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It is not war, but money, that drives people abroad. That is not going to change any time soonWhen the crew of HMS Bulwark first fished immigrants out of the Mediterranean, they were expecting to find the world’s hungry, wretched and destitute. Instead, they found them relatively healthy, well-dressed and carrying mobile phones and credit cards, which they intended to use upon arrival in Italy.The military learnt then what politicians are only slowly beginning to work out – that this is not simply a refugee crisis. The world’s poor are on the move because they’re not quite so poor as they used to be, and can afford to travel. A great migration has begun, and it could be with us for decades....o the Great Migration is a side-effect of perhaps the greatest success of our times: the collapse in global poverty. The Washington-based Center for Global Development recently set this out, in a study drawing on more than a thousand national censuses over five decades.When a poor country becomes richer, its emigration rate rises until it becomes as wealthy as Albania or Armenia are today. This process usually takes decades, and only afterwards does wealth subdue emigration. War is a catalyst. If conflict strikes, and the country isn’t quite as poor as it once was, more of those affected now have the means to cross the world. The digital age means they also have the information.
Reino Unido y Francia se plantean ahora atacar Siria para frenar el éxodo de refugiados
A título personal, van a instalar a 200 refugiados sirios a 150 metros de mi casa, en un geriátrico cerrado hace unos años. Paso por allí todos los días para ir a trabajar. Ya les contaré como va la cosa.
E siamo alle diverse varianti del populismo, consolatorio o allarmista; al solito schema della sinistra buonista e della destra cattivista, dell’«accogliamoli tutti» e del «prendeteveli a casa vostra»
La falsa «crisis de los refugiados»La prensa atlantista ha dado la mayor difusión a la parte izquierda de esta fotografía. En ella aparece el cuerpo de Aylan Kurdi, un niño sirio de origen kurdo, supuestamente fue depositado en la playa por las olas. Pero, como puede verse en la foto, el cuerpo está en posición perpendicular a las olas, cuando debería estar paralelo a ellas. En el plano derecho de la imagen, la presencia de un fotógrafo turco de uniforme confirma la idea de un montaje de la escena. Al fondo, se distinguen varios bañistas.Una ola de emoción cayó brutalmente esta semana sobre los pueblos que viven en los países de la OTAN. Y bruscamente tomaron conciencia del drama de los refugiados que tratan de cruzar el Mediterráneo, tragedia que dura desde hace años, ante la permanente indiferencia de la opinión pública europea.El cambio se debe a la publicación de una fotografía que muestra al público el cuerpo de un niño ahogado, depositado por las olas en una playa turca. Poco importa que esa imagen sea una grosera escenificación: los cuerpos devueltos por el mar quedan en posición paralela a las olas, nunca perpendicularmente a ellas. Poco importa también que en menos de 2 días casi todos los diarios de los países de la OTAN hayan publicado instantáneamente la misma imagen en primera plana. Ya se sabe lo libre y pluralista que es la prensa occidental.Trabajando en el mismo sentido, las televisiones multiplicaron en estos días los reportajes sobre el éxodo de miles de sirios, a pie, a través de los países balcánicos. Particular atención prestaron al paso de esas personas a través de Hungría, país que comenzó construyendo una inútil valla de alambre de espino antes de tomar, una tras otra, toda una serie de decisiones contradictorias que dieron a las televisiones la posibilidad de filmar repetidamente la multitud de migrantes caminando a lo largo de las vías férreas y tomando los trenes por asalto.«En reacción» ante la conmoción que habían suscitado en sus conciudadanos, los dirigentes europeos, «sorprendidos» y contritos, ahora discuten acaloradamente sobre la manera de socorrer a estos refugiados. Antonio Guterres, ex presidente de la Internacional Socialista y actual Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, intervino en el debate entre estos dirigentes preconizando «la participación obligatoria de todos los Estados miembros de la Unión Europea». Y agrega que: «Según estimados preliminares, los países europeos tienen una necesidad potencial de aumentar las oportunidades de reinstalación en 200 000 plazas.»¿Cuál es realmente el problema? ¿Quién está explotándolo y con qué objetivo?Los refugiados del MediterráneoDesde el inicio de la «primavera árabe», en 2011, el número de personas que trata de cruzar el Mediterráneo y de entrar en la Unión Europea ha aumentado considerablemente, sobrepasando incluso el doble de cifras anteriores, y se elevó en 2014 a 626 000 personas.Flujo de migrantes hacia la Unión Europea (en cientos de miles). Fuente: Eurostat Sin embargo, contrariamente a la idea generalizada, no se trata de una oleada de migrantes nunca vista e imposible de asimilar. En 1992, aunque la Unión Europea se componía entonces de sólo 15 de los 28 Estados que actualmente la integran, estaba recibiendo proporcionalmente más migrantes que en este momento: 672 000 por 380 millones de habitantes. Existe, por lo tanto, un considerable margen antes de que los migrantes lleguen a desestabilizar la economía de la Unión Europea, que hoy cuenta 508 millones de habitantes.Más de 2 tercios de esos migrantes son hombres de entre 18 y 34 años, según sus propias declaraciones. Así que, por lo general, no se trata de familias.Proporción de hombres entre los migrantes que entraron a la Unión Europea en 2014. Fuente: Eurostat Contrariamente a la idea que están divulgando los medios de prensa, menos de un tercio son refugiados provenientes de zonas de guerra. Sólo un 20% son sirios, un 7% son afganos y un 3% son iraquíes.O sea, los otros 2 tercios no provienen de países en guerra y son principalmente migrantes por razones económicas.En otras palabras, el fenómeno de las migraciones está sólo marginalmente vinculado a la «primavera árabe» y las guerras. Los pobres están abandonando sus países para probar suerte en los países ricos, en total correspondencia con el orden postcolonial y con la lógica de la globalización. Este fenómeno, después de haber disminuido desde 1992 y hasta 2006, se ha reactivado y ahora va en aumento. Pero lo cierto es que actualmente equivale a un 0,12% anual de la población europea, o sea –manejado correctamente– no representa a corto plazo ningún peligro para la Unión Europea.El presidente de la Federación de la Industria Alemana, Ulrich Grillo, quiere disponer de 800 000 trabajadores extranjeros suplementarios en Alemania. Como los acuerdos europeos prohíben esa entrada masiva de mano de obra extranjera, que encuentra además la hostilidad de la opinión pública, Grillo contribuye a poner en escena la «crisis de los refugiados» para obtener una modificación de la reglamentación existente.¿Son los migrantes un problema?Este flujo de migrantes despierta inquietud en los pueblos europeos. Pero los grandes empresarios alemanes lo acogen con regocijo. En diciembre de 2014, el «patrón de patrones» alemán, Ulrich Grillo, escondía hipócritamente sus intereses tras una fachada de buena voluntad al declarar a la agencia DPA: «Somos desde hace mucho un país de inmigración y debemos seguir siéndolo». Y agregaba que «como país próspero y también por amor cristiano al prójimo, nuestro país debería permitirse a sí mismo acoger más refugiados». También afirmaba: «Yo me distancio muy claramente de los neonazis y de los racistas que se reúnen en Dresde y en otros lugares». Y, con un poco más de seriedad, «Debido a nuestra evolución demográfica, garantizamos el crecimiento y la prosperidad con la inmigración» [1].Este discurso retoma exactamente los mismos argumentos que presentaban los empresarios franceses en los años 1970. Otro elemento a tener en cuenta es que hoy en día la población europea dispone de cierto nivel de educación y de calificación, algo de lo que carece la gran mayoría de los migrantes, que estarán por consiguiente más dispuestos a aceptar ciertos tipos de empleos que los europeos rechazan. Progresivamente, la llegada de mano de obra no calificada y dispuesta a aceptar condiciones de vida inferiores a las de los europeos suscitó en el pasado tensiones en el mercado laboral. El empresariado francés favoreció entonces la llamada «reunificación familiar». La ley de 1976, la interpretación que de ella hizo el Consejo de Estado en 1977 y la jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos desestabilizaron ampliamente la sociedad. El mismo fenómeno puede observarse en Alemania desde que se adoptaron disposiciones similares a aquellas con la inclusión, en 2007, de la reunificación familiar en la legislación alemana sobre la inmigración.Contrariamente a otra idea generalizada, los migrantes económicos no plantean un problema de identidad para Europa, pero su ausencia sí constituye un problema para sus países de origen. Y también plantean un problema social en Alemania, donde –debido a la política estimulada por Ulrich Grillo– la clase obrera ya está siendo víctima de una feroz explotación.En todos los demás países donde se han aplicado ese tipo de políticas, no son los migrantes económicos los que han representado un problema sino la posterior reunificación familiar.¿Quién fabrica la imagen actual de «crisis de los refugiados»?Desde el inicio del año 2015, el cruce ilegal de la frontera de Turquía hacia a Hungría, que costaba 10 000 dólares, bajó a 2 000 dólares por persona. Hay ciertamente traficantes de personas que son verdaderos esclavistas, pero también hay gente que ayuda a los migrantes en el cruce de las fronteras simplemente porque quieren ayudar a personas en dificultad. En todo caso, cabe preguntarse ¿quién paga la diferencia?Por otro lado, al principio de la guerra contra Siria, Qatar imprimía pasaportes sirios falsos y los entregaba a los yihadistas de al-Qaeda para que pudieran convencer a los periodistas de la prensa atlantista de que eran «rebeldes sirios» y no mercenarios extranjeros. Pero actualmente, algunos traficantes de personas están entregando pasaportes sirios falsos a migrantes de otras nacionalidades. Y los migrantes los aceptan pensando, acertadamente, que esos pasaportes falsos han de facilitarles la entrada en la Unión Europea. En efecto, como los Estados miembros de la Unión Europea han cerrado sus embajadas en Siria –con excepción de la República Checa y Rumania– ahora no tienen cómo verificar la autenticidad de esos pasaportes.Hace 6 meses, yo expresaba mi sorpresa ante la ceguera de los dirigentes de la Unión Europea, señalando que no percibían la voluntad de Estados Unidos de debilitar a sus países, incluso mediante la «crisis de los refugiados» [2]. El mes pasado, la publicación Info Direkt señalaba que, según los servicios de inteligencia de Austria, el éxodo de refugiados sirios hacia Europa estaba siendo orquestado por Estados Unidos [3]. Es una imputación que está por verificar, pero también constituye una hipótesis sólida.En todo caso, todos estos acontecimientos y manipulaciones carecerían de gravedad si los Estados miembros de la Unión Europea pusieran fin a la reunificación familiar. El único verdadero problema no sería entonces la entrada de los migrantes sino la tragedia de los que mueren en el intento, tratando de cruzar el Mediterráneo, precisamente la única realidad que no moviliza a ningún dirigente europeo.¿Qué trama la OTAN?La OTAN, o sea el brazo armado internacional de Estados Unidos, no ha reaccionado. Pero, según sus nuevas misiones, la alianza atlántica se reserva la posibilidad de intervenir militarmente ante los grandes flujos migratorios.Sabiendo que sólo la OTAN dispone de la capacidad de “incrustar” una información tendenciosa o simplemente falsa en la primera plana de todos los diarios de sus países miembros, es altamente probable que ese bloque militar esté organizando la actual campaña. Además, el hecho que esa campaña esté presentando a todos los migrantes como refugiados que huyen de las zonas de guerra y la insistencia sobre el origen supuestamente sirio de todos estos migrantes hacen pensar que la OTAN está preparando una acción pública relacionada con la guerra que secretamente dirige contra Siria._________________________________________________________[1] «Allemagne: le patronat veut plus de réfugiés» [En español, “Alemania: los patrones quieren más refugiados”], AFP, 23 de diciembre de 2014.[2] «La miopía de la Unión Europea ante la estrategia militar de Estados Unidos», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 27 de abril de 2015.[3] “Insider: Die USA bezahlen die Schlepper nach Europa!”, Info Direkt, 5 de agosto de 2015. «Acusan a Estados Unidos de financiar el éxodo de refugiados hacia Europa», Red Voltaire, 13 août 2015.
MUNICH – The debate about whether Greece should leave the eurozone has revived the idea that Germany, and other similarly strong economies, would best serve the rest of the continent if they were the ones to exit the monetary union. But, though that notion may win some applause, implementing it would be shortsighted, impractical, and economically dubious.For starters, it would not be easy to extricate Europe’s largest economy from the single currency. Any serious discussion of such an objective would cause chaos in financial markets, given the many uncertainties attached to the process.Even more important are the argument’s economic flaws, three of which are immediately apparent. First, the proponents of a German exit put far too much faith in the power of weak currencies to fuel an economy. They argue that if Germany left, the rest of the eurozone would devalue and that this devaluation would restore growth. This is unlikely.Before the introduction of the euro, countries such as Italy, Greece, Spain, and Portugal – and until the 1980s, France as well – regularly devalued their currencies. The result was inflation with little growth. It was precisely the painful consequences of their sliding currencies that enticed these countries to join a monetary union with Germany.Currency devaluation can boost exports in the short term, but it also makes imports more expensive, eroding households’ purchasing power. Workers then demand higher wages to compensate. Unless the central bank is very strong and prepared to engender an economic slowdown, higher wages tend to push up inflation. The result is often a wage-price spiral that quickly offsets the competitiveness gains of a weaker currency.Second, advocates of a German exit argue that its economy is too competitive to share a currency with weaker players like Italy, France, and Spain. This is flattering but wrong. Since 2000, France’s cumulative GDP growth has been the same as Germany’s. Ireland and Spain have done even better, despite the deep slumps they had to endure during the crisis.Competitiveness does not depend only, or even primarily, on the exchange rate. Fundamentals such as productivity, education, research and development, and the tax system are more important. In these areas, Germany is far from being in a league of its own. On the contrary, the country will have to stop resting on its laurels and restart domestic reforms if it is to keep its strong position in the eurozone and globally. In any case, it would be absurd to rearrange the currency union every time individual members’ relative competitiveness changes.Finally, proponents of a German exit claim that the eurozone in its current form is deeply flawed (although they usually are reluctant to provide details regarding exactly how). To be sure, the eurozone does not fully meet all of the conditions of an optimal currency area (which include an open and diversified economy, free movement of capital and labor, and flexible prices and wages). But, although the eurozone certainly has plenty of room to improve, the crisis has brought much progress in terms of integration and flexibility. The eurozone may not be perfect, but it is good enough to last.One of the most important – but often ignored – conditions for a successful currency union is its members’ ability to agree on certain fundamentals of economic policy. Regardless of the historical and cultural differences that persist among the economic systems of, say, Italy, France, Spain, and Germany, all of these countries agree on the fundamental principles of a market-based economy. Most notably, they agree that it is the private sector, rather than the state, that is responsible for creating jobs, and that sustainable economic growth requires open product and labor markets.In the case of Greece, these fundamental ideas do not appear to have been universally accepted. For decades, the state acted as the employer of first and last resort. Product markets were strangled by regulatory red tape, owing to the influence of vested interests. This system could persist only through sustained public borrowing. Over the last 20 years – including the period before Greece joined the euro – the country’s average annual budget deficit was more than 7% of GDP.Greek wages and prices have already fallen sufficiently to restore competitiveness; the country now needs a framework in which private economic activity can thrive. If the conditions attached to its third bailout package help Greece move to a more sustainable economic model, then it, too, will have a future in the eurozone.The eurozone’s survival requires, first and foremost, that all of its member countries have strong and flexible economies, which means that all of them must undertake continuous efforts to remain competitive. Wondering whether more (or less) competitive economies should leave the monetary union might be an interesting intellectual exercise. But it contributes little to the task at hand.
Me da en la nariz que toda la propaganda alemana para con los refugiados es una forma de compensar su descenso de popularidad de cara a Uropia tras el episodio griego: No somos tan malos, somos todo amor y mama Merkel acoge a los necesitados.Tribuna semanal de P. Reverte hablando sobre el tema: (click to show/hide)En el año 376 después de Cristo, en la frontera del Danubio se presentó una masa enorme de hombres, mujeres y niños. Eran refugiados godos que buscaban asilo, presionados por el avance de las hordas de Atila. Por diversas razones -entre otras, que Roma ya no era lo que había sido- se les permitió penetrar en territorio del imperio, pese a que, a diferencia de oleadas de pueblos inmigrantes anteriores, éstos no habían sido exterminados, esclavizados o sometidos, como se acostumbraba entonces. En los meses siguientes, aquellos refugiados comprobaron que el imperio romano no era el paraíso, que sus gobernantes eran débiles y corruptos, que no había riqueza y comida para todos, y que la injusticia y la codicia se cebaban en ellos. Así que dos años después de cruzar el Danubio, en Adrianópolis, esos mismos godos mataron al emperador Valente y destrozaron su ejército. Y noventa y ocho años después, sus nietos destronaron a Rómulo Augústulo, último emperador, y liquidaron lo que quedaba del imperio romano.Y es que todo ha ocurrido ya. Otra cosa es que lo hayamos olvidado. Que gobernantes irresponsables nos borren los recursos para comprender. Desde que hay memoria, unos pueblos invadieron a otros por hambre, por ambición, por presión de quienes los invadían o maltrataban a ellos. Y todos, hasta hace poco, se defendieron y sostuvieron igual: acuchillando invasores, tomando a sus mujeres, esclavizando a sus hijos. Así se mantuvieron hasta que la Historia acabó con ellos, dando paso a otros imperios que a su vez, llegado el ocaso, sufrieron la misma suerte. El problema que hoy afronta lo que llamamos Europa, u Occidente (el imperio heredero de una civilización compleja, que hunde sus raíces en la Biblia y el Talmud y emparenta con el Corán, que florece en la Iglesia medieval y el Renacimiento, que establece los derechos y libertades del hombre con la Ilustración y la Revolución Francesa), es que todo eso -Homero, Dante, Cervantes, Shakespeare, Newton, Voltaire- tiene fecha de caducidad y se encuentra en liquidación por derribo. Incapaz de sostenerse. De defenderse. Ya sólo tiene dinero. Y el dinero mantiene a salvo un rato, nada más.Pagamos nuestros pecados. La desaparición de los regímenes comunistas y la guerra que un imbécil presidente norteamericano desencadenó en el Medio Oriente para instalar una democracia a la occidental en lugares donde las palabras Islam y Rais -religión mezclada con liderazgos tribales- hacen difícil la democracia, pusieron a hervir la caldera. Cayeron los centuriones -bárbaros también, como al fin de todos los imperios- que vigilaban nuestro limes. Todos esos centuriones eran unos hijos de puta, pero eran nuestros hijos de puta. Sin ellos, sobre las fronteras caen ahora oleadas de desesperados, vanguardia de los modernos bárbaros -en el sentido histórico de la palabra- que cabalgan detrás. Eso nos sitúa en una coyuntura nueva para nosotros pero vieja para el mundo. Una coyuntura inevitablemente histórica, pues estamos donde estaban los imperios incapaces de controlar las oleadas migratorias, pacíficas primero y agresivas luego. Imperios, civilizaciones, mundos que por su debilidad fueron vencidos, se transformaron o desaparecieron. Y los pocos centuriones que hoy quedan en el Rhin o el Danubio están sentenciados. Los condenan nuestro egoísmo, nuestro buenismo hipócrita, nuestra incultura histórica, nuestra cobarde incompetencia. Tarde o temprano, también por simple ley natural, por elemental supervivencia, esos últimos centuriones acabarán poniéndose de parte de los bárbaros.A ver si nos enteramos de una vez: estas batallas, esta guerra, no se van a ganar. Ya no se puede. Nuestra propia dinámica social, religiosa, política, lo impide. Y quienes empujan por detrás a los godos lo saben. Quienes antes frenaban a unos y otros en campos de batalla, degollando a poblaciones enteras, ya no pueden hacerlo. Nuestra civilización, afortunadamente, no tolera esas atrocidades. La mala noticia es que nos pasamos de frenada. La sociedad europea exige hoy a sus ejércitos que sean oenegés, no fuerzas militares. Toda actuación vigorosa -y sólo el vigor compite con ciertas dinámicas de la Historia- queda descartada en origen, y ni siquiera Hitler encontraría hoy un Occidente tan resuelto a enfrentarse a él por las armas como lo estuvo en 1939. Cualquier actuación contra los que empujan a los godos es criticada por fuerzas pacifistas que, con tanta legitimidad ideológica como falta de realismo histórico, se oponen a eso. La demagogia sustituye a la realidad y sus consecuencias. Detalle significativo: las operaciones de vigilancia en el Mediterráneo no son para frenar la emigración, sino para ayudar a los emigrantes a alcanzar con seguridad las costas europeas. Todo, en fin, es una enorme, inevitable contradicción. El ciudadano es mejor ahora que hace siglos, y no tolera cierta clase de injusticias o crueldades. La herramienta histórica de pasar a cuchillo, por tanto, queda felizmente descartada. Ya no puede haber matanza de godos. Por fortuna para la humanidad. Por desgracia para el imperio.Todo eso lleva al núcleo de la cuestión: Europa o como queramos llamar a este cálido ámbito de derechos y libertades, de bienestar económico y social, está roído por dentro y amenazado por fuera. Ni sabe, ni puede, ni quiere, y quizá ni debe defenderse. Vivimos la absurda paradoja de compadecer a los bárbaros, incluso de aplaudirlos, y al mismo tiempo pretender que siga intacta nuestra cómoda forma de vida. Pero las cosas no son tan simples. Los godos seguirán llegando en oleadas, anegando fronteras, caminos y ciudades. Están en su derecho, y tienen justo lo que Europa no tiene: juventud, vigor, decisión y hambre. Cuando esto ocurre hay pocas alternativas, también históricas: si son pocos, los recién llegados se integran en la cultura local y la enriquecen; si son muchos, la transforman o la destruyen. No en un día, por supuesto. Los imperios tardan siglos en desmoronarse.Eso nos mete en el cogollo del asunto: la instalación de los godos, cuando son demasiados, en el interior del imperio. Los conflictos derivados de su presencia. Los derechos que adquieren o deben adquirir, y que es justo y lógico disfruten. Pero ni en el imperio romano ni en la actual Europa hubo o hay para todos; ni trabajo, ni comida, ni hospitales, ni espacios confortables. Además, incluso para las buenas conciencias, no es igual compadecerse de un refugiado en la frontera, de una madre con su hijo cruzando una alambrada o ahogándose en el mar, que verlos instalados en una chabola junto a la propia casa, el jardín, el campo de golf, trampeando a veces para sobrevivir en una sociedad donde las hadas madrinas tienen rota la varita mágica y arrugado el cucurucho. Donde no todos, y cada vez menos, podemos conseguir lo que ambicionamos. Y claro. Hay barriadas, ciudades que se van convirtiendo en polvorines con mecha retardada. De vez en cuando arderán, porque también eso es históricamente inevitable. Y más en una Europa donde las élites intelectuales desaparecen, sofocadas por la mediocridad, y políticos analfabetos y populistas de todo signo, según sopla, copan el poder. El recurso final será una policía más dura y represora, alentada por quienes tienen cosas que perder. Eso alumbrará nuevos conflictos: desfavorecidos clamando por lo que anhelan, ciudadanos furiosos, represalias y ajustes de cuentas. De aquí a poco tiempo, los grupos xenófobos violentos se habrán multiplicado en toda Europa. Y también los de muchos desesperados que elijan la violencia para salir del hambre, la opresión y la injusticia. También parte de la población romana -no todos eran bárbaros- ayudó a los godos en el saqueo, por congraciarse con ellos o por propia iniciativa. Ninguna pax romana beneficia a todos por igual. Y es que no hay forma de parar la Historia. «Tiene que haber una solución», claman editorialistas de periódicos, tertulianos y ciudadanos incapaces de comprender, porque ya nadie lo explica en los colegios, que la Historia no se soluciona, sino que se vive; y, como mucho, se lee y estudia para prevenir fenómenos que nunca son nuevos, pues a menudo, en la historia de la Humanidad, lo nuevo es lo olvidado. Y lo que olvidamos es que no siempre hay solución; que a veces las cosas ocurren de forma irremediable, por pura ley natural: nuevos tiempos, nuevos bárbaros. Mucho quedará de lo viejo, mezclado con lo nuevo; pero la Europa que iluminó el mundo está sentenciada a muerte. Quizá con el tiempo y el mestizaje otros imperios sean mejores que éste; pero ni ustedes ni yo estaremos aquí para comprobarlo. Nosotros nos bajamos en la próxima. En ese trayecto sólo hay dos actitudes razonables. Una es el consuelo analgésico de buscar explicación en la ciencia y la cultura; para, si no impedirlo, que es imposible, al menos comprender por qué todo se va al carajo. Como ese romano al que me gusta imaginar sereno en la ventana de su biblioteca mientras los bárbaros saquean Roma. Pues comprender siempre ayuda a asumir. A soportar. La otra actitud razonable, creo, es adiestrar a los jóvenes pensando en los hijos y nietos de esos jóvenes. Para que afronten con lucidez, valor, humanidad y sentido común el mundo que viene. Para que se adapten a lo inevitable, conservando lo que puedan de cuanto de bueno deje tras de sí el mundo que se extingue. Dándoles herramientas para vivir en un territorio que durante cierto tiempo será caótico, violento y peligroso. Para que peleen por aquello en lo que crean, o para que se resignen a lo inevitable; pero no por estupidez o mansedumbre, sino por lucidez. Por serenidad intelectual. Que sean lo que quieran o puedan: hagámoslos griegos que piensen, troyanos que luchen, romanos conscientes -llegado el caso- de la digna altivez del suicidio. Hagámoslos supervivientes mestizos, dispuestos a encarar sin complejos el mundo nuevo y mejorarlo; pero no los embauquemos con demagogias baratas y cuentos de Walt Disney. Ya es hora de que en los colegios, en los hogares, en la vida, hablemos a nuestros hijos mirándolos a los ojos.http://www.finanzas.com/xl-semanal/firmas/por-arturo-perez-reverte/20150913/godos-emperador-valente-8841.html
La sociedad alemana necesita mano de obra barata para llenar puestos de baja cualificación.No es casualidad que en centropeuropa apenas haya bares. En un sistema productivo orientado a la industria y el valor añadido, dedicarse a poner cañas no es una alternativa vital apreciable.Ahora bien, en España... es otra cosa.Es comprensible que la sociedad española y su modus produciendi (camareros-peluqueras) se vea amenazado por la entrada en Europa de mano de obra con la que competir directamente por las migajas de la globalización.Por eso Alemania abre fronteras a la mano de obra barata mientras en España apaleamos negros colgando de la verja.Esto no pasaba con la burbuja porque trabajaban poniendo ladrillos.