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A mi lo del COVID me parece un tema importante, pero creo que nos están desviando la atención de lo principal.Hablemos de esto: https://birdsarentreal.com/Seguramente ya este pasando también en España, eso explicaria porque hay menos pajaros.CitarThe Birds Aren't Real movement exists to spread awareness that the U.S. Government genocided over 12 Billion birds from 1959-2001, and replaced these birds with surveillance drone replicas, which still watch us every day. Once a preventative cause, our initial goal was to stop the forced extinction of real birds. Unfortunately this was unsuccessful, and the government has since replaced every living bird with robotic replicas. Now our movement's prerogative is to make everyone aware of this fact.
The Birds Aren't Real movement exists to spread awareness that the U.S. Government genocided over 12 Billion birds from 1959-2001, and replaced these birds with surveillance drone replicas, which still watch us every day. Once a preventative cause, our initial goal was to stop the forced extinction of real birds. Unfortunately this was unsuccessful, and the government has since replaced every living bird with robotic replicas. Now our movement's prerogative is to make everyone aware of this fact.
Hacia la pandemia interminableLa estrategia para afrontar esta pandemia ha desatado las más bajas pasiones del ser humano: el recelo, el odio, la envidia, el desprecioAunque han transcurrido casi dos años desde el inicio de la pandemia, el ambiente social, mediático y político no permite vislumbrar su final. Mientras los fallecimientos descendieron hasta niveles comparables a enfermedades similares, la tremenda obsesión por los casos positivos imposibilita el regreso a la normalidad. Y dificulta la comprensión de algo evidente: si las restricciones fueran tan eficaces como afirman los gobiernos, no sería necesario aplicarlas una y otra vez.Finalizada la emergencia sanitaria, la dinámica creada ha desembocado en una pandemia social de difícil salida. Desatado el pánico inicial, la perversa interacción entre una opinión pública presionando por restricciones más estrictas y unos gobiernos realimentando el miedo tensó el muelle hasta tal punto que la alarma se dispara ahora cuando contagios superan un listón… que se va acercando cada vez más al suelo.Pocos fueron conscientes de que traspasar la puerta de los confinamientos implicaba internarse en un pasadizo cada vez más inclinado y resbaladizo que se despeña en un estelar agujero negro. Regresar desde esa cuarta dimensión constituye un juego sumamente frustrante: en cada ocasión que se acaricia el final con la punta de los dedos, la histeria de la última variante devuelve siempre a la casilla de inicio. Y este círculo vicioso infernal acaba convirtiendo un fenómeno natural, que siempre fue pasajero, en una auténtica pandemia interminable. Como la Reina Roja de “Alicia a través de Espejo”, debemos correr cada vez más aprisa… tan solo para mantenernos en el mismo lugar.El presente conflicto de los pases de vacunación es el último de los muchos generados por esta estrategia. La vacuna es el único instrumento que ha mostrado utilidad en esta pandemia. Constituye un buen método de protección individual pues previene eficazmente la enfermedad grave y la muerte. Pero, al reducir los contagios en una medida muy inferior a la esperada, su capacidad de protección colectiva se ha revelado bastante más limitada. Por ello, los esquemas coercitivos para imponer la vacuna, imposición legal o pasaporte, son de dudosa utilidad práctica pues contribuyen poco a corregir ese efecto externo sobre la sociedad. Al contrario, estas políticas coactivas generan enormes efectos negativos sobre la convivencia, los derechos, la libertad o el sistema político.Si se trata de convencer, especialmente a ese reducido número de vulnerables no vacunados, debe hacerse desde el respeto y los argumentos razonables. Porque las amenazas e imposiciones pueden convertir un buen instrumento preventivo en una especie de rito iniciático, un requisito para ingresar en el grupo de elegidos. La libertad individual debe prevalecer pues, de lo contrario, las políticas abusivas desembocan en un incontrolable pánico moral, capaz de arrasar los valores democráticos.Un desmesurado Pánico MoralEn “Folk Devils and Moral Panics” (1972), el sociólogo Stanley Cohen explicó que los pueblos se ven sometidos esporádicamente a pánicos morales, unos episodios impulsados desde el poder y alentados por ciertos agentes interesados, en los que se señala a un grupo de personas como grave amenaza para la sociedad. Los medios de comunicación presentan a ese colectivo como estereotipo de maldad, mientras los expertos proponen soluciones para “erradicar” el problema.Se trata de un súbito y exagerado sentimiento de alarma y miedo, que conduce a extravagantes intentos de eliminar el peligro. El proceso posee un fuerte componente moral pues la culpa de todas las calamidades se atribuye abrumadoramente al grupo de “malvados” (folk devils). Las cazas de brujas son ejemplos clásicos de pánicos morales. Estos episodios son temporales, volátiles e inestables. Desaparecen, pero en ocasiones dejan marcada huella al propiciar cambios significativos en las leyes, las costumbres e, incluso, los valores sociales.Los “malvados” no son más que una excusa, la pantalla donde la sociedad proyecta sus frustraciones, sus sentimientos de culpa, angustia y desconciertoLa disparatada gestión de esta pandemia ha desembocado en un desmesurado pánico moral, con la identificación de los no vacunados como “folk devils”, una seria amenaza para la seguridad, un insalvable obstáculo para alcanzar el final de la pandemia. Sin embargo, como señala Cohen, los “malvados” no son más que una excusa, la pantalla donde la sociedad proyecta sus frustraciones, sus sentimientos de culpa, angustia y desconcierto. Y, en muchos casos, la persecución induce en el grupo de “malvados” una cohesión, identidad diferenciada, resistencia y blindaje que, de otro modo, no se generarían.En enero de 2021, la resolución 2361 del Consejo Europeo urgía a los gobiernos a “garantizar que los ciudadanos sean informados de que la vacunación no es obligatoria y que nadie sufra presión política, social o de otro tipo para ser vacunado si no lo desea”. También a “asegurar que nadie sea discriminado por no haberse vacunado”. Son palabras que hoy resuenan completamente huecas porque el pánico moral generó una corriente tan formidable, que arrastró a la opinión pública hasta cruzar peligrosas líneas éticas y aceptar de forma natural la vulneración de derechos fundamentales, hasta ese momento incuestionables.La estrategia para afrontar esta pandemia ha desatado las más bajas pasiones del ser humano: el recelo, el odio, la envidia, el desprecio. Y convertido la democracia en un régimen de excepcionalidad prolongada, donde la acción de gobierno se ejerce a golpe de decreto improvisado, sin los adecuados controles que marcan los límites al ejercicio del poder. Se ha justificado la censura, la ausencia de debate y la supresión de libertades. Incluso, en países como Australia, el establecimiento de campos de concentración para sospechosos de contagio.Regresar a la cordura del pasadoQuiénes critican estas estrategias coactivas, como los firmantes de la declaración Great Barrington, no proponen nada fuera de lo común. Ni siquiera novedoso. Tan solo recuperar la filosofía con la que la humanidad afrontó las pandemias del siglo XX, con un enfoque centrado en la enfermedad, no en los contagios, basado en una combinación de vacuna e inmunidad natural y en medidas voluntarias de puro sentido común, sin lugar para pánicos o histerias.Algunos sostienen que, debido a los adelantos técnicos de los últimos tiempos, no deben afrontarse las pandemias de hoy con estrategias del siglo pasado. Pero estos prodigios de la técnica moderna son: un cubrebocas, el encierro de todos los sanos y diversas coacciones y prohibiciones. Armados con estos recursos tan toscos, los aprendices de brujo contemporáneos se creyeron con poder suficiente para detener todo un fenómeno natural. Es urgente desechar la arrogancia, esa sensación de omnipotencia que dificulta la percepción de la frontera entre lo posible y lo imposible.La obsesión por frenar los contagios a cualquier coste impide contemplar el otro lado de la ecuación: el contacto con el virus acaba proporcionando inmunidad, o reforzando la existente por vacuna, contribuyendo así a una sólida defensa individual y colectiva contra la enfermedad. Las restricciones generales para evitar la circulación del virus, caso de funcionar, solo estarían retrasando la consolidación de este proceso de inmunidad colectiva. Pero existe tal pavor al contagio que la inmunidad natural, conocida desde hace siglos, se ha convertido hoy en un verdadero tabú.La pandemia no acaba cuando se erradica el virus ni cuando desaparecen los fallecimientos sino cuando estos se reducen hasta un nivel comparable al de enfermedades equivalentes. Estas muertes son ya inevitables porque el riesgo cero, la ausencia de mortalidad, solo existen en la fantasía.No podemos elegir si moriremos o no… pero sí el tipo de vida que deseamos llevar hasta ese crucial momento. Una opción es vivir con libertad, alegría, racionalidad, confianza en los demás. La otra, sometidos a un régimen de servidumbre, de reglas erráticas, con recelo del prójimo, presos de constantes pánicos morales. Aceptar pasivamente la estrategia actual no evitará ninguna muerte… pero puede amargarnos el resto de la vida.https://www.vozpopuli.com/opinion/pandemia-interminable.html
Dejémonos de magufadas, y centrémonos en lo humano, por favor:CitarHacia la pandemia interminableLa estrategia para afrontar esta pandemia ha desatado las más bajas pasiones del ser humano: el recelo, el odio, la envidia, el desprecioAunque han transcurrido casi dos años desde el inicio de la pandemia, el ambiente social, mediático y político no permite vislumbrar su final. Mientras los fallecimientos descendieron hasta niveles comparables a enfermedades similares, la tremenda obsesión por los casos positivos imposibilita el regreso a la normalidad. Y dificulta la comprensión de algo evidente: si las restricciones fueran tan eficaces como afirman los gobiernos, no sería necesario aplicarlas una y otra vez.Finalizada la emergencia sanitaria, la dinámica creada ha desembocado en una pandemia social de difícil salida. Desatado el pánico inicial, la perversa interacción entre una opinión pública presionando por restricciones más estrictas y unos gobiernos realimentando el miedo tensó el muelle hasta tal punto que la alarma se dispara ahora cuando contagios superan un listón… que se va acercando cada vez más al suelo.Pocos fueron conscientes de que traspasar la puerta de los confinamientos implicaba internarse en un pasadizo cada vez más inclinado y resbaladizo que se despeña en un estelar agujero negro. Regresar desde esa cuarta dimensión constituye un juego sumamente frustrante: en cada ocasión que se acaricia el final con la punta de los dedos, la histeria de la última variante devuelve siempre a la casilla de inicio. Y este círculo vicioso infernal acaba convirtiendo un fenómeno natural, que siempre fue pasajero, en una auténtica pandemia interminable. Como la Reina Roja de “Alicia a través de Espejo”, debemos correr cada vez más aprisa… tan solo para mantenernos en el mismo lugar.El presente conflicto de los pases de vacunación es el último de los muchos generados por esta estrategia. La vacuna es el único instrumento que ha mostrado utilidad en esta pandemia. Constituye un buen método de protección individual pues previene eficazmente la enfermedad grave y la muerte. Pero, al reducir los contagios en una medida muy inferior a la esperada, su capacidad de protección colectiva se ha revelado bastante más limitada. Por ello, los esquemas coercitivos para imponer la vacuna, imposición legal o pasaporte, son de dudosa utilidad práctica pues contribuyen poco a corregir ese efecto externo sobre la sociedad. Al contrario, estas políticas coactivas generan enormes efectos negativos sobre la convivencia, los derechos, la libertad o el sistema político.Si se trata de convencer, especialmente a ese reducido número de vulnerables no vacunados, debe hacerse desde el respeto y los argumentos razonables. Porque las amenazas e imposiciones pueden convertir un buen instrumento preventivo en una especie de rito iniciático, un requisito para ingresar en el grupo de elegidos. La libertad individual debe prevalecer pues, de lo contrario, las políticas abusivas desembocan en un incontrolable pánico moral, capaz de arrasar los valores democráticos.Un desmesurado Pánico MoralEn “Folk Devils and Moral Panics” (1972), el sociólogo Stanley Cohen explicó que los pueblos se ven sometidos esporádicamente a pánicos morales, unos episodios impulsados desde el poder y alentados por ciertos agentes interesados, en los que se señala a un grupo de personas como grave amenaza para la sociedad. Los medios de comunicación presentan a ese colectivo como estereotipo de maldad, mientras los expertos proponen soluciones para “erradicar” el problema.Se trata de un súbito y exagerado sentimiento de alarma y miedo, que conduce a extravagantes intentos de eliminar el peligro. El proceso posee un fuerte componente moral pues la culpa de todas las calamidades se atribuye abrumadoramente al grupo de “malvados” (folk devils). Las cazas de brujas son ejemplos clásicos de pánicos morales. Estos episodios son temporales, volátiles e inestables. Desaparecen, pero en ocasiones dejan marcada huella al propiciar cambios significativos en las leyes, las costumbres e, incluso, los valores sociales.Los “malvados” no son más que una excusa, la pantalla donde la sociedad proyecta sus frustraciones, sus sentimientos de culpa, angustia y desconciertoLa disparatada gestión de esta pandemia ha desembocado en un desmesurado pánico moral, con la identificación de los no vacunados como “folk devils”, una seria amenaza para la seguridad, un insalvable obstáculo para alcanzar el final de la pandemia. Sin embargo, como señala Cohen, los “malvados” no son más que una excusa, la pantalla donde la sociedad proyecta sus frustraciones, sus sentimientos de culpa, angustia y desconcierto. Y, en muchos casos, la persecución induce en el grupo de “malvados” una cohesión, identidad diferenciada, resistencia y blindaje que, de otro modo, no se generarían.En enero de 2021, la resolución 2361 del Consejo Europeo urgía a los gobiernos a “garantizar que los ciudadanos sean informados de que la vacunación no es obligatoria y que nadie sufra presión política, social o de otro tipo para ser vacunado si no lo desea”. También a “asegurar que nadie sea discriminado por no haberse vacunado”. Son palabras que hoy resuenan completamente huecas porque el pánico moral generó una corriente tan formidable, que arrastró a la opinión pública hasta cruzar peligrosas líneas éticas y aceptar de forma natural la vulneración de derechos fundamentales, hasta ese momento incuestionables.La estrategia para afrontar esta pandemia ha desatado las más bajas pasiones del ser humano: el recelo, el odio, la envidia, el desprecio. Y convertido la democracia en un régimen de excepcionalidad prolongada, donde la acción de gobierno se ejerce a golpe de decreto improvisado, sin los adecuados controles que marcan los límites al ejercicio del poder. Se ha justificado la censura, la ausencia de debate y la supresión de libertades. Incluso, en países como Australia, el establecimiento de campos de concentración para sospechosos de contagio.Regresar a la cordura del pasadoQuiénes critican estas estrategias coactivas, como los firmantes de la declaración Great Barrington, no proponen nada fuera de lo común. Ni siquiera novedoso. Tan solo recuperar la filosofía con la que la humanidad afrontó las pandemias del siglo XX, con un enfoque centrado en la enfermedad, no en los contagios, basado en una combinación de vacuna e inmunidad natural y en medidas voluntarias de puro sentido común, sin lugar para pánicos o histerias.Algunos sostienen que, debido a los adelantos técnicos de los últimos tiempos, no deben afrontarse las pandemias de hoy con estrategias del siglo pasado. Pero estos prodigios de la técnica moderna son: un cubrebocas, el encierro de todos los sanos y diversas coacciones y prohibiciones. Armados con estos recursos tan toscos, los aprendices de brujo contemporáneos se creyeron con poder suficiente para detener todo un fenómeno natural. Es urgente desechar la arrogancia, esa sensación de omnipotencia que dificulta la percepción de la frontera entre lo posible y lo imposible.La obsesión por frenar los contagios a cualquier coste impide contemplar el otro lado de la ecuación: el contacto con el virus acaba proporcionando inmunidad, o reforzando la existente por vacuna, contribuyendo así a una sólida defensa individual y colectiva contra la enfermedad. Las restricciones generales para evitar la circulación del virus, caso de funcionar, solo estarían retrasando la consolidación de este proceso de inmunidad colectiva. Pero existe tal pavor al contagio que la inmunidad natural, conocida desde hace siglos, se ha convertido hoy en un verdadero tabú.La pandemia no acaba cuando se erradica el virus ni cuando desaparecen los fallecimientos sino cuando estos se reducen hasta un nivel comparable al de enfermedades equivalentes. Estas muertes son ya inevitables porque el riesgo cero, la ausencia de mortalidad, solo existen en la fantasía.No podemos elegir si moriremos o no… pero sí el tipo de vida que deseamos llevar hasta ese crucial momento. Una opción es vivir con libertad, alegría, racionalidad, confianza en los demás. La otra, sometidos a un régimen de servidumbre, de reglas erráticas, con recelo del prójimo, presos de constantes pánicos morales. Aceptar pasivamente la estrategia actual no evitará ninguna muerte… pero puede amargarnos el resto de la vida.https://www.vozpopuli.com/opinion/pandemia-interminable.html
No sé si se han hecho eco del fenómeno documentado por el Dr De Benito, pero la mayoría de los vacunados emiten señal bluetooth; la imagen de arriba corresponde a la captura de pantalla de mi teléfono. Decir que con móviles de Iphone y Samsung no se detecta nada de nada y les puedo garantizar que mi móvil no se ha vuelto loco.https://odysee.com/@drBenito:7/directo26-10a:f?t=2199
Cita de: torre01 en Diciembre 12, 2021, 01:03:03 am No sé si se han hecho eco del fenómeno documentado por el Dr De Benito, pero la mayoría de los vacunados emiten señal bluetooth; la imagen de arriba corresponde a la captura de pantalla de mi teléfono. Decir que con móviles de Iphone y Samsung no se detecta nada de nada y les puedo garantizar que mi móvil no se ha vuelto loco.https://odysee.com/@drBenito:7/directo26-10a:f?t=2199Un módulo BT reducido tiene el tamaño de un grano de arroz. Lo que esta gente nos vende es que alguien ha sido capaz de desarrollar un módulo en piezas que son invisibles al ojo humano y que ellas mismas se encuentran en el torrente sanguíeno una vez que han sido inyectadas y se unen ellas solitas para formar un módulo BT.Y eso sin contar que de un vial de vacunas salen 6 dosis. Hay que tener las piezas del módulo multiplicadas por decenas para asegurarse de que cada inyección tenga todas las piezas necesarias para recombinarse en un módulo.Tampoco sabemos que pasa si a la persona le tocan piezas como para 4 ó 5 módulos. Imagino que por eso le salen tantas MAC a Benito Yo no tengo ninguna duda que hay algo muy oscuro detrás de toda esta pandemia y de las vacunas. Los efectos secundarios y las reacciones públicas cada vez son más difíciles de tapar. Los medios nos venden que esto es una balsa de aceite y que los no vacunados son cuatro gatos, normalmente vinculados a la extrema derecha (sí, esto lo he leído) Pero las costuras van a acabar saltando cuando menos nos lo esperemos (o eso o pones a la policía a reprimir brutalmente a tu población).No hacen falta añadir ninguna magufadas de BT, chips de Bill Gates y zombies controlados por 5G. La realidad ya es bastante oscura.
informations sobre los tests Pfitzer publicados por la "canadian covid care alliance":https://www.canadiancovidcarealliance.org/wp-content/uploads/2021/12/The-COVID-19-Inoculations-More-Harm-Than-Good-REV-Dec-16-2021.pdfEn particulier, pages 11 et 12, on voit qu'il y a eu plus d'hospitalisations et plus de morts dans le groupe vacciné que dans le groupe placebo. Le seul "bénéfice" du vaccin semble être de réduire le risque d'être positif à un test PCR..._:__:_:_.Si conseguis entrarEn pp 11 y 12; Estudio de tasa de mortalidad superior de los vacunados que del grupo placebo, La vacuna sólo reduce los positivos PCR
https://www.larazon.es/salud/20211206/tbkbf5ze2zfmvgpmde4gyupemq.htmlEl exceso de mortalidad en España que desconcierta a los expertos ¿Si no es culpa del coronavirus, qué es?«Frente a la veintena de muertes diarias por covid, se están produciendo casi 100 fallecimientos de más diarios sin que se sepa la causa», denuncia un experto de la UPMBELÉN TOBALINAMADRIDCREADA 06-12-2021 | 04:37 HÚLTIMA ACTUALIZACIÓN07-12-2021 | 16:06 HEsa es la pregunta que se hace Rafael Cascón Porres, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Así, el pasado mes, se produjeron 2.994 más muertes de las esperadas (esta cifra es aún provisional), cuando durante este mismo mes, según el Ministerio de Sanidad, se produjeron en torno a 640 fallecimientos por Covid-19. Es decir, «frente a la veintena de muertes diarias por covid, se están produciendo casi 100 fallecimientos de más diarios (80 si se quitan las de covid) sin que se sepa la causa», denuncia el experto de la UPM.Lo peor no es que haya un día con más de 200 fallecidos de más (el 9 de noviembre se registraron 243 más defunciones de las esperadas), sino que se mantenga ese exceso de mortalidad durante tanto tiempo. Así, en noviembre se han registrado «20 días consecutivos con muertes por exceso, algo que sólo se ha producido durante las olas: la primera, segunda, tercera y quinta», explica Cascón Porres, que recuerda que ya «en verano el exceso de mortalidad fue el doble de las muertes registradas con covid sin que entonces se buscase explicación. Pero ahora la diferencia que se está produciendo (entre las muertes por covid de las que informa Sanidad y las observadas por MoMo) es mucho mayor».Además, «la mayor parte de los días que se han superado las muertes esperadas ha sido por encima del umbral del 99% de confianza. En concreto, 16 días por lo que con casi total seguridad hay una causa que está provocando ese exceso de mortalidad anómalo», sostiene el experto de la UPM.¿El motivo? Se desconoce. De hecho, el Dr. Juan González del Castillo, coordinador del Grupo de Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes), explica que en urgencias no están detectando este exceso de muertes (ni por covid, ni por gripe, ni por accidentes): «De momento son muy pocos los casos que se están registrando de covid grave. De gripe estamos empezando a ver casos, pero son muy esporádicos. No te sé explicar ese exceso de mortalidad que recoge MoMo, al menos no lo estamos percibiendo en urgencias».“Y ese es el problema. Son defunciones que se están produciendo pero sin diagnosticarse y quizás también por eso importan menos: no crean más presión hospitalaria, pero mueren en todo caso”, incide Cascón Porres, que entiende que otra opción puede ser que estén falleciendo enfermos crónicos, que una parte se deba a la covid y que pudiera haber entonces un infradiagnóstico o que pueda deberse a un error en el propio informe que arroje más muertes de las que se producen. «Lo que tiene poco sentido es que estos datos solo valgan para sacar unos informes sobre exceso de mortalidad y no se busque la causa», concluye el investigador de la UPM.
Escribo desde hace diez años en Expansión con entera libertad. Sin embargo, ayer, en el último minuto y de modo injustificable, Expansión censuró y retiró este artículo que iba a publicarse hoy. Lamento que un periódico como Expansión censure un artículo cuyas fuentes son, entre otros, The Lancet (una de las tres publicaciones médicas más prestigiosas del mundo), artículos de reconocidos epidemiólogos en el Wall Street Journal (el periódico económico más importante del mundo), comunicados del JCVI británico y del Ministerio de Sanidad de Japón y datos oficiales del Ministerio de Sanidad español.Fernando del Pino Calvo-Sotelowww.fpcs.esBasta yaEsta locura debe acabar. El programa de vacunación masiva con vacunas y terapias genéticas en gran medida experimentales para combatir una enfermedad que cursa leve para la inmensa mayoría de la población se está convirtiendo en un escándalo de salud pública, y su extensión a niños y adolescentes sanos es simplemente inmoral. Contrariamente a lo que repite la histeria colectiva creada por el contubernio político-mediático-farmacéutico, la vacunación a estas edades no protege a los niños de nada, pues para ellos el covid es levísimo, ni protege a sus padres o abuelos, pues los contagios de niño a adulto son inhabituales[1] y, sobre todo, caramba, porque estas vacunas no impiden ni el contagio ni la transmisión[2], como estamos viendo. En cambio, exponen innecesariamente a los niños a potenciales efectos adversos a corto plazo que aun poco probables pueden ser serios, como la miocarditis (“con cuadro clínico atípico y de pronóstico incierto a medio plazo”, según el JCVI británico[3]), y a la incertidumbre de efectos secundarios desconocidos a largo plazo. ¿Cómo calificarían ustedes a una sociedad que pone en riesgo la salud de los niños para que algunos adultos duerman más tranquilos? Por tanto, recomiendo a los padres que, antes de tomar una decisión que será irrevocable, se lo piensen mucho y no se dejen arrastrar por razones equivocadas como la presión social, sino valorando exclusivamente los riesgos y beneficios para sus hijos, que no pueden defenderse ni opinar por sí mismos. Asimismo, si sus pediatras recomiendan vacunarse exíjanles la firma de la correspondiente receta para que asuman su responsabilidad.Una miríada de estudios y datos epidemiológicos recientes confirman que las vacunas y terapias genéticas no impiden ni el contagio ni la transmisión del covid y que su eficacia para reducir la gravedad se ha reducido mucho. De ahí la sorpresiva tercera dosis, inoculada en estado de pánico por Israel ante la evidencia del fiasco vacunal y promovida de tapadillo en España para intentar disimular dicho fiasco. Hace poco nos decían que dos dosis y un 70% de inmunidad de rebaño acabarían con la epidemia. Ahora son tres o cuatro dosis (¡en pocos meses!) y un 95%. Vaya tomadura de pelo.El desmedido afán de lucro de las empresas farmacéuticas, la incalificable campaña de terror mediática y oscuros intereses políticos propiciaron desde un principio que el foco se pusiera en reducir el número de contagios y no el de muertes, algo absurdo en una enfermedad que cursa leve para la mayoría. Acto seguido se torpedeó sistemáticamente la aparición de tratamientos baratos y prometedores dirigidos sólo a los enfermos de riesgo y se hizo creer a la opinión pública que la única esperanza eran unas lucrativas vacunas poco testadas y dirigidas a toda la población. Una vez vacunada la población de riesgo era imprudente y estéril continuar vacunando indiscriminadamente, pero nos dijeron que las vacunas pararían la epidemia y nos devolverían a la normalidad. “Primero les encerramos, luego les asustamos y finalmente les vacunamos a todos”, fue la consigna. Pues bien, la falacia se ha topado con la realidad. Las altas tasas de vacunación no están frenando los contagios. En septiembre, un estudio realizado en 68 países observó que, al contrario de lo esperado, “las zonas con mayor porcentaje de población totalmente vacunada tenían más casos de COVID-19 por cada millón de habitantes[4]”. En este sentido, según otro estudio publicado en The Lancet Infectious Diseases, los vacunados que enferman de covid parecen ser ligeramente más contagiosos que los no vacunados, con una carga viral similar[5]. Para más inri, otro artículo científico ponía de manifiesto que “la aparición y frecuencia de nuevas variantes resistentes a las vacunas está fuertemente correlacionada con las tasas de vacunación[6]”, es decir, que a mayor porcentaje de vacunados, más variantes. Y según un estudio sueco publicado como pre-print en The Lancet, Pfizer y Astrazeneca (85% de las vacunas administradas en España) no tienen “ninguna eficacia” para prevenir la infección de covid pocos meses después de su inoculación, y su eficacia para reducir la gravedad y muerte ha caído hasta un “indetectable” 42% seis meses después de vacunarse[7]. No olviden que todos estos datos son anteriores a la llegada de la famosa variante Omicron, convertida en chivo expiatorio del fiasco vacunal. Quizá por ello, según el Ministerio de Sanidad actualmente en España el 71% de los hospitalizados y el 80% de los muertos por covid mayores de 60 años son personas perfectamente vacunadas[8]. La evidencia comienza a ser abrumadora. Así, un recientísimo artículo en The Lancet con datos de varios países ha denunciado “la gran negligencia” de las autoridades sanitarias al negar tal evidencia[9] en una cínica huida hacia adelante. En Alemania “seis de cada diez casos sintomáticos de COVID-19 de mayores de 60 son personas totalmente vacunadas [ya son siete de cada diez], proporcionando una clara evidencia de la creciente relevancia de los vacunados como posible fuente de transmisión”. En el Reino Unido, nueve de cada diez nuevos casos de COVID-19 entre mayores de 60 años “se produjeron entre los totalmente vacunados”, y una semana antes “la tasa de casos de COVID-19 por 100.000 había sido mayor entre el subgrupo de vacunados que en el de no vacunados” de 30 años o más. Y en Israel un brote hospitalario cuya fuente había sido un paciente vacunado tuvo como resultado que “catorce pacientes totalmente vacunados enfermaron gravemente o murieron, mientras que los dos pacientes no vacunados desarrollaron una enfermedad leve”. The Lancet concluye: “Es una gran negligencia ignorar a la población vacunada como una fuente de transmisión posible y relevante”. Estos datos desmontan por completo el paripé del pasaporte covid, la persecución de los no vacunados y los programas de vacunación infantil.El carácter voluntario-obligatorio de estas vacunas en Europa ha vulnerado principios médicos y éticos. No así en Japón, donde el Ministerio de Sanidad deja claro que la vacuna COVID-19 “no es obligatoria ni forzosa, sino que sólo se realizará con el consentimiento de la persona a vacunar tras la información facilitada”. Y añade: “Le rogamos que se vacune por decisión propia, comprendiendo tanto la eficacia como el riesgo de efectos secundarios; no se administrará ninguna vacuna sin dicho consentimiento, y por favor, no obligue a nadie en su lugar de trabajo o a los que le rodean a vacunarse, y no discrimine a los que no se han vacunado[10]”. Y aquí, ¿dónde están los consentimientos informados? ¿Qué médico ha firmado nada? ¿Dónde queda el respeto a los no vacunados en este ambiente de histeria y fascismo sanitario? En España algunos sátrapas regionales, repanchingados en sus palacetes feudales, imponen a sus siervos la presentación de un salvoconducto para entrar en un hospital o tomarse una cerveza, y da igual que semejante atropello se base en una superstición, pues el vacunado transmite el virus exactamente igual (o más) que el no vacunado. ¿Y qué decir de la Sala del Tribunal Supremo (con la numantina excepción de un voto particular) que se ha prestado a esto autorizando el pasaporte covid con contradicciones que causan rubor?Repito: esta locura debe acabar. Ha llegado el momento de exigir a los responsables políticos que digan la verdad a la población sobre las limitaciones de eficacia y seguridad de estas vacunas y que detengan la campaña infantil. Para los niños sanos esta vacuna tiene muchos más riesgos que beneficios y, como dice el inmunólogo norteamericano Robert Malone, coinventor de la tecnología de las vacunas ARN mensajero, “la razón que le están dando para vacunar a su hijo es mentira: sus hijos no presentan peligro alguno para sus padres o abuelos[11]”. Yo aún diría más. No es deber de los niños proteger a los adultos, pero sí es deber de los padres proteger a sus hijos.Fernando del Pino Calvo-Sotelohttps://www.fpcs.es/basta-ya/