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#2 Empatía contra el individualismo. Confianza contra el miedo. Amor contra el odio. El Bien contra el mal.El discurso que la religión nos robó, desde tiempos inmemoriales, es en realidad la lucha entre el poderoso y los débiles.Vayámonos dando cuenta, este fin de semana todo somos necesarios en la plaza.
¿Tienes miedo? El arquitecto y filósofo Paul Virilio reflexiona sobre cómo afecta a la sociedad contemporánea el pánico bursátil, la crisis económica o las nuevas pandemiasLa administración del miedo, editado en España por Pasos Perdidos y Barataria, recoge las reflexiones de Paul Virilio (París, 1932), arquitecto, urbanista y filósofo cercano a los postulados de Deleuze, Lyotard o Baudrillard. El pensador francés, teórico de la velocidad, se interroga constantemente por los efectos y consecuencias de lo virtual y lo instantáneo en nuestra forma de vida. Tal y como apunta Bertrand Richard en el prefacio, el “principio de terror” se basa en un doble fenómeno, el que ha puesto en duda que la ciencia pueda garantizar la seguridad y, por otra parte, de qué manera el miedo “ha pasado de quimérico a ser fundamento del pensamiento y la acción”. El ensayo, en forma de entrevista, revela el diagnóstico de una política sin polis, donde los hombres quieren gestionar una ciudad, un país, cuando “carecen de lugar propio”. Virilio defiende, así, que el “terror es la consagración de la ley del movimiento”. Incluso, el pensador habla de una especie de “claustrofobia” del ciudadano posmoderno que siente pánico (en el sentido griego de “totalidad”). Y, del mismo modo, denuncia que los estados se sienten tentados a “hacer del miedo, de su difusión mediática, de su gestión, una política”. Velocidad y desmesuraVirilio aborda la cuestión de la velocidad creando conceptos con los que referirse a la aceleración que nos condiciona. De este modo, la “dromosfera” es una suerte de constricción del espacio-tiempo en el campo de la comunicación: “hoy en día el momento de inercia del instante domina la inercia del lugar”. Ideas como la simultaneidad, en esta línea, son imprescindibles para comprender la falta de protagonismo de la filosofía en la actualidad, donde lo mediato y lo inmediato son irreconciliables. Para el francés, la teoría crítica debe pensar en “una economía política de la velocidad, que tome el relevo de la tradicional economía política de la riqueza”. “No hemos dado forma al misterio del tiempo”, añade. Ha reaparecido hoy la hybris griega, la noción de desmesura, que ha vuelto a instaurarse. Por ello, Virilio apuesta por “mantener la cronodiversidad”. El urbanista nos avisa: “en ningún caso se trata de un conflicto entre Antiguos y Modernos, tecnófilos y tecnófobos”. La dromología es, según sus propias palabras, u problema de ritmo. Si las redes sociales permiten una “sincronización de las emociones a escala mundial”, también facilitan una política del miedo en tiempo real, quitando protagonismo al “espacio real”. En este sentido, Virilio asegura que Fukuyama se equivoca: “no se trata tanto del fin de la historia como el de la geografía”. La disuasión civilPaul Virilio insiste en que no está “en contra de las nuevas tecnologías sino en contra de su promoción”. Nos habla en términos de una “contaminación” de la distancia que reduce la visión “lateral”. Para explicárnoslo mejor, utiliza metafóricamente la imagen del parabrisas del coche: “para sobrevivir hay que anticipar lo inesperado, porque lo inesperado nunca llega de frente”. Y añade que no es casual que los animales tengan ojos situados a cada lado de la cabeza: “los depredadores atacan por los lados o por detrás”. La confusión entre progreso y propaganda, el culto a la velocidad, es también un tema político que afecta a “la disuasión civil”. La ubicuidad y la inmediatez no son sino formas de inmovilismos”, sostiene. Aquí Virilio vuelve a utilizar un neologismo, la “forclusión”, para expresar el cambio que se ha producido en las sociedades avanzadas, que han pasado de ser espacio de libertad para convertirse en “ciudades privadas, protegidas por su cerco eléctrico, cámaras de seguridad y guardias”. Síntomas de la “regresión patológica” a la que estamos sometidos, asegura el filósofo. El teórico tiene claro que “sólo de una conciencia más profunda de la crisis surgirá una esperanza política” ya que, según sus propios argumentos, “hemos alcanzado los límites”.
Discurso, neolengua y crisisMuchos autores han tratado el tema del papel capital del lenguaje para con la disposición de los entornos de control social. La literatura científica sobre el tema es profusa y compleja. Pero vamos a centrarnos esta vez simplemente en un par de ideas de Michel Foucault y de George Orwell respectivamente, y a tratar de conjugarlas al objeto de fundamentar mínimamente una óptica alternativa al discurso “oficial” sobre la crisis, sus causas y sus alternativas.Decía Foucault que no se puede pensar en la producción del saber como algo independiente a las relaciones de poder. Dichas relaciones de poder funcionan a través del discurso. Un discurso que opera de manera continua, incesante y diariamente desde los medios de comunicación masivos, desde las instituciones establecidas y desde sus representantes. El conocimiento subjetivo generado en la ciudadanía mediante el discurso es primordial en las relaciones de fuerza. El lenguaje de ese discurso, por tanto, termina por ser un instrumento fundamental en la construcción de subjetividades.Orwell por su parte, en su libro 1984, introdujo el concepto de neolengua, en referencia al proceso de manipulación, simplificación, reducción y alteración consciente del lenguaje, que había puesto en marcha el feroz régimen totalitario de la novela, para tratar de controlar y definir el pensamiento de la ciudadanía en función de sus intereses políticos. Este concepto de ficción, ha sido posteriormente recurrente en el análisis del lenguaje político, la propaganda y la manipulación de la comunicación.La idea de que un buen hablante de neolengua es aquel que necesita menos palabras para expresar una idea, podría ser extendida para considerar que un buen discurso será aquel que se baste de un reducido número de neopalabras para influenciar el pensamiento subjetivo de su público.Aquí de momento no ha hecho falta inventar palabras nuevas, pero sí que se da un proceso parecido cuando observamos que de un tiempo a esta parte aparecen constantemente en los medios expresiones, que hasta ahora habían sido poco frecuentes en estos ámbitos y cuyo significado ha sido parcialmente instrumentalizado en favor de la construcción de un determinado discurso.Partiendo de estas premisas y combinando las ideas aquí expuestas les propongo el siguiente ejercicio. Ensayemos un esbozo de discurso “oficial” tomando algunas de esas palabras o expresiones tan en boga:“El Mercado” un ente etéreo y difuso dedicado a actividades de compra, venta y especulación financiera con plena capacidad autorregulatoria, se erige ahora como referente único para el análisis y la toma de decisiones. La novedad asociada al concepto es que la autoridad política se declara insolvente ante sus designios, se autoanula y delega toda responsabilidad en él. La trampa radica precisamente en hacer creer que toda posibilidad de acción política queda diluida en la nueva definición del término.Una de las conclusiones a las que ha llegado el tal Mercado, y que por descontado el discurso político y mediático hace suya, es que todos nosotros “Hemos Vivido por Encima de Nuestras Posibilidades”. Cosa un tanto engañosa ya que dicha sentencia es imposible en sí misma. No se puede vivir por encima de las posibilidades de uno. Por poner un ejemplo, si alguien compró un coche muy caro con un sueldo modesto fue porque dicha posibilidad existía, alguien o algo se la planteó, se la ofreció, la puso a su disposición y el sujeto en cuestión optó por ella. Cuando menos podríamos hablar de una responsabilidad compartida entre quien plantea una posibilidad con mal futuro y quien se decide por ella, pero no parece desprenderse eso de la frase que comentamos.A resultas de asumir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades hace su aparición otra palabra mágica, “Austeridad” que se presenta como la receta natural ante tal despropósito. La R.A.E la define como la cualidad de austero. El término aplicado en este contexto invoca a la sobriedad, a la sencillez y a la ausencia de alardes. La particularidad es que en el caso al que nos referimos parece apuntar única y exclusivamente a los servicios públicos. Vamos lo que viene siendo conocido en las últimas fechas como “Hacer los Deberes”. Por si fuera poco con el eufemismo y con su aplicación parcial, redoble de tambor.Pero no se preocupe si con usted no va eso de la austeridad siempre puede convertirse en “Emprendedor”. Otrora conocido como empresario. Se ve que han querido rebautizar el concepto dándole una connotación más, digamos, vital. El mensaje implícito es que como la austeridad sólo se aplica a los servicios públicos y a sus empleados, usted podrá sortearla emprendiendo.El análisis de este discurso arroja evidentes conclusiones acerca del modelo ideológico que lo sustenta. ¿Por qué se ve entonces en la necesidad de presentarse envuelto en esta especie de papel de celofán que suponen esos malabarismos con el lenguaje? Probablemente porque de no ser así el discurso no conseguiría hacer conformar la inherente construcción de subjetividades con los intereses subyacentes a ese modelo.
http://microfactor.wordpress.com/2012/05/21/discurso-neolengua-y-crisis/
Cita de: NosTrasladamus en Mayo 25, 2012, 19:14:21 pmhttp://microfactor.wordpress.com/2012/05/21/discurso-neolengua-y-crisis/Orwell lo describió tan bien que casi parece que lo inventó al hacerlo...De todas formas ese texto... ¿no tiene un tufillo a "hoy no me queiro deflactar"? Lo de la neolengua es un cáncer, pero como lo describe Owell, no como lo hace este señor.