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Culpables de ser pobresLa criminalización del parado como sospechoso de holgazanería cala en el discurso políticoCon ese relato, los poderes buscan justificar el abandono a su suerte del más desfavorecido y neutralizar cualquier resistencia a las medidas de ajusteSi es pobre, por algo será. Si le van mal las cosas, es que no se ha esforzado suficiente. Como una lluvia fina, el pensamiento que culpabiliza al pobre por ser pobre y al parado por no encontrar trabajo va calando en el discurso político. Es en realidad el reverso del ideario del liberalismo económico, que entroniza la figura del emprendedor como modelo social y sitúa la competitividad como motor de cualquier progreso. En fase de bonanza económica, especialmente si está basada en dinámicas especulativas, este ideario tiene una gran aceptación social porque siempre hay historias de éxito fulgurante que mostrar. Pero en tiempos de crisis, puede volverse fácilmente contra los pobres y los parados, a los que se presenta como sospechosos de holgazanería y culpables de haber malbaratado sus oportunidades.Aunque pocas veces se expresa abiertamente, el desprecio por quienes necesitan ayudas públicas acaba aflorando. A veces de forma inoportuna, como le ha ocurrido al candidato republicano Mitt Romney. Sugerir que casi la mitad de los norteamericanos son parásitos sociales ha arruinado su carrera a la presidencia de Estados Unidos. Otras, de forma estridente, como cuando la diputada Andrea Fabra lanzó en el Congreso de los Diputados aquel burdo “que se jodan” en el momento en que se debatía recortar prestaciones a los parados. Y a veces sibilinamente, como cuando el diputado Josep Antoni Duran i Lleida afirmó que mientras los payeses catalanes lo pasan mal, en otras partes de España “hay campesinos que pueden quedarse en el bar de la plaza y continúan cobrando”.Estas palabras no son inocentes. “El relato que se hace de lo que ocurre es determinante porque contribuye a construir el marco conceptual que servirá de referencia a la hora de valorar lo que ocurre”, explica Montserrat Ribas, profesora de la Universidad Pompeu Fabra y coordinadora del grupo de investigación sobre Estudios del Discurso. Si en ese relato se introduce la idea de que los parados y los pobres son parásitos, es presumible que cuando se decidan recortes en las prestaciones, estos no encuentren resistencia entre quienes no sufren esa situación.El sociolingüista George Lakoff, autor del libro No pienses en un elefante, ha definido el papel de estos marcos conceptuales en la conformación de la opinión pública. Cuando la ideología conservadora, afirma Lakoff, utiliza por ejemplo la expresión “hay que aliviar la carga impositiva”, el marco conceptual en el que se inscribe implica una visión de los impuestos como algo que aprieta, que oprime a la sociedad. Del mismo modo, cuando Mitt Romney se refiere a “ese 47% de la población norteamericana que no paga impuestos y depende de las Ayudas del Estado”, que se siente “víctima” y se “cree con derecho a recibir atención médica, comida o vivienda”, está diciendo que ni es víctima ni tiene derecho a esas ayudas. Esa idea forma parte de un marco ideológico según el cual, cada uno ha de espabilarse y si alguien es pobre o fracasa, es por su culpa. Algo habrá hecho mal. En este marco conceptual, los poderes se sienten legitimados para abandonar a su suerte a los desfavorecidos.Todo discurso político tiene un marco conceptual de referencia. También el de la crisis. Montserrat Ribas ha observado que el relato que se hace de la crisis está orientado a neutralizar cualquier resistencia a las medidas que se aplican. “El relato hegemónico presenta la crisis como una catástrofe natural, que ha ocurrido por una serie de fuerzas que no podemos controlar y que tiene consecuencias graves para todos. Como en las catástrofes, hay que resignarse, aceptar los sacrificios y colaborar para salir de ella”.Con este enfoque, la crisis no tiene responsables, ni se considera importante determinar cómo se reparten sus cargas. Una vez instaurado este discurso, quienes cuestionan las políticas de ajuste y se resisten a los sacrificios son malos ciudadanos, como sugirió Rajoy en Nueva York al ensalzar “a la mayoría de españoles que no se manifiesta, que no sale en las portadas de prensa”, en referencia a las protestas de la plaza de Neptuno de Madrid.Montserrat Ribas invita a imaginar qué ocurriría si en lugar del “relato de la catástrofe” se impusiera “el relato de la estafa”. Estaríamos buscando a los responsables de lo ocurrido, les estaríamos exigiendo responsabilidades políticas y penales, y exigiríamos cambios radicales en la regulación del sistema financiero para evitar que vuelva a repetirse. “En este relato, el papel del ciudadano es totalmente diferente. No es de pasividad y resignación, sino de exigencia y reforma”, señala.Y aún hay un tercer relato posible: el de la crisis como “golpe de Estado del capitalismo”. En este relato, la recesión es utilizada para limitar la democracia e imponer un sistema autoritario que permita someter a toda la población a los dictados del poder económico, en beneficio de este.De momento, el relato de la crisis como estafa pugna por abrirse paso desde la plaza de Neptuno de Madrid y desde los foros sociales abiertos al calor del movimiento del 15-M. Pero en el discurso oficial el que predomina es el de la crisis como catástrofe.La culpabilización de las víctimas aparece, en este contexto, como un mecanismo de legitimación de los recortes sociales. En la presentación del plan Prepara, la ministra de Trabajo, Fátima Báñez, insistió en que se iban a aplicar medidas contra los parados que no quisieran aceptar un trabajo, como si los parados españoles recibieran muchas ofertas de empleo. Báñez justificó los nuevos criterios de concesión de la ayuda de 430 euros en la necesidad de hacerla más equitativa y evitar abusos. Para justificarlo, declaró sentirse “insultada” al saber que había “hogares que ingresan 8.000 euros, en los que un niñato recibe una paga de 400 por no hacer nada”. De entrada, hogares en los que entran 8.000 euros al mes no hay tantos como para ponerlos como paradigma, pero lo que en realidad la ministra encubría con esta retórica era un drástico recorte en las ayudas, que a partir de ahora solo podrán cobrar quienes estén prácticamente al borde de la indigencia.La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría anunció también que los parados que reciben una prestación podrán ser requeridos para realizar trabajos comunitarios, como limpiar bosques, y que si se niegan, se les podrá retirar el subsidio. “En realidad, anunciaba algo que ya existe. Los trabajos de colaboración social están regulados desde 1994. Entre 4.000 y 6.000 parados realizan este tipo de colaboraciones y si no hay más es porque las Administraciones deben aportar la diferencia hasta el salario mínimo interprofesional, y no tienen dinero”, explica Paloma López, secretaria de Empleo de CC OO. “Es curioso que cuando la pobreza ha escalado dos puntos en un año y hay 1.737.000 hogares en los que todos sus miembros están en el paro, se insista tanto en la idea de que los desempleados no hacen suficiente esfuerzo para poder trabajar”, añade. “Con este discurso, las víctimas de la crisis se encuentran doblemente penalizadas: además de perder su empleo, son sospechosos de querer vivir a costa de los demás”.Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade, subraya que la crisis ha aumentado la pobreza, pero muchos de los actuales pobres ya estaban en situación de exclusión social antes de que estallara. En la fase de máximo crecimiento España seguía teniendo un paro estructural del 8%. “En 2007, el 18% de la población se encontraba bajo el umbral de la pobreza. Ahora ese porcentaje es del 22% y lo que ha ocurrido es que quienes ya eran pobres, están mucho peor”. Durante la crisis han aumentado las diferencias sociales. “En 2007, la diferencia del PIB per cápita medio del 20% de los más ricos era 5,3 veces mayor que el del 20% más pobre; ahora es 6,9 veces mayor”, señala Carreras.Hay pues más pobres que además están peor y tienen menos posibilidades de salir del agujero. Porque justo cuando más se necesitan, la crisis está erosionando también las políticas de inserción social. Así lo confirma Nacho Sequeira, director de la Fundación Exit, una entidad creada en Barcelona para facilitar la inserción laboral de jóvenes de 16 a 21 años con un perfil de fracaso escolar. “Los alumnos con mayores dificultades pueden salir adelante si tienen un acompañamiento adecuado. Pero en un momento en que hay índices de paro tan alto, las empresas demandan un tipo de trabajador que coincide con el perfil considerado de éxito. Los jóvenes menos formados o que necesitan un proceso de preparación más largo, tienen ahora menos posibilidades”, señala. “Se está desmontando el discurso de la promoción social”, corrobora Isidro Rodríguez, director de la Fundación Secretariado Gitano. “Ver que hay gente de clase media que tiene que acudir a Cáritas o a los comedores sociales causa mucha alarma. Todo el mundo teme encontrarse en esa situación y acepta con naturalidad que se destinen los recursos a los casos extremos. Se está instaurando un discurso de la urgencia en el que, como todo está muy mal y hay que atender lo más urgente, los programas de inserción social quedan relegados”.La consecuencia es bastante previsible: quienes están en esos programas pasarán a engrosar en poco tiempo las listas de quienes tienen necesidades perentorias y han de acudir a Cáritas. “La crisis puede suponer una marcha atrás de varias décadas en las políticas de inserción social”, advierte Isidro Rodríguez.Esas políticas no solo son necesarias, también son económicamente rentables. Cuando en Francia se produjo la crisis de los campamentos gitanos, toda Europa miró hacia España. En los últimos 30 años, las condiciones de vida de los gitanos españoles han mejorado de forma espectacular. “El éxito se debe a dos factores: nuestro tardío Estado de bienestar ha sido inclusivo con los gitanos; han podido beneficiarse de políticas de acceso a la vivienda, la educación y la salud. Pero además se han aplicado programas específicos de acompañamiento educativo, de realojamiento o de integración en el mercado laboral”, señala Isidro Rodríguez. El resultado es que ahora todos los niños gitanos acaban al menos la enseñanza primaria, y el objetivo ahora es que también terminen la secundaria. Y si en 1978, el 75% de las familias gitanas estaban instaladas en infraviviendas, en 2007 ese porcentaje se había reducido al 12%. Y las que viven en chabolas, hasta el 4%. Estas cifras muestran que la inserción es posible. Que ir al colegio y vivir en barrios normalizados abre oportunidades y no solo ellos, sino todo el país sale beneficiado. Los programas de acompañamiento permiten que el horizonte de un joven gitano no sea ya la chatarra o el mercado ambulante.Pero el presupuesto de la fundación Secretariado Gitano para 2013, de 17 millones de euros, es un 20% inferior al de este año y se mantiene gracias a que el 60% de sus fondos proceden de la Unión Europea. “Se está aprovechando la crisis para deslegitimar este tipo de programas”, dice su director.Pero la pobreza no solo se nutre de colectivos en riesgo de exclusión. Hay también nuevos perfiles de pobres que viven su situación de precariedad con una gran angustia pues son personas preparadas que forjaron sus expectativas en los años de bonanza. ¿Quiénes son esos nuevos pobres? Son aquellos para los que el ascensor social, en lugar de subir, está bajando. El discurso oficial no los trata como tales, pero Montserrat Ribas señala dos ejemplos: “Esos jóvenes profesores asociados de la universidad que se han quedado sin trabajo por los recortes, o aquellos que se han quedado cobrando 500 euros al mes. También podría incluirse a muchos de los investigadores que trabajan en una plaza Ramón y Cajal”. Estamos hablando de jóvenes científicos que han hecho una tesis doctoral en el extranjero y hacen investigación de primera línea. No es que fueran unos potentados de la ciencia, pero si a un sueldo de 1.100 euros al mes se le recorta el 25%, lo que queda fácilmente cae por debajo de los índices de pobreza. Estos talentos empobrecidos ven con estupor que no hay dinero para la investigación, pero sí lo hay para rescatar a la banca.Se ha repetido que para triunfar en la vida se ha de ser emprendedor, estar muy preparado y ser competitivo. Pero, como apunta Ignasi Carreras, no todo el mundo tiene un perfil emprendedor, no todo el mundo ha de hacer un negocio y por muy activo que alguien sea, si cierran las empresas y se destruye empleo, es muy difícil encontrar trabajo. En este contexto, la idea de que solo los mejores saldrán adelante y de que quienes quedan relegados es porque no valen o no se esfuerzan está teniendo efectos psicológicos devastadores en los muchos jóvenes que se estrellan una y otra vez contra la realidad de un mercado laboral en caída libre.El mismo marco conceptual que permite culpabilizar a los pobres y a los parados es el que opera en los países del norte contra los del sur. El discurso culpabilizador genera angustia, pero también insolidaridad. Y abre la puerta a una nueva ignominia: la competencia feroz entre los mismos pobres por los escasos recursos disponibles. “No quiero ser apocalíptico, pero lo peor que nos puede ocurrir es que después de la crisis económica venga la crisis social”, afirma Isidro Rodríguez. “Los países que mejor resisten la crisis son aquellos que tienen un Estado de bienestar más sólido y una sociedad civil fuerte y cohesionada. No podemos pasar del Estado de bienestar al Estado de beneficencia”, concluye Carreras.
65 horas semanales y móviles explosivosMientras los ministros de Trabajo de la Unión Europea aprobaban la ampliación de la jornada laboral a 65 horas semanales, en la localidad donde vivo los vecinos distribuyen folletos advirtiendo del peligro de recoger teléfonos móviles abandonados porque pueden ocultar una bomba de ETA “con dinamita”.Creo que esta escena ilustra mejor que ninguna otra la victoria del proyecto político y mediático que tenía como objetivo grabar en las mentes ciudadanas la psicosis terrorista y evitar cualquier crítica, reivindicación o ni siquiera el intento de comprender la realidad. Se desplazan de la mentalidad del individuo necesidades o deficiencias no resueltas, se aceptan limitaciones a la libertad en aras de la anhelada seguridad y se convierte al individuo en más conformista en la medida en que adopta la psicología de animal amenazado y atemorizado.Somos muchos los que llevábamos tiempo advirtiendo que, independientemente de quien estuviera detrás de atentados terroristas o acciones armadas, el poder había encontrado el patrón psicológico perfecto que terminaría con ciudadanos pidiendo policías, guardias civiles, militares, vigilantes jurados, controles de carretera, de aeropuerto, en la recepción de los hoteles, en las grandes autopistas, en la carreteras comarcales, cámaras de vigilancia –sólo en el Reino Unido hay 4’2 millones de cámaras de circuito cerrado de televisión-, control de los correos electrónicos…Hemos llegado a una sociedad que, obsesionada con asedios yihadistas, mafias procedentes de Europa del Este y nacionalismos desesperados, ve con tranquilidad tres guardias jurados en el control de equipajes de una estación de tren aunque no haya ningún operario que ayude a una anciana a subir al vagón. En el supermercado no nos importa que falten cajeras –o cajeros- mientras comprobemos que existan vigilantes a la salida que garanticen nuestra seguridad.El pasado mes participé el día de San Isidro en una especie de romería popular de un pueblo de Castilla donde todos los vecinos de una localidad de mil habitantes pasaban el día en el campo. La ambulancia de la Cruz Roja estuvo presente para atender cualquier necesidad apenas unas horas, pero durante toda la jornada hubo tres vehículos de la Guardia Civil. La ambulancia, además, debe ser pagada por el Ayuntamiento y se nutre de profesionales voluntarios mientras que la Guardia Civil, como todos sabemos, forma parte de la plantilla del ministerio de Defensa. La sensación de terror creada, paradójicamente, por las políticas antiterroristas ha provocado que la ciudadanía pida y pida presencia de fuerzas de seguridad sin pensar si sus necesidades son otras. Los poderes públicos lo saben y optan por aparentar políticas eficaces con medidas y agentes del orden innecesarios. De ahí que con toda seguridad los vecinos protestarían más por el cierre de un cuartel de la Guardia Civil que por un ambulatorio. La humillación de la incautación de mi espuma de afeitar o una pequeña botella de agua mineral antes de subir a un avión no solamente no indigna, sino que crea la sensación de que nos están protegiendo nada menos que del viajero que se sienta al lado. El prójimo se ha convertido en un peligro que los cuerpos de seguridad neutralizan mediante la incautación de su botella de agua mineral. Sería una locura pretender unirme a él para protestar contra el aumento de la jornada laboral si hasta pido que lo “desarmen” para que me acompañe en el avión.Si la psicosis terrorista permitió en Estados Unidos que el resultado de las elecciones presidenciales de 2001 fuese un tema menor comparado con la cruzada contra el terror en la que estaban inmersos, ¿cómo no va dejar a un lado en Europa algo tan irrelevante como el número de horas a trabajar cada semana, para centrarnos en la vigilancia de teléfonos móviles itinerantes que se emboscan a la espera de incautos a los que explotarles mediante la carga de dinamita que portan? Atrás queda la regulación de la Conferencia General de la OIT en Washington de octubre de 1919 que estableció el convenio por el que se limitaban las horas de trabajo a ocho diarias y cuarenta y ocho semanales. Hay que modernizarse.Naomi Klein en su magnífico libro La doctrina del shock, ya explica cómo ha llegado a la conclusión de que la paz ha dejado de ser pretendida por los gobernantes y los grandes grupos empresariales. La situación de que no podía haber prosperidad económica en medio de la violencia y la inestabilidad ha quedado atrás. El psicópata modelo económico al que nos hemos abocado ha desarrollado toda una infraestructura de negocio en torno al terror y la inseguridad. No sólo se trata del tradicional beneficio de los fabricantes de armas, hablamos de enormes ganancias para el sector de seguridad de alta tecnología, aseguradoras que se lucran del miedo, servicios de vigilancia hasta el infinito. Si el índice Dow Jones bajó en 2001 tras los atentados del 11-S, el Nasdaq subió siete puntos tras las bombas en el metro de Londres. Además el terror paraliza reivindicaciones laborales, desplaza los controles sobre los gobiernos y multinacionales e inhibe propuestas ciudadanas de regeneración democrática. En este momento el fin de la amenaza terrorista y la estabilidad mundial sería un desastre económico y político para gran parte de consorcios y gobiernos.La expresión reaccionaria de que no es bueno cambiar de caballo cuando se está cruzando el río se ha vuelto más eficaz que nunca en la actual situación de psicosis mundial. Cómo vamos a movilizarnos contra el aumento de la jornada laboral si estamos a punto de morir por la onda expansiva de un móvil que han dejado Bin Laden y la guerrilla colombiana de Tirofijo con el asesoramiento de ETA.Pascual Serrano es periodista. Acaba de publicar Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra. Mayo 2008. El Viejo Topo.
En el límiteUna vergonzante autocensuraJuan M. Blanco (08-10-2012) En 1953, el yugoslavo Milovan Djilas escribió unos incisivos artículos criticando duramente el sistema político de su país. Argumentaba que el régimen comunista estaba gobernado por una “nueva clase”, la nomenclatura del partido, que ocupaba el poder para garantizarse privilegios completamente vedados al resto de la población. Como cabría esperar, el imprudente Milovan acabó dando con sus huesos en la cárcel, donde permanecería nueve años.Nada fuera de lo común habría en este episodio si no fuese porque, en el momento de difundir sus aceradas e incómodas opiniones, Djilas estaba a punto de acceder a la presidencia de la Republica de Yugoslavia, perfilándose como sucesor del indiscutible líder del partido, el Mariscal Tito. En lugar de callar, y disfrutar de todas las ventajas y comodidades inherentes al cargo, el dirigente comunista prefirió decir abiertamente lo que pensaba, denunciando una situación profundamente injusta y, sobre todo, contraria a sus convicciones más profundas. En España, las últimas décadas han sido testigos del clamoroso silencio de muchos intelectuales y periodistas sobre los entresijos y el verdadero funcionamiento del régimen surgido de la transición. Escaseó la crítica y la denuncia ante los desmanes cometidos por los partidos y se guardó silencio mientras los gobernantes hacían mangas y capirotes con la separación de poderes o se saltaban las leyes a la torera. Se miró hacia otro lado ante la arbitrariedad, la omnipresente corrupción y la manipulación partidista de todas las instituciones. Muy pocos se atrevieron a pregonar lo evidente: “el rey estaba desnudo”.Un miedo insuperable al “qué dirán” o al “qué pensarán”¿Estribaba el problema en que todos los que podían ejercer la crítica estaban a sueldo del poder? Ciertamente, no. Aunque algunos periodistas recibieran favores, o incluso sobres, y una parte de los intelectuales cobrase de alguna de las instituciones o fundaciones creadas a tal efecto, la mayoría era ajena a tal reparto. Las motivaciones no siempre responden a intereses materiales; a veces son más complejas y profundas. Fue el asfixiante ambiente, creado por la incesante propaganda, lo que acabó impidiendo la crítica de muchos. Se trató, más bien, de una vergonzante autocensura ante la perspectiva de recibir alguno de esos certificados de “antidemócrata”, que expedían los potentes altavoces del régimen. Un reverencial temor al “qué dirán” o al “qué pensarán”, un miedo insuperable a mantener abiertamente un criterio propio en contra de la corriente.Desde el principio, la interesada propaganda del régimen se esforzó en enseñar a la gente su particular forma de “ser demócrata”. En este adoctrinamiento, todos los ciudadanos debían interiorizar ciertos dogmas que recreaban una versión manipulada de la realidad, animando a vilipendiar a aquéllos que se resistieran a su observancia. Los intelectuales debían acatar la línea predicada desde el púlpito por los editoriales de cierto diario nacional, hoy en proceso de desguace. Unas argumentaciones frecuentemente engañosas en las que, de unas premisas ciertas, solía extraerse una conclusión carente de lógica. Un silogismo incorrecto que pocos osaban enmendar ante el temor a la excomunión de esa pretendida fe democrática.Sólo era lícito discutir en los términos aceptados por la partitocracia, esto es, a favor de un partido o en contra de otro, sin cuestionar la calidad o la validez de las instituciones o poner en tela de juicio las tramposas reglas del juego. Pocos cayeron en la cuenta de que la democracia consiste precisamente en lo contrario: en el pensamiento libre, el contraste de ideas y la crítica constructiva y fundamentada. Nunca en la repetición insistente, como un papagayo, de las consignas del poder.Un régimen político abierto requiere decisiones individuales meditadas, ciudadanos capaces de mantener criterios razonados aun cuando deban nadar a contracorriente. La democracia se empobrece en entornos donde la emoción nubla la razón o en lugares donde la gente ha interiorizado los dogmas por miedo a atraer las miradas censoras de otros. Ante la tensión entre mantener las propias convicciones (denunciar la injusticia) o seguir el dictado de los condicionantes externos (guardar un cómodo silencio) el ser humano recurre con frecuencia al autoengaño. Se convence a sí mismo de que la pasividad no traiciona sus principios, de que su voz no serviría para cambiar nada o, incluso, de que la situación, aún siendo mala, podría ser peor.“Eso es verdad… pero no se puede decir”En ocasiones, algunas conversaciones privadas podían provocar una muy ilustrativa respuesta del interlocutor: “eso es verdad, pero no se puede decir”. Algo debía fallar en el sistema cuando lo censurable era exponer la verdad abiertamente. El temor había conducido al autoengaño de muchos, a aceptar la corrupción, la mentira o el desprecio a las normas como males necesarios para el mantenimiento de un régimen de libertades. Craso error. La permanencia del engaño genera un daño irreparable al sistema democrático y fomenta la difusión de doctrinas populistas y totalitarias. La denuncia de la corrupción, la injusticia y la arbitrariedad, y la defensa de unas reglas del juego equitativas, constituyen la única vía hacia la regeneración.El cambio acelerado de los últimos años ha provocado la fractura de muchos tabúes y dogmas, que constituían la columna vertebral del régimen partitocrático. Tras romperse las barreras que contenían la información, y rasgarse las sutiles ligaduras de la propaganda oficial, una marea de merecidas críticas ha comenzado a barrer todas las instituciones. Pero no debe bajarse la guardia. Es labor de cada uno preservar el espíritu crítico, procurando mantener la coherencia y el respeto a los propios valores. En la mayor parte de los casos, se requerirá a lo sumo un poco de valentía y decisión. Como mucho, en ambientes inflamados por la irracionalidad, podría implicar el riesgo de ser señalados con el dedo o de recibir algún calificativo poco amable. Por suerte, nunca tendremos que enfrentarnos a un dilema tan duro, penoso y traumático como el que superó, con éxito, Milovan Djilas. http://www.vozpopuli.com/blogs/1625-juan-m-blanco-una-vergonzante-autocensura
El Gobierno aprueba hoy el Código Penal más duro de la democraciaJueces para la Democracia avisa de que la prisión permanente y la custodia de seguridad pueden ser inconstitucionales. Discrepa de elevar las penas en uno de los países con más presos por habitanteEl Consejo de Ministros tiene previsto aprobar este jueves el Anteproyecto de Código Penal más duro de la democracia, que introduce la pena de prisión permanente revisable para los delitos más graves y una nueva medida de privación de libertad denominada custodia de seguridad, que puede mantener en la cárcel a un penado diez años más tras cumplir su condena si se le considera peligroso.Desde la asociación progresista Jueces para la Democracia, su portavoz Joaquim Bosch destaca que "en España, con una de las tasas de delincuencia más bajas de Europa, y uno de los porcentajes más altos de presos por habitante, la severidad de las actuales penas son suficientes, y no se necesita una reforma que los endurezca más".Añade que, sin datos objetivos de incremento de la delincuencia ni mayor inseguridad ciudadana, sólo "una finalidad populista" explica el proyecto de endurecimiento de penas."En vez de apoyar la prevención social frente al delito, apuestan por la solución más fácil y menos comprometida, que es elevar las penas.Y no atacan ni la alta delincuencia económica ni la corrupción política", destaca Bosch.En cuanto a la prisión permanente revisable, cree primero que es innecesaria porque las penas en España ya son muy altas (40 años de prisión en casos de los supuestos más graves de terrorismo) y, en función de cómo se articule, considera que puede ser inconstitucional y anulada por tanto en el futuro por el TC porque, según marca la Carta Magna, el fin de la pena es la reinserción del recluso.Lo mismo opina de la nueva pena de custodia de seguridad, porque supone una prórroga de la prisión que puede vulnerar los principios de presunción de inocencia y seguridad jurídica.Pena indefinida aunque revisableEl Gobierno estudió el pasado 14 de septiembre un informe presentado por el ministro de Justicia sobre este Anteproyecto de reforma del Código Penal.En dicho documento, hecho público por el Ministerio de Alberto Ruiz-Gallardón, se destacaba como principal novedad del texto la pena de prisión permanente revisable para delitos de homicidios terroristas, asesinatos del rey, el príncipe o jefes de Estado extranjeros, genocidio, crímenes de lesa humanidad, y asesinatos agravados: cuando la víctima sea menor de 16 años o especialmente vulnerable; cuando se mate después de una agresión sexual a la víctima; los asesinatos múltiples; o los cometidos por miembros de una organización criminal.El texto debe fijar el periodo mínino de cumplimiento de cárcel hasta el cual no será posible revisar la condena a estos delincuentes. Su pena será indefinida, aunque revisable de forma periódica a partir de una fecha (tras entre 25 y 35 años condena) por el tribunal sentenciador.Además, el informe destacaba la introducción de la medida de privación de libertad denominada custodia de seguridad, prevista para prolongar las condenas de convictos, una vez que cumplan su pena, si se considera que son aún peligrosos, y por un espacio de tiempo máximo de diez años. Está previsto para reincidentes en delitos contra la vida, la integridad física, la libertad, la indemnidad sexual, o de terrorismo o narcotráfico, o a quienes los mismos por primera vez si cometen varios al mismo tiempo.Mensajes en las redes socialesTambién introduce un nuevo delito consistente en la difusión de mensajes a través de las redes sociales que inciten a alteraciones de orden público. Estará castigado con entre 3 meses y 1 año de cárcel, aunque también podrá ser sancionado con multa, según informaron esta tarde fuentes del Ministerio de Justicia.El nuevo delito no especificará los canales de difusión de esos mensajes de incitación a la violencia, pero incluirá Twitter, Facebook, WhatsApp o cualquier otra red social o de comunicación en general.Las citadas fuentes señalaron que no estará sancionada la convocatoria de movilizaciones, sino la incitación a cometer desórdenes graves del orden público en esas convocatorias. Bastará para la persecución penal que se haya lanzado el mensaje, es decir, que no será necesario que se haya concretado realmente el acto violento, al configurarse técnicamente como un delito de peligro y no de resultado.También incluye otra batería de medidas entre las que destaca el incremento de las penas para los delitos de detención ilegal con desaparición de la víctima y regula la libertad condicional como una suspensión de la pena, de modo que si, una vez libre, vuelve a delinquir, podrán ser devueltos a la cárcel para seguir cumpliendo condena desde el momento en que quedó en suspenso.
Sobre este tema (y sobre algún otro también) la lectura de este artículo me parece absolutamente fundamental:http://kaosenlared.net/colaboradores/item/3754-indefensi%C3%B3n-aprendida-y-consumismo-un-arma-en-defensa-del-sistema-capitalista.htmlCitar[...]Las personas tienden a defender un sistema injusto, ¿culpa de las personas o del sistema?Tal fenómeno no ha pasado, claro, desapercibido para la ciencia psicológica, y no han faltado investigadores que han tratado de buscar respuestas a estos comportamientos mayoritarios. Según una teoría de la psicología cognitiva conocida como “justificación del sistema”, los seres humanos tienden a defender los sistemas en los que están inmersos, aunque éstos sean corruptos o injustos. Una investigación realizada por psicólogos estadounidenses ha revelado que esta actitud se da principalmente bajo cuatro condiciones: cuando el sistema está amenazado, cuando se depende del sistema, cuando resulta imposible escapar al sistema o cuando los individuos pueden ejercer un escaso control personal. Los resultados de este estudio, aseguran sus autores, explicarían porqué las poblaciones, a menudo, no se alzan contra situaciones que dañan sus propios intereses.El estudio en cuestión, cuyas conclusiones fueron expuestas en un artículo aparecido a finales de 2011 en la publicación Current Directions in Psychological Science, editada por la Association for Psychological Science (APS) de Estados Unidos, arroja, supuestamente, luz sobre las condiciones que determinan la tendencia de los individuos a defender su status quo, aunque éste no les merezca la pena, esto es, a defender un sistema injusto donde son ellos quienes, precisamente, sufren estas injusticias. El artículo es autoría del psicólogo de la Fuqua School of Business de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, Aaron C. Kay, y de su colaborador, el estudiante de graduado de la Universidad de Waterloo, en Canadá, Justin Friesen.Las conclusiones de estos autores fueron las siguientes:En primer lugar, los científicos constataron que, efectivamente, cuando los seres humanos se sienten amenazados, se defienden a sí mismos, y también a sus sistemas. En segundo lugar, las personas también tienden a defender los sistemas si dependen de ellos. En tercer lugar, si sentimos que no podemos escapar de un sistema, nos adaptamos. Para hacerlo, desarrollamos sentimientos de aprobación hacia situaciones que, de otra manera, consideraríamos indeseables. Por último, en cuanto al control personal, los investigadores afirman que cuanto menos control tenga un individuo sobre su propia vida, más apoyará a su sistema y a sus líderes, porque éstos le aportarán un sentido de orden.Cada una de estas afirmaciones fue “demostrada” mediante una serie de ejemplos y experimentos que los autores citan en sus artículo. Por ejemplo, en el primer caso, Kay y Friesen ponen un ejemplo muy claro: antes de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, las valoraciones de las encuestas populares sobre el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, estaban por los suelos. Pero cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center, enseguida aumentaron las valoraciones sobre el presidente. Según los investigadores, esto se debe a que, en tiempos de crisis, la gente quiere creer que el sistema funciona. La segunda conclusión quedó demostrada en uno de los experimentos revisados por Kay y Friesen, en el que se hizo que una serie de estudiantes se sintieran dependientes de su universidad. Una vez alcanzada esta situación, los estudiantes defendieron las políticas de financiación de sus universidades, a pesar de que desaprobaron las mismas políticas cuando éstas provenían del gobierno, situación que no les afectaba directamente. Para el tercer supuesto, los autores hacen referencia a un estudio en el que se dijo a una serie de participantes que los salarios de los hombres en su país eran un 20% superiores a los de las mujeres. En lugar de reconocer esta situación como injusta, aquellos participantes que sentían que no podían emigrar del país o cambiar de situación señalaron que la diferencia salarial tenía su origen en diferencias innatas entre los sexos, no en una deficiencia del sistema. Asumido todo lo anterior el artículo señala que “si se pretende comprender cómo conseguir que se produzcan cambios sociales, se deben entender las condiciones que hacen que la gente se resista a esos cambios, así como qué factores harían que la gente admitiese que dichos cambios son necesarios”.Desde luego, si la intención de los autores era esa, en poco o nada pueden ayudarnos sus investigaciones. No hace falta ser ningún experto en psicología, y mucho menos realizar un estudio al respecto, para saber que la mayoría de las personas que nos rodean asumen y justifican las injusticias del sistema, incluso cuando ellos mismos se están viendo afectados por tales injusticias. Para ello, como se decía antes, basta con dialogar con nuestros conciudadanos, máxime en periodos históricos como el actual, donde los ataques a los derechos de las clases trabajadoras, así como las situaciones de injusticia social, están a la orden del día y son cada vez más generalizados y generalizadas. Lo que el estudio de estos autores demuestra no es más que, precisamente, que el sistema injusto que nos envuelve no solo es efectivo para generar injusticia, sino también para lograr que la gente, pese a ello, no se rebele contra él. Nada nuevo bajo el sol, pues.Detallar las razones que, dentro del marco de un determinado sistema, hacen a las personas sumisas y alienadas, en nada ayuda a entender el porqué de esta sumisión y alienación, simplemente sirve para eso: para demostrar que la mayoría de las personas son sumisas y viven alienadas para con el sistema vigente. De hecho, tal estudio hubiese dado unos resultados similares en cualquier cultura, ya que lo primero que cualquier ser humano aprende mediante su sistema de socialización es a reproducir los valores propios del sistema, así como a justificarlos y defenderlos incluso cuando se están viendo negativamente afectados por ellos. Como demuestran multitud de estudios antropológicos, toda cultura, todo sistema, tiene su propio código de valores hegemónico, que, entre otras cosas, sirve para defender y legitimar el orden social establecido. No lo digo yo, lo dicen todo tipo de autores y estudiosos de la antropología, e incluso también de la sociología y la historia.Si no entramos, pues, a analizar en profundidad cómo y porqué cada sistema va generando a lo largo de su propio proceso histórico estos sistema de valores hegemónicos, de nada servirá decir que las personas, dentro de él, se comportan de esta o aquella manera: estas personas no se están comportando más que como, precisamente, el sistema espera que se comporten. Y no por casualidad, sino por el propio interés del sistema en que el orden social se mantenga estable. Entre otras cosas, estos códigos de valores hegemónicos son consecuencia, como bien explica el materialismo histórico, de las relaciones de clase; de la lucha de clases. Lo que las personas aprenden desde su más tierna infancia no es algo que surja de la nada, sino que es consecuencia de una realidad social, y es el producto de la misma. Si esta realidad social es una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, el código de valores reinante será también el producto de la misma. Y más concretamente será el resultado de los designios de aquella clase social que detenta el poder, tanto el económico como el político, y muy especialmente el control sobre el sistema educativo, formativo e informativo de la sociedad en cuestión.El marxismo explica esta relación mediante el concepto de “superestructura”. La tesis básica del materialismo histórico es que la superestructura (en alemán: überbau) depende de las condiciones económicas en las que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no tiene una historia propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos (clase/s dominante/s) que la han creado. Los cambios en la superestructura son consecuencia de los cambios en la infraestructura. La completa comprensión de cada uno de los elementos de la superestructura sólo se puede realizar con la comprensión de la estructura y cambios económicos que se encuentran a su base. De igual modo, en última instancia, no es posible la independencia de la mente humana, del pensamiento, respecto de las condiciones materiales específicas en las cuales está inmersa la sociedad.¿Sirve de algo, pues, detallar el porqué las personas se muestran sumisas y serviciales al sistema, sino se explica de qué modo este sistema es capaz de hacer que las personas se muestren sumisas y serviciales? Obviamente, no mucho. Ya sabemos que la mayoría social tiende a defender y justificar el sistema vigente, incluso yendo en contra de sus propios intereses de clase. Pero, ¿por qué? He ahí, en todo caso, la cuestión realmente interesante. Los autores del estudio anterior, sin embargo, prefieren no analizarlo. Más que un estudio científico, pareciera una más de las múltiples armas del sistema para autojustificarse y evitar cualquier tentativa de cambio revolucionario. Una justificación, en este caso científica, para que las personas sigan creyendo fielmente aquello de “haga lo que haga, nada cambiará”. Una justificación para que la indefensión aprendida que rige como mayoritaria en nuestra actual sociedad, se mantenga estable e intacta: que no decaiga.[...]
[...]Las personas tienden a defender un sistema injusto, ¿culpa de las personas o del sistema?Tal fenómeno no ha pasado, claro, desapercibido para la ciencia psicológica, y no han faltado investigadores que han tratado de buscar respuestas a estos comportamientos mayoritarios. Según una teoría de la psicología cognitiva conocida como “justificación del sistema”, los seres humanos tienden a defender los sistemas en los que están inmersos, aunque éstos sean corruptos o injustos. Una investigación realizada por psicólogos estadounidenses ha revelado que esta actitud se da principalmente bajo cuatro condiciones: cuando el sistema está amenazado, cuando se depende del sistema, cuando resulta imposible escapar al sistema o cuando los individuos pueden ejercer un escaso control personal. Los resultados de este estudio, aseguran sus autores, explicarían porqué las poblaciones, a menudo, no se alzan contra situaciones que dañan sus propios intereses.El estudio en cuestión, cuyas conclusiones fueron expuestas en un artículo aparecido a finales de 2011 en la publicación Current Directions in Psychological Science, editada por la Association for Psychological Science (APS) de Estados Unidos, arroja, supuestamente, luz sobre las condiciones que determinan la tendencia de los individuos a defender su status quo, aunque éste no les merezca la pena, esto es, a defender un sistema injusto donde son ellos quienes, precisamente, sufren estas injusticias. El artículo es autoría del psicólogo de la Fuqua School of Business de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, Aaron C. Kay, y de su colaborador, el estudiante de graduado de la Universidad de Waterloo, en Canadá, Justin Friesen.Las conclusiones de estos autores fueron las siguientes:En primer lugar, los científicos constataron que, efectivamente, cuando los seres humanos se sienten amenazados, se defienden a sí mismos, y también a sus sistemas. En segundo lugar, las personas también tienden a defender los sistemas si dependen de ellos. En tercer lugar, si sentimos que no podemos escapar de un sistema, nos adaptamos. Para hacerlo, desarrollamos sentimientos de aprobación hacia situaciones que, de otra manera, consideraríamos indeseables. Por último, en cuanto al control personal, los investigadores afirman que cuanto menos control tenga un individuo sobre su propia vida, más apoyará a su sistema y a sus líderes, porque éstos le aportarán un sentido de orden.Cada una de estas afirmaciones fue “demostrada” mediante una serie de ejemplos y experimentos que los autores citan en sus artículo. Por ejemplo, en el primer caso, Kay y Friesen ponen un ejemplo muy claro: antes de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, las valoraciones de las encuestas populares sobre el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, estaban por los suelos. Pero cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center, enseguida aumentaron las valoraciones sobre el presidente. Según los investigadores, esto se debe a que, en tiempos de crisis, la gente quiere creer que el sistema funciona. La segunda conclusión quedó demostrada en uno de los experimentos revisados por Kay y Friesen, en el que se hizo que una serie de estudiantes se sintieran dependientes de su universidad. Una vez alcanzada esta situación, los estudiantes defendieron las políticas de financiación de sus universidades, a pesar de que desaprobaron las mismas políticas cuando éstas provenían del gobierno, situación que no les afectaba directamente. Para el tercer supuesto, los autores hacen referencia a un estudio en el que se dijo a una serie de participantes que los salarios de los hombres en su país eran un 20% superiores a los de las mujeres. En lugar de reconocer esta situación como injusta, aquellos participantes que sentían que no podían emigrar del país o cambiar de situación señalaron que la diferencia salarial tenía su origen en diferencias innatas entre los sexos, no en una deficiencia del sistema. Asumido todo lo anterior el artículo señala que “si se pretende comprender cómo conseguir que se produzcan cambios sociales, se deben entender las condiciones que hacen que la gente se resista a esos cambios, así como qué factores harían que la gente admitiese que dichos cambios son necesarios”.Desde luego, si la intención de los autores era esa, en poco o nada pueden ayudarnos sus investigaciones. No hace falta ser ningún experto en psicología, y mucho menos realizar un estudio al respecto, para saber que la mayoría de las personas que nos rodean asumen y justifican las injusticias del sistema, incluso cuando ellos mismos se están viendo afectados por tales injusticias. Para ello, como se decía antes, basta con dialogar con nuestros conciudadanos, máxime en periodos históricos como el actual, donde los ataques a los derechos de las clases trabajadoras, así como las situaciones de injusticia social, están a la orden del día y son cada vez más generalizados y generalizadas. Lo que el estudio de estos autores demuestra no es más que, precisamente, que el sistema injusto que nos envuelve no solo es efectivo para generar injusticia, sino también para lograr que la gente, pese a ello, no se rebele contra él. Nada nuevo bajo el sol, pues.Detallar las razones que, dentro del marco de un determinado sistema, hacen a las personas sumisas y alienadas, en nada ayuda a entender el porqué de esta sumisión y alienación, simplemente sirve para eso: para demostrar que la mayoría de las personas son sumisas y viven alienadas para con el sistema vigente. De hecho, tal estudio hubiese dado unos resultados similares en cualquier cultura, ya que lo primero que cualquier ser humano aprende mediante su sistema de socialización es a reproducir los valores propios del sistema, así como a justificarlos y defenderlos incluso cuando se están viendo negativamente afectados por ellos. Como demuestran multitud de estudios antropológicos, toda cultura, todo sistema, tiene su propio código de valores hegemónico, que, entre otras cosas, sirve para defender y legitimar el orden social establecido. No lo digo yo, lo dicen todo tipo de autores y estudiosos de la antropología, e incluso también de la sociología y la historia.Si no entramos, pues, a analizar en profundidad cómo y porqué cada sistema va generando a lo largo de su propio proceso histórico estos sistema de valores hegemónicos, de nada servirá decir que las personas, dentro de él, se comportan de esta o aquella manera: estas personas no se están comportando más que como, precisamente, el sistema espera que se comporten. Y no por casualidad, sino por el propio interés del sistema en que el orden social se mantenga estable. Entre otras cosas, estos códigos de valores hegemónicos son consecuencia, como bien explica el materialismo histórico, de las relaciones de clase; de la lucha de clases. Lo que las personas aprenden desde su más tierna infancia no es algo que surja de la nada, sino que es consecuencia de una realidad social, y es el producto de la misma. Si esta realidad social es una sociedad dividida en clases sociales antagónicas, el código de valores reinante será también el producto de la misma. Y más concretamente será el resultado de los designios de aquella clase social que detenta el poder, tanto el económico como el político, y muy especialmente el control sobre el sistema educativo, formativo e informativo de la sociedad en cuestión.El marxismo explica esta relación mediante el concepto de “superestructura”. La tesis básica del materialismo histórico es que la superestructura (en alemán: überbau) depende de las condiciones económicas en las que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no tiene una historia propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos (clase/s dominante/s) que la han creado. Los cambios en la superestructura son consecuencia de los cambios en la infraestructura. La completa comprensión de cada uno de los elementos de la superestructura sólo se puede realizar con la comprensión de la estructura y cambios económicos que se encuentran a su base. De igual modo, en última instancia, no es posible la independencia de la mente humana, del pensamiento, respecto de las condiciones materiales específicas en las cuales está inmersa la sociedad.¿Sirve de algo, pues, detallar el porqué las personas se muestran sumisas y serviciales al sistema, sino se explica de qué modo este sistema es capaz de hacer que las personas se muestren sumisas y serviciales? Obviamente, no mucho. Ya sabemos que la mayoría social tiende a defender y justificar el sistema vigente, incluso yendo en contra de sus propios intereses de clase. Pero, ¿por qué? He ahí, en todo caso, la cuestión realmente interesante. Los autores del estudio anterior, sin embargo, prefieren no analizarlo. Más que un estudio científico, pareciera una más de las múltiples armas del sistema para autojustificarse y evitar cualquier tentativa de cambio revolucionario. Una justificación, en este caso científica, para que las personas sigan creyendo fielmente aquello de “haga lo que haga, nada cambiará”. Una justificación para que la indefensión aprendida que rige como mayoritaria en nuestra actual sociedad, se mantenga estable e intacta: que no decaiga.[...]
Seleccionar a los peores para gobernarJuan M. Blanco (22-10-2012) Tras años de escasa transparencia, decisiones erróneas (equivocadas muchas, interesadas la mayoría), corrupción generalizada, despilfarro, vergonzosa connivencia entre políticos y ciertos empresarios y, sobre todo, una constante deriva hacia el desastre, pocos ciudadanos tienen hoy un elevado concepto de nuestra clase gobernante. Algunos, sin embargo, aceptan la pésima calidad de nuestros dirigentes como un mal inevitable. Al provenir de la sociedad, sostienen, la clase política reproduciría los defectos del ciudadano medio: cualquier persona se comportaría de manera similar si tuviese que afrontar las responsabilidades públicas. Las causas últimas del pésimo gobierno se encontrarían en la peculiar idiosincrasia del pueblo español, sin que exista medida, transformación o reforma capaz de resolver el problema. Por suerte, este pesimista enfoque se asienta en una base poco sólida. La clave se encuentra en los erróneos mecanismos de selección de los dirigentes.Dado que las personas difieren en sí en cualidades y actitudes, los procesos de selección consisten en escoger grupos de individuos con características medias distintas a las de la población. En ocasiones, son los propios sujetos quiénes se “autoseleccionan” mediante decisiones voluntarias. En cualquier caso, los criterios, pruebas e incentivos, deben ser los apropiados para que el grupo elegido resulte idóneo en la tarea encomendada. Sin embargo, los procesos de selección (y autoselección) en la política española son nefastos, permitiendo que muchos cargos de enorme responsabilidad sean ocupados por personajes incapaces, interesados, corruptos o malintencionados, bastante apartados del ciudadano medio.Los gobernantes toman muchas decisiones que afectan a la vida y al bienestar de millones de personas. Una política incorrecta, o errónea, puede significar la ruina para muchas familias o el sacrificio de toda una generación. Al igual que las corporaciones escogen cuidadosamente los directivos que deben tomar las decisiones cruciales, una sociedad madura no debe escatimar esfuerzos a la hora de establecer unos adecuados mecanismos de selección de las élites dirigentes, garantizando que los puestos de alta responsabilidad sean ocupados por personas con aptitudes sobresalientes, especialmente en los momentos de gran dificultad e incertidumbre.Las cualidades de un verdadero estadistaCiertas cualidades definirían a un auténtico estadista. Formación y conocimientos para comprender el alcance y los efectos de las diversas opciones. Disciplina, tesón y pragmatismo para sobreponerse a circunstancias difíciles y superar los impulsos puramente emocionales. Sentido de la imparcialidad y conciencia de que gobierna para todos los ciudadanos, no sólo para una parte. Generosidad, honradez y voluntad de servir, sin que primen sus propios intereses sobre el bienestar de los ciudadanos. Principios sólidos, capacidad de resistir presiones interesadas y de transmitir confianza. Sinceridad, asumiendo la responsabilidad de sus actos y sus palabras. Austeridad, aceptando su condición de mero administrador del dinero de los contribuyentes. Respeto escrupuloso a las reglas del juego, consciente de que la base de la democracia no es tanto la preponderancia de la mayoría como el imperio de la ley y la separación de poderes. Y, por último, realismo y espíritu crítico, alejado de quimeras y fantasías.Aun admitiendo que no existe sistema perfecto y que los políticos difícilmente reunirán todas esas características ideales, cualquier ciudadano racional intentaría escoger preferentemente a aquellas personas con las mejores cualidades. Desgraciadamente, los electores no pueden discriminar con su voto entre candidatos individuales; tan sólo introducir la papeleta con unas siglas. Son los partidos quienes realizan toda la selección previa, con criterios tan opacos como inadecuados, presentando al electorado unos paquetes elaborados y cerrados.La clave se encuentra precisamente en este largo, enorme y complejo proceso de selección en el seno de los partidos, caracterizado por la falta de transparencia, la ausencia de democracia interna y el desprecio absoluto por las normas. Como los agujeros negros, los partidos atrapan cualquier rayo de luz que se acerca a sus inmediaciones, oscureciendo el sistema político y la mayor parte de las instituciones.La perversa “selección” que realizan los partidosLos criterios para permanecer y medrar en los partidos suelen estar muy alejados de conceptos tales como excelencia, mérito o esfuerzo. Y mucho más de la honradez o los principios sólidos. Afinidades personales o de grupo, carencia de espíritu crítico, conducta oportunista y conspiradora o flexibilidad para cambiar de criterio a una orden, son atributos muy convenientes para el “éxito”. El silencio ante al abuso, la indigna adulación o la capacidad de regate en corto, se consideran también apreciables méritos para ganarse la confianza de unos líderes que sustituyeron el debate de ideas por el reparto de favores. En las barriobajeras luchas por el poder, que se desatan en ocasiones, acaban venciendo casi siempre los más tramposos y maniobreros. Los procesos de autoselección funcionan con tanta intensidad como perversión: las personas honradas, cabales, idealistas y bien preparadas suelen experimentar un impulso irrefrenable a abandonar unos ambientes dominados por la corruptela, la pobreza intelectual y la indignidad.Mejoraría sustancialmente nuestra clase dirigente, y el desempeño de la política, si tanto los líderes como los candidatos de cada partido fuesen escogidos mediante votación por militantes y simpatizantes. Y los diputados elegidos en distritos unipersonales, donde el candidato debe presentarse ante los electores de forma individual y a pecho descubierto. No sirve ya esconderse tras unas siglas, repetir como un papagayo las consignas del partido o soltar majaderías acerca de los rivales. Ahora cobran importancia sus actos, su trayectoria vital, personal y profesional, abiertas al escrutinio público.Quizá en ese caso nos sentiríamos reacios a votar para representante, o gestor de recursos públicos, a alguna persona que nunca haya desempeñado una función de responsabilidad en el mundo profesional, más aún si jamás trabajó. O que no haya realizado el esfuerzo de formarse adecuadamente. O que nunca haya participado en un proyecto altruista y desinteresado. Al fin y al cabo, las cualidades de los candidatos se infieren mucho mejor de sus actos, y su pasado, que unas vacías siglas o unos aprendidos y entrenados discursos.http://www.vozpopuli.com/blogs/1684-juan-m-blanco-seleccionar-a-los-peores-para-gobernar
Vuelo rasante (1): Deténgase, piense y reflexioneEn el mes de febrero del año pasado escribí un artículo titulado “la relación entre la vanidad y la estupidez o viceversa”. En ese artículo se mostraban los experimentos de dos científicos de la Universidad de Cornell (Nueva York EEUU): Justin Kruger y David Dunning. Ambos científicos se dedicaron a medir las habilidades intelectuales de una serie de estudiantes y les pidieron a esos estudiantes a su vez que se autoevaluaran. Los resultados fueron sorprendentes y reveladores. Los profesores de Cornell señalaron que los estudiantes más brillantes, muy superiores al resto de sus compañeros, estimaron que estaban por debajo de la media; por el contrario, los estudiantes mediocres se consideraron por encima de la media y los estudiantes rematadamente malos se mostraron convencidos de estar entre los mejores. Cuanto más inútil era el individuo más seguro estaba de que hacía las cosas bien.Desde que escribiera ese artículo de opinión en mi blog, comentando los aspectos tan interesantes de estos dos científicos americanos ha pasado un año y medio. Durante ese tiempo han ocurrido muchas e importantes cosas en este país. Recuerdo hace poco, mientras volaba a París, devoraba el libro El alma está en el cerebro de Eduardo Punset, al tiempo que tomaba unos apuntes que me han servido más tarde para la redacción del presente artículo. En el capítulo VI, Punset trata diversos aspectos sobre el lavado de cerebro al que estamos expuestos en esta sociedad, cita para ello las siguientes palabras de Katheleen Taylor: deténgase, piense y reflexione.En estos momentos tan duros que vivimos en España es fundamental aplicar estas tres palabras que entrañan mucha sabiduría: detenerse, pensar y reflexionar. Algo así debió suceder en el experimento mencionado anteriormente llevado a cabo por estos dos señores. Al final Kruger y Dunning observaron un fenómeno que bautizarían como el efecto Dunning-Kruger, fenómeno psicológico por medio del cual “las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas”. La doctora Kruger señalaba en sus apuntes que las personas incompetentes desgraciadamente sufrían de un doble agravio: “no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello”. A groso modo me viene a la memoria, pues encaja perfectamente con el perfil mencionado, ciertos políticos que nos gobiernan y otros que nos han gobernado. Este fenómeno “El efecto Dunning-Kruger” publicado en The Jornal of Personality and Social Psychology en diciembre de 1999, se basó en dos principios fundamentalmente: Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades y estos individuos son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás. Podríamos decir que tienen una “borrachera de sí mismos” como muy bien apunta el Dr. E. Rojas, Catedrático en Psiquiatría Clínica, en su libro Adiós depresión. Si continuamos ahondando en el tema nos encontraremos con que hace acto de presencia la vanidad, una palabra que procede del latín vanitas vanitatis, que significa falto de sustancia, hueco, sin solidez. Se dice, también, de algunos frutos cuyo interior está vacío, en donde sólo hay apariencia. “La vanidad es excéntrica, es periférica, se instala en los aledaños de la ciudadela exterior”, apunta Rojas. Los casos clínicos más graves de la soberbia- señala Rojas- son aquéllos en los que la vanidad es manifiesta y notarial, se registra con una claridad absoluta, lo cual suele ser poco frecuente y pocas veces curable. Hay petulancia y presunción. El 86% de estos casos están relacionados con el efecto de Dunning-Kruger.Esta borrachera de sí mismo tienen muchos de nuestros gobernantes, incluso en algunos casos, me atrevería a decir que enfermiza y relacionada con el efecto Dunning-Kruger. De ahí que piense que en una democracia como la nuestra en la que hemos cedido el poder a los políticos de hacer cosas que no podemos hacer los demás, se abuse de la confianza depositada, como nos indica el filósofo Fernando Savater en su último libro Ética de urgencia: “nos indigna cuando una persona que ocupa un puesto destacado actúa de manera nefasta, porque está abusando de nuestra confianza”. Claro está que si le añadimos que esas personas tienen además borrachera de sí mismos, nos da un resultado definido muy bien por Baltasar Gracián (S. XVII ) en su aforismo nº 201: “el mayor necio es el que no se considera necio pero juzga a todos los demás. Para ser sabio no basta parecerlo y creer serlo: sabe quien piensa que no sabe; no ve quien no ve que los otros ven. Aunque todo el mundo está lleno de necios. No hay nadie que crea serlo, ni siquiera que lo sospeche”. La última vez que escribí sobre la estupidez humana terminé con unas palabras del sabio Einstein: "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, aunque de lo primero no estoy tan seguro". En esta ocasión para terminar y dar paso al siguiente artículo, terminaré con las siguientes palabras de Churchill: “La democracia es el peor sistema político, exceptuando todos los demás”. ….
El poder tiene su propio campo gravitacional.
Cita de: Maple Leaf en Diciembre 03, 2012, 07:16:27 amAcabo de ver el programa de Évole, y después de un rato de darle vueltas, no acabo de entender porque motivo el propietario de Planeta se quiere meter en estos berenjenales contra la castuza, siendo su empresa parte del engendro.¿A alguien se le ocurre algún motivo?Sospecho que además, la emisión de estos programas se "tolera" porque debe haber una cierta intención de crear en la población un efecto de "indefensión adquirida". Cuando el público era totalmente ajeno a todos los tejemanejes que últimamente van apareciendo en los falsimedia, cualquier "revelación" era objeto de escándalo. Ahora, al hacer aparecer el fraude y la corrupción como algo cotidiano, el pan nuestro de cada día, el modus operandi habitual, la gente irá asumiendo que "las cosas son así" y "no se puede hacer nada" (brazobajismo) por simple saturación, al contemplar la gente la magnitud y el alcance de la corrupción que todo lo impregna, por lo que se acaban limitando sus acciones a los ámbitos en los que sienten que tienen algún control "llegar a fin de mes" (de forma aislada e inocua para el sistema, una tarea en la que, además las víctimas se culpan a si mismas cuando fracasan, divide y vencerás) vs "organizarse y luchar para cambiar la sociedad" (de forma colectiva, la unión hace la fuerza y se señala a los verdaderos culpables, lo que es un peligro para los oligarcas).http://es.wikipedia.org/wiki/Indefensi%C3%B3n_aprendidaCitarLa indefensión aprendida es un tecnicismo que se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, sin poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades para ayudarse a sí mismo, evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de recompensas positivas. La teoría de indefensión aprendida se relaciona con depresión clínica y otras enfermedades mentales resultantes de la percepción de ausencia de control sobre el resultado de una situaciónMás completo y con implicaciones más interesantes y reveladoras, el artículo sobre "indefensión adquirida" de la wikipedia en inglés:http://en.wikipedia.org/wiki/Learned_helplessnessCitarMotivationLearned helplessness can also be a motivational problem. Individuals who have failed at tasks in the past conclude erroneously that they are incapable of improving their performance.[28] This might set children behind in academic subjects and dampen their social skills.Children with learned helplessness typically fail academic subjects, and are less intrinsically motivated than others. They may use learned helplessness as an excuse or a shield to provide self-justification for school failure.[citation needed] Additionally, describing someone as having learned to be helpless can serve as a reason to avoid blaming him or her for the inconveniences experienced.[citation needed] In turn, the student will give up trying to gain respect or advancement through academic performance.[29]Social impactChild abuse by neglect can be a manifestation of learned helplessness: when parents believe they are incapable of stopping an infant's crying, they may simply give up trying to do anything for the child.[30]Another example of learned helplessness in social settings involves loneliness and shyness. Those who are extremely shy, passive, anxious and depressed may learn helplessness to offer stable explanations for unpleasant social experiences. However, Gotlib and Beatty (1985) found that people who cite helplessness in social settings may be viewed poorly by others, resulting in a situation that reinforces the problematic thinking. A third example is aging, when some older people may respond to the deaths of friends and family members, the loss of jobs and income, and the development of age-related health problems by neglecting their medical care needs.[31]Social problems resulting from learned helplessness may seem unavoidable; however, when induced in experimental settings learned helplessness resolves with the passage of time.[32] Learned helplessness in response to experiences can be prevented or minimized by "immunization" and, when present, may be reversed by therapy. People can be immunized against the perception that events are uncontrollable by increasing their awareness of previous experiences, when they were able to effect a desired outcome.[33] Therapy can instruct people in the fact of contingency[34] and bolster people's self esteem.[35]ExtensionsCognitive scientist and usability engineer Donald Norman used learned helplessness to explain why people blame themselves when they have a difficult time using simple objects in their environment.[36]The American sociologist Harrison White has suggested in his book Identity and Control that the notion of learned helplessness can be extended beyond psychology into the realm of social action. When a culture or political identity fails to achieve desired goals, perceptions of collective ability suffer.p.d.: Todo esto es adecuado para el hilo sobre democracia y control social. http://www.transicionestructural.net/transicion-estructural/democracia-y-control-social-pensamiento-dicotomico-etiquetaje-y-pnl/
Acabo de ver el programa de Évole, y después de un rato de darle vueltas, no acabo de entender porque motivo el propietario de Planeta se quiere meter en estos berenjenales contra la castuza, siendo su empresa parte del engendro.¿A alguien se le ocurre algún motivo?
La indefensión aprendida es un tecnicismo que se refiere a la condición de un ser humano o animal que ha aprendido a comportarse pasivamente, sin poder hacer nada y que no responde a pesar de que existen oportunidades para ayudarse a sí mismo, evitando las circunstancias desagradables o mediante la obtención de recompensas positivas. La teoría de indefensión aprendida se relaciona con depresión clínica y otras enfermedades mentales resultantes de la percepción de ausencia de control sobre el resultado de una situación
MotivationLearned helplessness can also be a motivational problem. Individuals who have failed at tasks in the past conclude erroneously that they are incapable of improving their performance.[28] This might set children behind in academic subjects and dampen their social skills.Children with learned helplessness typically fail academic subjects, and are less intrinsically motivated than others. They may use learned helplessness as an excuse or a shield to provide self-justification for school failure.[citation needed] Additionally, describing someone as having learned to be helpless can serve as a reason to avoid blaming him or her for the inconveniences experienced.[citation needed] In turn, the student will give up trying to gain respect or advancement through academic performance.[29]Social impactChild abuse by neglect can be a manifestation of learned helplessness: when parents believe they are incapable of stopping an infant's crying, they may simply give up trying to do anything for the child.[30]Another example of learned helplessness in social settings involves loneliness and shyness. Those who are extremely shy, passive, anxious and depressed may learn helplessness to offer stable explanations for unpleasant social experiences. However, Gotlib and Beatty (1985) found that people who cite helplessness in social settings may be viewed poorly by others, resulting in a situation that reinforces the problematic thinking. A third example is aging, when some older people may respond to the deaths of friends and family members, the loss of jobs and income, and the development of age-related health problems by neglecting their medical care needs.[31]Social problems resulting from learned helplessness may seem unavoidable; however, when induced in experimental settings learned helplessness resolves with the passage of time.[32] Learned helplessness in response to experiences can be prevented or minimized by "immunization" and, when present, may be reversed by therapy. People can be immunized against the perception that events are uncontrollable by increasing their awareness of previous experiences, when they were able to effect a desired outcome.[33] Therapy can instruct people in the fact of contingency[34] and bolster people's self esteem.[35]ExtensionsCognitive scientist and usability engineer Donald Norman used learned helplessness to explain why people blame themselves when they have a difficult time using simple objects in their environment.[36]The American sociologist Harrison White has suggested in his book Identity and Control that the notion of learned helplessness can be extended beyond psychology into the realm of social action. When a culture or political identity fails to achieve desired goals, perceptions of collective ability suffer.
Me gustaría contrastar con los foreros y especialmente con Spielzeug, un hecho concreto, a raíz de lo que aparece al inicio del hilo del foro hermano que nos pones en el post que abre este hilo. Se trata de lo siguiente: con la última huelga general, uno de mis amigos-conejillo de indias con el que contrasto muchas de las ideas-mantra predominantes me dice en medio de la conversación: "Yo no puedo estar de acuerdo con la huelga porque la han convocado los Sindicatos". Evidentemente estaba regalando una enorme carga de desprecio o repulsión a los sindicatos -sin especificar- y extendiéndola a la huelga misma, por el mero hecho de que la habían convocado (este hecho tampoco lo detallaba).Bien, me parece un caso práctico evidente de lo que cita Spielzeug: ¿Como desactivar una protesta social?1. Crear una division artificial dentro del grupo que protesta y atribuirle la autoria de la misma. Al formar parte de diferentes grupos sociales con los que nos identificamos y por los que nos diferenciamos de otros que por los sesgos grupales nos parecen llenos de defectos, si la protesta no es atribuida a "nuestro" grupo dejamos de identificarnos con ella ya que no queremos ver en nosotros mismo reflejados los defectos que tanto nos desagradan de ese "otro" grupo.De esta forma se desactiva socialmente gran parte de la protesta, convirtiendola en algo minoritario.Me parece un ejemplo de libro, y por lo tanto que alguien que domina esto, se sentó a analizar la huelga y a cómo desactivarla o quitarle fuerza, y salió con esto y empezó a expandirlo. Estáis de acuerdo??Quién puede ser? hay en nuestro Gobierno, entre los gabinetes dedocráticos especialistas en esto? o son las estructuras de los partidos políticos? quizá los think tanks de cada uno?saludos.