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Autor Tema: Repasando un poco la historia de este país llamado España  (Leído 35597 veces)

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #45 en: Enero 22, 2012, 12:00:53 pm »
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REPORTAJE: Las grandes crisis de la economía española El convulso inicio del siglo XIX
El derrumbe del Antiguo Régimen

Los problemas financieros de la Monarquía y la presión inflacionista prepararon el terreno a otra recesión, precipitada por una crisis demográfica y la Guerra de la Independencia. El conflicto también facilitó cambios en la estructura económica
ENRIQUE LLOPIS 22/01/2012
       
 
Las secuelas de la Revolución Francesa de 1789 desencadenaron el inicio de la crisis del Antiguo Régimen en España, un periodo caracterizado por las guerras, la debilidad y el derrumbe de muchas de las viejas instituciones, la inestabilidad política y la alteración de la dinámica económica.


En la España del XVIII coexistían dos velocidades, dos maneras de crecer

El siglo XIX se abrió con importantes epidemias y malas cosechas

La Guerra de la Independencia abortó la incipiente recuperación

Las colonias americanas prescindieron de la mediación hispana

La ocupación francesa debilitó las instituciones del Antiguo Régimen

La expansión del cultivo de cereal sostuvo el avance entre 1815 y 1850

Desde un punto de vista macroeconómico, entre 1789 y 1840, año en el que finalizó la primera guerra carlista y se asentó el régimen liberal, se alternaron dos fases expansivas, 1789-1801 y 1815-1840, y una recesiva, entre 1802 y 1814. Este artículo se ocupa esencialmente de la crisis de la década y media inicial del siglo XIX, pero también extiende su mirada al antes y al después.

En cuanto a las fases de crecimiento, resulta aparentemente paradójico que España, de 1789 a 1801 y de 1815 a 1840, obtuviera resultados económicos positivos en momentos de graves contratiempos internos y de cierta desintegración de la economía internacional. La principal clave explicativa radica en que el debilitamiento, primero, y el desplome, después, del Antiguo Régimen facilitaron la incorporación a la labranza de enormes extensiones de tierra.

En la España del siglo XVIII coexistieron dos velocidades y dos modos distintos de crecimiento económico. En los territorios interiores y en las regiones septentrionales, el PIB aumentó a una tasa no superior al 0,5%, el crecimiento tuvo un carácter marcadamente rural, la productividad del trabajo en la agricultura permaneció estancada y los progresos en la especialización y en los tráficos mercantiles fueron modestos.

La España interior estaba lejos de aprovechar plenamente su potencial de crecimiento agrario: muchas zonas se hallaban aún poco colonizadas porque los grandes propietarios territoriales rentistas, las oligarquías locales con importantes negocios pecuarios, los dueños de cabañas trashumantes y la Mesta, grupos que acumulaban bastante poder, estaban interesados en frenar las roturaciones en las tierras municipales.

Por el contrario, en el área mediterránea y en la Andalucía atlántica, el PIB creció a una tasa cercana o algo superior al 1% y la expansión productiva se sustentó, al igual que en otras zonas de Europa occidental, en un cierto incremento de la productividad agraria, en el auge de la economía marítima, en el desarrollo de la protoindustria y en la mayor laboriosidad de la mano de obra familiar. En muchos casos, esa intensificación del factor trabajo fue la respuesta a la caída de los salarios reales y/o al descenso de ingresos netos de numerosas explotaciones agrarias, fruto del incremento de las rentas territoriales y de la reducción de su tamaño ocasionada por la mayor presión de la población sobre los recursos agrarios.

Por consiguiente, las "fuerzas económicas del progreso" (mayor comercio y especialización y pequeños avances tecnológicos) solo resultaban claramente hegemónicas en una parte minoritaria de España; de ahí que nuestro país siguiese divergiendo de Europa occidental en el siglo XVIII.

La década de 1790 fue un periodo de fuertes convulsiones, de desequilibrio financiero del Estado y de crisis sectoriales, pero también de aceleración del crecimiento demográfico y agrario. En la España del siglo XVIII, su último decenio fue, tras el de 1720, el de mayor crecimiento de los bautismos (véase el gráfico 1 basado en una muestra de más de 1.200 localidades). Lo más llamativo de este auge radicó en que fue protagonizado fundamentalmente por regiones que habían registrado una expansión modesta o moderada en el siglo XVIII (Andalucía occidental, Aragón y Castilla-La Mancha). En las zonas interiores, este crecimiento demográfico habría sido inalcanzable sin que simultáneamente se registrara una importante expansión agraria.

El impulso agrícola de la última década del siglo XVIII fue fruto de la necesidad, de los mayores incentivos y de las oportunidades abiertas por el nuevo panorama político. Los granos se encarecieron notablemente en todos los mercados y, además, el diferencial de precios del trigo entre la periferia y el interior se incrementó debido en buena medida a la disminución y a la mayor irregularidad de las importaciones resultantes de las perturbaciones que los conflictos bélicos ocasionaron al comercio exterior desde 1793. De modo que el interior se encontró con una coyuntura favorable para incrementar su participación en el abasto de cereales de la periferia. Además, el cambio de escenario político provocado por la Revolución Francesa indujo a los integrantes del frente antirroturador a moderar su oposición a los rompimientos. El notable incremento de la defraudación en el pago del diezmo, aparte de ser un exponente del inicio de la descomposición del Antiguo Régimen, también constituyó un acicate para ampliar las labores.

La década de 1790 presentó una cara, la expansión demográfica y cerealista, pero también una cruz: fuerte incremento de las tensiones inflacionistas y acusado descenso de los salarios reales, agudización de los problemas financieros de la Monarquía, reducción y mayor irregularidad del comercio exterior y dificultades para todas las economías periféricas que mantenían un apreciable grado de dependencia de los intercambios internacionales.

La recesión de la década y media inicial del siglo XIX estuvo integrada, en realidad, por dos crisis distintas: la ocasionada por las malas cosechas y las importantes epidemias (paludismo, tifus y fiebre amarilla) de principios del Ochocientos, y la desencadenada por la Guerra de la Independencia. Los factores exógenos a la economía y a la sociedad españolas desempeñaron un papel preponderante en dichas crisis, pero los endógenos no fueron ajenos a la magnitud de ambas: primero, la creciente desigualdad en el reparto del ingreso en la segunda mitad del Setecientos había acentuado la precariedad de muchas familias; y, segundo, la elevada mortalidad del periodo también obedeció a la incapacidad de los Gobiernos para paliar escaseces y carestías, y al deterioro del funcionamiento de los mercados y de instituciones asistenciales, como los pósitos, que estaban siendo sacrificadas para evitar el colapso financiero de la Monarquía.

En la España interior de la época moderna, la crisis de mortalidad de 1803-1805 fue, tras la de 1596-1602, la que tuvo un mayor alcance territorial e intensidad. El desastre demográfico de 1803-1805 fue fruto de una crisis de subsistencias muy profunda (el promedio anual del precio del trigo se incrementó, con respecto al de la década precedente, más de un 125%), pero también de una importantísima crisis epidémica. Aparte de la mortalidad catastrófica, también aumentó notablemente la ordinaria en la década y media inicial del siglo XIX. En 25 pueblos de la provincia de Guadalajara, el cociente difuntos/bautizados fue de 0,87 en 1785-1799, de 1,14 en 1800-1814 y de 0,72 en 1815-1829 (véase el gráfico 2).

Las áreas periféricas también tuvieron que afrontar unos importantes contratiempos económicos en los albores del siglo XIX. Las guerras navales, las dificultades y la carestía del transporte marítimo y la crisis agraria y demográfica de los territorios no marítimos provocaron un descenso en el nivel de actividad manufacturera y comercial. Desde 1805, las colonias americanas prácticamente prescindieron de la mediación hispana en sus tráficos exteriores.

La Guerra de la Independencia abortó la recuperación que la agricultura española había iniciado después de 1805. Ahora bien, las secuelas de este conflicto fueron mucho más allá del desencadenamiento de una nueva crisis económica. Entre las principales, han de contabilizarse:

1. Tras la ocupación del país por las tropas francesas, muchas de las instituciones fundamentales del Antiguo Régimen se desmoronaron o quedaron muy debilitadas.

2. El vacío de poder en la metrópoli propició el estallido de movimientos independentistas en buena parte de las colonias americanas.

3. La crisis financiera del Estado absolutista se intensificó extraordinariamente.

4. La sobremortalidad y la merma de nacimientos ocasionadas por la guerra ascendieron a no menos de medio millón de personas.

En el terreno más estrictamente económico, deben mencionarse:

a) Numerosas explotaciones agrarias vieron reducidas sus disponibilidades de fuerza de trabajo y de ganado; de ahí que muchas de ellas tratasen de incorporar mayores cantidades del factor tierra para compensar las pérdidas en los otros factores y restablecer un cierto equilibrio productivo.

b) Los saqueos y las destrucciones de cosechas provocaron daños de consideración en no pocas zonas.

c) Las secuelas del conflicto perjudicaron de un modo especialmente intenso al comercio y a la industria.

d) Los ahorros de los propietarios rurales fueron absorbidos por gravámenes extraordinarios, requisas, suministros y préstamos forzosos a los ejércitos, a la guerrilla y a los municipios. Los más pudientes acumularon unos activos de elevado valor nominal sobre unos concejos cuyo nivel de endeudamiento les impedía atender sus obligaciones financieras, salvo que se desprendiesen de parte de sus todavía extensos patrimonios territoriales. De modo que tales acreedores enseguida se percataron de que solo había una alternativa para recuperar sus contribuciones a la financiación del conflicto bélico: la privatización de tierras municipales.

Es indudable que la Guerra de la Independencia tuvo, en el corto plazo, un impacto económico muy negativo, pero también generó otras secuelas que contribuyeron a inducir, en el medio y largo plazo, cambios en la velocidad y en el tipo de crecimiento económico, en la política comercial y en los niveles de desigualdad.

El mayor potencial de crecimiento agrícola de España, al menos a corto y medio plazo, estribaba en las enormes extensiones de tierras que podían roturarse. Durante la Guerra de la Independencia se crearon condiciones favorables para el estallido de una gran oleada de rompimientos, que se moderó en las etapas de restablecimiento del absolutismo, pero que mantuvo un ritmo relativamente intenso hasta mediados del siglo XIX: tras el hundimiento del Antiguo Régimen, ni las viejas autoridades locales, ni las nuevas pudieron refrenar las ansias de numerosísimos productores agrarios de ocupar y roturar tierras comunales; la desamortización silenciosa de tierras municipales facilitó los rompimientos de extensas áreas de pastizales y bosques; y, el incremento de los precios de los granos también constituyó un acicate para extender los cultivos cerealistas.

Una vez concluido el conflicto, la recuperación demográfica fue inmediata e impetuosa, sobre todo en las regiones cerealistas meridionales. El vigor de ese proceso obedeció al fuerte crecimiento del producto agrícola, pero también al relativamente reducido nivel de la mortalidad entre 1815 y 1830. De 1820 a 1850, la población española creció al 0,9% y la europea al 0,81%. Las estimaciones de Álvarez Nogal y Prados de la Escosura apuntan a que, entre 1787 y 1857, el PIB y el PIB por habitante se expandieron a una tasa cercana al 1% y a otra superior al 0,2%, respectivamente. Es indudable, pues, que el conflicto con los franceses también entrañó una ruptura en el ámbito económico: nunca antes la población y el PIB habían crecido tan velozmente en España como lo hicieron entre 1815 y 1850.

El impulso agrícola posterior a 1815 tuvo tres pilares esenciales: la marea roturadora, el rápido crecimiento de la población y la implantación y pervivencia de una política comercial prohibicionista en materia de cereales. Varios factores nos ayudan a entender por qué España adoptó en 1820 tal política comercial y por qué la mantuvo tantos años:

1. La oleada de proteccionismo enérgico en la que estuvieron involucrados numerosos países europeos y Estados Unidos, países que habían impulsado procesos de sustitución de importaciones entre 1793 y 1815.

2. La necesidad de defender una nueva e importante actividad cerealista de la competencia exterior en los mercados litorales una vez concluidas las guerras napoleónicas, nueva actividad que se había desarrollado en periodos de precios absolutos y relativos de los granos muy altos.

3. El régimen liberal, necesitado de ampliar su base social, utilizó el prohibicionismo cerealista para frenar el descenso de las rentas agrarias y de los precios agrícolas, lo que tornó más atractivas las compras de las tierras desamortizadas.

4. Los propietarios y cultivadores de tierras de cereal contaron con el decidido apoyo de los industriales catalanes en la defensa del prohibicionismo.

5. La pérdida de las colonias americanas originó un fuerte deterioro de las cuentas externas y un drástico cambio en el panorama monetario (del intenso crecimiento del stock de oro y plata en el periodo 1770-1796, se pasó a una fase de descenso apreciable del mismo). Los sucesivos Gobiernos tuvieron que emprender una política de reequilibrio de la balanza de pagos y el prohibicionismo constituyó un instrumento esencial de la misma.

La presión que el prohibicionismo ejerció sobre los precios de los cereales resultó clave para la formidable extensión de los cultivos en la primera mitad del siglo XIX, pero otros factores también contribuyeron a la aceleración del crecimiento económico: la notable ampliación del mercado nacional derivada, ante todo, del intenso auge demográfico; el impulso en la urbanización desde la década de 1820; el modesto incremento de la productividad en la agricultura; los avances en la integración de los mercados; el inicio de la industrialización catalana, y el dinamismo de la demanda exterior de productos agrarios mediterráneos y de minerales a medida que tomaba cuerpo la industrialización europea.

El balance económico del periodo 1815-1850 presenta luces y sombras. Por un lado, el crecimiento se aceleró fuertemente con respecto a las fases precedentes y la distribución del ingreso se tornó menos desigual (entre 1788-1807 y 1815-1839, la ratio renta de la tierra/salarios agrícolas descendió un 21% y un 28% en Navarra y Castilla la Vieja, respectivamente). En contrapartida, España, pese a su impulso económico, se alejó de Europa; el prohibicionismo perjudicó a las regiones exportadoras, sobre todo a Valencia, Murcia y a la Andalucía marítima; y, además, el modelo de crecimiento de después de la Guerra de la Independencia tenía una fecha de caducidad cercana: la expansión agraria se debilitó a medida que iba completándose el proceso colonizador y que empeoraban las condiciones de acceso a la tierra; de hecho, a finales de la década de 1850 ya se hallaba prácticamente agotado.

Sin embargo, nuestro país no acabaría en el callejón sin salida al que parecía abocado: merced en buena medida a los ferrocarriles, en los que los capitales, la tecnología y el capital humano foráneos fueron trascendentales, y a la creciente demanda exterior de minerales y de distintos productos agrarios mediterráneos, especialmente de vinos, España pudo ir deslizándose hacia un nuevo modelo de crecimiento económico en el que el cultivo del cereal, actividad en la que España no tenía ninguna ventaja comparativa, dejó poco a poco de tener una hegemonía tan nítida y en el que los cultivos mediterráneos, las actividades urbanas, el comercio exterior y, en general, las relaciones económicas internacionales ganaron protagonismo.

Las lecciones del pasado decimonónico apuntan en la misma dirección que las del siglo XX: los vientos europeos fueron cruciales para derribar el Antiguo Régimen (aunque para ello el país sufriera un conflicto bélico muy costoso en vidas y recursos), primero, y para dar un nuevo impulso al crecimiento económico español, más tarde, desde que comenzó a agotarse el modelo que había tenido uno de sus pilares esenciales en el prohibicionismo cerealista y algodonero. La historia contemporánea evidencia, pues, el grave error que el aislacionismo ha entrañado para nuestro país.

- PRÓXIMO CAPÍTULO

La Gran Depresión, por F. Comín

Enrique Llopis Agelán es catedrático de Historia Económica de la Universidad Complutense de Madrid.


http://www.elpais.com/articulo/economia/global/derrumbe/Antiguo/Regimen/elpepueconeg/20120122elpnegeco_4/Tes

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #46 en: Enero 29, 2012, 13:21:37 pm »
http://www.elpais.com/articulo/economia/global/Gran/Depresion/Segunda/Republica/elpepueconeg/20120129elpnegeco_4/Tes

Citar
Las grandes crisis de la economía española La recesión de los años treinta del siglo XX
La Gran Depresión y la Segunda República

La inestabilidad se generalizó en Europa y derivó al final de la década en guerras devastadoras. En España, la crisis se debió más a factores externos que internos, aunque el atraso bancario limitó los daños del colapso financiero internacional.
   
 
La Gran Depresión se inició en Estados Unidos en 1929. Se difundió al resto del mundo mediante la disminución del comercio y los flujos internacionales de capital y la inversión de las corrientes migratorias. España no fue una excepción y fue golpeada, aunque con menor intensidad que otras economías europeas más desarrolladas. La adversa coyuntura internacional intensificó la desaceleración de la actividad económica española, ya visible en 1928, y agravó los desequilibrios estructurales.


La crisis internacional afectó al comercio y a la inversión extranjera

El PIB bajó un 6,4% durante 1930 y 1931, arrastrado por las malas cosechas

Fue la recesión la que trajo la Segunda República, no al revés

Entre 1931 y 1934 se expandió el gasto público y se sostuvo el valor de la peseta

La crisis económica desencadenó cambios políticos e inestabilidad social. Los problemas económicos contribuyeron a la caída de la dictadura de Primo de Rivera, que arrastró consigo a la monarquía. Ello despejó el camino al establecimiento pacífico de la Segunda República. La inestabilidad política y social fue general en Europa. Ni siquiera la guerra civil española fue una excepción, pues el rearme de los fascismos en Alemania e Italia estaba ya incubando otra guerra europea. La Guerra Civil fue el preludio de la Segunda Guerra Mundial.

Sin negar la importancia de los factores internos, el contagio internacional tuvo más relevancia en la gestación de la recesión económica en España, como sucedió en el resto de Europa. La economía de la Segunda República siguió las pautas internacionales, con las particularidades propias de los países atrasados y los problemas peculiares de una democracia recién establecida.

Esta interpretación actual contrasta con la tradicional, inspirada en los escritos de los economistas contemporáneos. Estos negaron el contagio de la crisis internacional para responsabilizar de la depresión a factores internos: los errores de los políticos republicanos. Para aquellos economistas, España fue "diferente" en la década de 1930. Los estudios actuales de historia económica muestran lo contrario.

- El atraso, escudo frente al contagio internacional. La crisis coyuntural fue breve y liviana, como señaló José María Zumalacárregui (1934). Esta moderación de la Gran Depresión en España tiene su explicación en que se trataba de un país atrasado, cuya agricultura ocupaba más del 40% de la población activa. Según Antonio Flores de Lemus (1929), la tendencia y los ciclos anuales del PIB venían marcados por la producción agraria. Ambas variables alcanzaron el máximo en 1929. La mala cosecha de 1930 arrastró al PIB. La crisis industrial y de la construcción empezó al año siguiente. El sector servicios no sufrió la recesión, pero su crecimiento se ralentizó. El PIB solamente disminuyó un 6,4% durante 1930 y 1931, según las estimaciones de Leandro Prados (2010). Sectorialmente, la agricultura y los servicios atemperaron las crisis sufridas por algunas industrias y la construcción. La recesión no afectó a las industrias de consumo (textil), cuya producción aumentó gracias al crecimiento de los salarios reales.

La salida de la crisis española fue rápida porque la excelente cosecha de 1932 elevó el PIB. Tras una recaída en 1933, su recuperación se consolidó en 1934 por otra gran producción agraria. Al año siguiente volvió a alcanzarse el nivel del PIB previo a la crisis gracias al buen comportamiento de la agricultura y a la mejoría de la industria y la construcción. Técnicamente, la crisis coyuntural había acabado en 1935.

En el sector financiero, las cotizaciones de la Bolsa de Madrid cayeron en 1929 y se desplomaron en 1931 y 1932, por influjo de la crisis industrial y de la proclamación de la República. No obstante, la Bolsa madrileña se había recuperado ya en 1935. En Europa y Estados Unidos, los pánicos bancarios de 1931 convirtieron una simple recesión en la Gran Depresión. Pues bien, el atraso bancario evitó este desastre en España, donde solo quebró un banco (el de Barcelona). La escasa internacionalización de sus operaciones y el reducido peso de sus inversiones industriales explican la resistencia de los bancos españoles al contagio de la crisis financiera internacional, según Pablo Martín Aceña (2004).

- La insuficiente protección del comercio exterior. Olegario Fernández Baños (1934) señaló que la crisis española se desarrolló al margen e independientemente de la mundial, debido a su aislamiento, creado por los altos aranceles y el aumento del tipo de cambio de la peseta. Las cifras históricas muestran lo contrario: la crisis internacional afectó seriamente a los sectores exportadores e importadores, redujo la inversión extranjera y provocó el retorno de los emigrantes. La explicación radica en que la protección exterior (aranceles y depreciación de la divisa) existente en 1929 fue insuficiente para evitar el contagio de la crisis internacional.

Es más, la protección relativa empeoró en los años 1930, pues España no practicó las políticas de empobrecer al vecino. Estas funcionaron para Reino Unido porque otros países no las adoptaron. España se protegió menos y tardíamente, como muestra la evolución de la protección aparente (recaudación en aduanas / importaciones). La República no aumentó la protección arancelaria hasta 1933. Ni siquiera entonces recurrió con convicción a los contingentes a la importación. En 1929, el grado de apertura (porcentaje del comercio exterior en el PIB) era inferior en España que la media europea, según Antonio Tena (2005). Pero la caída de la apertura exterior fue menor en España. A pesar de lo cual, esta disminuyó a la mitad entre 1930 y 1935. Esto revela que las repercusiones de la crisis internacional sobre el comercio exterior fueron apreciables.

La crisis internacional también empeoró el saldo de la balanza comercial: tras 1931, el déficit creció hasta el 23,8% en 1935. Las importaciones cayeron menos que las exportaciones, porque España sufrió las consecuencias de las políticas de empobrecer al vecino practicadas por otros países. Además, aquel déficit comercial no pudo compensarse con los ingresos en divisas por fletes, remesas de emigrantes e importaciones de capital, que prácticamente desaparecieron debido a la crisis internacional.

España tampoco se protegió con devaluaciones competitivas. Aunque nunca entró en el patrón oro, lo intentó en dos ocasiones y sus Gobiernos actuaron como si pertenecieran al club. Desde 1928, la peseta se depreció por la presión de los mercados de divisas. Por el contrario, los Gobiernos trataron de mantener la paridad de la peseta a través del control de cambios. Sin esta intervención en el mercado de divisas, la peseta se habría depreciado más, lo que hubiese resultado más protector para la economía española.

Hasta 1931, esta política de mantener la cotización de la divisa fue la ortodoxa internacionalmente y agravó la crisis internacional. Todo cambió aquel año, cuando Reino Unido y los países del bloque de la libra abandonaron el patrón oro, lo que facilitó su recuperación económica. Otros países, como Francia, permanecieron en el patrón oro, agravando su depresión. Pues bien, los Gobiernos españoles engancharon la peseta al franco francés, actuando como si pertenecieran al patrón oro. La República descartó las devaluaciones competitivas practicadas por los países que abandonaron el patrón oro. En suma, la fortaleza de la peseta entre 1931 y 1935 perjudicó a las exportaciones españolas y favoreció las importaciones, agravando las repercusiones de la crisis internacional.

- Los factores políticos coadyuvaron a la crisis. Para Luis Olariaga (1933), la recesión en España tuvo su origen en el descenso de la inversión privada, originado por el empeoramiento de las expectativas empresariales, tras el establecimiento de la República, por los conflictos sociales, las políticas socializantes, el acoso a la propiedad por los Gobiernos, la desconfianza en el régimen y la paralización de las obras públicas. El hundimiento de la inversión privada fue clave en la depresión coyuntural de la economía española, pero la explicación de Olariaga requiere algunas matizaciones.

Primera, el ciclo inversor se había desacelerado ya en 1928. La inestabilidad social, la incertidumbre política y el empeoramiento de las expectativas empresariales habían comenzado con la crisis de la dictadura de Primo de Rivera. Las huelgas generalizadas se iniciaron en 1930, en cuanto desapareció la represión de la dictadura. Luego, las expectativas empresariales se agravaron por la crisis internacional y la transición hacia el régimen republicano. Además, esta inestabilidad social acompañó a la depresión económica en toda Europa.

Segunda, las cifras macroeconómicas muestran que la Segunda República no causó la crisis económica, que ya venía de antes. Al contrario, la recesión económica y el colapso de la monarquía, que había apoyado la dictadura, trajeron la República.

Tercera, las políticas reformadoras del primer bienio republicano no fueron socializantes, sino socialdemócratas. Aplicaron en España reformas estructurales y sociales que ya se habían implantado en Europa desde 1883 para corregir la desigual distribución de la renta. La legislación laboral de Largo Caballero contribuyó al crecimiento de los salarios reales entre 1931 y 1933, tras haberse estancado durante la dictadura de Primo de Rivera. Pero, como en Europa, el crecimiento de los salarios reales también se debió a la deflación. En el segundo bienio, los salarios reales permanecieron estables. Por otro lado, los costes salariales no aumentaron por la legislación sobre seguros sociales, porque los empresarios apenas la aplicaron. En cualquier caso, los Gobiernos republicanos fueron escrupulosos en la aplicación de la ley, como sucedió con la reforma agraria, según Ricardo Robledo (2008). Eso sí, estas reformas provocaron una reacción antirrepublicana en los empresarios más conservadores (los agrarios), cuyas acciones agudizaron los conflictos sociales y la inestabilidad política.

Cuarta, la Segunda República no paralizó las obras públicas, sino que las reactivó para compensar la caída de la inversión privada. En España, la inversión agregada alcanzó un máximo en 1929. Tras disminuir ligeramente en 1930, se desplomó en 1931 y 1932, para recuperarse desde 1933. Por el contrario, la inversión pública solo cayó en 1930, para aumentar desde 1931. Las obras públicas, paralizadas en 1930, fueron reemprendidas en 1931 y se intensificaron en 1932. La obra pública de Indalecio Prieto y los pedidos de material de transporte contribuyeron a paliar los efectos de la crisis.

- Una política fiscal moderadamente expansiva. La política fiscal republicana no causó la recesión, sino que alivió sus secuelas. A pesar de sus declaraciones de ortodoxia presupuestaria, los ministros de Hacienda de la República realizaron una política fiscal anticíclica. La política expansiva de la dictadura fue clausurada por su ministro de Hacienda José Calvo Sotelo en 1929, cerrando el presupuesto extraordinario de 1926. Esta política restrictiva fue asumida por el ministro de Hacienda de la dictablanda, Manuel Argüelles, en 1930. Pero fue revertida por la Segunda República, cuyos ministros aplicaron una política presupuestaria expansiva.

Entre 1931 y 1934, los ministros de Hacienda incrementaron el gasto público en un 25% para combatir el desempleo e invertir en infraestructuras y educación. La presión fiscal también aumentó gracias a la reforma tributaria de Jaume Carner de 1932. Esto revela que aquellos ministros no eran keynesianos, como tampoco lo eran en el resto de Europa. Como los gastos crecieron más, del equilibrio en 1930 se llegó a un déficit presupuestario del 1,6% del PIB en 1934. Era un porcentaje respetable para los cánones de la época, lo que permite hablar de un cierto estímulo fiscal. No obstante, una parte del déficit era coyuntural, porque la recesión lastró el crecimiento de los ingresos. Solo en 1935 hubo una intención clara de reducir el déficit presupuestario por parte del ministro Joaquín Chapaprieta.

En cualquier caso, la política fiscal apenas tuvo repercusiones sobre la producción y el empleo, porque el gasto público nunca superó el 13,5% del PIB. Como en otras democracias europeas, los moderados planes de obras públicas no pusieron en peligro las finanzas del Estado. Por ello, en España no hubo una crisis de la deuda pública, cuyas cargas financieras fueron sostenibles durante la República.

- La tardía política monetaria expansiva. Antes de 1931, la política monetaria ortodoxa fue restrictiva, para mantener la paridad con el oro. Esto difundió la crisis internacionalmente. Tras las crisis bancarias europeas de 1931, la política monetaria de los países que abandonaron el patrón oro fue expansiva, con devaluaciones y reducciones del tipo de interés, lo que favoreció su recuperación. Otros países, como Francia y España, mantuvieron más tiempo las políticas monetarias deflacionistas, agravando su depresión.

En 1931, la oferta monetaria cayó en España porque aumentó la demanda de efectivo por el público, reduciendo sus depósitos bancarios, ante la incertidumbre generada por la crisis económica y la proclamación de la Segunda República, según Pablo Martín Aceña. Desde 1932, por el contrario, la oferta monetaria creció porque los bancos recurrieron a la pignoración de deuda pública en el Banco de España y porque descendió el coeficiente de efectivo mantenido por el público. Es decir, porque aumentó el dinero intensivo en contratos (depósitos bancarios), que es un indicador de la confianza de la población en la estabilidad del sistema financiero y del régimen político.

El Banco de España solo controlaba el tipo de interés. La utilización de este instrumento fue tardía e insuficiente. Los tipos de descuento comercial se redujeron en medio punto porcentual en 1932, 1934 y 1935. Los tipos aplicados a la pignoración de la deuda se redujeron en medio punto en 1934 y 1935. Esta política monetaria expansiva del segundo bienio republicano contribuyó a la recuperación económica.

- En los años treinta, España no fue diferente; en los cuarenta, sí. La recesión económica de la Segunda República fue menos profunda, pero fue similar a la sufrida por las democracias europeas. Desde el punto de vista coyuntural, no puede hablarse de Gran Depresión en la España de la década de 1930. Los problemas más graves de la economía española eran estructurales y seguían vigentes en 1936, de ahí la insistencia en las políticas de reformas. Los Gobiernos republicanos recurrieron a los instrumentos de política económica coyuntural convencionales de su tiempo, aunque aplicaron con retraso y escasa convicción las políticas de empobrecer al vecino, lo que agravó las repercusiones de la crisis internacional. En España, como en el resto de Europa, no se aplicaron políticas keynesianas. La política económica republicana no causó la depresión económica ni esta desencadenó la Guerra Civil, que es el corolario que sacan algunos historiadores económicos. El origen de la Guerra Civil no fue económico, sino que estuvo, según Santos Juliá (2008), en un doble fracaso militar: el golpe de Estado de los generales rebeldes no triunfó, en julio de 1936, y el Gobierno no logró aplastar la insurrección. La inclinación del ejército español a los pronunciamientos no era una novedad. Lo que había cambiado era el contexto internacional. En efecto, la ayuda financiera y militar de las potencias fascistas al general Franco y el abandono de las democracias al Gobierno de la República permitieron el triunfo de los generales sublevados, pero después de una costosa y sangrienta Guerra Civil.La supervivencia de la dictadura de Franco tras 1945 convirtió a la España de la posguerra en un régimen, político y económico, diferente del vigente en las democracias europeas. La dictadura franquista siguió aplicando las políticas económicas de guerra que habían implementado las potencias fascistas derrotadas. En aquella política autárquica está el origen de la profunda crisis económica de la posguerra. Esta fue la auténtica Gran Depresión española del siglo XX.

Francisco Comín Comín es catedrático de la Universidad de Alcalá y premio Nacional de Historia 1990.

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #47 en: Febrero 05, 2012, 12:18:36 pm »
http://economia.elpais.com/economia/2012/02/03/actualidad/1328294324_702765.html

Citar
Los años del hambre
La autarquía, fruto del nacionalismo exagerado, tuvo efectos devastadores.
Hasta 1952 España no empezó a recuperar los niveles de vida que tuvo en 1935

Con el mercado negro nació una nueva clase: los estraperlistas
CARLOS BARCIELA 4 FEB 2012 - 23:24 CET
Archivado en: Crisis económica Guerra civil Recesión económica Coyuntura económica Guerra España Historia Conflictos Economía


Los resultados de las investigaciones en la historia económica del franquismo son unánimes y coinciden en señalar la profundidad y duración de la depresión que sufrió la economía española durante los años cuarenta. Basta echar un vistazo a la evolución de las macromagnitudes más significativas -producción agraria e industrial, comercio exterior, inversión, PIB o PIB per cápita- para hacerse una idea de la magnitud del desastre.

Para la mayor parte de los españoles fueron, sencillamente, los años del hambre, del estraperlo, de la escasez de los productos más necesarios, del racionamiento, de las enfermedades, de la falta de agua, de los cortes en el suministro de energía, del hundimiento de los salarios, del empeoramiento de las condiciones laborales, del frío y los sabañones.

La otra cara de la moneda fue la restauración de la propiedad privada, la recuperación de los beneficios de las empresas y de la banca, el desvergonzado enriquecimiento de los grandes estraperlistas protegidos del Régimen y el restablecimiento de los privilegios de la Iglesia y el Ejército.

Además de su intensidad, el otro rasgo característico de la depresión de los cuarenta fue su larga duración: hasta 1951 y 1952 no se recuperaron los índices del PIB y PIB per cápita, respectivamente, de 1935. No obstante, debe señalarse que la recuperación de los niveles de bienestar fue más tardía, como consecuencia de la apuesta del Régimen por la industria pesada, a costa del abandono de la agricultura y las industrias de consumo. Así, el nivel de consumo alimenticio de preguerra, en términos de calorías totales, solo se alcanzó a mediados de los años cincuenta y el consumo de algunos productos alimenticios de calidad se retrasó hasta entrados ya los sesenta. Comparativamente, la depresión posbélica española fue mucho más intensa y larga que la de los países europeos afectados por la Segunda Guerra Mundial.

Franco creía que el modelo liberal era responsable de los males de España
Para el Régimen, la grave y prolongada depresión fue debida a los daños causados por la Guerra Civil, al aislamiento internacional y a las adversas condiciones climáticas.

Las destrucciones de la guerra deben ser, sin embargo, matizadas: fueron limitadas sectorial y territorialmente. Tan solo fueron verdaderamente importantes en los transportes y las infraestructuras. A ello hay que añadir la pérdida de las reservas internacionales, el endeudamiento, la desarticulación económica y los problemas monetarios. Los daños fueron pequeños en la agricultura, aunque algo mayores en la ganadería, muy escasos en la industria y la minería, limitados y muy localizados en la vivienda. En todo caso, fueron muy inferiores a los que sufrieron los países afectados por la Segunda Guerra Mundial.

Las pérdidas más graves, curiosamente olvidadas por el Régimen, fueron las de vidas humanas. Los cientos de miles de muertos en los frentes de batalla y en las retaguardias; las miles de víctimas de la represión tras el final de la guerra; los fallecidos por hambre, privaciones y enfermedades. Pero no solo fueron los muertos. Cientos de miles de españoles fueron víctimas de variados tipos de represalias y depuraciones, y la población penitenciaria alcanzó cifras extraordinarias. Finalmente, hay que tener en cuenta el capítulo de los exiliados, particularmente importante desde el punto de vista del capital humano. Resulta muy llamativo que incluso un personaje como Himmler aconsejara a Franco, durante su visita a Madrid, una política de menor rigor represivo y más favorable a la integración de la clase obrera en las estructuras del “Nuevo Estado”. La depuración ideológica y el retorno del fundamentalismo religioso fueron una pesada losa que impidió el desarrollo de la libertad y la iniciativa. La sociedad española fue una sociedad, además de empobrecida, temerosa. Para colmo de males, el lugar que dejaron vacío los científicos, intelectuales y maestros republicanos fue ocupado por elementos del Régimen que, generalmente, carecían de las cualidades y la preparación técnica necesaria.

El aislamiento internacional de España también debe matizarse. En primer lugar, hay que decir que fue más espectacular, por la retirada de embajadores y la condena de la ONU, que efectivo en términos económicos. Franco había contado con las simpatías de Churchill, de las grandes empresas americanas y de las finanzas internacionales; el comercio con Reino Unido y otros países europeos nunca se interrumpió, y la ayuda a Argentina fue fundamental para la supervivencia del Régimen.

El propio Estado asumió la tarea de industrializar el país
Lo cierto es que, por encima de cualquier circunstancia, la duración y profundidad de la crisis no puede ser entendida sin situar en un primer plano la esencia política del Régimen, sus fundamentos y objetivos y la propia política económica desarrollada. Un Régimen nacido del apoyo directo de las potencias totalitarias y que se alineó de manera entusiasta con ellas hasta casi el final de la guerra. La situación de España en 1945 fue el resultado de una opción voluntaria de Franco que resultó equivocada.

El denominado bando nacional estaba conformado por una abigarrada mezcla de fuerzas conservadoras (burguesía y grandes propietarios agrarios), reaccionarias, como los tradicionalistas, el Ejército y la Iglesia e, incluso, algunas autoproclamadas revolucionarias, como Falange y las JONS. Estaban unidas por su oposición al progresismo de la República y por una serie de principios: nacionalismo, autoritarismo, corporativismo, ansias imperiales y rechazo del liberalismo, del socialismo y de las influencias culturales exteriores. Eran viejas ideas. Lo original en el Movimiento Nacional fue el carácter extremado de estos planteamientos.

Algunos dirigentes, entre los que podemos señalar al propio Franco y a su gran amigo el ingeniero naval militar Juan Antonio Suanzes, tenían ideas propias sobre economía y sobre la historia económica de España. Franco llegó a afirmar que las concepciones económicas del Nuevo Estado provocarían cambios en las teorías económicas vigentes. Sobre la situación del país, consideraban que el modelo liberal había sido el responsable del fracaso de España durante el siglo XIX, por lo que correspondía al Estado la tarea de industrializar el país. Un Estado fuerte, totalitario, capaz de imponer sus designios. Y no hablamos de personajes secundarios. Recordemos que Suanzes desempeñó la presidencia del INI desde su creación hasta 1963 y que ocupó la cartera de Industria y Comercio y la presidencia del Instituto Español de Moneda Extranjera entre 1945 y 1951.

El nacionalismo y el rechazo a lo extranjero culminaron en el ideal de la autarquía. Con el tiempo, y a la vista del fracaso, los dirigentes del Régimen intentaron cambiar la historia, afirmando que la autarquía había sido impuesta desde el exterior. Lo cierto es que las bibliotecas están llenas de libros y revistas donde se pueden encontrar centenares de textos de los más destacados dirigentes y economistas franquistas defendiendo el proyecto autárquico. El propio general no dejó dudas al respecto: “España es un país privilegiado que puede bastarse a sí mismo. Tenemos todo lo que hace falta para vivir y nuestra producción es lo suficientemente abundante para asegurar nuestra propia subsistencia. No tenemos necesidad de importar nada”.

La fijación de precios por parte del Gobierno causó grandes daños
 
 
Desgraciadamente para el país, el objetivo autárquico era una quimera y partía de la ignorancia de la teoría económica vigente. Para España, un país pequeño y atrasado, con un mercado interior pobre, con insuficiente ahorro, subdesarrollado científica y tecnológicamente, con un alto nivel de analfabetismo, con grave escasez de materias primas y bienes intermedios, mal dotado de productos energéticos y carente absolutamente de petróleo, era un suicidio.

El logro de la autarquía exigía el control estricto del comercio exterior. Los aranceles quedaron arrumbados ante instrumentos más poderosos de intervención como el comercio de Estado, las licencias y contingentes, los acuerdos bilaterales y, sobre todo, el control de cambios y el monopolio del comercio de divisas. En definitiva, las decisiones sobre lo que se podía o no importar se sustraían del ámbito empresarial y quedaban en manos de las autoridades. Para colmo de males, Franco, como otros dictadores, consideraba el tipo de cambio como un símbolo del prestigio internacional del país. El tipo de cambio de la peseta estuvo permanentemente sobrevalorado, agudizando los problemas de la balanza de pagos.

España se había beneficiado de manera extraordinaria de su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial. Los países que permanecieron neutrales durante la Segunda Guerra lograron, igualmente, importantes beneficios. De manera inversa, la autarquía y la posición favorable al Eje perjudicaron gravemente al país.

La confianza del Régimen en que la autoridad, ejercida sin vacilaciones y acompañada de sanciones (incluida la pena de muerte), podía conseguir un orden económico más eficiente que el del mercado se consagró, incluso, como ley fundamental del Nuevo Estado. El Fuero del Trabajo proclamaba, en uno de sus puntos, de manera rotunda y castrense: “Se disciplinarán los precios”. La idea de que los precios podían “disciplinarse”, que podían someterse a las órdenes de la autoridad, muestra ignorancia y desprecio de los más elementales mecanismos económicos. Para desgracia de la mayor parte de los españoles, los precios, indisciplinados y maliciosos, se burlaron de las normas que pretendían sujetarlos bajo montañas de papel del BOE y se escaparon de las férreas, pero incompetentes, manos de los interventores, elevándose de forma incontenible.

La fijación de precios, el establecimiento de cupos y el racionamiento, así como la larga vigencia de estos mecanismos —que pueden tener un cierto éxito temporal en momentos de excepcionalidad—, tuvo efectos devastadores, aunque perfectamente esperables conforme a la teoría económica (previa a la revolución nacional-sindicalista, claro). Fijar precios oficiales por debajo de los que se alcanzarían en el mercado tiende a reducir la oferta, provoca un mayor deseo de consumo y genera un mercado negro. Los productores tenderán a producir bienes alternativos no sometidos a intervención y, por lo tanto, de precios libres, e intentarán reducir los costes, utilizando menos y peores insumos. En último extremo, preferirán dedicar sus productos a usos alternativos antes de entregarlos a los organismos de intervención a los bajos precios oficiales. En cualquiera de los casos, el resultado será el mismo: reducción de la oferta y precios más altos en el mercado negro. Estos efectos depresivos fueron particularmente graves en sectores como el energético y el de la construcción y rehabilitación de viviendas, consecuencia de la fijación de bajas tarifas y la congelación de los alquileres.

El establecimiento de racionamientos y cupos tuvo efectos similares. Resultaba imposible hacer coincidir los deseos de consumidores y productores con las cantidades asignadas y los precios que estaban dispuestos a pagar. Era frecuente el caso de un industrial cuyo cupo de una materia prima fuera insuficiente y estuviera dispuesto a adquirir cantidades adicionales a precios más altos. O el de un consumidor que tuviera derecho al racionamiento de un producto que para él carecía de valor, pero cuya cotización en el mercado fuera muy elevada. En todos estos casos de desajuste entre la demanda y los cupos o racionamientos asignados, el equilibrio solo podía conseguirse acudiendo a transacciones ilegales. Paradójicamente, el mercado negro sirvió para resolver, aunque fuera con extraordinarios costes, algunas de estas ineficiencias.

Evidentemente, había otra solución más barata y segura de conseguir cupos más elevados: acudir directamente a los organismos interventores. Si se contaba con las influencias políticas adecuadas, se podían conseguir pingües beneficios. La corrupción se convirtió así en otro de los rasgos característicos de la posguerra.

Socialmente, el mercado negro tuvo dos caras. Por un lado, la de los estraperlistas, una clase de nuevos ricos con hábitos de consumo y ostentación de riqueza que se hicieron célebres. Por otra parte, las clases populares de las grandes ciudades industriales, de mayoritaria filiación republicana.

Desde un punto de vista económico, el Nuevo Estado mostró una debilidad extrema. El raquitismo del presupuesto, consecuencia de un sistema fiscal insuficiente, anticuado, inflexible, ineficaz, injusto y minado por el fraude, dificultó la reconstrucción del país. Las elevadas exigencias de los gastos militares y de los cuerpos de seguridad y las necesidades del servicio de la deuda dejaban exhausto el presupuesto. Los gastos que podían mejorar las infraestructuras, el nivel educativo y la salud de los ciudadanos quedaron bajo mínimos. Acabar con aquella situación exigía una reforma fiscal que, necesariamente, tendría que haber afectado a los poderosos, y eso era, dada la esencia del Régimen, imposible.

Sin recursos y sin capacidad de aumentar los ingresos, el déficit de la hacienda resultaba inevitable. Los gobernantes optaron por una solución fácil a corto plazo, pero con efectos letales a medio y largo plazo. Se procedió a la emisión de deuda que, adquirida por los bancos, era monetizada mediante su pignoración en el Banco de España.

La monetización del déficit fue una fuente permanente de inflación y un saneado negocio para la banca que consolidó su poder sobre la economía española. Además, aumentó la injusticia fiscal ya que la inflación golpeó más duramente a las capas más desfavorecidas de la sociedad.

La inversión privada se mostró sumamente débil como consecuencia de las grandes incertidumbres generadas por la intervención y el futuro del Régimen. Por su parte, muchos de los recursos (tan escasos y valiosos) canalizados en inversiones públicas terminaron en grandiosos fracasos. Así sucedió con ENCASO, el buque insignia del INI, incapaz de suministrar los productos nacionales sustitutivos del petróleo.

En 1951 se produjo un cambio de Gobierno que incluía algunos ministros —Cavestany, Arburúa y Gómez de Llano— más o menos críticos con la política autárquica y partidarios de introducir reformas de signo liberalizador. Este cambio se había venido gestando desde hacía bastante tiempo. Los españoles, víctimas de tantas penalidades, empezaron a manifestar abiertamente su malestar, desencadenándose las primeras huelgas y protestas. También comenzaron a expresarse opiniones, dentro del propio Régimen, favorables a un cambio de rumbo.

Pero los cambios vinieron impulsados, fundamentalmente, desde el exterior, desde Estados Unidos, la gran potencia dominante en el mundo occidental. El estallido de la guerra fría, la caída de China en manos del Partido Comunista, la fabricación de la bomba atómica por la URSS y la guerra de Corea impulsaron el proceso de acercamiento hacia España. La ayuda americana, vital para el Régimen, tuvo, sin embargo, limitaciones cuantitativas y cualitativas; fue condicionada; exigió importantes contrapartidas y se mantuvo en un ámbito estrictamente bilateral.

Nuestro país estaba fuera de los organismos creados en Bretton Woods y del GATT; excluido del Plan Marshall y de la OECE; al margen de la UEP, de la CECA, del Acuerdo Monetario Europeo y del Tratado de Roma. La dictadura y la persistencia de planteamientos autárquicos e intervencionistas impidieron que España se beneficiase plenamente de la época dorada del capitalismo. A finales de los años cincuenta, la virtual quiebra exterior obligó a adoptar un programa de excepción, de nuevo gestado en el exterior: el Plan de Estabilización de 1959.

Tras el éxito del Plan, los años sesenta fueron, finalmente, los del desarrollo. Las causas no hay que buscarlas en la política económica interna, sino en el efecto de arrastre de una economía mundial en la mejor década de la historia. Sin embargo, el modelo de industrialización ocultaba problemas y carencias que se manifestarían al acabar la etapa de prosperidad: la economía seguía intervenida y fuertemente protegida, la hacienda mantenía todos sus defectos, el sistema financiero continuaba gozando de su posición oligopolista, persistía el atraso tecnológico, científico y educativo y se había levantado un sector industrial basado en tecnologías maduras y de elevados consumos energéticos.

Carlos Barciela López es catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Alicante.

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #48 en: Febrero 06, 2012, 23:14:39 pm »
Hace tiempo que vengo pensando que los prolemas seculares de España se basan en que las capas altas han adopatado la captura de retas como modo de vida.  Mauricio Drelichman, historiador económico argentino que acabo de descubrir tiene esto que decir (lo siento, está en inglés):

Citar
Excessive fiscal expansion and military commitments, adverse population shocks, and confident reliance on
the mineral resources of the American colonies were always singled out as the driving factors
behind the protracted fiscal and military debacle in which Spain found itself immersed in the
seventeenth century. Much less clear, however, is why, after experiencing such a marked decline,
Spain never caught up with the rest of the Western Europe, consistently ranking among the worst
European economic performers, showing only the faintest signs of industrialization until the late
nineteenth century and not closing the per-capita income gap with the industrial countries until
the second half of the twentieth. I will argue that during the declining phase of the empire, the
institutional fabric of Spain was deeply altered by the Crown’s frantic search for additional
revenue, as the state’s willingness to bend and break property rights encouraged the most skilled
human capital to engage in rent-seeking activities rather than in productive undertakings.
 
Although the Crown finally gave up on its military commitments and its fiscal situation
improved, revoking the privileges and rents granted during the sixteenth and seventeenth
centuries proved to be a much more difficult task. Even the life work of enlightened statesmen
like Campomanes, who in the second half of the eighteenth century introduced sweeping
agrarian reforms and relentlessly fought privileges and medieval remnants, were easily swept
aside after his death by the reactionary king Ferdinand VII. As hard as she tried, Spain could not
escape the iron grip of a rent-seeking structure.


Citar
Often hailed as an uprising by oppressed masses against royal power, the comuneros revolt was
actually engineered by the urban lower nobility and well-to-do bourgeoisie, who saw their social
and economic standing threatened by an advancing system of privileges that concentrated rents
and power in the hands of the upper nobility, the clergy and the king’s entourage. The failure of
the rebellion consolidated the concentration of power in the hands of the king, and ratified the
role of the Cortes as little more than a rubberstamp for the demands of the sovereign.


Citar
The political system, while drifting away from the kind of institutional structure most
conducive to economic growth, did not inevitably condemn the country to economic
backwardness, as it did not condemn every other country with similar features. What set Spain
apart was that her rulers had access to a level of credit other sovereigns could only dream of.
Behind that credit stood the richest silver mines in the world.


Dejo el artículo entero aquí, creo que es muy interesante.  Además este autor tiene muchos artículos sobre el Siglo de Oro, lo pernicioso del influjo de metales preciosos, etc...

http://ideas.repec.org/p/wpa/wuwpeh/0404002.html

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #49 en: Febrero 20, 2012, 10:09:59 am »
http://economia.elpais.com/economia/2012/02/17/actualidad/1329491637_532783.html

Citar
Las grandes crisis de la economía española / 7. La Tercera Gran Depresión
España en el país de las maravillas
España no se encuentra ante una simple recesión, ni ante una crisis más o menos grave
El mal llamado ciclo alcista de 1996 a 2008 no fue más que un espejismo y desembocó en un desastre del que costará mucho tiempo recuperarse
JORDI MALUQUER DE MOTES


La historia demuestra que el crecimiento económico moderno ha sufrido frecuentes interrupciones, crisis que se expresan en una fuerte caída del ritmo de aumento del PIB. En dos etapas históricas, en 1881-1896 y 1929-1939, la prolongada postración de la actividad productiva dio forma a sendas Grandes Depresiones. A estas alturas, comenzado el año 2012, resulta obvio que no nos encontramos ante una simple recesión —caída del PIB en dos trimestres consecutivos— ni ante una crisis de mayor o menor gravedad, sino ante una auténtica tercera Gran Depresión.
El estallido de la actual Gran Depresión se produjo en agosto de 2007 con la crisis de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Pese a que nos hallamos muy lejos de ponerle fin, la crisis se ha revelado ya mucho más rápida, diversa, compleja y cambiante que ninguna de sus antecesoras; algo así como la madre de todas las crisis. Las crisis económicas nunca han afectado al mundo entero por igual. Se han cebado en aquellos países que padecían de mayor fragilidad y que estaban menos preparados para afrontarlas. Tampoco ahora se trata, como se dice machaconamente, de “una crisis económica mundial”. Lo es por la gravedad de las consecuencias de lo que sucede en Europa sobre el resto del mundo. Pero el PIB de Asia crecerá en 2012 un 7,2%. Brasil y otros países latinoamericanos también obtendrán buenos resultados. Es fundamentalmente la crisis de Latinoeuropa y, sobre todo, de Italia y España. Berlusconi y Zapatero. De Islandia, Grecia, Portugal e Irlanda también, pero son economías pequeñas cuya caída no pondrá al mundo patas arriba.

EEspaña no iba nada bien. Nunca se habían cantado las maravillas del crecimiento económico español como se ha hecho en los últimos 15 años. Con referencia a 1996-2007, se ha escrito que la crisis cierra un “ciclo de doce años de vacas gordas” o una etapa de “13 años de crecimiento ininterrumpido y robusto (3,5% de media en este periodo)”. Se ha calificado de “portentoso ciclo alcista”, “década prodigiosa” o de “larguísima década prodigiosa que va de 1996 a 2008”. Se apunta que “la economía pudo crecer desaforadamente” y que “España protagonizó una impresionante historia de éxito”. Y unas cuantas lindezas más. Todo falso. Ha sido un crecimiento económico ficticio. ¿En qué estarían pensando los analistas que contaban aquellas inverosímiles maravillas? ¡Perdónales, Señor, no sabían lo que escribían! ¿O sí lo sabían?
Zapatero se lució con una pésima gestión de la crisis desde el principio
Como conocen todos los estudiantes de primer año de Economía, el crecimiento no se mide por el aumento del PIB, sino del PIB por habitante. En estos años, España ha aumentado su población gracias a una inmigración de dimensiones desconocidas en la historia, muy por encima de los demás países del mundo occidental. Así que, ponderado por el aumento de sus habitantes, el crecimiento del PIB supera por muy poco al crecimiento de la UE de 15 miembros en la primera parte del periodo, para quedar por debajo ya en 2004 y de forma permanente a partir de 2006, según datos de Eurostat.

En comparación con el conjunto del mundo, el resultado es mucho peor: la economía española ha crecido por debajo de la tasa de crecimiento del PIB mundial. El único periodo en que España lideró el crecimiento, solo por detrás de Japón, fue en 1961-1973: nada menos que el 8% de aumento anual del PIB. El tamaño de la economía se multiplicó por un factor 2,7 en solo 13 años. Algo que hoy no podemos siquiera soñar.

Hay que añadir, todavía, que el exceso de crecimiento relativo del PIB español sobre el de la UE, con referencia al tamaño demográfico, es muy inferior a la gigantesca ayuda económica recibida. Se ha crecido algo más que la media gracias a los donativos gentilmente concedidos por alemanes y otros europeos del Norte, cerca de un 1% anual del PIB entre 1996 y 2006. Más, mucho más, que el Plan Marshall que permitió reconstruir Europa después de la II Guerra Mundial. Dos grandes conocedores del tema, José Luis González Vallvé y Miguel Ángel Benedicto Solsona, han calificado estos hechos como “la mayor operación de solidaridad de la historia”. Pero el maná no podía durar eternamente. ¿Quién creyó que nos iban a mantener de por vida? ¿No están ahora ellos, los europeos del Norte, en su derecho de pasar cuentas?

No es muy probable que los españoles vuelvan a dejarse embaucar
 El capitalismo del despilfarro. La pregunta más grave es otra: ¿qué se hizo de aquella inmensa ayuda recibida, producida por el trabajo de nuestros socios de los países donantes? ¿Ha servido para elevar la productividad relativa y hacer más competitiva la economía? La respuesta es clara: se han construido numerosas líneas del TGV —nuestro entrañable AVE— ruinosas, autopistas y autovías que no llevan a ninguna parte, aeropuertos, universidades, centros tecnológicos, auditorios, polideportivos, sedes de partidos y sindicatos, ciudades de la ciencia y todo lo que usted quiera. Particularmente inquietante aparece el diagnóstico de Germà Bel, cuando anuncia que el lastre para el crecimiento de una infraestructura inútil seguirá en el futuro porque es, en sí mismo, “el problema de España”, su razón de ser.

El país entero se sintió invitado a la fiesta. Pisos en propiedad como derecho constitucional para todos, segundas y terceras residencias, embarcaciones deportivas, vacaciones en las antípodas, bodas y festejos varios por todo lo alto. En fin, ¡a vivir que son cuatro días! Antiguamente, la prosperidad del personal procedía de tener “un tío en América”. De golpe, la cosa era más cercana: “¡Ya somos europeos!”. Como alguien acabaría pagando la factura, ¡tonto el último! El fin de la presunta década dorada es “el estallido de una burbuja inmobiliaria de proporciones monstruosas”, como señaló The Economist, que estamos muy lejos de digerir.

Uno de los grandes problemas ha sido el sometimiento de las voces disidentes
El crecimiento económico depende del aumento de la productividad. La productividad española ha ido de capa caída. El gráfico 2 muestra su evolución en 1996-2010, expresada en porcentaje de la que ha tenido la UE de 27 miembros. El balance es desolador. Pese a los ingentes fondos europeos, la productividad relativa se deterioró hasta 2005. Solo el comienzo de la crisis y la pavorosa destrucción de empleo han permitido recuperar el nivel relativo de 1996, aunque sin consolidar esa recuperación. ¡Gracias a que no trabaja casi nadie! Al paso que vamos, llegaremos a tener el récord mundial de productividad… No se haga el lector muchas ilusiones, la productividad por persona ocupada, en términos reales, no ha mejorado apenas desde 2006. Solo que se ha empezado a deteriorar también en los restantes países de la UE.

La orgía del gasto no ha servido de mucho. Seguimos sin ancho de vía europeo, con el consiguiente diferencial de costes para la exportación a Europa. La última ocurrencia, con la que se despidió el ministro de Fomento saliente, consistió en anunciar la construcción de cinco corredores ferroviarios de ancho europeo. Observe el lector la aguda reflexión de nuestro amable rector y guía: ¿quieren ustedes caldo? Pues, cinco tazas. Si se tarda en hacerlo 50 años, mejor. Así habrá promesas electorales disponibles para lo que nos pueda quedar de vida, si conseguimos sobrevivir. Porque, entre tanto, habrá que recortar otra vez salarios, subir impuestos, congelar pensiones y retrasar de nuevo la edad de jubilación, y solicitar de la bondad humana —señora Merkel o sucesores— que nos sigan subsidiando.

 Tarde y mal. El Gobierno de Rodríguez Zapatero se lució con una pésima gestión de la crisis desde el principio. Ni su país, ni su partido, se merecían este lamentable galimatías. Alfredo Pastor resume: “Diagnósticos engañosos, planes improvisados, órdenes seguidas de contraórdenes, compromisos rotos son los hitos que jalonan una trayectoria lamentable”. La imagen ante el mundo, patética: “Tanta incompetencia agrava nuestra situación ya delicada”, concluye. Quim Monzó escribió, unas semanas atrás, “ni el historiador más benévolo sabrá encontrar nada para poder colocarle en un discreto altar”. Así es. A él, a ellos, desde luego, la historia no les absolverá.

Uno de los problemas más graves de este periodo ha sido el sometimiento de las voces disidentes al silencio. J. Bradford DeLong, ex secretario adjunto del Tesoro de EE UU y profesor de Berkeley, escribe (La ciencia económica en crisis, EL PAÍS, 22 de mayo de 2011): “Cuando los rectores y estudiantes de las universidades exijan pertinencia y utilidad, tal vez esos colegas se pongan a enseñar cómo funciona la economía y dejen a los economistas académicos inmersos en una disciplina reducida a su mínima expresión y que se limite a enseñar la teoría de las opciones lógicas. Necesitamos más historiadores monetarios e historiadores del pensamiento económico y menos constructores de modelos”.

En una economía abierta las recetas keynesianas son inaplicables
Por cierto, las autoridades universitarias tendrían que reflexionar: ¿por qué se ha eliminado la Historia Económica de España de los planes de estudio de Administración de Empresas? ¿Cabe mayor despropósito? El nuevo Ministro de Educación, Cultura y Deporte debería exigir una urgente rectificación de las universidades públicas. Las privadas, y las escuelas de negocios de la Iglesia (IESE, ESADE, etcétera), que hagan lo que quieran. Algo se ha ganado con la crisis, tristemente. Los ciudadanos, de golpe y sin ponerse a estudiar, han aprendido Economía. No es muy probable que vuelvan a dejarse embaucar por encantadores de serpientes. La democracia española ha perdido su ingenuidad.

Entre tanto, acabamos de batir el récord histórico de déficit público en porcentaje del PIB, el récord histórico del desempleo, el récord histórico del déficit exterior. La Seguridad Social ya está en déficit. ¡Ah! Y no se olviden ustedes de que “la culpa la tenemos todos”. Como si el pobre ciudadano de a pie pudiera cambiar las leyes o decidir las inversiones (¡!) públicas. Un dato para los aficionados a las comparaciones: la tasa de paro de Alemania en diciembre de 2011 se situó en el 6,6%. Es la más baja desde la reunificación en 1990. ¿Alguien se cree lo de que es “una crisis mundial”?
El plan E, o plan Zapatero, fue un programa de inversiones del Gobierno central que comportó una inyección de más de 5.000 millones de euros, fundamentalmente en pequeñas obras públicas. Un empresario, con buen criterio, aseguró que fue “tirar el dinero a la basura”, porque no sirvió para nada. Cabe matizarle: cuando se tira el dinero a la basura siempre hay por allí algún avisado para recogerlo. Como reza el segundo principio de la termodinámica, el dinero no se destruye, solo cambia de manos.

 Cui prodest? El enorme esfuerzo inversor realizado tenía que haber acrecentado nuestra posición competitiva en el mercado mundial. Nada de eso: nuestra exportación es muy baja y depende casi únicamente de un par de comunidades autónomas. Adquirimos toda la tecnología en el extranjero, pero no tenemos nada que vender. Se ha invertido mucho en el exterior, pero se debe casi todo. ¡Suerte que nos quedan el Barça y el Madrid!
La solución: mejorar la productividad con reformas estructurales
Francisco Comín, el mejor especialista en el tema, ha escrito: “Desde que se inventó la deuda (pública y privada), los acreedores mandan. El Estado español (desde los Austrias, el mayor serial defaulter del mundo; este es un récord mundial que todavía ostentamos) es la mejor prueba histórica de que los inversores mandan. Y ahora, por el efecto contagio, por las crisis del euro y por ese historial brillante de mal pagador, los inversores exigen la reducción del déficit. No hay otra salida, si de verdad el Estado español se quiere graduar de una vez en la gestión de la deuda”.

Para entender el desaguisado, hágase el lector la misma pregunta que todos hacemos al leer una novela policíaca: Cui prodest? ¿A quién beneficia? No es verdad que se haya tirado el dinero. Algunos sabían muy bien para dónde iba. Con todo, la principal ganadora del boom de la construcción, estimulado sin escrúpulo alguno por los que mandan, ha sido la recaudación de impuestos. Ya saben, “Hacienda somos todos”. Aunque algunos más que otros.

Luego vienen los particulares. Con tanta nueva infraestructura, muchos se han llenado los bolsillos y otros muchos han encontrado puestos de trabajo, de por vida que no sirven para nada. Construyendo, financiando, administrando y, sobre todo, gobernando. Algunos deben responder ante la Justicia. Otros han gozado, legalmente, de cargos, dietas, viajes, coches oficiales, fondos de pensiones astronómicos y todo tipo de prebendas. A veces, por duplicado, por triplicado, etcétera. Los más listos tienen ya sus ahorrillos en “paradero desconocido”. Los otros, pues ya se sabe, como reza el refrán, “un tonto y su dinero se separan pronto”.

Si el nuevo Gobierno no nos saca de apuros, pues se elige otro
¿La cosa tiene remedio? Sí. Los reaccionarios —siempre los hay, aunque, a veces, muy bien disfrazados— dicen, como san Ignacio de Loyola, “en tiempos de aflicción no hacer mudanza”. Pues resulta que debe ser exactamente al revés. Hay que hacer toda clase de mudanzas. Habrá que apretarse mucho el cinturón. Y pagar las deudas. Y gastar solo en lo que tenga retornos seguros. Y acabar con las subastas a por el voto del personal. Y crear un verdadero mercado de trabajo. Y reformar a fondo el sistema financiero. Y cumplir con la palabra dada. Los gobernantes deben estar sujetos al Código Penal. Las instituciones deben ser transparentes y absolutamente fiables.

Keynes se murió hace tiempo, en 1946. En una economía absolutamente abierta, como la España de hoy, las recetas keynesianas son inaplicables. Aumentar la demanda interna, como recomiendan algunos sabios (¡de izquierdas!), solo traería un aumento extraordinario de las importaciones —sobre todo de China y de Alemania, o de...—, más déficit exterior, más déficit público y, como escribía el poeta Fernando Pessoa, una ruina peor.

La única solución es la mejora de la productividad con reformas estructurales. Hay que acabar con los abusos y las disfunciones. Poner fin al despilfarro de recursos en la Sanidad, exigir algún copago para que la gente no se piense que ir al médico es como ir al café a jugar al dominó, introducir precios reales —o, por lo menos, un poco realistas— en la enseñanza superior y becas para quienes se las ganen, penalizar el absentismo de quienes todavía tienen trabajo, poner peajes a diestro y siniestro, dar fin al gasto suntuario y electoralista en materia de inversiones. No se puede construir un puerto de mar en todas las capitales de provincia por la monserga de la equidad territorial.

Hay que arrimar el hombro y asumir las medidas de quienes tienen ahora la responsabilidad de sacarnos del pozo, aun si no nos gustan. No hay otro remedio. De no hacerlo así, al presidente Rajoy, los mercados, el Fondo Monetario Internacional y la señora Merkel, en tres o cuatro meses, le pondrán en la calle. Si este nuevo Gobierno no logra sacarnos de apuros, pues se elige otro. Felizmente, para eso sirve la democracia. La receta no es muy difícil, aunque la medicina será muy amarga. Pero lo sucedido no debe repetirse jamás.

Jordi Maluquer de Motes es catedrático de Historia Económica en la Universitat Autònoma de Barcelona.

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #50 en: Febrero 20, 2012, 22:02:39 pm »
BRAVO el artículo de Jordi Maluquer!

Era lo último que iba quedando de un pasado cuyo aniquilamiento no se consumaba, porque seguía aniquilándose indefinidamente, consumiéndose dentro de sí mismo, acabándose a cada minuto pero sin acabar de acabarse jamás.

BLICHON

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #51 en: Febrero 20, 2012, 22:48:37 pm »
BRAVO el artículo de Jordi Maluquer!

Es muy bueno .Obvio y después de tantos años todavía nos lo tienen que contar y esto genial.

Citar
Particularmente inquietante aparece el diagnóstico de Germà Bel, cuando anuncia que el lastre para el crecimiento de una infraestructura inútil seguirá en el futuro porque es, en sí mismo, “el problema de España”, su razón de ser.

Pero siempre hay dobles raseros , cosas raras , intereses, diferencias y al final  . MIERDA.


 

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #52 en: Febrero 20, 2012, 23:12:02 pm »
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Si este nuevo Gobierno no logra sacarnos de apuros, pues se elige otro. Felizmente, para eso sirve la democracia. La receta no es muy difícil, aunque la medicina será muy amarga. Pero lo sucedido no debe repetirse jamás.

Jordi Maluquer de Motes es catedrático de Historia Económica en la Universitat Autònoma de Barcelona.

Como en Grecia ¿no?, o en Rumania, ¡anda ya!.
Eso es optimismo del bueno, o ceguera. La casta nos sacará de esta, me recuerda al famoso dicho prepepito "de todo se sale...", lo que no dice el dicho es cómo...embargado, sin trabajo,...etc,etc.

Dilaten, dilaten, que es por su bien, pero a estos no me los toquen, a los médicos que recetan sanguijuelas ni tocarlos (aunque ellos jamás se han puesto una). !Vamos anda!
« última modificación: Febrero 20, 2012, 23:20:47 pm por 2 años »

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #53 en: Marzo 19, 2012, 14:11:53 pm »
Unas imágenes de la españa contemporánea (años 50)...  :P

http://www.flickr.com/groups/fotografos_de_valladolid/discuss/72157624412053285/

Y el mismo pueblo, a finales de los 70...
http://asoleto.free.fr/deleitosa/spaniendorf.htm
« última modificación: Marzo 19, 2012, 14:15:04 pm por NosTrasladamus »
No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #54 en: Abril 29, 2012, 22:05:05 pm »
Un vídeo que resume bastante bien las "hazañas" de los últimos gobernantes contemporaneos de este país....

Anonymous: el juego se acaba. [#WorldRevolution, Mayo - 2012]


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pringaete

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #55 en: Septiembre 11, 2012, 21:45:26 pm »
Es triste pillar sitio en un hilo pero más triste es... bueno, todo lo que pasa en este país llamado España.

Xoshe

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #56 en: Septiembre 11, 2012, 21:50:56 pm »
A los interesados en el fracaso español del XIX (que es la madre de todos los fracasos porque España aguanta en primera división hasta el Congreso de Viena)
1.- Jordi Nadal i Oller. El fracaso de la Revolución Industrial en España.
2.- Josep Fontana. La crisis del Antiguo Régimen.
Luego seguimos hablando.

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #57 en: Septiembre 11, 2012, 21:55:10 pm »
Ah, por cierto. En lo referente a la Guerra de Cuba el Ejército de Tierra español estaba mucho mejor armado que el americano. Disponía del 7x57 Mauser, llamado también Mauser español, uno de los primeros desarrollos del rifle de cerrojo y la pólvora sin humo. En su versión de caja larga es el que todavía hoy veréis en el Escuadrón de Honores (o como se llame) de la Guardia Civil. Tan mala fue la experiencia americana, armados como estaban por un modelo 1890, y tantas sus bajas que de ahí vino la comisión que creó el 30-06. Cuba se perdió porque tenía que perderse pero la responsabilidad fue de la Armada. Como en Filipinas. Telón de fondo. La incompetencia de la Casta.

pringaete

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #58 en: Septiembre 20, 2012, 16:43:01 pm »
Solo en algunas zonas puntuales surgen núcleos de burguesía industrial. generalmente de origen foraneo como los belgas y franceses en Asturias, ingleses en el País Vasco, franceses y algún indigena en el textil catalan y poco más, en general con una fuerte tendencia a parapetarse detrás de la protección de los aranceles.
Una puntualización de terruñismo de patria chica.

En ese "poco más" siempre se tiende a olvidar, por falta de publicidad de los propios malagueños, el papel relevante que en su época tuvo la ciudad. Aventuras industriales y sobre todo mercantiles, relacionadas con la minería en la zona y el comercio de vinos, principalmente.

El segundo alto horno que se instaló en el país fue en Málaga y el más moderno de su época. Aún hoy se conservan las chimeneas de las fábricas de la época que están protegidas por su interés histórico, dicen. También aquí fueron principalmente inmigrantes (de Logroño, los Larios y los Heredia) y extranjeros (ingleses y alemanes).

El fracaso de esta industria se debió principalmente a un problema de abastecimiento de carbón. El fracaso de la vitivinícola a un bichito llamado filoxera. El resto es historia. Durante el franquismo la ciudad, conocida como "Málaga la Roja" no vivió sus mejores momentos ni apoyos salvo al final. Sí que se instalaron algunas industrias importantes en ese último periodo (Intelhorce -textil-, la "fábrica del amoniaco", etc), pero las políticas de desindustrialización y la reorganización en polos de producción concentrados que se hizo en el país volvió a perjudicar a la provincia. Aún hay trabajadores de Intelhorce esperando que se reabra la fábrica, por cierto.

pringaete

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Re:Repasando un poco la historia de este país llamado España
« Respuesta #59 en: Septiembre 20, 2012, 17:25:28 pm »
Por otra parte, llevando tu argumento al extremo (por chinchar): ¿le quitamos la tutela de los hijos a los "moldeados" (ya que parecen ser marionetas sin criterio alguno)? ¿les quitamos el derecho a voto?
Mi respuesta a la primera pregunta: SÍ. De todos modos en muchos de esos casos ya pagamos el mantenimiento de esos niños, al menos que podamos hacerlos personas de mejor provecho. ¡Carnet de padres YA!

Mi respuesta a la segunda pregunta: SÍ. Obligación de demostrar un mínimo de capacidad racional para tener derecho al voto. No pido llegar al derecho de ciudadanía de Heinlein, pero al menos una mínima comprobación de aptitud.

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Veo que mi arrebato terruñista ya ha sido esgrimido por Paket, casi casi idéntico unos días antes. Prometo que no lo había leído. ;D

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Para acabar, pedazo de hilo que está saliendo. Debate del bueno incluso en los offtopics, pero sobre todo muy ilustrador en la parte de histórica. Mis felicitaciones a Atalaya por esta gran idea y por lo bien llevado del asunto y la forma de resumir.

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