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Cita de: Starkiller en Septiembre 25, 2013, 17:01:59 pmCita de: Currobena en Septiembre 25, 2013, 16:21:09 pmNostraladamus, es que los que opinamos de forma diferente en este sentido lo pedimos para todos, que es exactamente lo que dices tú. Y la diferencia es que no te leemos pedir el fuego purificador también para los colaboradores necesarios, sólo para los intelectuales de la estafa. Ojo, que ni eso.Fuego purificador para aquellos que han tenido mayor responsabilidad en la estafa, si (Me resisto a llamar intelectual al que simplemente estaba en mejores condiciones de ejercer su codicia). Eso desde luego.Pero no necesariamente fuego purificador para el pueblo, para esa generación que ha sido colaboradora necesaria y activa (con su voto, con sus acciones), *incluso aunque piense que la única diferencia con los anteriormente mencionados son los medios que tenían, no la intención*; de esos simplemente se pide reconocimiento, retractación y enmienda.El problema es que por algún extraño motivo, o no se nos entiende o hay gente muy interesada en cambiar el mensaje. No paramos de decir que queremos guillotina para los de arriba, y reconocimiento y enmienda por parte de los de abajo... ¡¡¡Y no paran de acusarnos de decir que queremos quemar a los de abajo y perdonar a los de arriba!! Pues Starkiller y Currobena (y el resto que corresponda), definitivamente tengo un problema y os estoy leyendo mal, muy mal, porque mi lectura (en diagonal muchas veces fragmentada y precipitada, no da tiempo a leer todo todo y todo lo que se postea), a pesar de que el análisis de la situación es muy bueno y también a la hora de dar el "mentís" a los mensajes broteverdistas institucionales y también a la hora de recopilar informaciones interesantes de distintas fuentes y una cierta prospección a medio plazo, el foro se queda muy corto a la hora de buscar/alentar soluciones que se salgan del camino trillado, ni siquiera que se salgan del camino que nos lleva a todos, antes ó después, al matadero, o al menos el "runrun" general que parece desprenderse del foro es más ó menos derrotista (no hay nada que hacer) conformista y en algunos momentos incluso llegaría a decir "colaboracionista" con el pensamiento "mainstream" y determinados mantras, con trazo muy grueso, el mensaje que difusamente percibo viene a ser algo así como "esto son lentejas, habrá que apretar los dientes y el culo y aguantar con lo que venga, que nos lo tenemos merecido por los excesos y endeudarnos lo que no podíamos y porque no nos va a quedar otra y ni pensemos en tocar a los de arriba porque esos siempre han estado y siempre van a estar ahí, y no hay nada que hacer, y quien piense que hay que tocar a los de arriba es un -inserte aquí su descalificativo favorito: un comunista, un antisistema (y añade un "yo por ahí sí que no paso que yo soy pro-sistema"), un anticapitalista, un perroflauta, un iluso, un...-" ...pero vamos, es mi impresión subjetiva. Espero poder comprobar que estoy equivocado...
Cita de: Currobena en Septiembre 25, 2013, 16:21:09 pmNostraladamus, es que los que opinamos de forma diferente en este sentido lo pedimos para todos, que es exactamente lo que dices tú. Y la diferencia es que no te leemos pedir el fuego purificador también para los colaboradores necesarios, sólo para los intelectuales de la estafa. Ojo, que ni eso.Fuego purificador para aquellos que han tenido mayor responsabilidad en la estafa, si (Me resisto a llamar intelectual al que simplemente estaba en mejores condiciones de ejercer su codicia). Eso desde luego.Pero no necesariamente fuego purificador para el pueblo, para esa generación que ha sido colaboradora necesaria y activa (con su voto, con sus acciones), *incluso aunque piense que la única diferencia con los anteriormente mencionados son los medios que tenían, no la intención*; de esos simplemente se pide reconocimiento, retractación y enmienda.El problema es que por algún extraño motivo, o no se nos entiende o hay gente muy interesada en cambiar el mensaje. No paramos de decir que queremos guillotina para los de arriba, y reconocimiento y enmienda por parte de los de abajo... ¡¡¡Y no paran de acusarnos de decir que queremos quemar a los de abajo y perdonar a los de arriba!!
Nostraladamus, es que los que opinamos de forma diferente en este sentido lo pedimos para todos, que es exactamente lo que dices tú. Y la diferencia es que no te leemos pedir el fuego purificador también para los colaboradores necesarios, sólo para los intelectuales de la estafa.
Un teórico más del anticapitalismo, que es la suma expresión de discurso precocinado y el pensamiento lábil, en una de las épocas socialmente más compleja de los últimos decenios, y el próximo cartel que veremos a los pedigueños en la puerta del supermercado será "Soy la clase media, ayúdeme a luchar contra la opresión del contubernio capitalista" .Con que sencillez se pasa de "nuevo burgués" a nuevo comunista, con el mismo juego de falacias.
Cita de: Stuyvesant en Septiembre 25, 2013, 12:58:50 pmUn teórico más del anticapitalismo, que es la suma expresión de discurso precocinado y el pensamiento lábil, en una de las épocas socialmente más compleja de los últimos decenios, y el próximo cartel que veremos a los pedigueños en la puerta del supermercado será "Soy la clase media, ayúdeme a luchar contra la opresión del contubernio capitalista" .Con que sencillez se pasa de "nuevo burgués" a nuevo comunista, con el mismo juego de falacias.Yo estoy con Stuyvesant. Ese estilo de artículos me dejan mal poso, me faltan razonamientos, explicaciones, justificaciones. Y creo que eso es porque hay docenas de conceptos (neoliberal, liberalización, mercado, competencia) cuya definición se sobreentiende y es una definición, a mi entender, parcial y manipulada.En todo caso, este tipo de artículos se encuadran claramente en, digamos, la izquierda tradicional. Más DRY o más PSOE, pero la izquierda tradicional de la socialdemocracia europea de los últimos 60 años.Y esa izquierda es causante de la crisis tanto como la derecha.No comparto, y confieso que me revienta, el punto de vista de que la crisis empieza a gestarse en los 70 con el neoliberalismo y Reagan y Thatcher. Esos dos lo único que hicieron fue oscilar el péndulo al extremo opuesto de un arco en el que todas las opciones son malas, continuar con la carrera de armamentos de dos sistemas enfrentados dotándose de más poder hasta llegar a la destrucción mutua asegurada.Lo peor es que, obviamente, las soluciones planteadas por ese tipo de pensamiento no van a funcionar. Sólo quieren oscilar el péndulo de nuevo para su lado. Cuando la solución empieza por dejar de creer en ese ilusorio péndulo. Es decir, en dejar de creer que el abanico de ideologías izquierda-derecha tal y como se ha definido en el siglo XX abarca todas las posibilidades coherentes. Dejar de creer que es imposible apoyar simultáneamente en el libre mercado y la igualdad social, por ejemplo, o dejar de creer que un anarcocap es simplemente un facha.Y el que escribe esto es (a diferencia de Stuyvesant, creo) anticapitalista hasta las trancas. Pero de otra forma.
Lo veo y subo los términos liberal, libre mercado, capital, capitalismo, privado, empresa, empresario, empresa privada.Es lo de siempre, y el motivo por el cual es complicado tener discusiones aceptables en castellano. La batalla del lenguaje la han llevado al extremo (la prensa y el pensamiento único de la "transición").
Lo que España pudo ser y la traición impidió (I) En 1975, la renta per cápita española, después de una carrera de crecimiento económico sin paralelo en el mundo occidental, equivalía al 81,3% de la media de los nueve países europeos miembros de la entonces CEE (1), según Funcas. En 1959, era tan sólo el 55%, una cifra propia de un país subdesarrollado. Esta renta relativa a los países centrales de Europa sería la primera víctima del desastre político-económico de la Transición, que hundiría nuestro proceso de convergencia con la CEE hasta el 70,8% en 1985. Y en los 37 años transcurridos este nivel no se recuperaría jamás, ni siquiera con las cifras oficiales del PIB, que desde 2008 sobrevaloran la realidad en un 30% y situaron el nivel en el 73,3 % en 2012.Pero no se trata sólo de la convergencia con los países centrales. El resto de indicadores también fallaban. La industria, que representaba el 36% del PIB en 1975, fue desmantelada y hoy representa un 14%. Las rentas salariales, que suponían en aquel año un 62,8% del índice (de acuerdo con los datos de BBVA), se han desplomado al 44,2% -a fin de 2012-, la cifra más baja de toda Europa. El 10% más rico de la población, que poseía un 26% de la riqueza en 1975, posee hoy el 48% y, además, el 70% de la riqueza financiera. El paro era entonces del 2% -o del 6% si consideramos a los emigrantes como desempleados- y ahora se sitúa en el 27%. El hundimiento económico fue tal que, de un crecimiento real del 7,5% anual en el periodo 1959-1975, se pasó al 0,8% en el periodo 1976-1985. Y la inflación se disparó desde el 7 al 44% a mediados de 1977, mientras que la deuda externa se multiplicó por cuatro. En sólo dos años, los traidores de la Transición colocarían a España al borde del colapso primero y en un nivel de crecimiento inferior a su potencial, después.Sin embargo, ese no era el destino de España. Todos los países europeos se recuperaron rápidamente de la crisis del petróleo, excepto nosotros. Un ejemplo perfecto para cuantificar lo que España pudo y debió ser es Irlanda. En 1975 Irlanda y España tenían la misma renta per cápita: 10.000 dólares. En los años siguientes, Irlanda subió como la espuma, mientras que España se hundió, primero, y creció mucho menos, después. Hoy el PIB per cápita de Irlanda es un 29% superior al nuestro, pero como el PIB oficial es falso y está sobrevalorado en un 30%, la realidad es que la renta per cápita española sería un 46% inferior.Los traidores de la TransiciónNunca en la historia de Europa un grupo tan reducido de hombres pequeños, de mente pequeña y de ambición personal infinita, sin moral, sin ideales y sin patriotismo y gracias, exclusivamente, al sistema electoral proporcional -el mismo sistema que permitió a Hitler y Mussolini la conquista del Estado- han hecho tanto daño permanente a una nación como los llamados 'padres de Transición', que la Historia recordará algún día como padres de la Traición.La primera y gran traición fue la de todos los partidos ilegales, el grupo de los nueve, al compromiso escrito y firmado por todos ellos en el despacho del jurista Antonio García Trevijano sobre la obligación recíproca de actuar todos en la misma dirección. Los puntos esenciales de ese compromiso eran: No aceptar por separado ninguna legalización de partidos que no fuera simultánea a todos ellos. No aceptar ningún sistema político que no fuera una democracia representativa. No aceptar ningún régimen que no fuera resultado de un referéndum para la libre elección de los españoles de la Monarquía o la República e implantar una ley electoral similar a la francesa.Un compromiso que no sería cumplido en ninguno de sus puntos. Cada partido tiró para su lado comenzando por la deslealtad del PSOE de Felipe González, que quiso entrar, de acuerdo con Fraga, por la ventanilla de Carlos Arias. Esa era la naturaleza de la oposición a Franco, cuyo único interés era participar en el poder político, en el poder económico y en la adulación social, y de los que Cela diría: “Si fueran hombres, se habrían pegado un tiro”; pero no lo eran.Se repetía la famosa sentencia de Ortega y Gasset en la que afirmaba que “cuando en España se habla de reconciliación y de consenso, hay seguro un reparto de botín”. ¡Y que botín! Inventarían el Estado de las autonomías para dividir España y repartírsela como despojos. Institucionalizarían la corrupción, el pelotazo y el pacto con las élites depredadoras financieras y monopolistas que, junto con el nepotismo y la incompetencia, serían sus principales señas de identidad.La idea de reparto del botín partió del PSOE, y más concretamente de Enrique Múgica, que con una miseria moral inaudita afirmaría: “Lo de las ideas está muy bien, pero lo importante son los partidos y las personas que defienden la democracia y no hay puestos para todos, por lo que es imprescindible crearlos mediante la desconcentración del poder”. Esto implicaba vaciar de competencias y de poder al Estado español. Antes de eso, Suárez había prometido a Tarradellas y al PNV por separado devolver a Cataluña y al País Vasco la autonomía que les fue anulada después de la guerra civil. Les engañó vilmente, lo que ha acabado creando un problema mayor.Suárez, un político mediocre y cortoplacista sin ninguna visión de España, aceptó entusiasmado la idea del PSOE de crear una estructura de Estado donde hubiera puestos de poder para todos, ya que su partido, la UCD, un hatajo de oportunistas sin ningún ideal, ni desde el punto de vista ideológico ni patriótico, sólo querían parcelas de poder para poder trincar a manos llenas. Y fue el origen de la destrucción de la nación española y de su ruina económica. Y así, el andaluz Arévalo, que no estaba dispuesto a renunciar a su parte del botín, hizo su propuesta a Suárez y este aceptó el “café para todos”. Se trata, sin duda, de uno de los mayores y más graves errores de toda la historia de España. Parafraseando a Mario Vargas Llosa, fue entonces cuando “se jodió España”. El país se dividió en diecisiete taifas ingobernables, despilfarradoras y corruptas, que arruinarían a la nación y la encaminarían hacia su destrucción, física, moral y social.González vuelca la balanza a favor de la oligarquía políticaLa traición de los padres de la Transición al implantar un modelo de Estado que les permitiera expoliar España con total impunidad la ocultaron con un mito repetido por ellos y por todos los medios y plumas mercenarias a su servicio. Y constituye uno de los mayores engaños de nuestra larga historia: “Nosotros hemos traído la democracia”. Nada más falso. A la muerte de Franco, un régimen autoritario en una Europa democrática era insostenible, como lo fue el mantenimiento de las dictaduras del Este tras la retirada soviética. La democracia se habría implantado en España con ellos o contra ellos.Lo que hicieron en realidad fue hurtar la democracia a los españoles con el establecimiento de un sistema oligárquico de partidos, que permitiera a una casta política incompetente y corrupta mantenerse en el poder indefinidamente, impidiendo que los ciudadanos pudieran elegir libremente a sus representantes como en el resto de las democracias. Ni un solo historiador o cronista, la mayoría atados al pesebre, ha contado la verdad de lo que en realidad sucedió. Y para rematarlo, asustaron a los ciudadanos con el cuento chino del “ruido de sables”, un invento Santiago Carrillo a sabiendas de que era mentira, algo habitual en el comportamiento de tan siniestro personaje.Y lo sabía porque Antonio García Trevijano, que era el encargado en la Junta de mantener los contactos con a las Fuerzas Armadas, les informaría reiteradamente de que D. Manuel Díez Alegría, jefe del Alto Estado Mayor y máxima autoridad del Ejército, D. Luis Díez Alegría, director General de la Guardia Civil, D. Camilo Alonso Vega, ministro de la Gobernación y director general de Seguridad y jefe de la Policía, el coronel D. Eduardo Blanco y el Teniente General D. José Vega Rodríguez, con los que estaba en contacto permanente, estaban dispuestos a respaldar la voluntad popular y la democracia. Quien no lo estaba era la oligarquía política que se había autoproclamado portavoz del pueblo. Sólo querían el poder y su parte en el botín, y quien no estaba conforme era un fascista.Fraga, que fue embajador en Londres, estaba entusiasmado con el sistema electoral inglés de elección uninominal por distritos, sin lista alguna. Eso no convenía en absoluto a ninguno de los partidos, porque ni tenían partidarios, ni eran conocidos, no eran nadie ante la sociedad civil. Suárez, Gutiérrez Mellado, Fernando Abril y Alfonso Guerra llamaron por teléfono a Felipe González, que estaba en Moscú. Y decidió, con el apoyo entusiasta de Suárez, implantar un sistema oligárquico de partidos sin separación de poderes, la antítesis de la democracia. González, a cambio, se comprometió a no pedir un referéndum sobre monarquía o república, traicionando así los acuerdos firmados y a los españoles.A partir de este momento, la suerte estaba echada. La ley electoral fue impuesta por la oligarquía política y jamás fue sometida a aprobación por parte del pueblo español. Adicionalmente, no sólo el poder legislativo y el poder judicial, sino todas las instituciones de control, como el Banco de España, el INE y el Servicio de Competencia, quedaron sometidas al poder político o la Fiscalía Anticorrupción, diseñada para proteger a las élites corruptas políticas, financieras y económicas. “Montesquieu ha muerto”, diría Alfonso Guerra en un arrebato de desprecio por los ciudadanos y de cinismo. Habían robado la democracia a los españoles e instituido un Estado para el expolio permanente de España sin riesgo alguno.El ministro de Hacienda de González, Carlos Solchaga, el gran apóstol del pelotazo, afirmaría públicamente: “España es el país del mundo donde más rápido puede uno hacerse rico”, cualquiera con poder de decisión puede exigir comisiones con total impunidad, algo que se convertiría en el procedimiento habitual para obtener contratos públicos, recalificaciones y cualquier tipo de favor político. Hoy Rajoy está comprando, con miles de millones de los españoles, el aplazamiento del referéndum en Cataluña cuando podría prohibirlo imponiendo la legalidad como es su obligación. Y PP y PSOE han pactado pasar página en el caso Urdangarin, en los ERE de Andalucía y en los presuntos sobresueldos y financiación ilegal del PP.La Constitución sería un gigantesco engaño al pueblo español, al que se le ofreció en bloque la Monarquía, el sistema de partidos, el sistema electoral de listas cerradas, la ausencia de toda forma de separación de poderes y cargar sobre los ciudadanos el inmenso derroche de diecisiete Gobiernos dotados de todos los elementos de un Estado real, aparte los gastos de los partidos, sindicatos y patronal. No hubo alternativa. Una propaganda masiva y absolutamente mendaz, asegurando que con eso implantaba la democracia, cuando era justo lo contrario, dirigida a uno de los pueblos peor informados e indolentes de Europa haría el resto.Ahora está pagando las consecuencias, porque sin democracia, sin separación de poderes y con una estructura de Estado imposible de financiar, España jamás podrá superar la crisis en forma estable. A esto se añade un Gobierno en estado de caos, con un presidente cobarde incapaz de poner orden, donde todos están contra todos, y barones y alcaldes por libre que no obedecen a nadie excepto a sus propios intereses personales con el dinero que les entrega el irresponsable de Rajoy en lugar de intervenirlos. (1) Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Reino Unido. Roberto Centeno
Is It Ethical For Governments to Break Pension Promises?By K.L. Houser & Anthony RandazzoA recent essay from pension analyst Roger Lowenstein boiled a complicated debate down to a simple bromide: "The point isn't to punish public retirees. The point is that, when governments make contractual promises, they ought to fund them." While we concur with the thrust of his statement, we think the pension debate is more complicated than that.When you listen to arguments against reducing public sector pension benefits in Detroit and cities in similar straits, morality is frequently invoked. Pensioners not only want to receive their pensions, they believe they ought to. Pensions are promises. And the key ‘ought' here is a simple one: ‘One should keep one's promises.'This argument is initially compelling. Breaking promises seems a morally bad thing; and it seems particularly bad when the promise in question is a promise to do something good: namely, take care of persons of retirement age, most of whom have contributed to the retirement system in good faith, and whose financial future depends upon receiving the projected payouts.Yet while the pensioners' moral claim hinges on the morality of promise-keeping, the Detroit debacle demonstrates just why, when taken without at least two massive caveats, the maxim ‘One should keep one's promises' is flat-out false.First, the maxim is false, not merely because very few promises are unconditional, but also because very few promises should be. I promise to make my child's recital; but it is preposterous to suppose that, say, the bloody accident I witness on the way and the life-saving aid I render to the injured are a morally insufficient response to the child-like rejoinder ‘But you promised!' Similarly, interested parties in Michigan might be forgiven if, despite their empathy for the pensioners' plight, they have reservations about the ethics of insisting on full compensation, given the road-side disaster that is present Detroit; in such dark light, pensioners might seem like persons who have seen the injured on the side of the road-then floored it in order to catch the recital's opening bars. Such easy-to-come-by examples do not, of course, de-legitimize promise-keeping. What they do is show that context matters. And the question of which particular promises to keep can and should involve the larger ethical environment of competing moral claims.The notion of the context raises a second and far larger problem -- a problem almost too big to see. The question of Detroit pensions is usually formulated as a question of keeping one's promises. But the question of whether it is moral to keep a promise overlooks the normatively prior question of when it is moral to make them. This is not merely to make the obvious point that, like laws or sausages, promises are the sort of things which are often messily made. Rather, the point is that whether a particular promise ought to be kept cannot be separated from considerations like ‘What was promised? By whom? To whom?" More precisely: the questions of whether it is right to keep a promise cannot be considered apart from the question of whether the promiser had the right to make it.It is easy to come up with cases of illegitimate promise-making. For instance: I pledge you my neighbor's attic-space for the summer; you cannot, on the basis of my promise, promptly move in to his attic. The attic space is only rightly promised by its rightful owner. In general, then, I cannot make promises to you for others. And neither can you.Yes, the example is a bit trite, but the attic case and the issue it raises gives reason to think it may be morally right to adjust or annul a promise made in shady ways -- whereby ‘shady' is meant this morally careless ‘promising-for-others.' So, if the pensions in question present a case of promising-for-others, then keeping the promise to pay these pensions in full is not only not morally obligatory, but morally problematic -- even wrong.In what way might the pensions of Detroit be this sort of problematic promise?By way of answer: think of debt as a kind of time-traveling. One of the wonderful things about debt is how it enables one to ‘travel' -- not to far-away lands but to far-away times -- and extract the resources one ‘finds' there. Such time-traveling can be morally innocuous. For instance, we often borrow against our future selves' earnings; in this way we use promises to bind our future selves to pay for present plans. The future self will be ‘on the hook' for what we spend now. Such ventures to acquire the resource of future times are generally spoken of as ‘investing' in the present. And for those living in the present, this investment is a very good deal.But what of those who are not in the present? What is the moral status of those who inhabit the future, and whom our promises have crossed time to bind? Do we have a right to promise for them? i.e. to travel, as it were, across time to extract their resources for our present needs? Or is there something fundamentally wrong with the project? Something chronically wrong -- even colonial -- with treating the future as a vulnerable and unresisting resource-of treating them as something akin to defenseless colonies -- a population we consider every year at the budget table or bond issue, and bipartisan-ly resolve to pillage at will?The thesis that such economic adventuring is innocent is implausible; for it harms future persons in two ways.The first harm is to the future economy. An example: the city of Detroit presently has annual revenues of $1.1 billion and spends 40% of this revenue on paying down the debt. At the present pace, in 2017 -- a mere four years from now -- it will be spending 65% on debt servicing. In a mere fifteen years, then, the city will be doing nothing but servicing debt, and the citizens who have not yet fled will be more or less told to service themselves. For its revenues have been pre-harvested by the past for the past; the old will have indentured the young and laid claim to the product of their labor before they plant; and this leaves -- not the physical but the fiscal environment devastated (though a quick drive through Detroit shows how the despoiling of the latter leads to the devastation of the former).The practice of promising-for-others thus condemns future persons to ‘planting-for-others,' thereby both depriving them of services and pressing them into service, forcing them to bear a material burden through no choice or fault of their own.If this is right, the response to the recent chants of ‘Stop the theft of our pensions!" is to turn it on its head, by pointing out that the promises made by debt instruments were themselves a form of inter-generational thievery. And the claim that the promise ought be kept might be vitiated by the counter-claim that the promise the pensioner would have us keep is one which, in its present form, is a promise that ought never have been made.We can already imagine some furious objections.A first critique might condemn us for calling pensioners thieves. However, instead we argue that the pensioners are victims as well. And in a democracy no pensioner by themselves extracted from the future a promise; they did not create the debt whereby the present helped itself to the future. But while this should increase our empathy with the position/plight of the average and admirably hard-working pensioner, there remains the questionable ethics of insisting a defenseless future nonetheless be forced to pay for a morally dubious promise. One may not be complicit in the construction of this chronological colonialism, yet still be complicit for insisting the colonialism continue.A second objection: it might be that future persons also not only bear the cost, but also benefit from our ‘investments.' But even total equity of material outcomes (which never happens) still doesn't settle the question of whether we have a right to promise for them.This gives rise to a crucial second harm. It is not merely that lengthy and large-scale debt -- here in the form of promised pensions -- harms the future economy; it also renders harm to future autonomy. It is not, after all, merely that we take from the future their resources, some of which we might give back. That is not the only issue. The issue is that by filling their lives with promises made by us (the past), we take from them the power to make their own. To the degree we commit some future soul to pay for plans we set in motion, to that degree we take from them the power to set in motion their own plans.If the above settles the ethical inadequacy of the ‘Keep one's promises' trope, it doubtless leaves other matters unsettled. For instance, there may be services one cannot conceive of future persons not wanting; in such cases the colonial-thievery formulation is too strong; adjustments, not abolition, would then be prudent policy. Moreover, showing moral reason to transition away from the ‘promising-for' model of public finance suggests a further moral obligation to make this transition as easy as possible for those pensioners least prepared for it-a point with obvious and immediate relevance to more than one American municipality.Nevertheless, considering present practice as colonial does give us a flip-side to the ethics of pensions, along with insight into a moral problem intrinsic to debt. It also exposes the nature of pension debt debates today as more than just a matter of governments making sure they fund their pensions, and suggests even if they did, they might still be acting against the interests of their constituents.
LA TELEVISIÓN SE NEGÓ AL CONSIDERAR QUE TENÍAN VALOR INFORMATIVOMoncloa presionó a Bloomberg para que retirara las respuestas de Rajoy sobre Luis BárcenasMoncloa presionó a Bloomberg para que retirara las respuestas de Rajoy sobre el caso Bárcenas. El Presidente aseguró que "hay cosas que no se pueden demostrar". El canal de televisión se negó a retirar ese contenido porque consideró que las preguntas y las respuestas tenían valor informativo. "Bloomberg defiende su periodismo", asegura una portavoz del canal en Londres.http://vozpopuli.com/actualidad/32255-moncloa-presiono-a-bloomberg-para-que-retirara-las-respuestas-de-rajoy-sobre-luis-barcenas
Estos se creen que pueden hacer de sus cortijadas dónde les plazca, y les ha salido mal:CitarLA TELEVISIÓN SE NEGÓ AL CONSIDERAR QUE TENÍAN VALOR INFORMATIVOMoncloa presionó a Bloomberg para que retirara las respuestas de Rajoy sobre Luis BárcenasMoncloa presionó a Bloomberg para que retirara las respuestas de Rajoy sobre el caso Bárcenas. El Presidente aseguró que "hay cosas que no se pueden demostrar". El canal de televisión se negó a retirar ese contenido porque consideró que las preguntas y las respuestas tenían valor informativo. "Bloomberg defiende su periodismo", asegura una portavoz del canal en Londres.http://vozpopuli.com/actualidad/32255-moncloa-presiono-a-bloomberg-para-que-retirara-las-respuestas-de-rajoy-sobre-luis-barcenasBeyond contempt...
Cita de: The Resident en Septiembre 26, 2013, 12:25:46 pmY el que escribe esto es (a diferencia de Stuyvesant, creo) anticapitalista hasta las trancas. Pero de otra forma. Espero que aquí no me metan también en el cartel de capeas en las que no participo. No puedes ser "a diferencia mía", porque yo no he tomado partido, solo es tu propia impresión. Yo no defiendo ninguno de los puntos de vista de ese falso dilema.
Y el que escribe esto es (a diferencia de Stuyvesant, creo) anticapitalista hasta las trancas. Pero de otra forma.
Cita de: The Resident en Septiembre 26, 2013, 12:25:46 pmY el que escribe esto es (a diferencia de Stuyvesant, creo) anticapitalista hasta las trancas. Pero de otra forma. Espero que aquí no me metan también en el cartel de capeas en las que no participo. No puedes ser "a diferencia mía", porque yo no he tomado partido, solo es tu propia impresión. Yo no defiendo ninguno de los puntos de vista de ese falso dilema.No puedo ser pro-algo, porque precisamente es un discurso que no comparto. Esto no consiste en posiciones ideológicas, mis puntos de vista solo son apreciaciones económicas o sociales, despolitizadas.Criticar un discurso estereotipado no apareja que me posicione en ninguna de las alternativas que plantea, y mucho menos cuando estoy definiéndolo cómo sesgado y falaz en la misma base de su planteamiento. Por desgracia, mis puntos de vista no son tan sencillos, y desde luego en ningún caso sesgados por una ideología artificiosa.(He conseguido no meter la palabra Dicotomía. yuhu)
Mira, lo siento, pero es que yo no voy con una etiqueta bordada y no he venido a este foro a hablar de mi libro. Comento lo que buenamente me parece, con la perspectiva critica que considero más cercana a la realidad económica.
¿Por favor, me puedes decir en que comentario me he definido yo como anticapitalista? si no es solo, que has leído en diagonal el comentario de otra persona en el que me mencionaba.
Lo más parecido a lo que llamas "economía capitalista", por aproximación, en los libros de texto se le denomina "economía de libre mercado". Pero claro, a Garzón le vendría mal tener que decir "Libre" en los programas de tertulianos, podría desvirtuar la anti lucha, y se ha sacado de la manga ese artilugio pseudoeconómico. Así que pasa de la economía como ciencia, y se adhiere a la mercadotecnia ideológica.Así de descarada es la manipulación. Un constructo dialéctico es la economía que ofrece y cimienta sus propuestas. Una antinomia semántica. Un artefacto de marketing político.
Me vas a disculpar si no entro en ese bucle sobre que todos hemos nacido bautizados en no sé que fe económica y tenemos el pecado original del capitalismo, que no sé muy bien a que te refieres, y es tarde.