Los administradores de TransicionEstructural no se responsabilizan de las opiniones vertidas por los usuarios del foro. Cada usuario asume la responsabilidad de los comentarios publicados.
0 Usuarios y 2 Visitantes están viendo este tema.
La causa última de todas estas precauciones era la Gestapo, la temida policía política del régimen. Y sin embargo… la ciudad de Colonia, con 750.000 habitantes, tenía en 1939 un total de 99 agentes de este cuerpo. Lo que supone unos 7.500 ciudadanos por agente. Otro ejemplo es Krefeld, que tuvo un máximo de 14 agentes para vigilar a 170.000 habitantes. En el resto del país la proporción era similar. Es decir, lejos de ser un servicio de control y espionaje todopoderoso resultaba en realidad bastante limitado en sus recursos. Además a esto hay que añadir que a partir de 1933, una vez fueron erradicados los opositores comunistas y socialistas, los esfuerzos de la Gestapo se centraron en el control y persecución de minorías como testigos de Jehová, gitanos, homosexuales y —muy especialmente— judíos. Es decir, los ciudadanos corrientes en principio tenían poco que temer siempre que aceptasen las consignas oficiales y no dieran problemas. Y eso es lo que hicieron. En Krefeld menos del 1% de la población fue detenida o interrogada por este cuerpo. De hecho, según el estudio anteriormente mencionado de Eric A. Jonson, el 75% de los alemanes nunca temió ser detenido por la Gestapo.¿Entonces de dónde provenía el miedo a hablar delante de cualquier extraño e incluso conocido que anteriormente señalábamos? Sencillamente de que si bien este cuerpo policial era pequeño, todos los ciudadanos tenían derecho a recurrir a él para denunciar sospechosos. Y así lo hicieron muchos. El 26% los denunciantes eran alemanes corrientes, frente al 17% llevado a cabo por denuncias de la Policía Criminal. La Gestapo era utilizada por los ciudadanos, en unos casos nazis convencidos, en otros quizá simples oportunistas que aprovechaban esta herramienta puesta a su alcance para vengarse de vecinos, compañeros de trabajo o parientes a los que querían ver castigados por algún agravio personal. En Colonia la relación entre denunciantes y denunciados a la Gestapo era de vecindad en un 26% de todos los procedimientos. Es interesante indicar que había un 3% que denunciaba a sus jefes y un 4% a su cónyuge. Hay relaciones de pareja que pueden acabar bastante mal…En conclusión, si tenemos en cuenta todas las cifras de detenidos por la Gestapo eran —pese a la colaboración ciudadana— bastante bajas respecto al total de población. En Lippe, por ejemplo, con 176.000 habitantes, a lo largo de los doce años que duró el Tercer Reich hubo en total 292 denuncias. Basta arremeter contra unos pocos para atemorizar al conjunto. A esto se le podría añadir lo que se conoce en psicología como disonancia cognitiva, que es el rechazo que nos provoca vivir en una contradicción. Es decir, viviendo en un entorno nacionalsocialista, con su propaganda, sus símbolos omnipresentes, con esas pequeñas “cositas nazis” que se introducían en la vida cotidiana como hemos estado viendo (y seguiremos haciéndolo en la continuación)… En ese contexto, decíamos, mantener unas ideas opuestas creaba una fractura con el entorno que para muchos no fue intelectual o moralmente soportable y prefirieron dejarse llevar.
Interesante artículo de cómo los ciudadanos "corrientes" acaban aceptando situaciones inaceptables, convirtiéndose en cómplices por inacción u omisión u obteniendo pequeños beneficios, "migajas", de las injusticias que el régimen provoca... lo que permite -entre otras cosas como las leyes represoras y el miedo- a los regímenes corruptos sobrevivir....http://www.jotdown.es/2012/08/la-vida-cotidiana-en-la-alemania-nazi-i/
Lo que está sucediendo es que nos están sometiendo a un proceso de *saqueo* CALCADO, a los procesos neoliberales que practicaron con latinoamérica con la excusa de la "crisis de la deuda" desde los 70, 80 y 90
La Policía pide colaboración ciudadana en Twitter para luchar contra el tráfico de drogashttp://www.telecinco.es/informativos/nacional/Policia-colaboracion-ciudadana-Twitter-trafico_0_1548445197.htmlSe empieza por denunciar las dronjas y se acaba en... ¿ iniciativas civiles? Qué miedín me da todo esto.
Cita de: Маркс en Agosto 04, 2012, 15:24:43 pmLa Policía pide colaboración ciudadana en Twitter para luchar contra el tráfico de drogashttp://www.telecinco.es/informativos/nacional/Policia-colaboracion-ciudadana-Twitter-trafico_0_1548445197.htmlSe empieza por denunciar las dronjas y se acaba en... ¿ iniciativas civiles? Qué miedín me da todo esto.Aprovechando que has mencionado twitter, vengo a "hablar de mi libro"... o a poner un enlace de un libro que estoy leyendo sobre como se pueden manipular la "prensa 2.0". Creo que es relevante para el hilo, ya que sus tecnicas se pueden aplicar y se aplican para el control social.Trust Me, I'm Lying: Confessions of a Media Manipulator(En el fondo le estoy haciendo el juego al autor del libro... pero como "obra divulgadora para las masas" es bastante decente).
Uso en la políticaEsta es una falacia usada comúnmente en politica para exlucuir o incluir adeptos a sus ideas. Se da en casos de nacionalismos, por ejemplo:Todos los españoles son asíAntonio es español pero no piensa así.Luego Antonio no es un verdadero españolEn ocasiones, se sustituye el término "verdadero" por un similar: por ejemplo, "patriota".
Disciplina de partido: ¿pobreza democrática o mal necesario?Los recientes deserciones de Ernest Maragall y de dos representantes del PP reabren el debate sobre el férreo control de las formaciones sobre los diputados | Expertos en ciencia política coinciden en que un sistema electoral que permitiera listas más abiertas daría más autonomía a los parlamentarios | La disciplina de voto es uno de los factores que desincentiva a muchos profesionales independientes altamente cualificados para entrar en políticaTres últimos casos las últimas semanas han vuelto a poner sobre la mesa la calidad democrática de nuestro sistema en lo que se refiere a la llamada disciplina interna de los partidos, esto es, el hecho que los militantes y, en concreto, los diputados de una formación deban cumplir a rajatabla con las consignas que se aprueban en los órganos de dirección y deban votar en sede parlamentaria en consonancia y sin apenas poder rechistar.El último, el voto en contra de la consigna del PSC por parte del exconseller de Educació y diputado en el Parlament de Catalunya, Ernest Maragall, en lo que hace referencia al pacto fiscal, por el que los socialistas todavía estudian qué medidas tomar. Sin embargo, también han sido noticia dos ejemplos más, ambos lo bastante significativos: el del diputado balear y alcalde de Manacor, Antoni Pastor, quien recientemente fue suspendido de militancia por el PP por votar en contra de la reforma lingüística impulsada por el gobierno de José Ramón Bauzá; y el del senador por León Juan Morano, quien también fue suspendido por Génova por apoyar las enmiendas de la oposición en las reformas referentes a las ayudas a la minería.Es evidente que los partidos no toleran ninguna forma de indisciplina y velan esforzadamente para que sus miembros no incumplan sus obligaciones so pena de castigo irreversible. De esta forma, los garantes de la democracia son en cambio, organizaciones marcadamente jerarquizadas, con una férrea disciplina interna que no permite ninguna disidencia. ¿Supone ello una debilidad de nuestra democracia o es, por el contrario, un mal necesario para permitir que la actividad parlamentaria no se convierta en un caos ingobernable?Disciplina de voto, indisociable de las listas cerradasAunque hay opiniones divergentes a la hora de responder este interrogante, los expertos consultados coinciden en señalar que la disciplina de voto es indisociable del actual sistema electoral en que el ciudadano vota a listas cerradas y bloqueadas y que solo un cambio en este sentido, daría pie a dar más independencia a los diputados. "Un sistema sin disciplina de voto solo es concebible si hay listas abiertas o desbloqueadas, o si los diputados se escogen en distritos uninominales. En este tipo de sistemas, los diputados individuales, en la medida en la que sean populares en su distrito, ganan poder frente al partido y, por lo tanto, autonomía", apunta el politólogo de la UAB Jordi Muñoz.Por el contrario, el sistema español permite a las cúpulas elegir discrecionalmente a los miembros de las candidaturas y ordenarlos según sus propios criterios y, una vez ya representantes en las cámaras, los diputados solo se sienten en deuda con aquellos que les han promocionado. "Es la gran paradoja de nuestro sistema representativo: votamos a partidos y no a candidatos pese a que formalmente la representación popular la ostente el diputado de forma unipersonal", apunta el profesor de Ciencia Política de la UB, Josep Maria Reniu, que, sin embargo, recuerda que con el actual sistema de listas cerradas, "el diputado solo lo es si es elegido primero por el partido". De esta forma, "la disciplina de partido se justifica en el hecho que es la herramienta necesaria para garantizar el correcto funcionamiento de las instituciones parlamentarias". Reniu plantea que el debate debe considerar que los sistemas como el español o el catalán son, en realidad, pluripartidistas –pese a que haya dos fuerzas mayoritarias como PP y PSOE– frente a los sistemas anglosajones en los que la elección por distritos favorece el bipartidismo puro, como es el caso de EE.UU. "Este es uno de nuestros activos y debemos entender la disciplina de los partidos como un peaje, como un mal necesario que permite que tengamos un abanico más amplio de opciones que elegir”.El profesor de Filosofía Política de la UB, José Manuel Bermudo considera, sin embargo, que hay que entender la disciplina de voto como una "falta de calidad democrática", y se remonta a los principios que sustentaron el sistema desde su nacimiento. "Desde los inicios de la democracia en la Revolución Francesa, se entendía que un miembro de la asamblea nacional, en el momento en el que entraba en el parlamento, solo era un representante de la nación y eso justificaría por sí solo la libertad de voto”.Dar más libertadPor lo tanto, tanto Muñoz como Bermudo verían conveniente o, cuanto menos, deseable, que si no se cambia el actual sistema de listas cerradas al menos los partidos introdujeran excepciones que den cierto margen a los diputados porque, dice Muñoz, "la disciplina de voto no es ninguna ley". "El límite debería ser el programa electoral: muchas de las leyes o resoluciones que se votan en las cámaras no están incluidas en el programa, por lo que, en estos puntos sí debería existir libertad para el parlamentario", asegura el profesor Bermudo. Para ello, Muñoz ve necesario un cambio de cultura política que permita a los partidos "flexibilizar sus estructuras".Sin embargo, los especialistas valoran de igual forma las acciones de los políticos que deciden actuar según su conciencia y no según el dictamen de la fuerza a la que representan: no parece legítimo, teniendo en cuenta que representan a un partido y no a una circunscripción electoral. "En el actual sistema, puede ser considerado oportunista actuar en conciencia si previamente el político ha suscrito íntegramente un programa del partido por el que se presenta", recuerda Bermudo. "Nadie les ha puesto una pistola en la cabeza para pertenecer al partido y, en definitiva, estos funcionan como un club privado", remata Reniu.De hecho, hasta cierto punto se puede entender como una desconsideración al elector, ya que, en teoría, estos votan sabiendo qué eligen un programa en su conjunto y no a una persona. Pero, en la práctica, esto no sucede. “Ni el 99% de los ciudadanos conocen el programa que votan, y lo que es más grave, el 99% de los diputados tampoco tienen en la cabeza el programa por el cual se presentaron una vez ya han sido elegidos”, apunta el profesor Reniu. A este respecto, Muñoz no ve traición alguna al elector, como mínimo "no más que cuando un partido se desvía de su programa electoral. Por lo tanto, ello depende más bien de la coherencia entre el programa electoral o lo que se hacen en el Parlamento".Políticos menos cualificadosUno de los principales fallos que deriva de la disciplina de voto es que es una de las razones por las cuales no siempre los más cualificados de la sociedad sienten vocación política. "La configuración de mayorías internas no es un incentivo para atraer determinados profesionales liberales que no encajarían en la férrea disciplina de un partido político", apunta Reniu. "Muchos no soportan la vida triste que implica el actual sistema de partidos, en el que se valora más la lealtad que la preparación y la autonomía", valora Bermudo. Abrir las listas o limitar los mandatos para evitar la profesionalización de los políticos son medidas que según Reniu, podrían oxigenar la actividad democrática y dar entrada a los mejores en la vida pública.Un sistema más abierto y más complejo¿Sería caótico un parlamento en el que todos los diputados pudieran expresar libremente su opinión? "Decir que sería ingobernable es exagerado. En definitiva, ante las grandes cuestiones, hay un abanico de opciones limitadas y siempre habría acuerdos", opina Bermudo, que añade que "sería un cambio de cultura política que se iría adquiriendo, en el que los políticos se acostumbrarían a una negociación más amplia y se darían cuenta que gobernar es algo más complicado ahora, de manera que evitaríamos la actual sensación de que la política solo la dominan media docena de personas".Muñoz cree que sistemas como el estadounidense, en el que los miembros del Congreso votan libremente "son, sin duda más complejos y cualquier reforma legislativa requiere de mucho más trabajo de coordinación: si hay grupos contactos, solo hay que coordinar los líderes del grupo; si no, hay que controlar decenas o centenares de diputados individuales". Por ello, es un proceso legislativo "más lento e imprevisible, pero también más flexible".El profesor de Ciencias Políticas de la UB propone como solución un sistema mixto en el que las listas seguirían siendo cerradas y, por lo tanto, los partidos podrían seguir eligiendo a los candidatos, pero desbloqueadas, lo que significa que los electores tendrían la capacidad de cambiar el orden de los candidatos. Ello mantendría el poder de los secretarios de organización a la hora de elegir a los candidatos pero éste debería tener en cuenta muchos más factores que tienen que ver con la vinculación entre el aspirante y sus electores de cada circunscripción. "El candidato se debería de igual forma a aquellos que lo han colocado como a los electores de su distrito y, ello le daría más margen para votar según sus ideas o sus promesas en el territorio", concluye Reniu, que recuerda con cierta desazón que el grupo de expertos del cual formaba parte, hizo este tipo de consideraciones al Parlament en un informe que debía servir para reformar la ley electoral catalana pero que, finalmente, los principales partidos se cerrano en banda.Y es que a las fuerzas políticas les cuesta cambiar el chip pese a que las demandas sociales de una democracia más participativa son cada día más crecientes.
Pinceladas al aire sobre élites, opinión pública y partidos políticosEscrito por Cives el 13 agosto, 2012 en PolíticaTodas las democracias que conocemos se basan en el peso de la opinión pública. Los políticos actúan, los votantes los recompensan o castigan votando y, entre medias, cosas como la prensa o las encuestas sirven a los políticos de proxy para ver como de probable es que en las próximas elecciones sean elegidos o no.Una pregunta clave en todo esto es ¿qué es lo que forma la opinión pública? Es clave porque, al margen de las preferencias ideológicas de cada uno, no termina de estar claro qué explica la forma de entender de los votantes qué política son o no son posibles. Un primer conjunto de respuestas es que, por un lado, cada persona está más o menos en condiciones de formarse sus propias opiniones sobre política. La prensa, los medios, la cultura, todo eso, juegan un papel importante.En lo que me quiero centrar en este post es en el papel de las élites y los partidos políticos en la formación de la opinión pública. Una parte razonable de los votantes vota de forma ideológica y la ideología es algo que está bastante influido por lo que defienden distintos actores políticos. Esto es algo que se ve bastante bien en ese tipo de debates inútiles dónde se intenta definir qué es de izquierdas y qué es de derechas: al final, no es algo que se pueda definir por el contenido, sino que lo que es de izquierdas es lo que defienden los partidos de izquierdas y lo mismo con lo de derechas, siendo estos contenidos históricamente contingentes. En general, me parece razonable asumir que a la hora de formar sus creencias políticas, el votante medio le da un peso significativamente distinto de cero a lo que defiende el partido con el que se siente más identificado, bien directamente, bien indirectamente a través del impacto que tiene la acción de este sobre las identidades políticas y la ideología.Volviendo al problema del principio, esto plantea que la ideología y las preferencias políticas son endógenas (se forman dentro del proceso político) y por tanto están afectadas en cierta medida por el contexto institucional. Pero, si los votantes votan en cierta medida de forma ideológica, ¿qué es lo que garantiza que los políticos, con la idea de ganar elecciones, no hagan más demagogia de la que observamos para manipular a la opinión pública? Entiendo aquí por demagogia prometer cosas que no están en el menú de políticas posibles (“aumentar el gasto social, reducir el deficit y no subir los impuestos”), pero que los votantes están en condiciones de creer. Aquí, de nuevo, es razonable pensar que hay muchas fuerzas; desde las creencias preexistentes de los votantes hasta la prensa, los medios, los intelectuales; “la sociedad civil”. Sin embargo, esto en mi opinión solo desplaza el aspecto un poco más allá: a menos que cada ciudadano forme su opinión en una isla desierta, es razonable pensar que hay muchos equilibrios de creencias pensables de forma que si todas los formadores de opinión (“élites”) convergen a uno de ellos, terminarán arrastrando a cada individuo y para simplificar la discusión me fijaré solo en el papel de los partidos políticos como marcadores de agenda.Esto nos lleva a una de mis obsesiones más persistentes: el conflicto entre la ética de los principios y la ética de las responsabilidades. En general, suele existir una brecha entre las creencias de los gobernantes y las de los votantes. Los políticos que están expuestos a la experiencia de gobernar tienen la sensación de que las opciones son muy restringidas, de que tienen las manos atadas y de que todo es muy complicado. Los votantes, salvo que se trate de expertos en un tema concreto, parten de la idea de que el conjunto de elección es mucho más amplio, que elegir depende únicamente de la voluntad política y como consecuencia de ello tienen planteamientos mucho más radicales.Es posible hacer una distinción interesante entre “partidos de gobierno” y “partidos de oposición”. Tipicamente, un partido de gobierno tiene experiencia gobernando y está más o menos al corriente -sus élites, sus estructuras, su cultura política está amoldada a ello- de qué cosas son factibles y cuáles no. Además, la expectativa de estar en el gobierno mañana les hace defender políticas dentro de la responsabilidad. A medio plazo, esto genera una colusión entre los partidos mayoritarios sobre el tipo de políticas que son y no son aceptables en el discurso político y esta “corrección política” se refuerza con una cultura política que ejerce un feedback sobre las creencias del electorado.Enlazamos así con un tema que ha tratado en un par de ocasiones mi amigo Pablo Simón: problema de la estabilidad de los sistemas de partidos. Para que una democracia funcione, el sistema de partidos tiene que ser estable. Esto es así obviamente por razones de “accountability”: si no hay una continuidad en las estructuras de partidos, no hay nada que prolongue la responsabilidad política a lo largo del tiempo. Pero también, y esto es algo que creo que no se trata lo suficiente, es importante porque, al mantener cierta estabilidad entre las élites, hace posible que un equilibrio como el que señalaba en el párrafo anterior sea estable. Si todos los partidos se comportan como partidos de oposición, no hay socialización de las élites y no hay nada que discipline a los partidos políticos. En otros sitios, dónde no hay partidos políticos (como en Francia o en EUA), esto funciona gracias a notables; pero la estabilidad de las élites políticas es similar.Todo lo anterior produce una de esas conclusiones melancólicas que plagan las ciencias sociales analíticas: existe un tradeoff entre la “atacabilidad (contestability)” del mercado político que es, en teoría, la esencia de una democracia, por un lado, y la eficiencia procesando información y generando creencias acertadas de un sistema político, por otro. Una democracia es, en teoría, un sistema dónde cualquiera puede presentarse a las elecciones y ganar presentando cualesquiera alternativa que no están excluidas. Sin embargo un sistema sin barreras de entrada, dónde la oferta política no está restringida, sin cuerpos intermedios es un sistema dónde no pueden emerger partidos de gobierno.Un aspecto interesante es, entonces, qué tipo de factores sostienen este equilibrio. La mayor parte del tiempo, me refiero en situación en las que no hay crisis profundas, existe un consenso político y social para aprobar las instituciones políticas en sentido amplio. En sentido amplio, esto es, incluyendo cosas como la cultura política que señalaba antes, los partidos políticos mayoritarios y las élites del régimen. Lo que sostiene este consenso no son creencias profundas, sino heurísticos relativamente frágiles: yo tengo cierta confianza en lo que dice el periódico que leo o el partido que compro y solo a posteriori hago un examen crítico. A la inversa, también tiendo a ver con desconfianza lo que defiende un partido que me produce rechazo. Lo característico de una crisis -política o económica- es que este consenso, el sistema institucional, se resiente. La gente ve como su bienestar y el de la gente próxima se resiente y deja de confiar en las élites y de considerar las ideas recibidas (“la cultura política”) como válidas. Ortega lo contaba mejor que yo: las masas se han hecho indóciles frente a las minorías: no las obedecen, no las siguen, no las respetan, sino que, por el contrario, las dan de lado y las suplantan La rebelión de las masas, pg 30En relación con esto, cabe preguntarse si el tipo de instituciones intermedias que aguantan este equilibrio siguen teniendo la misma validez hoy y que consecuencias tiene eso para la democracia tal y como la conocemos. Hoy, cada vez más, los intermediarios políticos están viendo como su papel se erosiona. La movilización política es cada vez más sencilla al margen de los partidos y tenemos un ciclo informativo permanente que erosiona el margen para que exista cierto filtrado o cierta colusión en las alternativas. El tipo de pregunta que es pertinente es, suponiendo que el análisis anterior sea acertado y en el pasado los Volkspartei hayan jugado un papel importante disciplinando el discurso político ¿qué va a sustituirlos?
"El Gobierno británico ha transmitido una amenaza expresa y por escrito de que podría asaltar la embajada de Ecuador en Londres si no entrega a Julian Assange"
La indefensión aprendida es un tecnicismo que se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, sin poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades para ayudarse a sí mismo, evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de recompensas positivas. La teoría de indefensión aprendida se relaciona con depresión clínica y otras enfermedades mentales resultantes de la percepción de ausencia de control sobre el resultado de una situación.
Población reclusaArchivado en: tortura — Mendigo @ 0:29Hace unos días indexaba en La Cebolla este artículo: Los medios y las penas.En él se menciona un informe de la población reclusa desgranada por Estados. Lo importante es el informe, yo sólo lo tomo para graficar esos datos.Proporción de población reclusa (presos por cada 100.000 habitantes) en los países de nuestro entorno:¡Por fin en algo somos los primeros en Europa! ¡Líderes en ensañamiento penal!Efectivamente, parece que el sistema penal español es de lejos el más duro, especialmente si tenemos en cuenta que en España el índice de delincuencia es de los más bajos de Europa. Se cometen pocos delitos y, a pesar de ello, las cárceles están llenas. Se puede ver que, en los Estados más civilizados, la proporción de reclusos baja de la mitad.+Ahora echemos un vistazo al resto del mundo.Impresionante la posición de la “land of freedom”, alternativamente llamada “land of free men”. Más bien es la tierra de los convictos, con 2,3 millones de presos (aproximadamente la población de Letonia) no sólo bate marcas relativas (ningún país ni se acerca a sus ratios, con 7,4 presos por cada mil habitantes) sino absolutas, doblando la cifra de presos de China. Podemos decir que USA es un Estado capitalista totalitario, que resuelve los problemas de injusticia social por la vía de la represión, el encarcelamiento y el asesinato legal (cebándose principalmente en las minorías étnicas).También destaca el régimen de capitalismo mafioso de las oligarquías rusas, con el antiguo director de las FSB (antigua KGB) de director de orquesta. Su proporción de población reclusa sólo es superada, por la mínima, por Ruanda. Putin se contenta pues con la medalla de bronce a la infamia.
Criminalizar el pensamiento críticoTxema Ramírez de la PiscinaProfesor de Periodismo en la UPV/EHUIslandia. Tierra de hielo y fuego; y últimamente, también, referencia informativa (al menos para algunos).El pasado 20 de enero el conocido artista Santiago Sierra inauguró su obra First Monument to Civil Disobedience (primer monumento a la desobediencia civil) frente al Parlamento de Reykjavick. En la placa informativa que acompaña a la obra aparece en islandés e inglés la siguiente inscripción: “Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes”. La cita está extraída de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793 que posteriormente fue incluida en la Constitución francesa del mismo año. Corrían aires de revolución francesa. Tres años antes de que se colocara la escultura, la Policía islandesa reprimía violentamente en ese mismo lugar una pacífica protesta ciudadana que exigía responsabilidades a políticos y banqueros por el caos financiero. Aquella protesta marcó el inicio de los posteriores cambios políticos y sociales vividos en este país nórdico. Fue la cuña de fuego que inició el deshielo.Supresión del pensamiento críticoDurante los últimos tres años todos y todas, en mayor o menos medida, hemos sufrido las consecuencias de la crisis financiera. La presente reflexión censura la actitud cómplice demostrada por la mayoría de los grandes medios de difusión y por la clase intelectual ante este mega-acontecimiento informativo que nos invade.Las noticias se suceden a ritmo trepidante: rescates, recortes, primas de riesgo, bancos malos, decisiones del Banco Central Europeo… engrasan una diabólica noria sin fin. No hay tiempo para pensar. ¿Quién habló de pensamiento crítico? Hay que tomar decisiones al momento. Poco importa que los datos de hoy contradigan los de la semana pasada o que el Gobierno haga justamente lo contrario de lo que decía hace tan sólo seis meses. Lo justifican: “Ha cambiado la situación”. Los denominados expertos lubrifican a diario con sus análisis el pensamiento neoliberal; aportan al producto el imprescindible barniz que precisa antes de su exposición al gran público: “No se puede hacer otra cosa”. Prensa, radio, televisión y medios electrónicos repiten por activa y por pasiva el mismo mensaje: “Tenéis que aceptar el Apocalipsis. Habéis sido ciudadanos irresponsables viviendo durante años por encima de vuestras posibilidades. Sabemos que lo que os estamos pidiendo es duro, pero no queda otro remedio: jodeos”. La ciudadanía entra en estado de shock. El pánico, el miedo y la impotencia se generalizan: “¿Para qué hacer huelga?”. La cuadratura del círculo aparece como algo posible… Sin embargo, alternativas, existen, por supuesto que sí. El problema es que las ocultan miserablemente.Uno de los deberes más sagrados de todo medio de comunicación y por ende de todo y toda buena periodista es situar el acontecimiento en su contexto. Antes de realizar un diagnóstico, es preciso indagar en los antecedentes del hecho, averiguar qué o quiénes son sus causantes, aproximarse a otros países en similares circunstancias, mirar al futuro y plantear un pronóstico… No se trata de ninguna revolución informativa. Es simple y llanamente periodismo de calidad. ¿Encuentran algo similar en el cansino mensaje dominante hoy en día en los grandes medios de comunicación?Durante los últimos tres años estamos asistiendo a una supresión sistemática y criminal del pensamiento crítico en los medios. Aprovechando el filón de la crisis han desaparecido voces y plumas críticas relevantes. Se han jubilado o, han cambiado de puesto de trabajo (cuando lo mantienen, claro). El principal responsable de esta crisis –esa banda llamada banca? está adquiriendo cada vez más poder en los medios de comunicación, sin que nadie diga nada, alce su voz o denuncie semejante atentado a la libertad de expresión.Mientras tanto se adelgazan las noticias (pasar de 20 segundos es un anatema en televisión), se mezclan los formatos y la frivolidad campea a sus anchas. Y si es preciso… se viste a las presentadoras como si fueran de fiesta, luciendo pecho firme y excelente presencia. El talento pasa a ser algo secundario. Rosa María Calaf, periodista de acreditada experiencia, se ha mostrado muy crítica respecto a la evolución que está teniendo la mujer en televisión: “Lo que se vende es la imagen, no el talento, y así se va llenando la pantalla de clones, porque todas son de un mismo estándar; mujeres que tienen que entrar en esta dinámica de ir vestidas como si fueran a la discoteca”.Ser libres o descansarEl pensamiento crítico, autónomo no llega por inspiración divina. Cuesta. Hay que cultivarlo. Exige tiempo y esfuerzo personal: buscar otras fuentes, contrastar las informaciones; dedicar parte de nuestro tiempo libre a esa tarea. Es mucho más fácil sentarse en el sofá y dejarse llevar, cumplir con el rito diario de las noticias y acostarse aparentemente informado. Es pensamiento atribuido a Tucícides: “Se tiene que escoger entre ser libre o descansar”. Sería absurdo pensar que los medios de comunicación vayan a dar las revueltas populares en horario de máxima audiencia.Mientras el Parlamento de Reykjavick homenajea la desobediencia civil, en los nuestros se glorifica la sumisión; perdón quería decir la “paz social”. ¿Qué hace falta para despertar? La revuelta social e intelectual empieza por uno mismo. Se predica con el ejemplo.
Así que en lugar de educar en la responsabilidad y la prudencia, y en lugar de regular los comportamientos de organizaciones provadas y públicas, lo que hay que hacer es lobotomizar (física o químicamente) al personal.Además, el argumento es basura desde un punto de vista científico, porque en el caso de las hipotecas, las catástrofes naturales y otros hay intereses encubiertos, políticos y económicos que son los que conducen a las catástrofes.Estamos embarcados, local y globalmente, en una deriva peligrosísima hacia el totalitarismo más brutal, revestido de cientificismo.