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Es por eso que me planteo si es necesaria la aparición de nuevo poder para solucionar estos conflictos de intereses. Quizás un quinto poder lo más independiente posible, o como mínimo tan independiente como el poder judicial actual.
No merece la pena luchar políticamente por cambiar las cosas, nada cambiaráVista la sociedad en la que vivimos, pareciera que el comportamiento que estas personas “indefensas” asumen para la resolución de sus problemas individuales se extiende también a los comportamientos asumidos por la mayoría para dar solución a los problemas colectivos, como bien demuestra el hecho de que, pese a los múltiples abusos que vienen sufriendo las clases trabajadoras en estos últimos años, la implicación política de la mayoría en un verdadero proyecto de cambio revolucionario que pueda poner fin a estos abusos, sigue siendo cosa de una minoría, y además es precisamente esa “mayoría silenciosa”, la que, con su resignación y su aceptación del discurso dominante, que justifica y legitima estos abusos, determina en última instancia que no se produzcan cambios reales en el orden político y social vigente. Pareciera, en definitiva, que la mayoría social se comporta políticamente reproduciendo las conductas típicas de estas personas que han aprendido a sentirse indefensas frente a la resolución de sus problemas individuales: bajando los brazos, evitando asumir responsabilidades para generar cambios y no enfrentándose al orden establecido, el mismo orden que es responsable de los abusos que, como trabajadores, vienen sufriendo.“Para qué luchar, si nada va a cambiar”, “yo no puedo hacer nada para que las cosas cambien”, “todo esto es perder el tiempo, nada cambiará mientras los que tienen el poder no quieran que haya cambios”, “la teoría es muy bonita, pero en la práctica eso no sirve de nada, porque nada podemos hacer nosotros, ciudadanos sin poder, para que las cosas cambien”.¿Cuántas veces nos hemos tenido que cruzar con personas que, una vez expuestos toda un serie de razonamientos sobre el macabro funcionamiento del sistema capitalista, y sus devastadores efectos para con la vida y los derechos de las personas, nos han respondido con alguna de las expresiones anteriores, u otras de carácter similar?, ¿cuántas veces una respuesta así ha zanjado una discusión política en la que nos hayamos visto envueltos, y aunque hayamos dado sobrados argumentos para demostrar que es necesario un cambio político y económico si lo que se quiere es acabar con los múltiples problemas en los que se ven implicados las clases trabajadoras por obra y gracia del sistema capitalista actual? Si la experiencia del lector es similar a la mía, seguro que bastantes.La creencia de que no merece la pena hacer nada por cambiar las cosas que creemos injustas, e incluso por aquellas cosas de la política o la macroeconomía que nos están afectando directamente como trabajadores y trabajadoras, la creencia de que nada cambiará por más que se intente mientras no sean los “poderosos” quienes quieran que las cosas cambien, es una creencia extensamente desarrollada entre nuestros conciudadanos y conciudadanas de clases trabajadoras. Podemos confirmarlo cada día en el laboratorio de nuestras vidas cotidianas, a poco que nos dediquemos a hablar de política con nuestros familiares, amigos, conocidos, etc., etc. Una creencia esta absolutamente paralizante y que lleva a la gente a asumir como ideal la pura resignación política, esto es, a no luchar más que por proteger aquellas pocas cosas que posean, y a no implicarse en nada que tenga que ver con la lucha política organizada y revolucionaria. Una creencia, huelga decirlo, que vuelve a la gente temerosa y pasiva, que los convierte en sujetos alienados que nada hacen por luchar contra aquellas cosas del orden político y social establecido que les afectan negativamente, incluso cuando están siendo directamente afectados.
[...]Las personas tienden a defender un sistema injusto, ¿culpa de las personas o del sistema?Tal fenómeno no ha pasado, claro, desapercibido para la ciencia psicológica, y no han faltado investigadores que han tratado de buscar respuestas a estos comportamientos mayoritarios. Según una teoría de la psicología cognitiva conocida como “justificación del sistema”, los seres humanos tienden a defender los sistemas en los que están inmersos, aunque éstos sean corruptos o injustos. Una investigación realizada por psicólogos estadounidenses ha revelado que esta actitud se da principalmente bajo cuatro condiciones: cuando el sistema está amenazado, cuando se depende del sistema, cuando resulta imposible escapar al sistema o cuando los individuos pueden ejercer un escaso control personal. Los resultados de este estudio, aseguran sus autores, explicarían porqué las poblaciones, a menudo, no se alzan contra situaciones que dañan sus propios intereses.El estudio en cuestión, cuyas conclusiones fueron expuestas en un artículo aparecido a finales de 2011 en la publicación Current Directions in Psychological Science, editada por la Association for Psychological Science (APS) de Estados Unidos, arroja, supuestamente, luz sobre las condiciones que determinan la tendencia de los individuos a defender su status quo, aunque éste no les merezca la pena, esto es, a defender un sistema injusto donde son ellos quienes, precisamente, sufren estas injusticias. El artículo es autoría del psicólogo de la Fuqua School of Business de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, Aaron C. Kay, y de su colaborador, el estudiante de graduado de la Universidad de Waterloo, en Canadá, Justin Friesen.Las conclusiones de estos autores fueron las siguientes:En primer lugar, los científicos constataron que, efectivamente, cuando los seres humanos se sienten amenazados, se defienden a sí mismos, y también a sus sistemas. En segundo lugar, las personas también tienden a defender los sistemas si dependen de ellos. En tercer lugar, si sentimos que no podemos escapar de un sistema, nos adaptamos. Para hacerlo, desarrollamos sentimientos de aprobación hacia situaciones que, de otra manera, consideraríamos indeseables. Por último, en cuanto al control personal, los investigadores afirman que cuanto menos control tenga un individuo sobre su propia vida, más apoyará a su sistema y a sus líderes, porque éstos le aportarán un sentido de orden.Cada una de estas afirmaciones fue “demostrada” mediante una serie de ejemplos y experimentos que los autores citan en sus artículo. Por ejemplo, en el primer caso, Kay y Friesen ponen un ejemplo muy claro: antes de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, las valoraciones de las encuestas populares sobre el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, estaban por los suelos. Pero cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center, enseguida aumentaron las valoraciones sobre el presidente. Según los investigadores, esto se debe a que, en tiempos de crisis, la gente quiere creer que el sistema funciona. La segunda conclusión quedó demostrada en uno de los experimentos revisados por Kay y Friesen, en el que se hizo que una serie de estudiantes se sintieran dependientes de su universidad. Una vez alcanzada esta situación, los estudiantes defendieron las políticas de financiación de sus universidades, a pesar de que desaprobaron las mismas políticas cuando éstas provenían del gobierno, situación que no les afectaba directamente. Para el tercer supuesto, los autores hacen referencia a un estudio en el que se dijo a una serie de participantes que los salarios de los hombres en su país eran un 20% superiores a los de las mujeres. En lugar de reconocer esta situación como injusta, aquellos participantes que sentían que no podían emigrar del país o cambiar de situación señalaron que la diferencia salarial tenía su origen en diferencias innatas entre los sexos, no en una deficiencia del sistema. Asumido todo lo anterior el artículo señala que “si se pretende comprender cómo conseguir que se produzcan cambios sociales, se deben entender las condiciones que hacen que la gente se resista a esos cambios, así como qué factores harían que la gente admitiese que dichos cambios son necesarios”.Desde luego, si la intención de los autores era esa, en poco o nada pueden ayudarnos sus investigaciones. No hace falta ser ningún experto en psicología, y mucho menos realizar un estudio al respecto, para saber que la mayoría de las personas que nos rodean asumen y justifican las injusticias del sistema, incluso cuando ellos mismos se están viendo afectados por tales injusticias. Para ello, como se decía antes, basta con dialogar con nuestros conciudadanos, máxime en periodos históricos como el actual, donde los ataques a los derechos de las clases trabajadoras, así como las situaciones de injusticia social, están a la orden del día y son cada vez más generalizados y generalizadas. Lo que el estudio de estos autores demuestra no es más que, precisamente, que el sistema injusto que nos envuelve no solo es efectivo para generar injusticia, sino también para lograr que la gente, pese a ello, no se rebele contra él. Nada nuevo bajo el sol, pues.Detallar las razones que, dentro del marco de un determinado sistema, hacen a las personas sumisas y alienadas, en nada ayuda a entender el porqué de esta sumisión y alienación, simplemente sirve para eso: para demostrar que la mayoría de las personas son sumisas y viven alienadas para con el sistema vigente. De hecho, tal estudio hubiese dado unos resultados similares en cualquier cultura, ya que lo primero que cualquier ser humano aprende mediante su sistema de socialización es a reproducir los valores propios del sistema, así como a justificarlos y defenderlos incluso cuando se están viendo negativamente afectados por ellos. Como demuestran multitud de estudios antropológicos, toda cultura, todo sistema, tiene su propio código de valores hegemónico, que, entre otras cosas, sirve para defender y legitimar el orden social establecido. No lo digo yo, lo dicen todo tipo de autores y estudiosos de la antropología, e incluso también de la sociología y la historia.Si no entramos, pues, a analizar en profundidad cómo y porqué cada sistema va generando a lo largo de su propio proceso histórico estos sistema de valores hegemónicos, de nada servirá decir que las personas, dentro de él, se comportan de esta o aquella manera: estas personas no se están comportando más que como, precisamente, el sistema espera que se comporten. Y no por casualidad, sino por el propio interés del sistema en que el orden social se mantenga estable. Entre otras cosas, estos códigos de valores hegemónicos son consecuencia, como bien explica el materialismo histórico, de las relaciones de clase; de la lucha de clases. Lo que las personas aprenden desde su más tierna infancia no es algo que surja de la nada, sino que es consecuencia de una realidad social, y es el producto de la misma. Si esta realidad social es una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, el código de valores reinante será también el producto de la misma. Y más concretamente será el resultado de los designios de aquella clase social que detenta el poder, tanto el económico como el político, y muy especialmente el control sobre el sistema educativo, formativo e informativo de la sociedad en cuestión.El marxismo explica esta relación mediante el concepto de “superestructura”. La tesis básica del materialismo histórico es que la superestructura (en alemán: überbau) depende de las condiciones económicas en las que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no tiene una historia propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos (clase/s dominante/s) que la han creado. Los cambios en la superestructura son consecuencia de los cambios en la infraestructura. La completa comprensión de cada uno de los elementos de la superestructura sólo se puede realizar con la comprensión de la estructura y cambios económicos que se encuentran a su base. De igual modo, en última instancia, no es posible la independencia de la mente humana, del pensamiento, respecto de las condiciones materiales específicas en las cuales está inmersa la sociedad.¿Sirve de algo, pues, detallar el porqué las personas se muestran sumisas y serviciales al sistema, sino se explica de qué modo este sistema es capaz de hacer que las personas se muestren sumisas y serviciales? Obviamente, no mucho. Ya sabemos que la mayoría social tiende a defender y justificar el sistema vigente, incluso yendo en contra de sus propios intereses de clase. Pero, ¿por qué? He ahí, en todo caso, la cuestión realmente interesante. Los autores del estudio anterior, sin embargo, prefieren no analizarlo. Más que un estudio científico, pareciera una más de las múltiples armas del sistema para autojustificarse y evitar cualquier tentativa de cambio revolucionario. Una justificación, en este caso científica, para que las personas sigan creyendo fielmente aquello de “haga lo que haga, nada cambiará”. Una justificación para que la indefensión aprendida que rige como mayoritaria en nuestra actual sociedad, se mantenga estable e intacta: que no decaiga.[...]
¿y qué?No hay solución, moriremos cienes de veces.Estás coqueteando con el trolleo.
-La guerra la ganan los buenos-El duque corrupto acaba en la cárcel-La chica joven de ojos grandes y pelo platino se casa con un hombre de buen corazón-Todos son felices y comen perdices
-La guerra la ganan los malos-El duque corrupto se presenta a las elecciones y la gente lo vota en masa porque quieren que se ocupe de gestionar el Tesoro Público-La chica joven de ojos grandes y pelo platino se lia con un drogota ciclado, un narcisista y un chulo-El hombre de buen corazón pierde la casa porque lo primero que hace el duque corrupto es subir los impuestos para poder robar mas
Fusión del hilo "Convertir la sociedad en un infierno" con éste para no dispersar temáticas
Cita de: Aire Mutable en Enero 30, 2012, 14:07:47 pmFusión del hilo "Convertir la sociedad en un infierno" con éste para no dispersar temáticasNo hay ninguna relación entre la filosofía militar y el tema de este hilo.