeno no es exclusivo del mercado inmobiliario. La historia económica está plagada de ejemplos donde la escasez transforma mercados ordinarios en campos de batalla especulativos. Durante la crisis del petróleo de los años 70, el oro negro pasó de ser una materia prima industrial para convertirse en un arma geopolítica y un vehículo de especulación financiera. La escasez no solo elevó los precios; cambió fundamentalmente la naturaleza del mercado petrolero.Más recientemente, hemos visto esta dinámica en mercados tan diversos como el de las tarjetas gráficas durante el boom de las criptomonedas o el de las mascarillas al inicio de la pandemia. En todos estos casos, un desequilibrio entre oferta y demanda no solo elevó precios, sino que atrajo a actores cuyo único interés era capitalizar la escasez, exacerbando aún más el problema original.Lo particularmente perverso de esta dinámica en el mercado de la vivienda es que se retroalimenta. Cuando los precios suben consistentemente debido a la escasez, comprar vivienda se convierte en una apuesta aparentemente segura. Esto atrae capital que de otro modo se dirigiría a inversiones productivas. Familias que pueden permitírselo compran segundas viviendas como inversión. Fondos de inversión ven una oportunidad. El capital extranjero busca refugio en ladrillo español. Mientras, la eficiencia de las inversiones agregadas languidece. La lección que aprendimos hace 15 años fue dura, y ahora vamos camino de repetirla, pero al crear la escasez.Más allá de los titulares sobre precios récord, las consecuencias de esta transformación del mercado son profundas y duraderas. Cuando la vivienda se convierte en un bien especulativo inaccesible, toda la estructura social se resiente. Los jóvenes retrasan su emancipación, con efectos en cascada sobre la natalidad y la formación de familias. Las empresas encuentran dificultades para atraer talento a ciudades donde los salarios no pueden competir con los precios inmobiliarios. La movilidad laboral se reduce, haciendo la economía menos dinámica y eficiente. Si me lo permiten, podríamos decir que es este el principal riesgo de crecimiento futuro de la economía española y, por ello, en los municipios donde puedan sortear estas limitaciones tienen ganado un futuro más positivo que aquellos que limiten la construcción.Pero existe, además, un efecto menos visible pero igualmente corrosivo: la transformación de la mentalidad colectiva. Cuando la vivienda se percibe principalmente como inversión y no como derecho o necesidad básica, se normaliza una visión rentista de la economía. El éxito se mide no por la capacidad de innovar o producir, sino por la habilidad de posicionarse ventajosamente en un juego de suma cero. Esto en economías globales donde el impulso del crecimiento pivota sobre otros activos muy diferentes implica que te quedarás atrás.La solución a este problema no admite atajos ni remedios mágicos. La única manera de evitar que el mercado inmobiliario complete su transformación en un casino especulativo es abordar la raíz del problema: el déficit de oferta. Esto requiere un esfuerzo sostenido y coordinado para aumentar significativamente la construcción de vivienda, especialmente en las zonas de mayor presión demográfica como Madrid, Barcelona, Valencia o Málaga. La falta de vivienda explica buena parte del repunte de precios en España.Aunque la relación es clara, hay excepciones: en provincias como Madrid, la presión de la demanda también impulsa el encarecimiento pese a un déficit moderado.Belén Trincado AznarPero mientras esperamos que la oferta se ajuste —un proceso que inevitablemente llevará años— debemos ser conscientes de los riesgos. Cada mes que pasa con el mercado en su estado actual es un mes en que más viviendas pasan de manos de residentes a inversores, un mes en que más jóvenes ven truncadas sus perspectivas vitales, un mes en que la vivienda se aleja un poco más de su función social fundamental.La historia económica nos enseña que los mercados transformados por la escasez raramente vuelven a su estado original por sí solos. Requieren intervención decidida o, en su defecto, crisis dolorosas que reseteen las expectativas. En el caso de la vivienda, un bien tan fundamental para la cohesión social y el bienestar individual, no podemos permitirnos esperar a la segunda opción. El reconocimiento de que enfrentamos un problema de oferta, no una burbuja especulativa tradicional, es el primer paso. Actuar con la urgencia que la situación demanda es el imperativo del momento. Un razonamiento tan absurdo que ni siquiera el articulista ha sabido regatear: si de verdad es un déficit de oferta no sirve de nada construir más porque los acaparadores comprarán la oferta disponible, quedándonos peor que al principio. Por otro lado tampoco me saben decir cómo es posible que en un entorno de falta de oferta las constructoras no estén otra vez construyendo medio millón de pisitos anuales (¡si se vende todo! ¿es que no quieren ganar dinero o qué?).Como salga adelante la propuesta de Barcelona de que sólo se puede comprar un piso para vivir en el nos vamos a reir con la evolución de los precios en la zona. De hecho sólo haría falta implementarla en los barrios con la renta per cápita más baja de las grandes ciudades, así no tocas al propietariado de clase media y proteges a las clases trabajadoras de la especulación. Ni que decir tiene que en los nuevos PAUs habría que implementar la misma medida. Las tonterías se acababan rapidito.Y así llegaríamos al mercado a varias velocidades de las que habló asustadísimos en su día: - clase riquísima con varias propiedades en barrios de lujo, exprimiendo a otros miembros de esa clase con dinero por tener el privilegio en vivir en el Viso, Pedrables, Abando, etc.- clase trabajadora viviendo en barrios de clase trabajadora con un pisito por persona. Si se intenta trampear, exprópiese. Si el trabajador se cree capitalista, que ahorre y se compre un piso de los del primer grupo para exprimir a las clases adineradas- clase media que actúe sus pretensiones y ocupe el lugar dejado por los otros dos. Claro que sin bichos a los que exprimir (porque se irán a las zonas trabajadoras o a los PAUs nuevos) igual tienen que rebajar sus expectativas.Yo celebraría con un buen cava catalán que la medida se aprobara en ciertos barrios de Barcelona, unido a una moratoria de 5 años para vender a quien tenga más de un piso bajo amenaza de expropiación. Eso unido a un precio máximo en zonas tensionadas y dejamos al pisito herido de muerte (de nuevo, en zonas con problemas de accesibilidad, que nadie venga reclamando áticos en Castellana a 700€ al mes).Lo de los locales comerciales lo dejamos para otro día, pero por supuesto 0 reconversiones en residencial, y al que tenga el local vacío unos IBIs de cagarse la perra.
Un razonamiento tan absurdo que ni siquiera el articulista ha sabido regatear: si de verdad es un déficit de oferta no sirve de nada construir más porque los acaparadores comprarán la oferta disponible, quedándonos peor que al principio. Por otro lado tampoco me saben decir cómo es posible que en un entorno de falta de oferta las constructoras no estén otra vez construyendo medio millón de pisitos anuales (¡si se vende todo! ¿es que no quieren ganar dinero o qué?).Como salga adelante la propuesta de Barcelona de que sólo se puede comprar un piso para vivir en el nos vamos a reir con la evolución de los precios en la zona. De hecho sólo haría falta implementarla en los barrios con la renta per cápita más baja de las grandes ciudades, así no tocas al propietariado de clase media y proteges a las clases trabajadoras de la especulación. Ni que decir tiene que en los nuevos PAUs habría que implementar la misma medida. Las tonterías se acababan rapidito.Y así llegaríamos al mercado a varias velocidades de las que habló asustadísimos en su día: - clase riquísima con varias propiedades en barrios de lujo, exprimiendo a otros miembros de esa clase con dinero por tener el privilegio en vivir en el Viso, Pedrables, Abando, etc.- clase trabajadora viviendo en barrios de clase trabajadora con un pisito por persona. Si se intenta trampear, exprópiese. Si el trabajador se cree capitalista, que ahorre y se compre un piso de los del primer grupo para exprimir a las clases adineradas- clase media que actúe sus pretensiones y ocupe el lugar dejado por los otros dos. Claro que sin bichos a los que exprimir (porque se irán a las zonas trabajadoras o a los PAUs nuevos) igual tienen que rebajar sus expectativas.Yo celebraría con un buen cava catalán que la medida se aprobara en ciertos barrios de Barcelona, unido a una moratoria de 5 años para vender a quien tenga más de un piso bajo amenaza de expropiación. Eso unido a un precio máximo en zonas tensionadas y dejamos al pisito herido de muerte (de nuevo, en zonas con problemas de accesibilidad, que nadie venga reclamando áticos en Castellana a 700€ al mes).Lo de los locales comerciales lo dejamos para otro día, pero por supuesto 0 reconversiones en residencial, y al que tenga el local vacío unos IBIs de cagarse la perra.
Yo tengo la sensación de que hay varias burbujas a la vez: IA, vivienda, Bitcoin, Bolsa. Cuando caiga una, caerán el resto por contagio y pánico. El problema? Como será global, preparémonos para otra expansión de QEs y demás medidas de expansión monetaria, nada de asumir pérdidas y recoger el cable.
Los 700 - y menos - en la Castellana llegan solos en cuanto se asuma que ya no renta comprar pisos, que ya no son un deposito de valor. En ese momento "tonto el último", y los regalarán con las tapas del yogur.Por cierto, ha sido en octubre , como decia Tochovista